DONALD TRUMP
«EL INFIERNO SON LOS OTROS»
Ricardo Veisaga
«A puerta cerrada» es una obra de teatro escrita por el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre en 1944. Su título original en francés es «Huis Clos», que significa en castellano o español «A puerta Cerrada». La obra se desarrolla en un sólo escenario y presenta cuatro personajes, uno de los cuales, el mayordomo, aparece una sola vez. En esta obra de Sartre surge la famosa frase de: «El infierno son los otros» (“L’enfer, c’est les autres”, en francés).
La obra empieza con el mayordomo conduciendo a un hombre llamado Garcín hacia un cuarto, que el público pronto lo identificará como el infierno (el infierno puede ser un hotel gigantesco, debido a los «cuartos y pasillos» mencionados en la obra). El cuarto no tiene espejos ni ventanas y sólo cuenta con una puerta, tres sillones, una estatua de bronce y un abrecartas.
Una mujer, Inés, entra a la habitación de Garcín, y posteriormente otra, Estelle. Después de que ambas mujeres ingresen, el mayordomo sale y la puerta es cerrada con llave. Todos los presentes esperan ser torturados, pero no aparece torturador alguno. En lugar de ello, ellos descubren que están ahí para torturarse entre ellos.
Al principio, las tres personas observan eventos que les conciernen, sucediéndose en la Tierra, finalmente (conforme su conexión con la Tierra se desvanece y los vivos prosiguen) son abandonados con sus propios pensamientos y la inevitable compañía de los otros dos. Al final de la obra, Garcín exige salir, tras solicitarlo, la puerta se abre, pero ninguno decide salir, ya que se dan cuenta de que no pueden vivir los unos sin los otros.
Esta obra teatral, explora la influencia de las miradas ajenas en la psique personal. Parten de la idea de que la mirada del otro es aquello que desnuda, que lo transparenta, que muestra al otro la realidad del ser, y a partir de ésta, el individuo es juzgado, condenado. Los protagonistas son a su vez sus propios verdugos, tienen la mirada fija y permanente en sus compañeros, que solidifican y eternizan la existencia.
En ese infierno no existe el tiempo, o mejor dicho sólo existe un presente eterno, sin cambios, un presente sofocante y angustiante. Donde no hay lugar para dormir, ni siquiera pestañear, sólo para ser objeto de juicio por siempre por la mirada del otro. De nada serviría esconderse en sí mismo, escapando de la mirada del otro, no es posible, están condenados a escuchar los pensamientos del otro.
La llegada de los tres personajes al infierno no es casual ni impensada. Garcín está en ese lugar por maltratar sádicamente a su mujer y ser traidor con sus colegas y sus ideales. Indujo a la muerte a su primo y a Florence, su mujer, ni siquiera le importa su propia muerte. Inés es abiertamente mala.
Estelle ha engañado a su esposo, ha matado a su hija, ha prostituido su vida. Garcín es un canalla, Inés es sádica, Estelle es netamente egoísta. Pero esta no es la razón de la llegada de los tres personajes al infierno. La causa es más profunda, más real y definitiva, es la Soberbia, el reconocerse cada uno como único e imprescindible, los llevó a la muerte eterna. Muerte que se expresa en la absorción en la mirada de los otros.
En este infierno, cada personaje está unido o encadenado al otro, no pueden salvarse huyendo del infierno sin el otro, existe una dependencia demoniaca. Pudiendo partir, no pueden, se hallan condenados a vivir en la mirada, en el pensamiento de los otros, y de esa manera vivir para el castigo que no es otra que la Eternidad. Si la mirada es el único medio para manifestarse de algún modo en el mundo, entonces, la mirada o la opinión del otro es importante.
La obra de Jean-Paul Sartre es una crítica a la sociedad de su tiempo, que vive preocupada por los juicios externos (lo políticamente correcto). Existe un enorme miedo a mostrarse, a ser transparentes, la única salida es la apariencia, tratando de ocultar el ser por un parecer, ese miedo impone una máscara, el hombre se vuelve una «careta», su mundo se convierte en un infierno en donde se es, lo que el otro pretende que sea.
En nuestros tiempos, durante las primarias estadounidenses, para los candidatos, el hecho de quedar indiferentes al público, a la mirada de los otros es algo imposible e impensable. Para muchos incluso el que se hable mal, no importa, es un triunfo publicitario, ya que se trata de uno y no de otro. Y la publicidad aun cuando sea mala, no deja de ser publicidad según dicen… los publicistas.
En «A puerta cerrada» el peor pecado de los condenados fue la Soberbia, pero en nuestra «Sociedad abierta» es sustituido por la Hipocresía. Nuestro Jean-Paul Sartre contemporáneo, se llama DonaldTrump y es originario de Queens, New York. Acusa 69 años de edad y por su confesión religiosa es presbiteriano.
Donald Trump nos ofrece una adaptación de «Huis Clos», es un out-sider de la política, para que entiendan mejor los mexicanos, es una especie de Vicente Fox con muchísimo más dinero y menos turbio en la procedencia de su capital, o como Heliodoro Rodríguez Calderón, «alias» «El Bronco». Son candidatos que se presentan desde fuera de los partidos y de las estructuras políticas.
Estos outsiders provienen mayoritariamente de la clase empresarial, donde reina la «moral de los mercaderes» y las actividades «non sanctas». Un elemento que los favorece es el hartazgo, y la falta de credulidad de los ciudadanos a los políticos tradicionales, a los partidos, a los sindicatos, a las burocracias gubernamentales, que son el fermento o caldo de cultivo para ciertos personajes.
Pero una vez que acceden al poder, la cosa cambia, porque es ahí donde deben hacer política, y se acaba el discurso. No voy a analizar las fuentes de formación político empresarial de Donald Trump, no es el momento. No niego que estuve investigando y observando su actuación en su reality show «El aprendiz», y en ella se puede obtener puntos a su favor.
Al final de cada participación, escuchaba a los equipos y solicitaba la opinión de dos expertos para tomar su propia decisión, es lo que debe hacer un buen político, tener buenos asesores o expertos (no aduladores), para finalmente tomar su propia decisión. Algunos sostienen que su influencia ideológica, provienen del teólogo y predicador Norman Vincent Peale, pastor protestante y autor del libro de autoayuda «El poder del pensamiento positivo», cuya teoría parece que es o fue el maná del mundo mercantil.
También escribió un libro junto a Robert Kiyosaki, cuyo título es «Por qué queremos que tú seas rico». Donald Trump lo consiguió. Querer ser rico no es algo prohibido, aunque eso no le guste al Papa Francisco, ya lo decía el gobernante chino Deng Xiaoping «Enriquecerse es glorioso», y China se abrió en su totalidad a las fuerzas del mercado y del capital extranjero, aunque todavía, bajo el ojo vigilante del partido comunista.
Pero Donald, además quiere ser presidente de Estados Unidos, pretensión legítima y legal, siempre y cuando se cumplan una serie de requisitos. Donald Trump se ha convertido en un azote de los progres, zurdos, y en especial, en el exterior, de la clase política mexicana. ¿Por qué? A eso responde el filósofo Ismael Carballo:
«Porque Donald Trump es para nosotros un espejo, un espejo incómodo, que nos está devolviendo a todos, en su desprecio, el autodesprecio o el complejo de inferioridad que determina la vida de muchos mexicanos consciente o inconscientemente. Es el espejo de nuestras contradicciones y de nuestras miserias nacionales. Porque miserable es la condición, sistemática y estructural, que a muchos obliga a cruzar el Río Bravo para entrar ilegalmente a Texas o Arizona para lavar platos o vender droga y mantener, con sus remesas, contradictoriamente, al país, así como miserable y contradictorio es también el complejo de inferioridad del pequeño burgués o petimetre que quiere que sus hijos nazcan en Estados Unidos para que sean norteamericanos sin vivir ahí, para lo cual cruzan, legal pero cínicamente, y en avión casi siempre, el Río Bravo. Es una miseria doble porque Trump, y los que lo siguen y votan, desprecian precisamente algo que no sabemos muy bien cómo defender o negar o justificar. Por eso Trump es un espejo incómodo ante el cual, ya lo vemos, sí, es imposible quedar indiferente».
En las semanas pasadas le dieron espacio en los medios de comunicación, al hombre de la Coca-Cola, Vicente Fox, al adicto a otro tipo de bebidas Felipe Calderón y al impresentable de Peña Nieto. Todos hablaron pestes sobre Trump, porque la mirada y el espejo de Donald, les devuelve una imagen distinta a la imagen que le devolvía el agua al joven Narciso.
No es la bella imagen, que llevó a Narciso a lanzarse al agua detrás de su imagen pereciendo de esa manera. Esta imagen es dolorosa e insoportable, horrible y hedionda como las llagas de un moribundo atacado por los gusanos. Da vergüenza ajena oír a estos tipejos comparando a Donald Trump con Mussolini o Hitler. ¿Y ellos de que se pueden jactar? ¿De la «dictadura perfecta», bien descrita por Mario Vargas Llosa? Todos ellos son hijos de ella.
Ningún gobernante o político de México, llámese PRI, PAN o PRD, pueden hacerse los inocentes, ni mirar para otro lado, toda la clase política y dirigencial son en mayor o menor medida responsables del fracaso de ese país.
Responsabilidad que abarca a toda la sociedad en su conjunto, una sociedad que gusta de tirar la piedra y esconder la mano, es muy fácil criticar al PRI, a Peña Nieto, y no asumir que todos estos personajes no nacieron de un repollo o llegaron de marte, sino que son producto cultural de la moral de toda una sociedad.
No estoy en modo moralista ni pretendo intelectualizar ese desgraciado hecho, basta la autoridad de Octavio Paz que se encargó de desmenuzar la cuestión. Una moral social que acepta las mordidas, de cuyo seno surgen figuras como Marcial Maciel, el Cardenal Rivera, el Chapo Guzmán, el cártel de acá y el de allá, el de los Zetas, la Familia y un largo etcétera. Lo que le preocupa a la clase política mexicana no son los mexicanos, lo que preocupa es que se acabe el negocio.
Es innegable que luego de la caída de los precios del petróleo, los mejores ingresos para el país se deben al narcotráfico y al envío de remesas. Hipócritas que se enojan con Donald Trump, pero no con el Papa Francisco que advirtió alarmado sobre el peligro de «mexicanización» de la Argentina por el auge del narcotráfico. Una sociedad que no condena los narcocorridos que hacen una apología de los delincuentes.
A medida que avanzan las elecciones primarias, y los triunfos que va acumulando Donald Trump, cunde el pánico, muchos ya imaginan un escenario con el magnate instalado en la Casa Blanca. Y también las especulaciones sobre como gobernaría. En ese sentido, antes de noviembre, ya había anticipado lo que haría en caso de llegar al poder.
«En primer lugar, no consolidaría algunas órdenes ejecutivas firmadas por el presidente», dijo a la cadena ABC. Sobre todo, las relacionadas con «las fronteras donde la gente se cuela al país como un queso suizo». Derogaría de inmediato la ley de atención sanitaria conocida como Obamacare y cuidaría de «nuestros veteranos y militares».
Trump ha declarado que, si llega a la Casa Blanca, construirá un muro con México para frenar la inmigración ilegal porque «una nación sin fronteras no es una nación». Esto último es una verdadera definición política del Estado, pero no hizo ninguna referencia a un muro en el norte de Estados Unidos, omisión que llevó a muchísimos a lanzar duras críticas, a señalar que no se refiere a todas sus fronteras, sólo se enfrenta con México.
Bueno, si alguien cree que es lo mismo la frontera de México que la frontera con Canadá está realmente despistado. La construcción del muro fronterizo es una de las propuestas estrella del aspirante, aplaudida por sus seguidores allá donde vaya. Es decir que le dio resultado en el sector republicano.
Cuando le preguntan quién lo pagaría, responde «¡El gobierno de México!» Y hasta que no lo hagan, la Administración Trump subiría las tarifas de los visados y las entradas a los puertos estadounidenses. Hacer especulaciones sobre la viabilidad o no de esta obra faraónica, no tiene mucho sentido, es muy probable que se trate de una bravata o no.
Pero, llegado el caso de que sea elegido presidente, no significa que pueda hacer lo que se le antoje, en este país existen (y funcionan) muchos contrapoderes. Pero suponiendo que los respectivos poderes lo habiliten para construir una muralla, está en su derecho como soberano. Parece que quienes critican esto sólo leyeron una página de la Historia.
Permanecen ciegos ante la muralla china que sigue presente para recordárnoslos. Tampoco es necesario ir muy lejos. Basta recordar la «cortina de hierro» o el «telón de acero», y su efectividad sin necesidad de construir ninguna cortina. El Papa Francisco, que descaradamente se involucró en la política interna americana, antes de criticar a Trump le podría decir a los Castro sus amigos marxistas leninistas, que acaben con esa muralla que impide no que entren, sino que salgan de la mierda comunista.
Cada vez que viajo a Roma y me acerco al Vaticano, veo murallas y mi vista no me engaña ¿Por qué no las derriba y porque no suprime la guardia suiza? Muchísimas personas creen que, derribado el Muro de Berlín, en este mundo maravilloso no hay más lugar para muros, pareciera que no se han enterado de las cercas que se levantaron ante el avance de los refugiados en Europa del Este o, que, en estos días, la Unión Europea ha decidido devolver a los inmigrantes a Turquía.
Creo que un muro no arregla el problema de la inmigración ilegal, ni hace falta gastar 114.000 millones como dicen algunos. Cada país tiene su propia política migratoria y de defensa, sino díganselo a Corea del Norte o a Suiza. Donald Trump ha criticado duramente a China, porque según él «roba nuestros inventos» y el empleo a los americanos, «nos mata» comercialmente hablando.
Quiere que China respete las leyes de propiedad intelectual de Estados Unidos y frenar la externalización allí de empresas estadounidenses. Asegura, Trump, que ha diseñado un plan para que haya un comercio «justo» y que China actúe recíprocamente ante la apertura del mercado estadounidense. Propone declarar oficialmente a China como país manipulador de su moneda (que abarataría sus exportaciones). Recuerden que ambos países ya tuvieron fricciones en esta materia hace pocos años.
Trump está convencido de que China se aprovecha de que los actuales líderes del país son débiles y exporta productos demasiado baratos, lo que golpea la generación de puestos de trabajo, que arrastra al abismo a la economía de Estados Unidos con prácticas desleales. Por lo mismo implementaría un arancel del 45% a los productos chinos.
Para alcanzar una mejor posición negociadora, Trump propone reforzar la presencia del Ejército de Estados Unidos y desplegar las fuerzas adecuadamente en el Sur y el Este del Mar de China. «Una presencia militar fuerte será una señal clara para China y otras naciones en Asia, y de que América ha vuelto al negocio del liderazgo global», defiende el magnate. ¿No es lo que decían los hipócritas sindicalistas y los políticos demócratas, cuando no estaban en el gobierno? ¡Claro! Ahora lo dice Donald Trump y ya no vale.
También hizo pública su propuesta de acabar con el derecho de ciudadanía, a los bebes hijos de indocumentados nacidos en suelo estadounidense. Estos niños no tendrían el derecho reconocido en la decimocuarta enmienda. «Tenemos que iniciar un proceso para devolverlos a su país» sostuvo Trump. La hipocresía se rasga las vestiduras por esto. Para que se vayan enterando esto es lo que sucede en este mundo realmente existente.
Ciento sesenta países, entre las 194 naciones del mundo, no conceden ciudadanía automática a los hijos de inmigrantes ilegales, ningún Estado europeo consiente ese beneficio y sólo Estados Unidos y Canadá, del conjunto de las 31 economías más avanzadas de la tierra, otorgan ese privilegio. La tendencia universal es de alejamiento de la ciudadanía por nacimiento, a la vez que muchos países que tenían esas políticas las han eliminado en décadas recientes.
Sólo treinta naciones conceden en sus constituciones la ciudadanía automática a los hijos de inmigrantes ilegales o en tránsito que han nacido en su territorio. Durante las últimas décadas muchos países que una vez lo hicieron, incluyendo Australia, India, Reino Unido, Malta, han revocado esas políticas mientras otros países están considerando cambios.
Irlanda puso fin a esta práctica a través de un referéndum en 2004, Nueva Zelanda en 2006. República Dominicana, en su Constitución proclamada el 26 de enero de 2010 establece, en el numeral 3 del artículo 18, que la condición de ciudadanía la adquieren «Las personas nacidas en territorio nacional, con excepción de los hijos de extranjeros miembros de legaciones diplomáticas y consulares, de extranjeros que se hallen en tránsito o residan ilegalmente en territorio dominicano».
Estados Unidos, que estatuyó el derecho de ciudadanía por nacimiento automático, en su 14 Enmienda de 1886, para proteger a los niños nacidos de extranjeros ilegales y temporales, han celebrado audiencias en el Congreso, con propuestas y legislaciones de los partidos Republicano y Demócrata orientadas a limitar o poner fin a ese privilegio.
El senador Harry Reid (demócrata de Nevada), introdujo en 1993 una legislación para poner fin a la ciudadanía para hijos de inmigrantes, el Partido Republicano lo sentó en su plataforma de 1996 y tres años después, en 1996, el congresista Republicano Nathan Deal introdujo al Congreso la «Ley de ciudadanía por nacimiento de 2009».
La Corte Suprema de Estados Unidos declaró que los niños nacidos en Estados Unidos, hijos de extranjeros residentes permanentes están cubiertos por la cláusula de la ciudadanía, pero la Corte no ha decidido si la misma regla se aplica a los hijos de los extranjeros cuya presencia es temporal o ilegal.
Barbados está luchando contra la numerosa inmigración, en relación a su tamaño, tanto legal como ilegal, y está contemplando poner fin a la ciudadanía por nacimiento a los hijos de inmigrantes ilegales. El primer paso de Barbados, para enfrentar este problema, fue empezar una amnistía para extranjeros ilegales, dándole seis meses para regularizar su situación. Cualquier persona todavía en el país ilegalmente después del 1 de diciembre de 2009, sería deportado.
La amnistía tuvo una serie de condiciones, y cualquier extranjero ilegal con tres o más hijos a cargo, no podía calificar automáticamente para la ciudadanía. Lo mismo ocurrió en Antigua y Barbuda, una de las pocas naciones que otorgan la ciudadanía por nacimiento automático a hijos de inmigrantes ilegales.
Donald Trump, ha defendido el «cierre total y completo de Estados Unidos a la entrada de musulmanes, hasta que los representantes del país averigüen qué está pasando». A finales de 2015, tras el atentado islamita en San Bernardino (California), en el que murieron 14 personas, dijo: «Nuestro país no puede ser víctima de ataques horribles por gente que cree sólo en la yihad».
Además de prohibir la entrada -temporalmente- a los musulmanes, Trump aboga por crear una base de datos donde queden registrados los estadounidenses que profesan el islam. Estoy de acuerdo con Donald Trump, y además se debería expulsar del país, a los predicadores islámicos que atacan nuestras costumbres y nuestra forma de ser.
Trump habla de cortar la financiación a las llamadas «ciudades santuarios» que no persiguen a los indocumentados, triplicar el número de agentes de inmigración, mantener a los inmigrantes ilegales detenidos mientras aguardan una audiencia judicial, deportar los extranjeros con historial delictivo, aumentar los requisitos para obtener visados y obligar a las empresas nacionales a dar prioridad a trabajadores estadounidenses a la hora de contratar.
Los que hablan español y tienen raíces cubanas como los senadores Marcos Rubio y Ted Cruz, también quieren restringir la emigración a Estados Unidos a toda costa, pero no son demonizados como Donald Trump. Rubio cerraría el grifo de dinero a las «ciudades santuario», contratará a unos 20.000 nuevos agentes fronterizos, deportará a los «delincuentes» extranjeros y dedicará 4.000 millones de dólares a instalar cámaras y sensores en la frontera.
Quiere completar 700 millas (1.125 kilómetros) de vallas y muros en el borde con México y contrarrestar las acciones ejecutivas del presidente, Barack Obama, destinadas a permitir que millones de indocumentados puedan permanecer en Estados Unidos. Cruz también aboga por levantar «un muro que realmente funcione», suspender por medio año el sistema H-1B de visados de trabajo para extranjeros para «investigar abusos» e incluso interrumpir la inmigración legal si hay mucho desempleo.
Donald Trump se opuso a la invasión a Irak, Obama y Hillary Clinton lo apoyaron. Trump no parece inclinado a que Estados Unidos tenga un papel militarmente activo en el extranjero, defiende reforzar el Ejército, y negociar con adversarios políticos como Rusia «He oído que el presidente ruso (Vladímir Putin), quería reunirse conmigo», dijo a NBC News. «Y me encantaría hacerlo si él quiere».
Marcos Rubio, quiere «oponerse a cualquier violación de aguas internacionales, espacio aéreo, ciberespacio y el espacio exterior». Además, que la Sección 215 del Patriot Act, ley aprobada después del 11-S, no caduque nunca, que permite al FBI exigir a compañías y organizaciones todo tipo de material e información. Volvería a situar a Cuba en la lista negra de países que apoyan el terrorismo.
Quiere confrontar a China, instalar una política más agresiva con Corea del Norte y encararse con Irán y Rusia. Incrementar la ofensiva de Estados Unidos sobre el Estado Islámico con tropas sobre el terreno. Cruz propone deshacer lo hecho por el actual presidente -inclusive el pacto nuclear con Irán-. Cruz, sin embargo, criticó la guerra de Irak, igual que Trump lo hizo en su día. ¿Quién es más belicista?
Cuando «Al Shabab» (filial de Al Qaeda en Somalia), difundió un video, buscando el respaldo de los afroamericanos y musulmanes en Estados Unidos, utilizó un fragmento en el que Trump propone «la prohibición total y completa de la entrada de musulmanes al país».
Declaró que los demócratas no quieren referirse al radicalismo islámico, pero que él no va a dejar de hacerlo sólo para privar de argumentos a los yihadistas para sus reclutamientos, «El mundo está hablando de lo que yo dije. Y ahora, grandes partes del mundo están diciendo `Trump tiene razón’, al menos identificando lo que está sucediendo. Y tenemos que resolverlo».
Donald Trump, culpó a Barack Obama y a Hillary Clinton, de ser los creadores del Daesh. «Ellos han creado el Estado Islámico. Hillary Clinton creó el grupo con Obama». También Carly Fiorina y Rick Santorum (ambos fuera de carrera), habían acusado a Hillary Clinton y a Obama de la existencia del Estado Islámico en noviembre pasado.
El Estado Islámico, es producto de la estúpida política de George Bush, su falta de prudencia hizo que entregara todo el poder a los chiitas iraquíes que se tomaron revancha de los sunitas de Saddam Husein. Barack Obama y su Secretaria de Estado continuaron con esa política errónea, cosa que tiene lógica con el salvavidas lanzado posteriormente al Estado chiita de Irán.
Las ex tropas de Saddam se plegaron a fuerzas radicales y actualmente la elite militar de Saddam, controla el Daesh. Obama y la Clinton, son responsables de la desgraciada «Primavera árabe», el mayor conflicto que vive el mundo actualmente.
Mitt Romney, ante el avance de Trump, dijo: «Esto es lo que sé, Donald Trump es un farsante, un fraude». El mormón llamó al voto táctico para frenar el ascenso de Donald. «Votaría a Marco Rubio en Florida, a John Kasich en Ohio y por Ted Cruz o cualquiera de los otros dos contendientes que tenga más posibilidades de vencer a Trump en un estado específico».
Dijo que Trump perdería de enfrentarse mano a mano con la demócrata Hillary Clinton. Ese es el reflejo del sentimiento entre la élite del partido hacia la posible coronación de Donald Trump. John McCain, dijo «Comparto las preocupaciones sobre Donald Trump que mi amigo y antiguo candidato republicano Mitt Romney ha descrito en su discurso de hoy».
Como dice la letra de un tango «rencor mi viejo rencor, déjame vivir…», pero John McCain no puede vivir, Donald Trump lo bajó del pedestal lo acusó de falso héroe, como dijo el peluquín, alguien que cae prisionero puede ser digno de lastima, pero no es un héroe. Cuánta razón.
Michael Bloomberg estuvo amenazando con entrar en la lidia como candidato de un tercer partido. Según el The New York Times, Bloomberg pensaba gastar por lo menos 1.000 millones de su fortuna de 36.000 millones de dólares, podría poner miles de millones de dólares en la carrera presidencial, ya que su fortuna supera unas 11 veces o más la de Donald Trump.
Nomi Prins, autora de «All the Presidents’ Bankers» (Todos los banqueros de los presidentes) nos dice que el sistema electoral de Estados Unidos es el verdadero terreno de juego de los multimillonarios. Bernie Sanders y Donald Trump, ninguno de los dos tiene una super-PAC.
Sanders ha dicho que los multimillonarios nunca serían bien vistos entre sus admiradores. Mientras que Trump, ya lo saben, él no sólo es un multimillonario, además tiene el don para lograr atención que ni siquiera los miles de millones de dólares pueden comprar.
A Ted Cruz se le escapó un pequeño detalle de no revelar a la Comisión Electoral Federal (FEC), un pequeño préstamo de seis dígitos concedido por Goldman Sachs para su campaña electoral para el Senado de 2012 (después de todo, ¿qué es medio millón de dólares entre amigos, sobre todo cuando el banco de inversión de marras también empleó a su esposa y a su jefe de finanzas?).
Dijo Donald Trump, hace poco tiempo, a una multitud en Iowa en relación con Ted Cruz, «Goldman Sachs es su dueño. Recuerden esto, amigos. Él les pertenece». Ted fue el segundo mayor recaudador hasta diciembre entre los republicanos. 65.200 millones de dólares. De ellos, 14.280 millones ya se han gastado.
En noviembre de 2015, los contribuyentes individuales habían aportado casi un tercio de ese monto. 26,57 millones de dólares (11 millones de pequeños donantes y 15,2 millones de los más grandes). Los cinco grupos más importantes de donantes están formados por jubilados, abogados y sus bufetes, profesionales de la salud, comerciantes diversos, y sociedades de inversiones y seguros (entre ellos, por supuesto, Goldman Sachs).
Una porción de 15 millones de dólares llega de los magnates del fracking, los hermanos Wilk, los multimillonarios evangélicos de Texas. Otros 10 millones proceden de Toby Neugebauer, directivo principal de la organización pública de beneficencia, la Fundación Matthew 6:20 (mateo 6:20), cuyo lema es «Ayudar a las iniciativas de la Comunidad Cristiana».
Ted Cruz también recibió 11 millones de dólares del multimillonario Robert Mercer, uno de los CEO del fondo Renaissance Technologies, de New York. Su contribución, sin embargo, es irrisoria si se la compara con los 6.800 millones de dólares escondidos a Hacienda por Renaissance, como sostiene una subcomisión del Senado (una imputación que Mercer continúa negando). Otro de los aportantes es Bob McNair, el magnate inmobiliario y multimillonario dueño del Houston Texans, equipo de la Liga Nacional de Fútbol, quien habla de sí mismo como el «auxiliar de vuelo cristiano».
Marco Rubio. Había recaudado hasta diciembre, 32,8 millones de dólares mediante aportaciones personales y de la PAC. Parece que los multimillonarios de todo tipo le adoran. Goldman Sachs encabeza el grupo de los donantes corporativos. Su principal super-PAC, «Conservative Solutions», ha recogido 16,6 millones de dólares, se constituye así en la tercera caja de dinero en metálico detrás de Jeb Bush y Ted Cruz.
Consiguió cinco millones de Braman Motorcars, tres de Oracle Corporation y 2,5 millones de dólares de Benjamin León, hijo. En la lista de multimillonarios figura Paul Singer, quien fue el tercer posicionado entre los conservadores donantes en las elecciones de 2014. Otro es su consejero Norman Braman, el vendedor de coches de Florida. Y el CEO de Oracle, Larry Ellison, que ocupa el tercer puesto en la lista Forbes de los archimillonarios.
Jeb Bush, hasta noviembre había recaudado 128 millones de dólares y gastado sólo 19,9 millones. Sólo un 4% de sus donantes particulares son de 200 dólares o menos. Ocho de sus 10 donantes más importantes fueron bancos o empresas financieras (incluyendo todos los bancos llamados los «Big Six», es decir, Goldman Sachs, Morgan Stanley, JP Morgan Chase, Citigroup, Bank of America y Wells Fargo). Goldman Sachs encabeza la lista de donantes corporativos.
Su super-PAC «Right to Rise» recaudó unos jugosos 103,2 millones de dólares, aunque ya no figure en las encuestas, sigue siendo con mucho el más fuerte en el campo de juego. Entre sus contribuyentes están el fundador y director de MBF Health Partners, Mike Fernández, quien pagó muchos anuncios contra Trump, con 3,02 millones de dólares; y Rooney Holdings, con 2,2 millones. El ex CEO de la aseguradora AIG, la actual empresa de Hank Greenberg, CV Starr, dio 10 millones.
Donald Trump. Había conseguido para la misma fecha alrededor de 5,8 millones de dólares en contribuciones personales y sus gastos están más o menos en esa suma. Hay que hacer notar algo interesante, que el 70% de las contribuciones de Trump proviene de pequeños donantes (la proporción más alta entre los candidatos del Partido Republicano).
Este es un dato que sugiere que no debería subestimarse el apoyo de las bases que tiene Trump, sobre todo cuando está obteniendo importantes cantidades de dinero de quienes saben que él no lo necesita.
Hillary y Bill Clinton, entre 2007 y 2014, ganaron unos 139 millones de dólares, escribiendo libros o disertando en corporaciones de Wall Street e internacionales de alto nivel. Entre 2013-2015, Hillary Clinton dio 12 conferencias ante bancos, firmas de gestión de valores y otras empresas financieras de Wall Street, embolsando unos bonitos 2.935.000 dólares.
Naturalmente, ella ha empleado sus conocimientos en la recaudación de fondos para convertir su campaña en una máquina de conseguir dinero. Hasta octubre de 2015 había recaudado 97,87 millones de dólares provenientes de contribuciones personales y de las PAC. Con toda seguridad, también sabe cómo gastarlos. Cerca de la mitad de ese monto –49,8 millones, más del triple de lo gastado por cualquier otro candidato– ya ha sido destinada a los gastos de campaña.
Los pequeños donantes sólo alcanzaron el 17% de lo recaudado por Hillary, 81% corresponde a grandes donaciones personales. Su mayor super-PAC, «Priorities USA Action», recaudó 15,7 millones de dólares –de los cuales, 4,6 millones provenían de la industria del entretenimiento y 3,1 millones de empresas de seguros y de inversión–. Los grupos Saban Capital y DreamWorks aportaron dos millones cada uno.
Hillary ha tratado de distanciarse de su merecida reputación de ser muy amiga de Wall Street, pese a los elevados honorarios convenidos con Goldman Sachs, entre otros, por sus disertaciones, por no hablar del hecho de que los Seis Grandes de la banca han donado dinero a la Fundación Clinton. Como diría Trump, «ella también es todita de ellos». Cuatro días antes de las primarias de Iowa, Hillary programó una elitista reunión de recaudación en la sede de «inversiones alternativas» Franklin Square Capital Partners, cuyo capital es de 17.000 millones de dólares.
Hillary tiene multimillonarios a su lado, todos ellos respaldaron a su marido durante años, como el magnate de los medios Haim Saban, George Soros o el director ejecutivo de DreamWorks Animation, Jeff Katzenberg. Y la lista no acaba aquí. Es imposible que los ciudadanos de Bernie puedan con los multimillonarios de Hillary, tampoco creo que se enfrenten los multimillonarios Donald Trump y Bloomberg.
¿Podrá el establishment republicano frenar a Donald? No lo sé, no soy adivino. En los medios de comunicación, se puede ver claramente dos tipos de vías sobre Trump, la primera, las que proponen estrategias para detenerlo, como el partido republicano, de manera abierta y descarada, recurriendo a una lógica de infantes, repitiendo que los únicos candidatos capaces de derrotar a Hillary Clinton, son Marcos Rubio o Ted Cruz.
¿En virtud de que? Si Donald Trump no puede vencer a Hillary, mucho menos aquellos que no pueden con Trump. Ridiculizarlo, equipararlo con el KKK, ver en su saludo de brazo extendido como el saludo nazi, desacreditarlo, ignorarlo no pudieron, como el Huffington Post. Por el momento no lo lograron.
La segunda vía es tratar de explicar las razones de su éxito. Mi percepción sobre el éxito de Trump, no es mérito de él, sino de sus seguidores, la inmigración tiene costes en la vida de la gente ordinaria que los políticos profesionales ni huelen. Pero ese sentimiento no sólo se da entre los nacidos en este país, sino entre los inmigrantes legales (cosa que Trump lo aclara muy bien).
Mi experiencia personal viviendo en Chicago, es de constatar que las empresas radicadas fuera de la ciudad se valen de las agencias de empleo temporal, para llevar gente a trabajar al Estado de Illinois, fuera de Chicago, por un salario mínimo inferior al de Chicago, y estos trabajadores en un 80% son ilegales. Trabajadores que no sólo aceptan cualquier salario, sino que aceptan sumisos el maltrato, y los abusos en los trabajos al margen de la ley, y que miran con malos ojos a quienes tratamos de hacer valer los derechos laborales vigentes en este país.
Aquellos sobre quienes recaen esos costes, pagan obligatoriamente su seguro médico y sus impuestos, pero son minimizados o incluso negados en público, ahora están dando su voto a quien ha roto el tabú y está dando dimensión pública a sus quejas. Son los que se sienten ajenos en su propio país, y son más de los que imaginábamos, más que aquellos activistas que salieron a reventar el acto de Trump en Chicago, gente que en sus países nunca exigieron nada, pero no se privan de hacerlo en este país.
Desde los ochenta, la clase media estadounidense no deja de perder su poder adquisitivo, el establishment sigue con la canción que la libertad de Mercado traerá prosperidad. Pero se le olvida decir que la libertad de Mercado no funciona para todos cuando el capitalismo se convierte en un «capitalismo de amigos».
Hay muchísimos estadounidenses que no confían en el discurso oficial y se dejan seducir por alguien que les dice que la solución está en cierto proteccionismo. Y reciben con esperanza el desafío enfrentado al discurso establecido. Después del desencanto con el poeta y soñador Barack Obama, muchos se sienten políticamente impotentes, ante algo que se decide lejos de ellos.
En esto, el socialista Sanders también se parece a Trump que ha movilizado a muchos votantes frustrados, y que ven en la Clinton un nuevo sapo que no quieren tragarse. A esos votantes frustrados les dicen que serán protagonistas para construir el futuro (cosa que no es verdad), pero eso no importa, lo que importa es que lo crean.
Una prueba de lo que afirmo es el alto número de votantes en las primarias republicanas respecto a la anterior. Lease, la gente que se ve humillada por lo políticamente correcto, que no dice cosas, porque no es correcto. El lenguaje y la forma impulsiva de Donald Trump lo hacen atractiva y los reivindica, y no se trata de gente anormal, sino de personas honestas que son tachados de racistas por decir una verdad, gente que ve con regocijo que alguien se atreva a decir lo que uno también lo dice o piensa.
Así lo confesaba R. Reno: «no nos hemos dado cuenta de cuánto ha humillado y silenciado lo políticamente correcto a la gente ordinaria». Alguien ha calificado este hecho como un retorno de los «Know Nothing», el movimiento nativista que con los años daría origen al American Party, de mediados del siglo XIX, cuyos partidarios se unieron al naciente partido republicano. Rechazado por el establishment incluyendo entre ellos a Lincoln.
«Su rechazo a una inmigración reputada excesiva y ligada al aumento de la criminalidad, su crítica a la corrupción del establishment e incluso su desconfianza hacia los católicos han sido elementos minoritarios, pero siempre presentes en la política estadounidense. Ahora, en un ambiente de desesperanza, vuelve a salir a la superficie» (Jorge Soley).
Trump no ha alcanzado el 40% de los votos en los Estados que ya se han votado, pero él sabe venderse como el hombre providencial, el hombre capaz de hacer de nuevo grande a America. Donald Trump sabe que lo importante es el éxito y está obsesionado con ganar, llegando incluso al ridículo.
«Vamos a ganar en cada nivel. Vamos a ganar tanto que me tendréis que suplicar. Me diréis: Sr. Presidente, estamos tan cansados de ganar que ya no podemos más. Por favor, no gane más. Sr. Presidente, por favor, tenga una o dos derrotas. Y yo diré: no, no lo haré. No lo haré porque vamos a hacer América grande de nuevo. El sueño americano está muerto, pero vamos a hacerlo más grande y fuerte de lo que nunca fue».
A semejante ególatra quiso enfrentar el «pequeñuelo ignorante» del periodista Jorge Ramos, un amarillista en busca de notoriedad.
Yo no firmaría el certificado de defunción de Donald Trump, tampoco le negaría todo el voto hispano. Donald Trump ha sabido diferenciar entre inmigrantes ilegales y legales, estos últimos creo que no se sienten amenazados por el peluquín, es más creo que se deben sentirse atraídos por el mensaje de prosperidad y trabajo, para los habitantes de Estados Unidos.
Luego de septiembre 11, la política exterior activa e intervencionista, tuvo un enorme costo, en vidas y en recursos. Donald Trumpsignifica el resurgir de un cierto «aislacionismo», un mensaje que penetra muy hondo entre muchas personas descontentas, no es una casualidad que algunos intelectualoides neocón, como Robert Kagan, manifiesten públicamente que votaran por Hillary.
Donald Trump no es un moralista, posee un ego indisimulable «Muéstrenme a alguien sin ego y yo le enseñare a un perdedor, tener un ego sano o una buena opinión de uno mismo es algo realmente positivo en la vida» Donald Trump, diciembre de 2013. La vida para él es un negocio, «Donald Trump en 2008 escribió cuatro cheques para elegir presidente a Hillary Clinton», dijo el evangelista Ted Cruz. «En realidad, fueron por negocios», respondió él, para agregar que también aportó fondos para Ronald Reagan y George W. Bush.
Dicen que los personajes reflejan el aire de una época, Donald Trump es un hombre de nuestro tiempo, el de los reality shows, el de los comentarios vulgares, de la indefinición, del mostrar la intimidad, del Facebook, de los Twitter, en suma, de lo que algunos dirían, la muerte de la inteligencia, de despreciar los razonamientos ¿Por qué nos sorprendemos de que él sea el Rey? Un Rey que, como todos los monarcas, también, se puede caer.
Alguien que promete el oro y el moro, sin dar detalles de cómo lo va a lograr. A mí no me importa el oro, pero me importa y seduce la cabeza del moro en bandeja, me agrada que sea uno de los pocos entre los aspirantes que sabe identificar al enemigo. Su éxito y el del abuelito Sanders no radican en méritos propios, sino en el fracaso de aquellos sueños que le vendieron a la gente la clase política.
El sueño americano no está funcionando, la movilidad social, una de las claves del sistema, se reduce desde hace décadas y se encuentra hoy por debajo de la de algunos países europeos. David Goldman, manifestaba que la movilidad ascendente se ha bloqueado y la gente tiene la percepción de que este bloqueo no es accidental, sino que ha sido provocado por las élites.
Donald Trump habla de hacer de nuevo una Gran America. Yo no sueño con eso, me basta con el respeto que se merece esta Nación, como ya lo dijo Trump hasta «Los persas (iraníes) se ríen de nuestra estupidez».
Mientras tanto la candidata demócrata, la incapaz políticamente hablando, mujer sin honor y engañada en su vida privada Hillary Clinton, responde alegremente que no hace falta buscar una mejor América, que esta ya lo es. ¡Bueno! ¡Bueno! que regrese el Mayordomo de la obra de Sartre, que cierre la puerta con llave, pero antes que apague la luz, que nos vamos.
Para terminar, antes de continuar mirándonos eternamente, como en «Huis Clos», voy a tomar prestado del Fr. Dwight Longenecker, un sacerdote inglés, converso del anglicanismo, quien escribió alrededor de 15 libros, poco conocido fuera de los ambientes católicos, que suele transitar por Carolina del Sur. Para trazar una analogía entre el ascenso de Julio César y el ascenso de Trump.
La revolución que lideró contó con el apoyo del ejército y de vastas hordas de gente pobre o que se sentía pobre. Fue un dictador, pero un dictador popular. La gente ya no quería una república porque la república se había corrompido. La república se había quebrado y a la gente no le importaba si César era conservador o demócrata. No les importaba si era pro vida o pro muerte. No les importaba si se iba a convertir en un dictador despiadado. Estaban dispuestos a arriesgarse a lo que fuere con tal de derrocar a las familias súper ricas que controlaban el senado, la riqueza y que detentaban todo el poder.
A la gente le gustaba porque era el tipo de hombre que conseguía que las cosas se hicieran. ¿Entregaban su libertad al dejar caer la república? En su pobreza no se sentían muy libres, así que no les preocupaba mucho. Desde su punto de vista, la “libertad” era algo que poseía la gente rica. Sus vidas estaban hechas de monotonía, miedo y desesperanza.
¿Por qué los estadounidenses están buscando un emperador? Porque se sienten impotentes ante la corrupción de Washington, los lobistas, el gran gobierno, las traiciones, los grandes negocios y los grandes bancos.