

CONFLICTO SIRIO-TURCO
Ricardo Veisaga

Cincuenta y tres soldados de Turquía murieron en febrero en enfrentamientos con las fuerzas sirias en Idlib. De ellos, 36 murieron en un ataque de la fuerza aérea rusa y un bombardeo del gobierno sirio. Los turcos se empeñaron en culpar a la Fuerza Aérea Árabe Siria, y a los aviones rusos que estuvieron involucrados en algunos de los combates recientes.
El gobierno turco también acusó a Rusia de ser responsable de la muerte de sus soldados. Rusia, respondió, que las fuerzas turcas no tenían razón de estar allí y no habían coordinado su presencia. Turquía lo negó con vehemencia, afirmando que los rusos sabían que estaban allí. La posibilidad de que aviones rusos hayan atacado a las fuerzas de un país miembro de la OTAN que opera en Siria, acentúa la gravedad de lo que está sucediendo.
El régimen otomano tuvo que reexaminar su política hacia Rusia, y entiende que un enfrentamiento directo con las fuerzas rusas es mucho más peligroso. La llamada telefónica urgente entre el presidente turco y su homólogo ruso llevó a una declaración conjunta de que ambas partes calmarían las tensiones y reducirían la actividad militar, pero hasta ahora no hubo un encuentro personal entre ambos, algo que Erdogan ha buscado desde el inicio de los enfrentamientos en Idlib.
La respuesta de Turquía hacia el régimen sirio se dio mediante fuertes disparos contra las tropas. En Idlib se produjeron bombardeos por parte de los sirios, que según el Ministro de Defensa ruso, los militares turcos quedaron bajo el fuego porque no avisaron a los rusos sobre sus movimientos en la zona. Los soldados sirios no tenían la intención de matar a los militares turcos, ya que su accionar estaba dirigido contra las posiciones rebeldes en esa área.
Lo cierto es que, desde hace tiempo en esa zona, las tropas rebeldes son en realidad tropas turcas con ropas de paisano. Recep Erdogan, ordenó atacar las posiciones sirias. A raíz de los ataques realizados por cazas F-16, artillería y morteros turcos, fallecieron entre 30 y 35 militares sirios, según palabras del presidente turco.
Erdogan pidió a Rusia que se hiciera a un lado y permitiera a Turquía enfrentarse directamente a las fuerzas de Siria. El ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, dijo que en los últimos cuatro días sus fuerzas destruyeron ocho helicópteros, 103 tanques, 72 obuses y lanzacohetes, un avión no tripulado y seis sistemas de defensa aérea, derribó dos aviones de guerra sirios y atacó el aeropuerto de Alepo.
Turquía ha desplegado miles de tropas y vehículos militares en la provincia de Idlib, en el noroeste de Siria, durante el último mes para detener los avances de las fuerzas del gobierno sirio. Turquía denominó su cuarta incursión en Siria en cuatro años como «Operación Escudo de Primavera».
En respuesta las fuerzas sirias derribaron tres aviones teledirigidos turcos, y advirtieron de que atacará a cualquier avión que viole el espacio aéreo sobre el noroeste. Espacio que ha sido controlado durante años por Rusia, el principal aliado del presidente sirio Bashar al-Assad.
El conflicto lleva implícito el riesgo de arrastrar a un enfrentamiento directo a Rusia y Turquía, pese a la cooperación de ambos por años para detener la lucha, aun estando en bandos rivales en la guerra de nueve años en Siria. El ministro de Defensa, Akar, dijo:
«No tenemos ni la intención ni la idea de enfrentar a Rusia. Nuestra única intención es que el régimen (sirio) ponga fin a la masacre y, por lo tanto, prevenga (…) la radicalización y la migración».
El ministro turco agregó que 2.212 miembros de las fuerzas sirias habían sido «neutralizados», un término usado para designar muertos, heridos o capturados. El Observatorio sirio, un grupo que monitoriza la guerra con sede en Gran Bretaña, dijo que 74 tropas del gobierno sirio y combatientes pro Siria habían muerto desde el 27 de febrero.
El apoyo diplomático que Recep Erdogan recibe de Estados Unidos no es suficiente para las pretensiones turcas. En su condición de miembro de la OTAN, los turcos exigieron que los Estados Unidos le equipen con misiles Patriot. Pero el gobierno norteamericano se negó a la petición. También, Erdogan le exigió a Vladimir Putin que le permita llevar a cabo el ataque contra las fuerzas sirias sin interferencias.
Erdogan lleva sus amenazas a Europa, como de costumbre desliza la idea de abrir las puertas de Turquía a los millones de refugiados en su país rumbo hacia el oeste, hacia Europa. Miles y miles de refugiados sirios se están reuniendo en los cruces y puertos marítimos, esperando la señal para cruzar a Grecia. Mientras los portavoces oficiales turcos dicen que Turquía cumplirá las condiciones de los acuerdos que firmó con la Unión Europea en 2016, de no dejar salir a los refugiados.
Por otro lado, Erdogan, confirmó que había ordenado que se abrieran las puertas del país hasta que la Unión Europea cumpla su demanda de añadir unos 3.500 millones de dólares para la estancia de los refugiados en Turquía. Turquía ya ha recibido de Europa 6.000 millones de dólares hasta ahora. La reapertura de esta ruta migratoria de los Balcanes pone en serio aprieto a los europeos.
La situación es grave para Grecia, ya que constituye el primer punto de entrada en Europa. La situación en islas como Lesbos es muy mala, en medio de fuertes y agresivas protestas en contra de la construcción de nuevos campos de refugiados. El Primer Ministro griego Kyriakos Mitsotakis, les avisó a los que llegan de Turquía:
«No vengáis, porque la ruta por la que os dirigen los traficantes, por la que pagáis generosamente, no conduce a la Grecia continental y finalmente a Europa. Termina en las islas y ahí comienza el camino de regreso».
Mientras tanto, en el frente interno, la presión aumenta en Turquía para que el gobierno traiga a sus soldados a casa y detenga su participación militar en Siria. Hace diez días, unos 140 intelectuales y artistas dieron a conocer una carta que decía:
«Nosotros, los firmantes, vemos a nuestro país en un punto muerto, a nuestros hijos muriendo en una batalla que se les hace pelear en otro país, nuestra reputación dañada frente a la comunidad mundial y nuestra nación utilizada como peón imperialista y patrocinadora del terrorismo religioso».
Pese a la censura oficial, en los sitios web, la oposición sostiene que la guerra en Siria oculta la grave crisis económica de Turquía. Pero nada de esto va a detener la política de Erdogan, el gobierno ya limitó el acceso a los medios sociales el jueves por la noche.
Lo más preocupante para Erdogan son las peleas políticas internas en su propio partido, el Partido de la Justicia y el Desarrollo, que, está sufriendo una sangría en favor de los partidos rivales. Antiguos altos funcionarios del Partido de la Justicia y el Desarrollo, han creado dos nuevos partidos.
Algunos líderes de la oposición exigen que Erdogan detenga su campaña militar y negocie con al-Assad un acuerdo para la retirada de las fuerzas turcas. Sostienen que Erdogan no cumplió su promesa de proteger la unidad de Siria o de retirar las fuerzas sirias de las principales carreteras que conectan Idlib con Turquía, y que no se cumplió el acuerdo que firmó con Rusia para establecer una «zona segura» en el norte de Siria.
El descontento de los turcos creció porque no podían transportar por vía aérea a sus soldados heridos en Siria ya que Rusia declaró una zona de exclusión aérea para los aviones turcos. Los soldados tuvieron que ser evacuados en vehículos por las carreteras en pésimas condiciones hacia Turquía. Erdogan sabe que tiene una fuerte base y las próximas elecciones parlamentarias se celebrarán sólo dentro de tres años.
Pero Erdogan no puede permitirse chocar de frente con el Kremlin, no sólo por Siria, sino también por la dependencia económica de Turquía con Rusia. No es fácil conciliar sus aspiraciones militares y políticas en Siria, con una firme oposición rusa a sus políticas. Parece que la alianza turco-rusa que dirige la campaña en el norte de Siria está a punto de derrumbarse.
Idlib es la última provincia siria en manos de una serie de grupos rebeldes. En 2017, todo parecía indicar que Rusia e Irán, los principales sostenedores del régimen sirio y Turquía, que defiende a algunos grupos rebeldes, habían llegado a un acuerdo que establecía un alto el fuego en el área. Todas las partes mantendrían algún tipo de presencia en la zona, a la espera de un acuerdo final y que los rebeldes abandonaran las armas.
Pero más que un acuerdo negociado, parece ser que fue una táctica pactada por los tres países para ganar tiempo. En el camino, la ofensiva del gobierno sirio en Idlib, respaldada por la fuerza aérea rusa y agentes iraníes en el terreno, ha acabado con cualquier esperanza por alcanzar un acuerdo. Las fuerzas de Bashar al-Assad y sus aliados han progresado significativamente, recuperando áreas clave que estaban bajo control rebelde.
Mientras varias tropas turcas se han quedado aisladas, el gobierno turco, reforzó sus tropas en el país árabe y Erdogan le dio un ultimátum al régimen sirio, para que se retirara de las áreas que habían sido designadas como parte de una zona de desescalada a finales de febrero. La semana pasada, las fuerzas de la oposición siria, apoyadas por Turquía, buscaron retomar la ciudad de Saraqib, importante para el control de otra carretera estratégica, la M-4.
La pregunta que debemos hacer es si Turquía o Siria darán un paso atrás. Rusia, que no es un país neutral en este conflicto ¿podrá frenar la escalada? Impedir que los sirios detengan su ofensiva en Idlib es muy poco probable. El gobierno sirio quiere recuperar el control del área y Putin lo está apoyando para que lo logre.
A pesar de los intentos de Turquía para evitar que surja un área kurda autónoma en su frontera, ha sido generosa con los refugiados, aunque recibe un resarcimiento económico y sea un arma política hacia Europa. Erdogan siempre ha argumentado que el problema de Siria no es solo turco sino también europeo.
Pero debido a la errática e imprudente política exterior turca, a Erdogan le quedan pocos amigos en Occidente. Las relaciones de Turquía con la OTAN y los Estados Unidos pasan por su peor momento. Agravadas por el ataque a las fuerzas kurdas en Siria, aliados de Washington desde hace tiempo, como por sus estrechas relaciones con Rusia, enemigo de la OTAN.
La retirada de Estados Unidos de Siria, aunque no total, ha empujado a esa onda expansiva llamada Erdogan a enfrentarse con los kurdos y los sirios (y por tanto con Irán y Rusia). Estados unidos está en el papel de espectador, mientras Turquía se da de bruces en su intento fallido de triangular entre Estados Unidos y Rusia.
Pero como todos los conflictos en regiones tan importantes son parte inevitable de la dialéctica entre imperios, Turquía cuenta con una basa y, con seguridad Rusia no querría que Erdogan regrese a los brazos de los Estados Unidos. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, sostuvo conversaciones con su homólogo turco y, según una declaración del Pentágono, los dos hombres discutieron sobre «la brutal agresión del régimen de al-Assad en Idlib, respaldada por Rusia e Irán».
Los sucesos acaecidos y la tensa situación en Siria, va a dañar la confianza mutua entre Rusia y Turquía. Los turcos estaban «obligados» a responder por la muerte de sus soldados, aunque hay quienes, en la política internacional, creen que Turquía podría haber respondido de manera proporcional y no lo hizo.
En este contexto, Turquía canceló el patrullaje conjunto con Rusia en la zona siria de Ayn al Arab. Esto podría perjudicar la relativa estabilidad en el Kurdistán sirio, donde la situación es apenas estable. Se puede decir con seguridad que el deterioro de las relaciones entre Rusia y Turquía no es bueno para el norte de Siria.
Turquía está determinada a mantener su influencia en el norte de Siria, pero enemistarse con Rusia no es conveniente. Rusia es una potencia mundial presente en el tablero sirio y además mantiene una gran influencia en la región. Enfrentarse con Rusia significa poner en peligro todos sus activos en el área, un lujo que no se puede permitir.
La vida en Idlib en los últimos años siempre fue difícil, los combates y bombardeos nunca acabaron. El proceso iniciado por Rusia y Turquía, en la cumbre en la ciudad rusa de Sochi en septiembre de 2018, hizo posible aliviar las tensiones un poco.
El tratado preveía la creación de una zona desmilitarizada, donde se encontraban miles de combatientes opositores a Bashar al-Assad, la mayoría integrada por el grupo radicalizado Hayat Tahrir al Sham, que incluye al antiguo Frente al Nusra, una agrupación terrorista, proscrita en Rusia y otros países.
Pese a todos los esfuerzos, los rebeldes siguieron violando el cese al fuego. Pese a esto parecía que pronto llegaría una tregua sostenible en esta gobernación. No obstante, no prosperó. Tras semanas de bombardeos contra las zonas residenciales de la ciudad de Alepo, el ejército sirio, en respuesta, lanzó una ofensiva contra las posiciones rebeldes en Idlib con éxito.
Turquía considera que la provincia se encuentra en su zona de responsabilidad. Pero el ejército sirio tuvo que actuar para alejar del peligro a los civiles en Alepo y otras regiones. También se conoció que la población civil de Idlib estaba en contra de las actividades militares de Hayat Tahrir al Sham porque ponían en peligro las vidas de sus familias. Sin embargo, los radicales reprimieron con armas todo tipo de protestas contra sus políticas.
Rusia, abrió corredores humanitarios para darles la posibilidad de abandonar las zonas que están bajo bombardeos. Actualmente las fuerzas progubernamentales sirias gradualmente avanzan en la región de Idlib. En una parte del frente, las tropas consiguieron acercarse un poco más al centro de la ciudad de Idlib, a unos 15 kilómetros de la urbe.
El presidente Recep Tayyip Erdogan tiene previsto reunirse en Moscú con Vladimir Putin, supuestamente para acordar un alto el fuego en Idlib. Pero el alto al fuego es lo de menos. El ejército sirio está tratando de recuperar el control de Idlib y expulsar a los rebeldes suníes anti-kurdos apoyados por Turquía.
Pero los sirios han descubierto, que estos rebeldes son parte integrante del ejército turco, aunque no lleven uniformes del ejército turco. Tienen apoyo aéreo de la Fuerza Aérea de Turquía, principalmente F-16 y aviones teledirigidos de ataque, y apoyo de fuerzas terrestres pesadas desde puestos estratégicos establecidos por los turcos, con artillería pesada y de otras armas modernas.
Por ahora, la Fuerza Aérea Rusa con base en Siria está expectante y no ayuda a las fuerzas terrestres de Siria ni contrarresta la superioridad aérea de Turquía. Es cierto que, al inicio de las hostilidades para retomar Idlib, los aviones rusos atacaron las instalaciones rebeldes, pero la reacción turca hizo que Putin dejara de apoyar a las fuerzas sirias.
Rusia afirmó que nunca había utilizado sus aviones de combate y que los daños a las fuerzas rebeldes respaldadas por Turquía, fueron causados por la artillería siria y no por los aviones rusos. El gobierno turco, finge aceptar la «explicación» rusa y centraron su represalia en las fuerzas aéreas y terrestres sirias.
Hasta estos días derribaron ocho helicópteros sirios (suministrados por Rusia) y tres aviones de combate: dos Su-24 de fabricación rusa y un entrenador checo L-39 Albatross. Los aviones rusos fueron presa fácil de los F-16 porque los Su-24 tienen sistemas de alerta de misiles de muy mala calidad. Y el viejo entrenador checo L-39 Albatross no tiene ninguno. Los F-16 turcos pueden disparar misiles americanos de la serie AIM-9X y AIM-120 AMRAAM.
Siria tiene diferentes tipos de helicópteros, pero los más numerosos son los antiguos Mi-17 y los modelos de cinco asientos Aérospatiale Gazelle SA-342, utilizados principalmente para reconocimiento. El Mi-17 es un transporte de tropas, y si se hubiera desplegado en Idlib habría estado transportando soldados.
Los helicópteros sirios fueron derribados por el famoso misil tierra-aire Stinger MANPADS de los Estados Unidos (FIM-92). Más de mil de estos misiles han sido coproducidos en Turquía por Rokestan Radar Systems. Son los mismos misiles que destruyeron los helicópteros artillados rusos en Afganistán y ayudaron a expulsar a los rusos del país. Es posible que Turquía haya suministrado los Stingers a los rebeldes, de ser así, habría violado los acuerdos de armas con los Estados Unidos.
Si la lucha continúa, el ejército sirio será derrotado en Idlib, será un gran golpe para el régimen de al-Assad, pero también para los iraníes y Hezbolláh, cuyos combatientes también están siendo atacados por Turquía y han sufrido un número desconocido de bajas.
Si la Fuerza Aérea Turca ataca a las fuerzas rusas, no sería bueno para Rusia ya que dispone de un pequeño número de cazas rusos avanzados en Siria, en especial el Su-35, el único avión listo para desafiar al F-16 de Turquía. Putin y sus militares tienen de que preocuparse, Rusia está muy lejos de Siria, y Putin nunca envió fuerzas terrestres rusas a Siria. Rusia ha utilizado fuerzas mercenarias, sobre todo el Grupo Wagner, que es una herramienta de Moscú.
Las fuerzas del Grupo Wagner sufrieron muchas bajas en Siria, más recientemente en un encuentro con tropas norteamericanas. Y el Grupo Wagner no es rival para un ejército moderno que puede ser fácilmente reforzado. Y Turquía ya ha mostrado su voluntad de poner tropas de primera línea en el conflicto de Idlib. Lo que está en juego no es el cese de fuego, sino que el control sobre Idlib le da Rusia a Turquía.
De ser así, esto puede resultar fatal para Bashar al-Assad, ya que quedaría al descubierto que no es capaz de defender su territorio y de perder el apoyo de Rusia. Es imprevisible lo que puede hacer Vladimir Putin ¿Será la única alternativa pragmática para Rusia? No hay que olvidar que tanto Rusia como Turquía se repartieron el mapa de Oriente Medio, para ganar peso en la política global.
Aunque en Siria y Libia se encuentran en bandos opuestos, privilegian una alianza que los compensa en el plano internacional. La semana pasada una delegación turca dirigido por el viceministro de Exteriores Sedat Önal, y el ruso encabezado por el ruso Mijaíl Bogdánov, han intentado alcanzar un compromiso que satisfaga a ambos países en ambos escenarios. Las conversaciones que se pensaba serían un simple trámite se prolongó por tres días.
Desde septiembre del 2015, Rusia se ha convertido en el principal apoyo en la guerra civil de Siria. Clave para que el régimen de Bashar al-Assad pueda recuperar el control de casi todo el país. El martes, el portavoz del presidente turco, Ibrahim Kalin, dijo que Rusia iba a trabajar para parar estos ataques. La necesidad de mantener la única base militar exterior de tiempos de la Unión Soviética, el puerto de Tartus, metió a Rusia otra vez en el juego de Oriente Medio.
Recep Erdogan en sus planes imperiales neo-otomanos, intenta hacer su jugada en Libia, donde es el principal apoyo del Gobierno de Acuerdo Nacional, creado con el apoyo de la ONU. El mes pasado Turquía firmó dos acuerdos con Fayez el Sarraj, el Gobierno de Acuerdo Nacional, uno sobre seguridad y cooperación militar y otro sobre las fronteras marítimas en esa región del Mediterráneo.
La política expansiva de Erdogan ha creado muchos enemigos en la región, y este acuerdo marítimo supone salir del aislamiento. Tampoco hay que olvidar las prospecciones en busca de recursos naturales en alta mar ante la oposición de vecinos como Grecia. Con lo cual está provocando una nueva fricción con Europa e Israel.
Lo que pase en Libia entre Rusia y Turquía parece que también irá por un camino peligroso, Recep Erdogan entiende que el acuerdo militar con el Gobierno de Acuerdo Nacional es importante, y ya envió tropas militares a Libia. El argumento de Erdogan ha sido enfocado en la presencia de mercenarios rusos luchando junto a las fuerzas del mariscal Haftar.
Rusia siempre negó que tuviera que ver con esos soldados mercenarios, pero los informes de prensa los sitúan dentro del grupo Wagner, la empresa de seguridad privada que antes actuaron en Ucrania y Siria, y que está vinculada a un empresario próximo a Putin. En una visita a Túnez, Erdogan dijo: «¿Para qué y por qué se encuentran hoy en Libia 5.000 mercenarios de Sudán y 2.000 del grupo Wagner? ¿Qué están haciendo?».
El conflicto entre el segundo miembro más importante de la OTAN y Rusia, ha llevado a Turquía a invocar el artículo 4 del Tratado de la Alianza del Atlántico Norte y llamar a una reunión urgente en Bruselas. Pero la crisis en Siria no fue provocada por la OTAN sino por las apetencias turcas, que usa la guerra civil en Siria y Libia para ganar posiciones en el Mediterráneo, redibujar las fronteras marítimas de Grecia y las exploraciones de gas y petróleo en las costas de Chipre.
Recientemente la Unión Europea aprobó sanciones contra dos ciudadanos turcos de la corporación petrolera de Turquía por sus actividades en aguas chipriotas. En realidad, fue un tibio mensaje, un pequeño toque de atención evitando sanciones mayores contra altos cargos o empresas turcas, no querían enojar a Erdogan por miedo al arma de los refugiados en territorio turco.
La decisión turca de entrar en el norte de Siria ya ponía esta situación sobre la mesa. Turquía entra alegremente en el norte de Siria y cuando son reprimidos quieren utilizar los mecanismos internos de la Alianza para obtener el respaldo de los socios. Y es justo lo que ha ocurrido.
La compra por parte de Turquía del sofisticado sistema de misiles S-400 de Rusia, llenó de consternación a sus aliados de la OTAN, esta compra estuvo dentro de un plan pergeñado en el contexto sirio. Las diferencias entre los Estados Unidos y Turquía sobre las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) dirigidas por los kurdos, en particular en el noreste de Siria, marcaron un enfrentamiento entre ambos.
Las operaciones militares de Turquía contra las (FDS) en el noroeste de Siria acercaron a los rusos con Turquía. Las relaciones entre Rusia y Turquía en Siria fueron los kurdos sirios. Esa cooperación se llevó a cabo por los procesos de Astana y Sochi dirigidos por Rusia desde finales de 2016. Estos procesos centrados en Siria remodelaron las relaciones entre Turquía y Rusia.
Pero las posiciones de ambos países en la solución final en Siria, han sido diferentes. Mientras que Rusia y Siria se centraron en ganar la guerra civil en otras partes de Siria, el reciente ataque a Idlib pone de manifiesto las diferencias ruso-turcas y los límites de su cooperación. Más allá de Siria los intereses de ambos países siguen siendo competitivos en toda la región.
La relación se ha caracterizado por la desconfianza. La conveniencia o los intereses políticos, el realismo y el descontento compartido hacia Occidente fueron el punto de partida para esa alianza, pero no lo suficiente para unir realmente a Turquía y Rusia, en una alianza más estable y mucho menos permanente.
Turquía quiere un apoyo occidental más sólido en Idlib, ya sea para detener la embestida ruso-sirio o para minimizar sus efectos. Los Estados Unidos le ofrecen un apoyo retorico y la canciller alemana Angela Merkel en una visita a Turquía a fines de enero, dijo que Alemania y Europa ayudarán con más ayuda financiera a Turquía para enfrentar la creciente crisis de refugiados. Pero es éste ahora el máximo nivel de apoyo que Turquía puede esperar de Occidente.
Es posible que Estados Unidos presione a Turquía para que acepte algún tipo de convivencia con las (SDF), dirigido en gran parte por los kurdos. Y tal vez alguna concesión sobre el sistema de misiles S-400 que Turquía compró a Rusia. Por ahora no se puede esperar mucho a menos que la situación empeore, por ahora Ankara intenta resolver diplomáticamente sus tensiones con Rusia.
Mientras tanto, la posición de Turquía en Idlib, va de mal en peor. Las fuerzas sirias han tomado la estratégica ciudad de Maaret al-Numan, en la importante autopista M-5 que conecta Damasco con Alepo, y han entrado en la ciudad de Saraqib, controlada por los rebeldes, recuperando el control de las principales autopistas M-4 y M-5. Con los avances sirios varios puestos de observación militar de Turquía, siete a partir del martes, pasan bajo el control de Siria.
Rusia sostiene que Turquía no cumplió su compromiso de septiembre de 2018 (en virtud de un acuerdo bilateral por el que se suponía que Turquía debía presionar a los grupos de oposición moderados en Idlib para que se separaran de los radicales, como Hayat Tahrir al-Sham) para deshacerse de las fuerzas extremistas en Idlib. Por lo tanto, Moscú está totalmente de acuerdo con la ofensiva del régimen sirio.
Si Turquía elige mantener un alejamiento de Rusia, podría llegar a afianzar su relación con los Estados Unidos, lo que en cierto modo ya está sucediendo. El Secretario de Estado Mike Pompeo ha compartido varios tweets en los que apoyaba firmemente la posición de Turquía sobre Idlib. También dijo que envió al enviado especial de los Estados Unidos para Siria, James Jeffrey, para coordinar las medidas con Turquía, para responder a los ataques rusos-sirios.
Pero como todos saben que una cosa son los dichos y otra cosa los hechos. Lo cierto es que los Estados Unidos podrían atacar ciertos objetivos del régimen sirio al este del Éufrates, donde la posición de Rusia es relativamente vulnerable. También podrían proporcionar más apoyo militar a la oposición siria o coordinar nuevas sanciones contra el régimen sirio.
Continuar con este tipo de especulaciones, sobre todo con el califa Erdogan de por medio, nos llevaría al terreno de la ciencia ficción. Nada descarta que las relaciones entre Turquía y Rusia sobrevivan a estas desavenencias por Idlib. Ambos tienen mucho que perder, incluyendo la pérdida de influencia durante el proceso político en Siria, por la ruptura de su relación.
La diplomacia turca debería reevaluar su enfoque de línea dura y suma cero con los kurdos sirios. Debería eliminar sus propias contradicciones internas y corregir el desequilibrio en sus relaciones con Rusia y reforzar sus lazos con Occidente. Si no lo hace y no abandona su política neo-otomana confesional, esas tensiones que se han vuelto casi permanentes con Rusia y Occidente profundizaran los problemas de su frágil política internacional.
2 de marzo de 2020.