DOCTRINAS Y REALIDAD POLÍTICA
TEORÍA Y PRAXIS
Ricardo Veisaga
Maduro, Putin, el Papa Francisco, Pablo Iglesia, Pedro Sánchez, la santa alianza.
El gobierno de Caracas había pasado con ansias todo el 2018 esperando el triunfo de Haddad el delfín de Lula y de López Obrador en México. El triunfo de Bolsonaro fue un verdadero azote para el eje bolivariano y el «Foro (izquierdista) de San Pablo», cuyo triunfo cambiaría la relación de poder en iberoamérica otorgándole mayor poder al Grupo de Lima.
El triunfo de Andrés Manuel López Obrador tiene escasa o nula importancia para la supervivencia del régimen socialista bolivariano. Brasil como octava geoeconomía mundial y un anticomunista como Jair Bolsonaro es suficiente para eclipsar al izquierdista López Obrador. La narco-dictadura socialista venezolana la más cruel que se tenga noticias en la historia de ese país, ha provocado la fuga de más de cuatro millones de personas por el hambre y el terror.
Este grave hecho social y político ha provocado la división de muchos países del mundo en dos bandos, por un lado, los países del mundo libre que se oponen al régimen izquierdista y reconocen como legitimo presidente a Juan Guaidó, y por otro la infame alianza, Rusia, China, Cuba, Nicaragua, Turquía, El Salvador, Bolivia… y el Papa Francisco, que con su silencio cómplice no ha dudado en traicionar a los fieles y a la iglesia venezolana.
Como acaba de decir Federico Jiménez Losantos, el autor del bestseller, «Memorias del comunismo»:
«México, que suele ser fascista en política interior y comunista en la exterior se ha posicionado a favor de Maduro en los mismos términos que España estos años, bajo la dirección de Zapatero: diálogo, mucho diálogo con los asesinos».
Es decir, que lo hacen por una cuestión ideológica, lo mismo que Uruguay, un pequeño país en población, en territorio y en términos económicos, cuya incidencia real no tiene importancia en Sudamérica y que está gobernado por la izquierda. Es decir, aquellos que por distintos motivos siguen apoyando al narco régimen, ninguno de ellos por buenas razones.
La Rusia de Vladimir Putin tiene razones de política imperial (no ideológicas) como lo expliqué la semana pasada, lo mismo China, «el imperio depredador» que ve esfumarse sus negocios y lo peor, detener su «gran marcha» como le sucedió con Brasil. China tampoco lo hace por ideología, China es parte del orden mundial capitalista junto a los Estados Unidos y Rusia.
Un día después de que los principales países de hispanoamerica reconocieran como única autoridad legítima a Juan Guaidó, el califa turco Recep Tayyip Erdogan, Nicolás Maduro lo llama «Endrogan» de puro analfabeto, le transmitió su apoyo a su «hermano» Nicolás Maduro y le pidió que se mantuviera «fuerte».
Ese mismo día un rastreador de aviones informaba en Twitter sobre un sospechoso viaje entre Venezuela y Turquía. El avión turco propiedad de un magnate cercano a Erdogan había salido unas horas antes de Estambul con destino a Rusia, desde donde se desplazó a Caracas para emprender el camino de vuelta al Bósforo después de una brevísima parada en suelo venezolano.
Según fuentes de inteligencia, ya se sabría el motivo del viaje. Desde el 2017 ante el aislamiento internacional, Turquía se sumó a China y a Rusia para apoyar al régimen, el verdadero objetivo está relacionado con las grandes reservas de oro que tiene Venezuela.
Cuando en mayo de 2017 Goldman Sachs compró bonos venezolanos por valor de 2.800 millones de dólares, se vio envuelto en un escándalo que dañó su reputación y sirvió de aviso a otros bancos de inversión que tuvieran en mente seguir financiando la revolución chavista. En agosto de 2017 llegaron las sanciones estadounidenses, Trump prohibió a quienes operan en Estados Unidos comprar deuda venezolana o prestar dinero al Gobierno de Caracas.
Los mayores tenedores de bonos interesados en Venezuela tienen su sede en Estados Unidos, por lo que la medida de Trump (que también prohibía comprar oro venezolano) terminó con una de las fuentes de financiación del socialismo desde su inicio, junto a la venta de petróleo. Sin la posibilidad de obtener crédito, sólo quedaba la venta de petróleo a Estados Unidos, que en estos días quedó neutralizado.
Caracas obtenía dinero de Rusia y de China, pero estos ya realizaron grandes prestamos que el régimen los devuelve en concesiones energéticas y minerales vergonzosamente ventajosas para estos países. Maduro necesita dinero para seguir comprando la lealtad del Ejército, Maduro encontró en su camino para esos planes al muslin «Endrogan», según el conductor de carros Maduro.
En los primeros nueve meses de 2018, Venezuela envió a Turquía cargamentos de oro por valor de 900 millones de dólares. Además del dinero, Maduro, recibe de Turquía los alimentos que reparte en las bolsas de comida subsidiada CLAP, de las que dependen millones de venezolanos, y que es otro de los negocios que maneja el Ejército y no desean perder.
Algunas empresas turcas extraerán oro al sur del Orinoco, negocio que no quiere perder el sultán. El Banco Central de Venezuela está refinando en Turquía el oro con el que intenta pagar la inmensa deuda pública que contrajo la Revolución bolivariana. Cuando en marzo de 2018 Suiza congeló los bienes de siete testaferros del régimen bolivariano, Caracas por temor a perder su oro por las sanciones, ahora lo refina en Turquía.
Nicolás Maduro lleva semanas intentando repatriar 1.200 millones de dólares de oro que guarda en el Banco de Inglaterra, este país se niega a liberar el cargamento a petición de Estados Unidos. En las zonas mineras venezolanas, operan organizaciones criminales locales y extranjeras como el ELN colombiano y Hezbolá, este grupo terrorista subordinado a Irán extrae oro y diamantes en el río Caroní, estos también lavan el oro a través de Minerven.
Estados Unidos posee información que Erdogan envía parte del oro que recibe a Irán, la teocracia islámica que aboga abiertamente por la aniquilación de Israel. La violación por parte del turco Erdogan de las sanciones contra el mayor patrocinador mundial de terrorismo no es una novedad.
El nexo entre Turquía y Venezuela es parte del club de países como Venezuela, Irán, Rusia y Turquía, regímenes autoritarios conocido como «VIRTU». El papel de España bajo el gobierno del okupa de La Moncloa, Pedro Sánchez, ha hecho todo lo posible para no incomodar a sus socios comunistas y separatistas. En la reunión de Santo Domingo, finalmente condenaron al régimen de Maduro y lo expulsaron de la Internacional Socialista, una forma de lavar los trapos sucios ante lo inevitable.
Desde la crisis de los misiles en los sesenta del siglo XX, no se daba un alineamiento tan claro de los países que defienden la libertad frente a los que defienden la tiranía socialista. Sánchez llamó a Guaidó para felicitarle por su valor y de paso pedir elecciones libres, un signo de vileza y cobardía.
El Papa Francisco fiel a su ideario político y sus deseos imaginarios de atraer al redil a la internacional izquierdista, nunca pero nunca jamás, levantó ni quiso levantar su voz contra el régimen. Estos días durante su estancia en Panamá, una venezolana presente durante los actos del Papa en dicho país, según cuenta una agencia informativa, Carla Fonseca, ató su bandera de Venezuela a la valla que cierra la calle por el que pasaría el Papa móvil.
Carla quiere que, por lo menos, el Pontífice al verla, no olvide la tragedia de su nación. «No entiendo que no se haya pronunciado en ninguno de sus primeros discursos. Maduro es un dictador y el Papa no dice nada», se queja. «Una sola palabra de aliento que diga en algún momento significa mucho. Lo que necesitamos en estos días es fe en lo que hacemos, en la lucha por la libertad».
Que ilusos que son los fieles, Francisco, está demostrando lo que es el verdadero amor cristiano, no viaja a la Argentina su país natal, porque ya no gobierna su amiga la izquierdista Cristina Kirchner. Ante las reiteradas preguntas, para justificar su silencio, dijo que la voz de los obispos venezolanos es su voz. ¡Mentira!
En el avión de regreso de Panamá donde presidió los actos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) dijo: «¿Qué es lo que me asusta? El derramamiento de sangre», evitando apoyar a la oposición en el país, que ha vuelto a echarse a la calle contra el dictador Nicolás Maduro. El Papa dijo que desea una «solución justa y pacífica» en el país.
«Si yo entrara a decir hagan caso a estos países o a estos otros, me metería en un rol que no conozco, sería una imprudencia pastoral de mi parte y haría daño. Tengo que ser equilibrado. No me gusta la palabra equilibrado. Tengo que ser pastor. Y si necesitan ayuda, de común acuerdo, que la pidan. Eso sí». Papa Francisco
Pero para atacar a Donald Trump no fue equilibrado ni pastor ¿Quién necesita su ayuda? No se puede ser juez y parte. ¿Solución justa? Lo justo es que saquen a Maduro a patadas y lo manden a Guantánamo. Difícil era la lucha contra la Unión Soviética pero entonces gobernaba la Iglesia Wojtyla.
Para no ser menos, en los medios de comunicación también salieron a justificar y defender a Maduro por afinidad ideológica. Alberto Priego, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas, escribió un vergonzoso artículo con el título: «El reconocimiento de Guaidó como presidente de Venezuela o la muerte de la Doctrina Jefferson».
Comienza con una crítica a Trump, por tanto, de movida ya sabemos por dónde va la burra. Priego se queja del muro con México, del abandono de la UNESCO y del traslado de la embajada a Jerusalén. Casos puntuales perfectamente explicados desde la política, pero que no viene al caso. Y lo equipara al reconocimiento unilateral e incondicionado de Juan Guaidó como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Según este profesor su argumento está basado en tres puntos:
1) La ruptura del consenso en política exterior y el fin de la Doctrina Jefferson. Desde la creación misma de los Estados Unidos, el Departamento de Estado ha seguido una máxima en lo que al reconocimiento de gobiernos se refiere: no se reconocería un gobierno que no tuviera el apoyo de la totalidad de la población y que no fuera capaz de asumir sus obligaciones internacionales. (…) Si llevamos esta costumbre a la situación actual de Venezuela, es fácil darse cuenta que el reconocimiento de Guaidó puede considerarse como acto unilateral y sobre todo contradictorio con la tradición diplomática de los Estados Unidos.
2) La violación de las doctrinas diplomáticas regionales y, sobre todo, la vuelta a la Doctrina Monroe. La decisión adoptada por Donald Trump no solo ignora importantes doctrinas diplomáticas del continente además resucita la lamentable, excluyente y neocolonial Doctrina Monroe. Si bien es cierto que la medida adoptada por el dúo Trump-Pompeo ha despreciado prácticas regionales aceptadas en las región como las Doctrinas Tobar o la Estrada que apuntan a evitar al reconocimiento de gobiernos de facto, la principal consecuencia de este reconocimiento para la región no es otra que la confirmación de la voluntad de los Estados Unidos de erigirse de nuevo en el hegemón en el hemisferio excluyendo así, la influencia de otros polos como la UE, un actor que defiende posiciones más equilibradas y cooperativas que la representada por la Administración Bush.
3) La posibilidad de escalada del conflicto e incluso su evolución en una guerra civil. En una sociedad en conflicto como es la venezolana, se debe evitar adoptar medidas unilaterales que enconen aún más las posiciones y, sobre todo, alejarse de medidas que impidan la solución del conflicto por vía pacífica y democrática.
Este sujeto es de los tontos que creen que en política las doctrinas son libros sagrados como la Biblia, la Torá o el Corán. Alberto Priego despliega un revelador razonamiento típico entre los abogados, cuyo razonamiento no tiene nada en absoluto con el político. Este tipo de gente metida en cuestiones políticas son lo más dañino que existe, y los pocos abogados que resultan buenos políticos, no lo son per se sino per accidens.
Existe una vieja creencia que para ser político hay que ser abogado, una creencia nada más alejada de la realidad, los leguleyos una vez en política ven a la cosa pública como un botín a repartir y cuando no, tratan de judicializar la política, acotarla, enjaularla mediante leyes y doctrinas.
Creen estúpidamente que la realidad política es una cosa fija y eterna, como el ser de Parménides que no cambia. Y creen que gobernar es simplemente mostrar un papel para que todos acaten sumisamente. Estos son unos fundamentalistas que lo único que les falta es hacer genuflexión diaria a la «doctrina». De seguir la creencia de Prieto los Estados van a caer en una postura aséptica, la misma que tomaron los llamados intelectuales (los izquierdistas) que llegaron a justificar y a consentir las dictaduras y los asesinatos en masa. Claro que cuando esas aberraciones normalmente lo hacen sus amigos los izquierdistas no piden acatar las doctrinas. Una verdadera actitud cómplice con los criminales.
De acuerdo con un correo que me hicieron llegar en consonancia con el anterior, está vez firmado por el Doctor en Derecho Miguel Arroyo Ramírez, antes de ilustrarnos en la divina y sagrada «Doctrina Estrada», pretende librarnos del error en que vivimos y nos dice:
«Todavía hay millones de personas en el mundo que siguen creyendo que la crisis que padece actualmente Venezuela es por culpa de Nicolás Maduro y no del brutal bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos, al no tener nuevamente el gran acceso y control del petróleo y de sus recursos naturales. Pero así son los medios de comunicación, te hacen odiar al oprimido y amar al opresor»:
Parafraseando al político estadounidense Benard “Bernie” Sanders.
Al camarada Sanders querrá decir doctor Miguel Arroyo. Lo que dice Arroyo sobre el «brutal bloqueo» es una muestra de la ignorancia y la cerrazón ideológica. En primer lugar, Estados Unidos no ejerció un bloqueo sobre Cuba, salvo durante la crisis de los misiles, lo que hubo y existe es un embargo económico sobre las empresas norteamericanas.
Estos sujetos con incontinencia verbal no se enteraron que Cuba siguió negociando con los demás países, de hecho, Canadá es el primer socio comercial de Cuba. Si leyeran el informe de comercio bilateral entre Estados Unidos y Cuba, podrán comprobar que jamás se interrumpió el comercio entre ambos países y el mayor volumen se registró durante el gobierno de Bush, hijo. Esa documentación es de acceso libre. Al fracaso rotundo del socialismo le llaman bloqueo.
Y ahora habla del bloqueo a Venezuela. ¿Hace falta decir por dónde va la cosa? Según el sabio doctor Arroyo, el conflicto venezolano es tan complejo que lo mejor es acogerse a los cuatro principios básicos de la política exterior, contemplados en el artículo 89 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos:
«No intervención, autodeterminación de los pueblos, solución pacífica de las controversias y respeto a los derechos humanos». Y agrega: «Sobresale la prudencia de México por su política de pacificación en el marco de la Doctrina Estrada, paradigma que deben cumplir todas las naciones y garantizar la paz social del mundo».
Doctor Arroyo, no existe la autodeterminación de los pueblos, a ver si se entera de una vez. ¿Acaso cree que los kurdos, los llamados palestinos y todos los separatistas del mundo, no quieren autodeterminarse? Los Estados no viven solos en el mundo y están determinados en mayor o menor medida por otros.
Este señor no se enteró que durante la reunión del G-20 en Buenos Aires, Canadá y México firmaron no negociar con países que no sean considerados de libre mercado, es decir, China. Si eso no es estar determinado por Estados Unidos, me doy por vencido. Por otro lado, la única paz que importa en el mundo político donde vivimos es la Paz impuesta por el vencedor o los vencedores, llámese pax romana, pax soviética o estadounidense.
La otra paz al que se refiere Arroyo, es la paz psicológica, la paz del espíritu, probablemente esa que usted alcanza tras una relajación o en unas clases de yoga. Estos cuatro principios son enteramente metafísicos y una estupidez, y tan metafísico como la frase de Benito Juárez, que según usted es «célebre»: «Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».
Si vamos a hablar de política seamos serios, el único respeto al derecho de una nación está asentado en las armas, si son nucleares mejor, en las bombas y en los misiles intercontinentales. Dice Arroyo, «Pero en ese cuadro, sobresale la prudencia de México por su política de pacificación en el marco de la Doctrina Estrada», y continúa: «Las tesis emblemáticas del prócer Benito Juárez y la del diplomático, periodista, bibliófilo y escritor Genaro Estrada Félix, están vigentes ante los bruscos y cambiantes escenarios de la geopolítica».
La Política es cambiante día a día, a eso se llama Realpolitik, imagino que lo desconoce pues son categorías distintas a las que maneja un picapleitos. Según quien envía el correo, nos ilustra que: «El Doctor en Derecho Miguel Arroyo Ramírez, en su comentario político-jurídico que se transmite por el noticiario Antena Radio-107.9 de FM, en las ondas hertzianas del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), alertó que si el gobierno de Maduro sigue endureciéndose seguirá afectando los derechos humanos de millones de sus compatriotas».
¿Y que sugiere su señoría, no molestar o incomodar a Maduro para que no siga afectando los derechos humanos de los venezolanos?
Andrés López Obrador y el califa Recep Erdogan
El también integrante del Consejo de la Judicatura del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, comentó «Es una prueba de fuego para Donald Trump, toda vez que al amedrentar al dictador venezolano traerá consigo una transformación social de tal magnitud que podría desembocar a una conflagración mundial, ya que la Unión Soviética y China han reconocido al presidente Maduro a pesar de que éste ha sido severamente criticado por países democráticamente conservadores».
Me parece bien que de una buena vez Rusia o China o, ambas a la vez se dejen de amenazas y lo decidan en el campo de batalla, res non verba, pero no creo que llegado el momento ninguno de los dos ponga en riesgo la eutaxia de su imperio por un fracasado. A Rusia y China les conviene reconocer a Guaidó o correrán el riesgo de no cobrar sus deudas.
Me parece que en este momento cobrará valor –subrayó el picapleitos Miguel Arroyo-, que, al paso de los días, la posición mexicana podría ser secundada por otras naciones que establecieran que es un conflicto tan complejo el de Venezuela, que lo mejor es acogerse a la libre determinación de los pueblos, para que cada pueblo establezca en sus condiciones el gobierno que considera que debe estar al frente de los destinos del país.
Este doctor vive en el pasado y cree los Estados pueden hacer lo que se les manda en gana, ese privilegio está reservado para las superpotencias y para los que gastan 630 mil millones de dólares en defensa.
Hasta antes de la llegada de López Obrador a la presidencia, México era uno de los 14 países de iberoamérica integrado en el Grupo de Lima, un grupo de gobiernos críticos con la bestialidad del régimen de Nicolás Maduro. Sus miembros resolvieron desconocer el proceso electoral fraudulento con el que el mandatario fue reelegido en mayo de 2018. Tras la asunción de López Obrador, dio un giro en su postura y decidió no seguir el paso de las otras 13 naciones.
No reconoció a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, como mandatario interino de Venezuela, medida tomada junto a Uruguay, un pequeño Estado menor en importancia al estado de Illinois, realizada por razones ideológicas. Este giro en la política exterior de México basada en la doctrina Estrada, promulgada en 1930 y posteriormente consagrada en la Constitución mexicana, una norma que marcó la política exterior de México durante la mayor parte del siglo XX.
A inicios del siglo XXI, durante la presidencia de Vicente Fox, del Partido Acción Nacional (PAN), México puso a un lado la doctrina Estrada. Y durante el mandato de Enrique Peña Nieto, México impulsó a través del Grupo de Lima la postura más dura ante el gobierno de Maduro y trabajó para convencer a otros países de que abandonaran el apoyo al gobierno bolivariano, López Obrador retomó la política exterior de no intervención como un salvavidas ante su desespero ideológico.
El subsecretario mexicano para América Latina y el Caribe, Maximiliano Reyes Zúñiga, hace poco tiempo tuvo que comparecer ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, donde fue preguntado expresamente sobre la vigencia de la doctrina Estrada, especialmente ante «la práctica de autoritarismo y violación constante de derechos humanos» por parte de los gobiernos de Venezuela y Nicaragua.
El canciller Estrada rechazó el reconocimiento de gobiernos que llegaban al poder por medios no constitucionales, «pues de esa práctica se han aprovechado gobiernos poderosos para obtener ventajas de los países débiles», estableciendo que su país no se pronunciaría sobre la legitimidad de los gobiernos de otros países ni los calificaría.
La doctrina Estrada, le permitió en la práctica a México mantener relaciones con países del mundo de ideologías muy diversas, pero especialmente, con aquellos surgidos de revoluciones marxistas, en fidelidad a su ideología comunista en el plano internacional como apunta Jiménez Losantos.
Por tal motivo México fue el único país de iberoamérica que no rompió relaciones con Cuba durante la expulsión de la isla de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1962. México fue un santuario del marxismo internacional, con el acuerdo tácito de Estados Unidos, a condición de no permitir la organización de revoluciones en su territorio y menos contra su vecino del norte.
En realidad, lo que buscaba la doctrina Estrada era el reconocimiento reciproco, se tratara o no de gobiernos democráticos, no aplicaba adjetivos contra otros estados con el objetivo de ser tratado con reciprocidad, eso esperaba de los otros.
Lo que buscaba la diplomacia mexicana era librar a México de la necesidad de buscar el reconocimiento de gobiernos extranjeros, práctica habitual a inicios del siglo XX. En el caso de México, era muy importante ya que desde la revolución de 1910 hubo muchos gobiernos que llegaron al poder por métodos para nada constitucionales y fueron sometidos a situaciones de no reconocimiento.
Cabe citar el gobierno de Álvaro Obregón y también de otros prerrevolucionarios, como el de Porfirio Díaz, que tenían la necesidad de tener el reconocimiento de Estados Unidos y de acceder a ciertas exigencias de la potencia del norte. En el siglo XX hubo excepciones a la doctrina Estrada, sencillamente porque la realidad política es cambiante y esta doctrina no está labrada en la piedra por el fuego, como las tablas de la ley de Moisés, como cree el picapleitos Arroyo.
Durante la década de los setenta, México participó activamente en la caída del presidente Anastasio Somoza en Nicaragua. El presidente José López Portillo intervino y expresó condena al gobierno de Somoza y promovió la revolución marxista que llevó al poder a los sandinistas.
El gobierno de López Portillo dijo que «buscaba promover la paz y estabilidad regional coincidente con el interés nacional». México en la misma época desconoció al gobierno militar de Augusto Pinochet en Chile, tras el derrocamiento del presidente marxista Salvador Allende. Lo mismo hizo con el gobierno del generalísimo Francisco Franco, en España luego de la guerra civil española.
Hay que recordar, ante el Alzheimer del doctor Arroyo, que el gobierno de México envió armas, dinero, alimentos, municiones y tropas al conflicto, en apoyo del bando izquierdista de la república, donde los izquierdistas fueron derrotados. Esta práctica diplomática que inicialmente tenía como objetivo el reconocimiento de gobiernos que llegaban al poder de manera retorcida (como era habitual en México), con el tiempo se convirtió en un instrumento para eludir las críticas y condenas al tema de las violaciones a los derechos humanos.
Típica de un gobierno, como bien dice Jiménez Losantos, que es fascista en lo interno. Con el PAN en el poder, partido que tiene en su doctrina promover valores de orden liberal, se cambió la vieja práctica diplomática, lo que afectó las relaciones con Cuba.
Durante el gobierno de Felipe Calderón se modificó la Constitución y fue incluida como principio de la política exterior de México la defensa de la democracia y la promoción de los derechos humanos. Pero irónicamente también el principio de autodeterminación y de no intervención. Es absurdo pretender la defensa de los derechos humanos y no emitir juicios de valor sobre los gobiernos que se dedican a vulnerar esos derechos.
Maximiliano Reyes Zúñiga, en su comparecencia ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, señaló que la doctrina Estrada no choca de ninguna manera con la observancia que realiza México sobre la cuestión de los derechos humanos. Reyes Zúñiga además de político es también mago o chamán.
¿Y qué pasa concretamente con lo que sucede en Venezuela? Según Reyes «México de ninguna manera renuncia a su preocupación y a su observancia por la situación humanitaria que se está viviendo en Venezuela, por el laceramiento que hay en los derechos humanos y la ausencia de democracia, que a todas luces es evidente».
Lo que nos quieren vender, en su lenguaje cantinflesco, es que no están respaldando en todo a Maduro, sino que México quiere contribuir a la resolución de la crisis política y humanitaria a través del diálogo político. La diplomacia mexicana pertenece a esa especie que cree que «hablando se entiende la gente», diálogo y más diálogo, un diálogo interminable entre besugos. Se acabó el tiempo de las palabras.
Además, creer que México y Uruguay pueden resolver el problema es una risa. El escenario político en Venezuela es muy claro alea jacta est, la suerte ya está echada, y el papel de México con su anacrónica política exterior muestra un claro renuncio a la posibilidad de acción en el ámbito internacional.
Creer que una doctrina pensada en origen para proteger a los sucesivos gobiernos fraudulentos que han gobernado de manera ininterrumpida en México, más allá de lo que crea el poeta y doctor Arroyo. Una doctrina que dice respetar los principios constitucionales de no intervención, solución pacífica de las controversias y libre autodeterminación de los pueblos. Una doctrina que lleva en sí misma la contradicción y que perfectamente puede tener base para la oposición.
Lo que no quieren entender es que la doctrina Estrada es un pretexto para no actuar en los espacios de la política internacional, es mirar para otro lado y permitir que se cometan cualquier atropello resguardado en su torre de marfil. ¿Pero qué se puede esperar de alguien que invitó al tirano a su toma de posesión?
Según nos recuerda la historia este tipo de antecedentes ya sucedió en el pasado. Cualquier persona puede acceder al diálogo de los melios, en el pasaje del Libro V (85-113) de la «Historia de la Guerra del Peloponeso», escrita por el historiador griego Tucídides. Este pasaje es un claro ejemplo del choque entre las ideas, diríamos hoy, armonistas, buenistas, progres y los realistas.
Los Melos eran dóricos y descendían de los espartanos, pero se creían independientes de cualquiera de los imperios de la parte continental. Durante años, los atenieses habían deseado incorporar a Melos en su imperio por su riqueza y ubicación estratégica en el Mar Egeo. En 431 A.C, Atenas y Esparta y sus respectivos aliados fueron a la guerra.
En 427 A.C, algunos melios pudieron haber hecho donaciones al esfuerzo de la guerra espartano, pero de otra manera la isla permaneció neutral en la guerra. En el 426 A.C, los atenienses enviaron una pequeña fuerza para saquear el campo de los Melos. En el 425 A.C, los atenienses exigieron formalmente un tributo de quince talentos (equivalente a 6.000 dracmas), pero Melos se negó a pagar.
En el verano de 416 A.C, durante una tregua con Esparta, Atenas envió una flota de 38 barcos que llevaban un ejército de 3.000 hombres, conducidos por los generales Cleomedes y Tisias, para conquistar la isla. Después de establecer el campamento en la isla, los atenienses enviaron emisarios que se reunieron en privado con los gobernantes de Melos. Los emisarios exigieron que Melos se uniera a la Liga Deliana dominada por los atenienses y rindiera homenaje a Atenas o se enfrentara a la destrucción.
Los melios rechazaron el ultimátum. Durante meses, los melios resistieron el asedio, pero con los refuerzos de Atenas y la ayuda de traidores dentro de Melos, los atenienses tomaron la ciudad en el invierno. Los atenienses ejecutaron a todos los hombres adultos que capturaron y vendieron a mujeres y niños como esclavos. Entonces se instalaron 500 de sus propios colonos en la isla.
La conclusión es la siguiente, los atenienses ofrecen a los melios un ultimátum: rendirse y rendir tributo a Atenas, o ser destruidos. Los atenienses no desean perder tiempo discutiendo la moralidad de la situación (podríamos decir, la no intervención, la autodeterminación y otras bobadas, de la que habla la doctrina Estrada) porque en la práctica «los fuertes imponen su poder, tocándoles a los débiles padecer lo que deben padecer».
Los melios argumentaban que eran una ciudad neutral y no un enemigo, por lo que Atenas no tiene necesidad de conquistarlos. Los atenienses afirman que, si aceptan la neutralidad e independencia de Melos, parecerían débiles: sus súbditos pensarán que Atenas dejó a Melos solo porque Atenas no era lo suficientemente fuerte para vencerlo.
Los melios argumentan que una invasión alarmará a los otros estados griegos neutrales, que se volverán hostiles a Atenas por temor a ser invadidos ellos mismos. Los atenienses oponen que los estados griegos en el continente son poco proclives a actuar de esta manera. Son los estados insulares independientes y los descontentos que Atenas ya ha conquistado los más propensos a tomar las armas contra Atenas.
Los melios argumentan que sería vergonzoso y cobarde por su parte someterse sin lucha. Los atenienses contrarrestan que sólo es vergonzoso someterse a un oponente si uno tiene una posibilidad razonable de vencer. No es vergonzoso someterse a un enemigo abrumadoramente superior como Atenas.
Cualquiera con un poco de sentido común sabe que las guerras no son justas o injustas, las guerras son prudentes o estúpidas. Si el enemigo es fuerte y poderoso lo más prudente es plegarse. Los melios argumentan que, aunque los atenienses son mucho más fuertes, hay al menos una pequeña posibilidad de que los melios puedan ganar, y se arrepentirán de no probar su suerte.
Los atenienses contrarrestan que este argumento es puramente emocional (psicologista) y que excluye un análisis racional de los riesgos y beneficios. Si los melios pierden, lo cual es muy probable, llegarán a lamentar amargamente su necio optimismo. Los melios creen que tendrán la ayuda de los dioses porque su posición es moralmente justa.
Los atenienses contrarrestan que los dioses no intervendrán porque es el orden natural de las cosas el que los fuertes dominen a los débiles. Los melios argumentan que sus parientes espartanos vendrán en su defensa. Los atenienses oponen que los espartanos son un pueblo práctico que nunca se pone en riesgo cuando sus intereses no están en juego, y el rescate de Melos sería especialmente arriesgado, ya que Atenas tiene una armada más fuerte.
Los atenienses expresan su conmoción por la falta de realismo de los melios. Dicen que no es vergonzoso someterse a un enemigo más fuerte, especialmente uno que está ofreciendo términos razonables. También dicen que es racional someterse a los superiores, mantenerse firmes frente a los iguales y ser moderados con los inferiores. Los melios no cambian de opinión y rechazan educadamente a los enviados.
Es decir que los Melos argumentaron, precisamente, lo que la Doctrina Estrada plantea: neutralidad, no injerencia, amistad con todas las partes y dejar que los demás países resuelvan sus problemas por sí mismos. La respuesta de los atenienses fue la desaparición de los melios como comunidad política, al someterlos a la esclavitud y poblar la isla con personas provenientes de Atenas.
Esa supuesta «neutralidad» en el contexto internacional, hablando políticamente no existe, no sólo en la política también las relaciones humanas. Plantear la neutralidad cuando los países más importantes del mundo se han pronunciado es fijar una posición, y no queda ningún papel reservado para un país que hace de avestruz escondiendo la cabeza.
Entre Esparta y Atenas no hay neutralidad, ni entre Roma y Cartago. A este paso no hay futuro para la política exterior mexicana que renuncia a incidir en lo que ha promocionado en los escenarios internacionales. El problema de México no es la corrupción, su problema desde su origen es su incapacidad política y vivir aferrados a ideologías que lo han puesto y lo ponen en el lado equivocado de la Historia.
1 de febrero de 2019.