Serie Roja — 11
BORIS YELTSIN
EL HOMBRE INCÓMODO
La noche del 31 de julio de 1991, el presidente George Bush y su esposa Bárbara ofrecieron una recepción en la mansión Spaso, nombre de la residencia oficial del embajador de Estados Unidos en la ciudad de Moscú. A la reunión acudieron el matrimonio Gorbachov, dirigentes de varias repúblicas, miembros del gobierno soviético, como el ministro de Defensa, Dimitri Yázov, el director de la KGB, Vladimir Kryuchkov y el recién electo presidente de Rusia, Boris Yeltsin.
En su discurso George Bush se deshizo en elogios para el presidente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, y alzando su copa dijo: «Creo que la firma de este tratado infunde esperanza a los ciudadanos de la Unión Soviética y de los Estados Unidos de América, y al mundo entero, lo creo sinceramente» dirigiéndose a Gorbachov con su copa, continuó:
«un hombre al que respeto y admiro, y cuyas acciones en los últimos seis años han ilusionado tanto a quienes piensan, como yo, que una sola persona puede cambiar el mundo para mejor. Quiero, pues, rendir homenaje al presidente Gorbachov, y decirles que me marcho convencido, más convencido que cuando llegué, d que juntos podemos construir una paz duradera y, con ella, un porvenir más feliz para nuestros hijos».
En la cena en la mansión Spaso, se podía palpar un clima de hostilidad de parte de los conservadores del antiguo régimen y de los reformistas, en especial de Boris Yeltsin, titular de un cargo recién creado, presidente de Rusia. Yeltsin, se puso mal por haber sido excluido de la mesa principal, y a mitad de la recepción y en compañía del presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, se acercó al presidente George Bush, y se puso a hablar a grandes voces para que todos los presentes lo oyeran, y le aseguró que haría todo lo posible para conseguir el triunfo de la democracia en la Unión Soviética.
George Bush, comentaría tiempo después, sobre este incidente, «los comensales observaron la escena con curiosidad, pero sobre todo con estupor: se preguntaban, naturalmente, cómo había que interpretarla». Se sentía abochornado, en sus memorias comenta sobre este incidente y de otro similar que había ocurrido la noche anterior, en la recepción celebrada en honor de Bush.
Ese hecho tuvo lugar en la Cámara Episcopal del Gran Palacio del Kremlin el día 30 de julio, los matrimonios Bush y Gorbachov se encontraban saludando a uno a uno a los invitados, de pronto vieron una extraña pareja, al alcalde de Moscú, Gavriil Popov, acompañado de la esposa de Boris Yeltsin, Naína. Pero a Yeltsin no se lo veía por ningún lado. Mas tarde apareció y se dirigió a los anfitriones con una gran sonrisa.
Gorbachov le preguntó: «¿Por qué has dejado a tu mujer con Popov? La respuesta de Boris fue: «Porque ha dejado de ser peligroso», bromeando a costa de quien se había convertido en un aliado fiel. Pero antes de continuar, vamos a decir algo sobre este personaje incomodo, al menos, lo era en esos momentos.
Boris Nicolaiévich Yeltsin, nació el 1 de febrero de 1931 en Ekaterimburgo, entonces Sverdlovsk, Unión Soviética y falleció el 23 de abril de 2007 en Moscú, Rusia. Yeltsin era de la misma edad que Gorbachov y también tenía un origen similar, provenía de una familia obrera. Boris Yeltsin sería el que acabaría con la URSS en 1991 y el primer presidente de Rusia elegido popularmente en 1990, y que llevaría adelante durante una década, una política recortes políticos y económicos hasta su dimisión en vísperas del año 2000.
Boris Yeltsin asistió al Instituto Politécnico de los Urales, fue ingeniero de formación y se abrió camino en el sector de la construcción, trabajó en varios proyectos en la provincia de Sverdlovsk, en los Urales, entre 1955 y 1968. El sector de la construcción era uno de los sectores más duros de la economía soviética, que siempre carecía de fondos y de mano de obra, las constructoras debían recurrir a los presos y gente de dudosos prontuarios. Este tipo de empleados eran enviados por los funcionarios del partido.
En 1955 empezó como capataz en Sverdlovsk y siguió progresando gracias a su capacidad profesional. En 1961 se afilió al Partido Comunista de la Unión Soviética y siete años después se convirtió en funcionario del mismo. En 1968 comenzó a trabajar a tiempo completo en el partido y en 1976 se convirtió en primer secretario del partido de la provincia de Sverdlovsk, y con 45 años se convirtió en el gobernador de facto de una zona industrial, mas importante para la jerarquía soviética de las regiones que el Krai de Stávropol, donde gobernaba Mijail Gorbachov.
Mijail Gorbachov ascendió en el partido cultivando grano y recibiendo a los jefes políticos de Moscú que llegaban a su región para alojarse en los balnearios, y Yeltsin cumpliendo con los planes de producción industrial, y de infraestructuras, levantando edificios algunos famosos como el edificio del teatro de la ópera, pero también derribando. Como sucedió en 1977 cuando Moscú le ordenaron demoler la casa donde habían sido ejecutados el zar Nicolás II y su familia en 1918.
Yeltsin a pesar de ser muy popular, su ascenso al liderazgo de los demócratas no se produciría hasta la época de la perestroika y la glasnost. Mijaíl Gorbachov no era ajeno a la fama de reformista de Yeltsin, una vez en el poder como secretario general del partido en 1985, eligió a Yeltsin para dirigir la organización local y con la misión principal de limpiar la corrupción en la organización del partido de Moscú. En 1986 fue elevado al Politburó, el órgano supremo de dirección del partido único y, por tanto, del Estado soviético, aunque sin derecho a voto.
En su función como alcalde de Moscú, que se encontraba paralizada por la corrupción de la era Brézhnev, empezó su tarea abriendo la oficina a la prensa local. Pronto advertiría que no tenía la misma autonomía que en Sverdlovsk, y tenía que tratar con el más poderoso Politburó de la Unión, un lugar al que aspiraba llegar. Como alcalde demostró ser un reformador capaz y decidido.
El ritmo de las reformas que estaba llevando a cabo, lo llevó a enfrentarse con su antiguo amigo y protector, Yegor Ligachov, ex secretario del Partido en Siberia y jefe de la facción conservadora en el Politburó. En 1987 tuvo que arremeter contra Yegor Ligachov y con Mijaíl Gorbachov, contra este último, no solo llegó a criticar el lento ritmo de las reformas en las reuniones del partido, sino denunciar los obstáculos que se ponían a los cambios, acusó al Politburó de aduladores a Gorbachov.
Este desafío a los conservadores del partido y sus críticas al propio Gorbachev, dio como resultado el contraataque y el jefe de la URSS lo obligó a dimitir de la dirección del partido de Moscú en 1987 y de su candidatura a miembro del máximo órgano del gobierno del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), su despido del Politburó se llevó a cabo en 1988. Su carrera política había terminado, Yeltsin le pidió a Gorbachov y a sus colegas perdón, pero no hubo clemencia.
Yeltsin paso a supervisar las obras de infraestructura que se seguían levantando. Su expulsión del Politburó significó una severa derrota para los sectores más liberales afines a Gorbachov, los defensores de la perestroika, y un triunfo para los grupos reaccionarios del Partido. Un año después, e propio Ligachov le dijo en público a Yeltsin: «Estas equivocado, Boris».
El Politburó había perdido a uno de sus más fervientes reformadores, pero el movimiento demócrata pudo conseguir en Boris Yeltsin un líder inesperado, el cambio que deseaba el país estaba a su favor. Gorbachov se dio cuenta de que el aparato del Partido tenía fuerza suficiente para frenar sus reformas, empezó a recortar el poder de esos cuadros. Para 1989, Gorbachov acabó con el poder político que el Partido ejercía por más de sesenta años, por primera vez en la URSS se introdujeron elecciones competitivas.
Los secretarios del Partido y los jefes de los Sóviets regionales para continuar en el poder deberían ser elegidos. De esta manera el poder real pasaba de las oficinas de los secretarios a los sóviets y a los parlamentos de las repúblicas. Los jerarcas del Partido no pasaron de las protestas, a ninguno de ellos se les negó la posibilidad de participar en el nuevo sistema. Aquellos que tenían mayor capacidad y mayor habilidad aprovecharon la maquinaria del Partido para ganar un lugar en los cada vez más poderosos sóviets.
Yeltsin que había sido degradado a viceministro de Construcción, protagonizaría el regreso más notable de la historia soviética. En esos momentos Yeltsin gozaba de una gran popularidad como enemigo radical de la dictadura comunista y de quienes consideraban insuficientes las reformas de Gorbachov. Yeltsin era para una gran parte de los votantes soviéticos el defensor de la democracia, y aprovechando la introducción por parte de Gorbachov de elecciones competitivas y pluripartidistas, Yeltsin se presentó a la elección del nuevo parlamento soviético.
Yeltsin accedió al Congreso de Comisarios del Pueblo o Parlamento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en marzo de 1989, por una amplia mayoría en una votación aplastante de un distrito electoral de Moscú. En marzo de 1990, el Congreso de Diputados del Pueblo suprimió de la Constitución soviética el artículo que otorgaba un estatus especial al Partido en el Estado y la sociedad, y eligió a Gorbachov para el nuevo cargo de presidente de la Unión Soviética.
Mijaíl Gorbachov mantuvo el cargo de secretario general del Comité Central, pero muy pronto fue trasladando a sus consejeros y a los miembros más destacados de ese órgano a la recién creada administración presidencial. Los antiguos cargos del Partido, muy pocos se beneficiaron de los cambios introducidos por Gorbachov, eso pasó con Yeltsin, pero no lo necesitaba.
En la primavera de 1989, cuando se celebraron las elecciones, Yeltsin había logrado algo que ningún político enemistado con el aparato logró, eso nunca había sucedido en la URSS. Según la biografía de Boris Yeltsin incluida en el dossier que manejaba el presidente George W. Bush para la cumbre de Moscú, decía: «su hostilidad hacia el sistema atrae a la gente corriente, y la élite intelectual progresista es partidaria, como él, de acelerar las reformas», «Boris Nikolaevitch Yeltsin», Viaje del presidente Bush a Moscú y Kiev del 31 de Julio al 1 de Agosto de 1991, Bush Presidential Library.
Mijaíl Gorbachov intentó reformar la economía dirigida que fue responsabilidad de Stalin, y ese intento inútil provocó su derrumbe, fracasaron todas sus medidas económicas, hubo un creciente desabastecimiento de los bienes más básicos, todo esto dentro de una libertad creciente para poder criticar las políticas del Partido, no solo del presente sino también del pasado, el Partido Comunista de la Unión Soviética había perdido la batalla, incapaces de soportar un poco de prensa libre.
En el primer Congreso de los Diputados del Pueblo de la Unión Soviética que se celebró en los meses de mayo y junio de 1989, permitió la creación de una oposición política en la que los diputados reformistas de Moscú, Leningrado y otras ciudades importantes se juntaron con las repúblicas bálticas que querían mayores autonomías, y que en el fondo querían llegar a la independencia.
Dentro de este contexto Boris Yeltsin se convirtió en el líder indiscutido de la oposición al régimen soviético. Los ciudadanos rusos se habían cansados de los largos discursos de Gorbachov carentes de soluciones concretas. Yeltsin se encargó de agrupar a los sectores más progresistas de la perestroika y a los lideres del movimiento sindical que querían un renacimiento de Rusia. Sverdlovsk envió a Yeltsin al parlamento de la Federación Rusa.
Un año después, el 29 de mayo de 1990, luego que derrotara a los dos candidatos del Kremlin, el parlamento de la República Socialista Federativa Soviética Rusa (SFSR) que era hegemónica en su seno, lo eligió presidente de la república rusa en contra de los deseos de Gorbachev. En su nuevo cargo, Yeltsin apoyó públicamente el derecho de las repúblicas soviéticas a una mayor autonomía dentro de la Unión Soviética, tomó medidas para dar más autonomía a la república rusa y se declaró a favor de una economía orientada al mercado y un sistema político multipartidista.
En julio de 1990, Yeltsin rompió definitivamente con el Partido Comunista, y lo hizo de una manera ostentosa delante de los diputados del último congreso de la organización realizada en julio de 1990, y proclamó un programa político de cambio radical, basado en la construcción de una economía de mercado y en la autonomía de las Repúblicas con respecto al poder central de la Unión.
Al ver que su propuesta de rebautizar al Partido como Partido del Socialismo Democrático, Boris Yeltsin anunció que renunciaba a la militancia argumentando que era necesario instaurar una democracia pluripartidista, lo más importante, que, como jefe del presídium del parlamento ruso, no podía someterse a ningún partido. No fue fácil la decisión, Gennadi Burbulis dijo: «No paraba de darle vuelta a la cabeza. Le preocupaban mucho las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer. […] Y no ocultaba su inquietud, ‘pero eso es lo que me ha hecho levantarme’, decía». Petr Aven y Al’fred Kokh, «El’tsin sluzhilnam!» entrevista con Gennadi Burbulis, Forbes (edición rusa) 22 de julio de 2010.
Muchos creyeron que la ruptura con el partido sería el fin de Yeltsin, pero no fue así, al contrario, eso significó el fin de la hegemonía del partido, muchos miembros lo imitaron y se alejaron del Partido. En 1990 el número de afiliados fue de 19,2 millones y disminuyó a 16,5 millones. En 1990 se empezó a derrumbar la lealtad del sector más prestigioso de la URSS, como los diplomáticos y los expertos que trabajaban en Occidente, los extranjeros que viajaban al extranjero estaban desencantados con el sistema. En el último trimestre de ese año catorce soviéticos que trabajaban en organismos internacionales en Ginebra, siguieron su ejemplo.
La tendencia a abandonar el barco se fue extendiendo a las misiones diplomáticas y comunidades soviéticas de New York, Viena, París y Nairobi, y en la cúpula del ministerio de Asuntos Exteriores pedían la despolitización del cuerpo diplomático. En 1989 y 1990 siete funcionarios soviéticos que trabajaban en Ginebra no quisieron regresar a la URSS una vez terminados sus contratos que habían sido aprobados por el Partido, firmaron nuevos contratos por su cuenta y siguieron trabajando.
A Boris Yeltsin la ruptura con el Partido no le afectó mucho, ya entonces presidia el parlamento ruso y gozaba de un buen sueldo, tenía un buen despacho y un vehículo oficial con chofer. Yeltsin no sería el primer ex funcionario del Partido en ocupar un lugar en las instituciones democráticas recién creadas, ya había políticos del Cáucaso y de las repúblicas bálticas que ya desafiaban a Moscú.
Estas medidas animaron a las naciones soviéticas a reivindicar sus autonomías y amenazando la integridad de la Unión, a las que habían sido incorporados por la fuerza. El edificio soviético ya había empezado a derrumbarse a finales de la década de 1980. En 1988 había estallado en Nagorno Karabaj, un enclave armenio ubicado en Azerbaiyán, un conflicto entre azeríes y armenios que sorprendió a todos aquellos que creían que en el internacionalismo soviético.
En el otoño de ese año, unos dos millones de personas participaron cada mes en manifestaciones orquestadas por lideres nacionales, en especial en las repúblicas bálticas y en el Cáucaso, las autoridades nacionales tuvieron que recurrir a la fuerza para frenar los enfrentamientos étnicos. Lo más grave estaba en las repúblicas bálticas que habían sido ocupados en 1940 y reincorporadas plenamente al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
El 23 de agosto de 1989, los militantes de organizaciones independentistas bálticas formaron la llamada Cadena báltica, una cadena humana que se extendía desde Tallin, Estonia, hasta Vilna, Lituania, pasando por Riga, Letonia. Se trataba de conmemorar el cincuenta aniversario del pacto Molotov-Ribbentrop, que llevó a la anexión soviética de esa región, que los Estados Unidos nunca reconocerían como parte de la Unión Soviética.
En 1989, el Partido Comunista Lituano se declaró independiente del Comité Central de Moscú. Por tanto, más allá de las estupideces que sostienen los que añoran la URSS, no solo estaba en crisis la autoridad del PCUS sino la integridad territorial del estado al que servía Gorbachov. Esas medidas respondían a las enmiendas que habían propuesto a la constitución en Moscú y que permitían al parlamento de la URSS rechazar las leyes de las repúblicas que juzgase incompatibles con las de la Unión y resolver unilateralmente las cuestiones territoriales.
Para 1990, la mayor parte de las repúblicas soviéticas ya se habían declarado soberanas, es decir, que las leyes locales prevalecían sobre las de la Unión Soviética. Aunque el imperio mostraba una apariencia de integridad, en realidad ya estaba fisurado y en camino a su implosión. La cuestión de las repúblicas anexadas de manera violenta constituía una de las mayores razones del fin de la URSS. La respuesta del gobierno de la URSS comenzó en los primeros meses de 1989 desplazándose fuera de las fronteras de la Federación Rusa, en respuesta a los nacionalismos en Moldavia, las regiones bálticas y otras repúblicas.
Las rebeliones muy pronto se extenderían a la propia Rusia, los liberales que tenían influencia en Moscú y Leningrado, realizaron una alianza con las repúblicas bálticas. El movimiento democrático defendía la misma doctrina liberal en lo económico que los nacionalismos bálticos, por tanto, imitaron su estrategia política para lograr la soberanía de Rusia, una idea que había abrazado Boris Yeltsin en 1990, en plena campaña electoral por un escaño en el parlamento ruso, que proclamaba la transferencia de poder político y económico a las repúblicas.
Esta política le permitió a Boris Yeltsin a ganar seguidores fuera de la élite intelectual de Moscú y de Leningrado. Antes de que Mijaíl Gorbachov pusiera en marcha la perestroika, no había muchos rusos que creyeran en la Federación Rusa, que pese a ser la mayor república soviética, no tenía un Partido Comunista ni una Academia de Ciencias propia. Yeltsin no fue el único en alentar el nacionalismo ruso, sus oponentes conservadores, querían crear el Partido Comunista de la Federación Rusa.
A Gorbachov y sus aliados les preocupaba mucho el surgimiento de Rusia, no importaba que fuera democrática o comunista, o si estuviera gobernada por Yeltsin o los reaccionarios, les preocupaba que se pudiera cristalizar una identidad diferente a la soviética y capaz de romper la lealtad rusa al Imperio soviético. El principal ideólogo del Partido Vadim Medvedev se oponía a otorgar a Rusia la misma autonomía que tenían las demás repúblicas.
En noviembre de 1989, el primer ministro soviético, Ryzhkov, dijo: «No deberíamos preocuparnos por las repúblicas bálticas, sino por Rusia y Ucrania. [La soberanía de estas repúblicas] supondría la total desintegración [de la Unión]. Haría falta otro gobierno, otros lideres para el país, y hasta otro país», Beschloss y Talbott. Palabras proféticas.
En mayo de 1990, Boris Yeltsin fue elegido presidente del parlamento ruso en la tercera votación por un estrecho margen de votos, 535 a favor y 467 en contra. Pero unos meses después cuando propuso la declaración de soberanía, obtuvo el apoyo de las dos terceras partes de la cámara: «El gobierno central explota cruelmente a Rusia, le escatima su ayuda, no piensa en el futuro. Debemos poner fin a estas relaciones tan injustas. Es Rusia quien ha de decidir que funciones conservar y cuales transferir al gobierno central, y no a la inversa», Boris Yeltsin.
En el verano de 1990, el parlamento declaró la soberanía de Rusia y, por tanto, la primacía de sus leyes sobre las de la Unión. En el otoño, Nikolái Ivánovich Ryzhkov, soviético nacido en Dzherzhinski, Ucrania, presidente del Consejo de Ministros de la URSS informó al Politburó, que Rusia no estaba acatando ninguna de las ordenes, poco después, Ryzhkov, sería destituido por Mijaíl Gorbachov en una remodelación ministerial que tenía por objeto detener lo que luego se llamaría el «desfile de las soberanías».
Entre 1990 y 1999, se caracterizó por una descentralización progresiva, comenzando con un debilitamiento de los lazos entre el centro y las repúblicas de la URSS que luego condujo a la disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991. Esta misma tendencia continuó en Rusia, donde el presidente Boris Yeltsin, elegido por primera vez en junio de 1991 con sufragio directo, utilizó las tendencias centrífugas para afirmar la autonomía de Rusia frente al centro soviético.
Tras el derrumbe de la URSS, Yeltsin se comportó de la misma manera para conseguir el apoyo de las periferias en su lucha por el poder con el Congreso de los Diputados del Pueblo. Pero una vez iniciado, este proceso corría el riesgo de volverse peligroso. De hecho, Yeltsin luchó por contrarrestar las tendencias centrífugas que surgieron en los primeros años de vigencia de la Constitución, el llamado «desfile de las soberanías», los sujetos federales, en especial las repúblicas, actuaron en flagrante conflicto con la legislación federal poniendo en lugar una verdadera «guerra de leyes». Este es el período de intervención militar en Chechenia y de una grave crisis económica provocada por la transición a una economía de mercado.
Con la mayoría de las repúblicas soviéticas soberanas, sin embargo, no había una fórmula que definiera su relación con el gobierno, nada se decía sobre la constitución soviética, solo ofrecía una imagen federal que incluso garantizaba a las repúblicas su derecho a separarse de la URSS. Pero en la política concreta, la situación de las repúblicas era la siguiente: estar dentro de la Unión y acatar todas las decisiones de las autoridades de Moscú, o estar fuera de la Unión.
Lituania expresamente quería la secesión, en tanto Rusia, Ucrania y otras repúblicas querían un acuerdo con Moscú. Gorbachov hizo todo lo posible para evitar que Lituania abandonara la URSS, y sobre todo que el parlamento eligiera a Boris Yeltsin y este declarara la soberanía. Pero nada pudieron lograr, la estructura política y económica estaba en graves condiciones, la URSS se estaba desintegrando, la crisis económica aumentaba y la autoridad central estaba en peligro de muerte.
El entorno político de Gorbachov le propuso obligar a las repúblicas a obedecer las leyes de la Unión por la fuerza, para lo cual debería declarar el estado de emergencia, el presidente de la URSS autorizó que se preparara un plan para tal eventualidad, y ordenó la supresión del Consejo Presidencial y del Consejo de Ministros, y la sustitución por un Consejo de Seguridad y un Gabinete de Ministros, bajo la autoridad directa del presidente. En diciembre de 1990, el Congreso de los Diputados del Pueblo, unos cuatrocientos miembros solicitaron una promoción de censura contra Gorbachov, pero no alcanzaron los miembros.
Pero quien tuvo que renunciar fue el liberal Eduard Shevardnadze, ministro de Asuntos Exteriores, un hombre fiel a Gorbachov. Shevardnadze advirtió a los diputados de un inminente golpe de Estado y también a su homólogo estadounidense James Barker, que además era su amigo personal. Lo que no entendió Shevardnadze es que el golpe ya se había producido. Los reaccionarios habían recuperado la iniciativa, y Gorbachov en vez de dimitir se puso al frente de los reaccionarios.
En enero de 1991, sin declarar el estado de emergencia, Gorbachov autorizó al director de la KGB, Vladimir Kriuchkov, y al ministro de Defensa, Dmitri Yázov, a tomar todas las medidas para reprimir el movimiento independentista de las repúblicas soviéticas. Yázov, el 5 de enero, ordenó el envío de paracaidistas a las repúblicas bálticas, bajo un supuesto, el de facilitar la incorporación de nuevos efectivos al ejército soviético.
El día 11 de enero, los medios de comunicación de Moscú anuncian la creación de un órgano favorable al gobierno central, el Comité de Salvación Nacional, en la capital de Lituania, Vilna. El día 14 de enero, las unidades especiales del ministerio del Interior y del KGB asaltan la torre de la televisión de Vilnius, que estaba siendo defendida por un grupo de nacionalistas lituanos. El resultado del asalto fue de quince personas muertas. El día 20, tropas del ministerio del Interior dispararon contra unos manifestantes en la capital de Letonia, Riga, matando a cuatro de ellos.
El día 25 de enero, los medios de comunicación soviéticos publicaron un decreto en la que anunciaban que las unidades del ejército soviético y del ministerio del Interior realizarían patrullajes en conjunto por los núcleos urbanos, ese decreto fue una forma de blanquear la presencia de tropas en las ciudades soviéticas. En el mes de marzo, Mijaíl Gorbachov, creó el Consejo de Seguridad Nacional, un órgano consultivo, que estaba integrado por miembros de la línea dura.
Ese mismo mes consiguió que el 76% de la población votara a favor de mantener la Unión en un referéndum que no fue reconocido por los dirigentes electos de las repúblicas bálticas y caucásicas. El día 28 ordenó el despliegue de tropas en Moscú con el fin de reprimir las manifestaciones de apoyo a Yeltsin. Ese mismo día el ala reaccionaria del parlamento ruso intentaron sin éxito una votación para destituir a Boris Yeltsin como presidente de la Cámara.
Las manifestaciones se realizaron a pesar de la prohibición del gobierno y no se utilizaron las tropas para dispersar a las multitudes. Las tropas élite de origen eslavo no dudaban en disparar contra ciudadanos de otras etnias en las repúblicas bálticas o en el Cáucaso, pero se negaban a disparar contra otros eslavos.
Mijaíl Gorbachov no quería que se produjese una masacre, por tanto, ordenó que las tropas regresaran a los cuarteles, esa medida fue aplaudida por los opositores y condenada por los reaccionarios, los conservadores del Partido creían que Gorbachov en realidad los había engañado, en un principio los apoyó, pero llegado el momento de adoptar medidas extremas fue para atrás, para decirlo en la jerga política, un paso adelante y dos para atrás.
Mijaíl Gorbachov, en realidad, no abandonaba el Partido como lo había hecho Yeltsin, y no lo hacía por su supuesta adhesión al socialismo, o porque confiara en lograr una reorganización de la URSS, sino que se debía cuestiones tácticas, quería ganar tiempo y no darle oportunidad a la aun poderosa maquinaria bolchevique del PCUS. El consejero de Gorbachov, Anatoli Cherniaev, en los días del abandono de Yeltsin del Partido, anotó en su diario la conversación que había mantenido con el presidente.
Mijaíl Gorbachov le había dicho: «Solo miran por sus intereses. Lo único que les importa es el poder y sacar tajada». Y luego habría sumado otras expresiones. «Yo le dije: ‘Rompa con ellos. Es usted el presidente. Ya ve como es el partido. La verdad es que lo están utilizando a usted como rehén y cabeza de turco’». Sin embargo, Cherniaev no lo pudo convencer. «¿Cree que no me doy cuenta? —había respondido Gorbachov—. Por desgracia no puedo soltar a ese perro sarnoso. Si lo hago, todo el aparato del partido se me echará encima». Anatoli Cherniaev, sovmestnyi iskhod. Dnevnik dvukh epoch, 1972-1991 gody, Moscú, 2008.
Los comités del Partido en todo el país exigían la dimisión de del secretario general, pero se enteraron por la prensa que el día anterior que Gorbachov había hecho un pacto con Yeltsin y los dirigentes de las repúblicas que exigían mayor autonomía. En una reunión realizada en la casa de campo de Novo-Ogarevo, las tres partes habían acordado el texto de un nuevo tratado de la Unión. Gorbachov había buscado que se alcanzara los intereses de las repúblicas y las del gobierno central.
Este acuerdo le permitiría actuar al margen de la cúpula del Partido y de los políticos intransigentes. El día 24 de enero, ante las abundantes críticas, Gorbachov dijo que estaba dispuesto a dimitir. Los mandamases del PCUS dieron marcha atrás, ya que sin Gorbachov el Partido estaba condenado al fin. Gorbachov, quieran o no, la única salvaguarda frente a Yeltsin y a los demás demócratas. El golpe de mano partidario había fracasado, Gorbachov seguía con vida, pero los reaccionarios no se darían totalmente por vencidos.
El 10 de julio, Yeltsin al asumir el cargo, prometió defender la soberanía de la república. El imperio se caía y como dijo acertadamente, Roman Szporluk, utilizando con acierto los siguientes términos: «nation-builders», constructores nacionales, es decir, los nacionalistas rusos y los «Empire-savers» o salvadores del imperio, se estaban enfrentando a vida o muerte. Anatoli Cherniaev, como siempre con buen juicio escribió en su diario:
«M[ijaíl] S[ergéyevich] se ha revelado menos astuto que Yeltsin. M. S. temía que, si renunciaba al imperio, el pueblo ruso no se lo fuera a perdonar. Pero resulta que al pueblo ruso eso lo traía sin cuidado». Cherniaev sabía que sin el apoyo de Rusia el imperio estaba liquidado: «Si prescindimos de Rusia, nos quedaremos sin nada. Será imposible la Unión. A decir verdad, el presidente solo pude apoyarse en Rusia; no va a hacerlo, evidentemente, en Turkmenistán!».
Gorbachov, Yeltsin y el líder de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, llegaron a un acuerdo sobre el nuevo tratado de la Unión. Las repúblicas obtendrían el control exclusivo sobre los recursos naturales en sus territorios y se reservaban el derecho a decidir la cuantía de sus aportes al presupuesto de la Unión. La seguridad nacional seguiría en manos de Moscú (sede de la URSS), pero tenía que consensuar la política exterior con las repúblicas.
Además, pactaron entre los tres dirigentes una serie de modificaciones en el gobierno central, los ministros del ala dura que habían sido nombrados por Gorbachov, debían abandonar sus cargos, y Nazarbáyev formaría y dirigiría un nuevo gabinete, la firma sería llevada a cabo el 20 de agosto de 1991.
15 de febrero de 2024.