BOLSONARO Y LA DIALÉCTICA DE IMPERIOS
Ricardo Veisaga
Este artículo fue publicado en la revista Metabásis de España.
La elección de Jair Bolsonaro como presidente de la República Federativa de Brasil, ha causado una gran conmoción en el mundo. Pero la conmoción a la que me refiero no tiene que ver con la que dicen los medios, ni con lo que dicen los izquierdistas o los progres. Para esta gente quien no piensa como ellos es sencillamente un fascista.
Muchas son las alternativas para explicar las relaciones de las sociedades políticas entre sí, su agrupamiento en diversos grupos, pero siempre desde los estados realmente existentes. La política internacional es considerada desde distintas ópticas ideológicas, para unos el motor de la Historia seguirá siendo la lucha de clases.
Pero esos que aun sostienen estas ideas a pesar de todo, pertenecen a lo que de acuerdo a Gustavo Bueno llamamos izquierdas definidas, definidas respecto al Estado, y que actualmente en todo el mundo han sido fagocitados por las izquierdas indefinidas, ellos son quienes manejan las agendas de gobierno. Sin ninguna posibilidad de lucha por el poder mundial, negadas desde origen ya que carecen de una capa cortical, son pacifistas y tienen una concepción armonista de la historia.
En el siglo pasado durante el gobierno social-demócrata de Raúl Alfonsín, en Argentina, su canciller Dante Caputo, había declarado su política exterior «sin hipótesis de conflicto». En la actualidad lo que quedan de esas izquierdas definidas siguen a las indefinidas y por los países que pasan solo dejan ruinas. Aquellos que pretenden imponer una agenda globalista, ven como imprescindible liquidar los estados nacionales, con una clara concepción apátrida del mundo, apoyados en múltiples organismos internacionales para imponer una globalización económica al margen de los Estados.
Otros nos alineamos con la vuelta del revés de Marx, del profesor Gustavo Bueno, negando que el motor de la Historia sea la lucha de clases, no negamos la existencia de clases ni su dialéctica, pero lo ubicamos en el lugar que le corresponde, dentro de la dialéctica de estados. El Estado es el soporte de la lucha de clases, sin Estado no existen las clases.
Un medio pro-soviético más que ruso, en la semana previa al 28 de octubre, fecha de la segunda vuelta electoral en Brasil sostenía que entre el 28 de octubre y el 30 de noviembre (Cumbre del G-20 en Buenos Aires), sucederían cinco eventos «de impacto que acentuarán las tendencias de la nueva correlación de fuerzas en el mundo entre sus principales polos: Estados Unidos (en declive), y Rusia y China, en ascenso irresistible».
Esos eventos son los siguientes, segunda vuelta presidencial en Brasil, cuyas consecuencias tendrán tremendas reverberaciones geopolíticas en Sudamérica, en particular, y en Latinoamérica, en general. 4 de noviembre, probable anuncio de las sanciones de Trump para impedir la venta del petróleo de Irán, sumadas a asfixiantes medidas financieras. 6 de noviembre, elecciones intermedias en Estados Unidos que determinarán el destino de Trump.
11 de noviembre, probable cumbre en París entre Vladímir Putin y Trump, en medio de las amenazas de Estados Unidos de renegar el relevante tratado de estabilidad estratégica Armas Intermedias Nucleares (INF). 30 de noviembre, se puede escenificar una cumbre entre Xi Jinping y Trump para apaciguar la guerra comercial. El resultado de estos eventos es probable que determine los derroteros del Nuevo Orden Mundial.
El Nuevo Orden Mundial es una realidad y es un orden capitalista, Estados Unidos, Rusia y China. Un capitalismo que ya no es exclusivamente anglosajón. Un nuevo orden que viene a reemplazar al anterior impuesto por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, vencedores que, en breve tiempo derivó en una guerra ideológica y que terminó con la derrota de la Unión Soviética.
Lo que nos debe ocupar o lo que a mí me ocupa es la dialéctica entre esos grandes Superestados o imperios, idea revalorizada por Bueno. Y no detenernos en si es posible el capitalismo en gobiernos autoritarios o no, como sostienen los liberales. Rusia en cierta medida, pero especialmente China con la entrega total del poder a Xi Jinping, es una prueba de que es posible.
A los demás países les toca en suerte padecer su condición. Como dijo Julien Freund: «En las relaciones internacionales hay que explicarlas en este sentido, hay grandes campos gravitacionales de uno o de unos, que van modificando constantemente, que se van trabando entre sí, que van generando crisis a cada uno con sus propios intereses». Pero además existen grandes estados de segunda magnitud que tienen un impacto importante en los países bajo su zona de influencia. Estados que de acuerdo a la prudencia política de quienes la gobiernan, pueden optar alinearse con uno o con otro imperio contendiente.
Brasil es, como llaman los politólogos, la octava potencia geoeconómica mundial, ocupa el quinto puesto mundial en población, 210 millones, la más poblada de iberoamérica. El mismo puesto en cuanto a superficie, y limita con casi todos los países de Sudamérica, con excepción de Chile y Ecuador. En este sentido las implicaciones geopolíticas de Brasil pueden ser de gran calado.
El 21,8% de las exportaciones de Brasil son destinadas a China frente al 12,5% a Estados Unidos y, en tercer lugar, Argentina con 8,1%. En cuanto a las importaciones, China viene en primer lugar con 18,1% frente a 16,7% de EEUU y, en tercer lugar, Argentina con 6,3%.
En un análisis político no se puede ignorar la ideología del gobernante de turno, por más pragmático que se muestre. No se puede apelar sin más a la marcha de los Estados o imperios, como si estos funcionaran con el piloto automático puesto. No es lo mismo la política exterior de Jimmy Carter que la de Ronald Reagan, ni la de Gorbachov y la de Putin, o la de Obama o Trump, unos pueden ser excelentes para mantener o aumentar su eutaxia y otros la distaxia (no quiero tacharlos de traidores, que los hubo), aun con las mejores intenciones.
Marx dijo: «Para conocer a alguien no basta con lo que dice, hay que saber lo que hace». A pesar de que Bolsonaro aún no ha llegado a gobernar, pero ya dio demasiadas señales para concluir que su concepción política difiere totalmente de la de Lula Da Silva y Dilma Rousseff. A propósito, para confrontar con las ideas de Bolsonaro, rescato de mis archivos una declaración de intenciones de Lula, antes de asumir como presidente en su primer periodo.
Artículo que apareció en la edición impresa del lunes 24 de febrero de 2003, en el diario sociata, El País, de Madrid, bajo el título: «La nueva política exterior de Brasil». Voy a resumir su proyecto político en los siguientes puntos, los más relevantes a mi modo de ver.
«La prioridad de la política exterior brasileña será Suramérica».
«Hace varios años creamos con Argentina, Uruguay y Paraguay el proyecto de Mercosur, al que posteriormente se unieron Chile y Bolivia».
«Queremos que Mercosur sea algo más que una unión aduanera. Queremos que se transforme en una zona de convergencia en los frentes industrial, agrícola, social y científico-tecnológico».
«He propuesto a los presidentes de la región que establezcamos un Parlamento de Mercosur que sea elegido directamente por los votantes de nuestros países. De ese modo, nuestros ciudadanos podrán participar en el proceso de integración regional, otorgándoles poderes y confiriendo legitimidad institucional».
«Mercosur debe lograr la coordinación macroeconómica entre sus bancos centrales, una condición sine qua non para llegar a una moneda común».
«Un Mercosur coherente y ampliado debería tener una política exterior común que nos permita llevar a cabo un diálogo eficaz con la Unión Europea y Estados Unidos, sobre todo en el proceso de negociación para la formación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)».
«Más allá de estos temas, Brasil ampliará sus relaciones bilaterales con Suráfrica, India, China, Rusia, México y otros países, cuyas respectivas regiones son importantes tanto económica como geopolíticamente. Con ellos será posible realizar iniciativas comunes en organismos multilaterales. Mi Gobierno se esforzará en reformar y fortalecer Naciones Unidas, en cuyo Consejo de Seguridad se está constituyendo una nueva configuración. Esta política de democratización de organismos multilaterales será una constante de nuestra política exterior».
«Por último, la batalla por la paz es la prioridad absoluta. Por este motivo, nos inclinamos por una política de desarme, sobre todo desarme nuclear, y defendemos soluciones negociadas para los conflictos que afectan hoy a la humanidad».
Jair Bolsonaro, en su periplo proselitista por Estados Unidos, se declaró un admirador de Donald Trump. Felicitó a Trump por salir de la UNESCO, es inocultable el trumpismo que profesa la familia Bolsonaro, su hijo Eduardo, recientemente electo diputado, se muestra como partidario de la Asociación Nacional del Rifle —NRA, por sus siglas en inglés—, emblemática del Partido Republicano. Y Jair Bolsonaro tiene previsto en su agenda liberalizar la posesión de armas al estilo norteamericano. Recientemente calificó a la ONU como un recinto de comunistas, estas declaraciones no dejan de ser anecdóticas, pero para tener en cuenta.
Los medios han calificado el triunfo de Bolsonaro como un triunfo de Trump y del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y una derrota de China. En lo interno no consideran que solamente se trate del retorno de un «pinochetismo neoliberal», con la llegada a la Secretaría de Economía de Paulo Guedes, uno más de los Chicago Boys de Milton Friedman. Aquí de lo que se trata es de la futura relación de Brasil con China. En estos análisis no entran como puede ser la relación de un Guedes privatizador, con un Bolsonaro muy crítico de los esquemas de desestatización y/o desnacionalización, en particular, de la estratégica empresa petrolera Petrobras.
Parece ser que la pregunta política crucial es: ¿será capaz Bolsonaro de tomar partido por Trump en su guerra comercial contra China y, de paso, salirse de los BRICS? El grupo conocido como BRICS, nombre que se corresponde con las iniciales de los países integrantes, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Nunca fue un grupo homogéneo, para decirlo poéticamente repitiendo a Borges «no nos une el amor sino el espanto». Un grupo que tuvo importancia en tiempos de auge de las economías emergentes, hoy en retroceso, no hace falta saber mucho de política internacional para ver que entre China y la India, es mucho más lo que los separa y enfrenta que lo que los une.
De hecho, en estos tiempos el papel voluntario o involuntario asignado a la India, por Estados Unidos, consiste en ser un freno a China y a sus deseos expansionistas en Asia. La India considera y así lo ha manifestado, la base militar China en Djibouti, una amenaza a su territorio. Henry Temple, más conocido como Lord Palmerston, cronológicamente anterior a Disraeli, dijo: «No tenemos (Inglaterra) aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos». Los grupos, los gobiernos y las siglas van y vienen.
Unas horas después de la consagración de Bolsonaro, un editorial del diario chino, el Global Times, en su edición en inglés, advertía que una actitud intransigente hacia Beijín o una alianza con Taiwán, cosechará más problemas que ventajas para el nuevo Gobierno. China no entra en las tontuelas descalificaciones de los medios internacionales, tiene verdaderas preocupaciones. Durante la campaña electoral, Bolsonaro se empeñó en atacar a China y la acusó de querer «comprar Brasil». Pero Bolsonaro, no se quedó allí fue más lejos al considerar a China, de acuerdo con DefesaNet (DefesaNet, es un centro brasilero de inteligencia, estrategia, seguridad y defensa, más importante de iberoamérica).
Bolsonaro calificó a China como un «predador que quiere dominar sectores cruciales de la economía» de Brasil. Agregó que los chinos no deberían ser autorizados a comprar tierras en Brasil o a controlar industrias fundamentales. Su retórica lo llevó a decir abiertamente que «China no está comprando en Brasil, sino que está comprando a Brasil».
Según DefesaNet, una de esas empresas que preocupan al presidente electo es China Molybdenum, que adquirió una mina de niobio por 1.700 millones de dólares en 2016. Para Bolsonaro, ese tipo de emprendimientos debería quedar en manos brasileñas, ya que el país controla el 85% del mercado mundial.
El niobio es un metal de transición dúctil, gris, blando, poco abundante y se utiliza en aleaciones. Aleado en aceros adquiere una alta resistencia y es empleado principalmente por empresas aeroespaciales y automovilísticas. Bolsonaro se opone a la privatización de Eletrobras, anuncio realizado bajo el actual gobierno de Michel Temer, ya que sus compradores podrían ser chinos. Los militares que lo acompañan igualmente tienen una posición nacionalista, que desde siempre se opuso a las privatizaciones de empresas estatales. Bolsonaro visitó Taiwán en febrero de este año, siendo el primer candidato presidencial en dar ese paso desde que Brasil reconoció a China en 1974.
La Embajada china en Brasil, en su momento emitió un comunicado calificando el viaje como «una afrenta a la soberanía y la integridad territorial de China». El gobierno chino mantuvo dos reuniones entre sus diplomáticos y asesores de Bolsonaro. Una de ellas con el futuro ministro de Economía, Paulo Guedes, en septiembre, preocupados por la importancia de las relaciones bilaterales. No es tan sencillo un divorcio para ambos países, China es el principal comprador de soja o soya de Brasil, el segundo en importancia debajo de Estados Unidos y por arriba de Argentina. Una hipotética perdida de un vendedor de la magnitud de Brasil sería un golpe duro para China en plena guerra comercial.
China por más dinero que posea no podría reemplazar las compras a Brasil sumado a la pérdida de Estados Unidos. Lo que le provocaría daños incalculables, sobre todo en momentos en que ya se están notando los efectos de los aranceles impuestos por Estados Unidos, a pesar de que no han entrado en vigencia. China es un gran comprador de mineral de hierro, adquiere el 38% de hierro de la empresa brasileña Vale, y es el principal mercado de las exportaciones brasileñas, muy por encima de Estados Unidos. Se puede decir que la economía de Brasil, tanto en sus exportaciones como en sus importaciones, es más de carácter global con China, en primer lugar, y Estados Unidos en segundo, que regional con Argentina.
Dentro de este contexto, no fue una sorpresa que una de las primeras llamadas que haya recibido para ser felicitado por su nombramiento haya sido de Donald Trump. En su cuenta de Twitter, el presidente Trump, contó que se comunicó con Bolsonaro y que acordó con él «trabajar estrechamente en temas comerciales, militares y todo lo demás», subrayó «Codo con codo». También agregó «Tuve una muy buena conversación con el nuevo presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, quien ganó con un margen considerable».
La conversación entre ambos líderes adelanta el primer efecto sobre el tablero estratégico de la región: un nuevo eje político en el continente americano conformado por Trump y el presidente electo de Brasil. De hecho, se puede afirmar que Trump será el aliado de Bolsonaro en la región. El ex asesor de Trump, Steve Bannon, en una entrevista para Folha de Sao Paulo, dijo que Estados Unidos será «un socio más cercano a Brasil» con Bolsonaro en el poder. Hay quienes opinan que Bolsonaro tratará de diferenciarse de Trump a nivel global y buscará su estilo propio, e interactuando con Trump y Putin como líder global, con una política muy fuerte y como potencia emergente.
Dejando de lado las especulaciones, lo concreto es que Bolsonaro adelantó que su primer viaje será a Chile, noticia confirmada por el jefe ministerial del país trasandino, además indicaron que también viajará a Estados Unidos y a Israel antes de asumir en enero, otras fuentes dicen que será después de que asuma la presidencia. El primer viaje de un presidente tiene mucha importancia en lo político, es un claro mensaje. Trump viajó a Arabia saudita, un país sunita, tomando distancia de los chiítas, imprimiendo un giro a la política tradicional norteamericana. Bolsonaro enfatizó que sus aliados internacionales preferidos son Israel, Italia y Estados Unidos.
En cuanto a Israel, tuvo un acercamiento con la colectividad (empresarios y políticos judíos) que lo apoyaron en la campaña. No hay que olvidar que Jair se rebautizó en el río Jordán en mayo de 2016. Bolsonaro es un devoto evangelista, en un país con el mayor número de católicos del mundo —64% y 22,2% de protestantes—. No es un secreto que lenta y metódicamente las iglesias evangelistas en sus distintas denominaciones penetraron en los países católicos de iberoamérica, pero ninguno en la magnitud que se ha dado en Brasil.
En estos días Bolsonaro volvió a afirmar que seguirá los pasos de Trump para trasladar la embajada de Brasil de Tel Aviv a Jerusalén. Lo que provocó la reacción del grupo terrorista islámico Hamas, quienes dijeron «Rechazamos la decisión de trasladar la embajada a Jerusalén». En el segundo semestre de 2017, ya lo había dicho, lo que provocó entonces que quienes apoyaban a Bolsonaro rompieron con las instituciones judías tradicionales creando la Asociación Sionista Brasil-Israel, destacando sus diferencias con las izquierdas.
Tampoco se debe ignorar las óptimas relaciones que ha entablado Bolsonaro con Netanyahu, lo que ya está afectando la política pro árabe que había establecido tradicionalmente Brasil. La derrota de Fernando Haddad, de origen libanés, es probable que vaya en detrimento del poderío de su comunidad que cuenta con ocho millones de habitantes, concentrados básicamente en San Pablo, la principal plaza industrial y financiera del gigante sudamericano. Tampoco deja de ser inquietante la reacción en Chuí, llamada la «pequeña Ramala» ubicada al sur de Brasil, con una importante colectividad palestina dedicada oficialmente al comercio.
Este municipio más austral de Brasil, está ubicado en la zona fronteriza con Uruguay, Jair Bolsonaro resultó perdedor en las elecciones. En Río Grande del Sur, el estado en el que se ubica Chuí, Bolsonaro (Partido Social Liberal, PSL) alcanzó en el primer turno un 52% de los votos, mientras que Fernando Haddad (Partido de los Trabajadores, PT) apenas logró un 22%. En cambio, en Chuí, Haddad se posicionó primero con un 37,5% de los votos, siete puntos por encima de Bolsonaro y los candidatos del PT resultaron los más votados para el Congreso.
Estas poblaciones palestinas en el sur de Brasil son muy peligrosas, no olvidar que en Ciudad del Este (Paraguay) en la triple frontera con Argentina, pegada al estado de Paraná (Brasil) es un centro de operaciones de grupos extremistas árabes, desde allí operaron las células para los dos atentados terroristas que volaron la embajada de Israel y la mutual judía en Buenos Aires, que determinaron mi posterior trayectoria.
La llegada de Bolsonaro al Palacio del Planalto supone mayor presión contra el aliado de Rusia y China en Sudamérica, además de la Bolivia de Evo Morales, Venezuela. Para Caracas la llegada al poder de Bolsonaro ha sido la peor noticia, un escenario muy oscuro en la que incluso el escenario militar ganaría terreno.
Maduro estuvo esperando todo el año las victorias de Andrés Manuel López Obrador en México y de Haddad, el delfín de Lula da Silva en Brasil. El triunfo de Bolsonaro significa un nuevo escenario para el Grupo de Lima, que reúne a la oposición del chavismo y del madurismo, es decir, al socialismo del siglo XXI, o al eje bolivariano.
Hasta ahora Brasil de Lula y la Dilma en menor medida, fueron un respaldo para Caracas en los foros internacionales, por una cuestión ideológica. El eje Bolsonaro-Trump va a fortalecer al grupo y los empujará a posiciones más duras. No es aventurado decir que Bolsonaro siga al presidente de Ecuador Lenin Moreno, y rompa relaciones con Venezuela. Un hecho que sería muy grave para Venezuela en el aspecto económico y diplomático. Algunas fuentes del gobierno de Trump, sostiene que Bolsonaro será un polo de poder para contrarrestar al izquierdista Andrés Manuel López Obrador.
En una entrevista con el diario Correio Braziliense el 2 de noviembre, Bolsonaro criticó el programa Más Médicos. Un programa que, bajo esta iniciativa, 11.000 médicos cubanos trabajan en regiones pobres o remotas de Brasil. De acuerdo con el gigante informativo O Globo, Bolsonaro criticó al gobierno cubano, que se queda con el 25% de cada salario, y que además el Gobierno de la isla no autoriza a los profesionales de la salud a llevar a sus hijos a Brasil. «Eso es una tortura para una madre. ¿Podemos mantener relaciones diplomáticas con un país que trata a su pueblo de esa manera?», preguntó Bolsonaro.
El nuevo presidente electo afirmó que el programa, iniciado por la ex presidenta Dilma Rousseff para proporcionar atención médica, podría continuar con la condición de que los médicos cubanos recibieran su salario de manera íntegra y pudieran traer consigo a sus hijos. Este tema de los médicos cubanos, se vio agravada estos días con la muerte de uno de ellos. A lo largo de su campaña electoral, Bolsonaro afirmó repetidas veces que distanciaría al país de los gobiernos de izquierda.
Otros líderes mostraron su cercanía con Bolsonaro, como Matteo Salvini, ministro del Interior italiano. En un artículo de hace algunos meses, a raíz del triunfo de Víktor Orban y del grupo de Visegrado, sostuve que en muchos lugares estaban surgiendo lideres a imitación de Trump, en especial en Europa como consecuencia de la islamización europea llevada a cabo por la jefa del IV Reich, Ángela Merkel. No es casualidad que uno de los pocos países europeos que Trump no aplique la sanción inmediata a la compra de petróleo de Irán, sea Italia. Primero por la base militar de comunicación vía satélite conocido como MUOS, instalada en Niscemi (Sicilia), para las operaciones en Oriente Medio, base que conozco personalmente y porque Salvini está enfrentado con la Unión Europea (Alemania).
El Global Times que oficia de vocero extra oficial del gobierno chino, el 29 de octubre, tituló una editorial: «¿Revertirá el nuevo gobierno brasileño la política de China?» luego de calificar a Bolsonaro de un «Trump tropical» y recordar las acusaciones que hizo a China durante la campaña, para cambiar de tono y decir que «vamos a hacer negocios con todos los países y China es un socio excepcional». Agregando que es «impensable» que Bolsonaro reemplace el comercio Brasil-China por el comercio EEUU-Brasil. No deja de recordar que Brasil tiene su mayor superávit comercial con China, de unos 20.000 millones de dólares.
El Global Time, recuerda que el eje de la política de Bolsonaro nunca fue la cuestión internacional sino los asuntos domésticos, para agregar de inmediato que «China nunca interfiere en los asuntos internos de Brasil», pero luego vuelve a la amenaza: «Su viaje a Taiwán durante la campaña presidencial provocó la ira de Beijín. Si se sigue haciendo caso omiso del principio básico sobre Taiwán después de asumir el cargo, tendrá un costo aparentemente muy alto para Brasil».
En otro lado de dicha editorial destaca: «Muchos observadores tienden a creer que Bolsonaro, que nunca ha visitado China continental, no sabe lo suficiente sobre el poder oriental. Beijín debe prestar atención a que atacó a China durante la campaña y creía que una postura hostil hacia el mayor socio comercial de Brasil lo ayudaría a ser elegido». No es necesario viajar a un país para conocer su política, el mismo Mao, solo una vez salió de China y fue para encontrarse con los soviéticos. Y casi terminaron a los bombazos. Hacer alardes de fuerza en la política internacional no sirve de nada, si China dejara de comprar soja y mineral de hierro, habría un mutuo daño asegurado.
Además, si China es tan poderosa en lo militar ¿Por qué permite que Trump le ponga un veto para la compra de petróleo a Irán? El hombre ni los estados viven solos, el mundo político está repartido en estados, estados que viven dentro de la lógica de la dialéctica entre ellos, y por lo mismo para mantener o aumentar su eutaxia deben fijar o tomar posiciones. Si un estado no lo hace otros lo tomaran por ellos. Tampoco existe un destino prefijado para los estados, como erróneamente creía João Augusto de Araújo Castro, diplomático brasilero, Ministro de Relaciones Exteriores, durante el gobierno de João Goulart. «No hay país que escape a su destino, es feliz o infeliz, y Brasil está condenado a la grandeza».
Como si esto fuera poco, ya hay voces que se levantan en contra del Mercosur, el ex presidente de Chile, Eduardo Frei, dijo que el Mercosur «no es funcional», e invitó a firmar Tratados de Libre Comercio con su país. En 2016, el país andino colocó en el resto del mundo bienes y servicios por 60.000 millones de dólares (tres veces más que a principios de siglo) y se posicionó como uno de los más dinámicos en el comercio exterior, acaparando 0,4% del valor de las exportaciones mundiales.
Chile tiene acuerdos con el 90% de los países del Pacífico, integrada, por Colombia, Perú, México y 42 países observadores, y con todos los miembros del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (o TPP, por su sigla en inglés). Chile es miembro asociado al Mercosur, desde el 2012, pero Frei dijo que «no hay manera de que entráramos, porque nos implicaba subir enormemente los aranceles y perder todo lo que habíamos logrado en acuerdos» previos.
Según Raúl Sohr, «El Mercosur tiene una serie de impedimentos para Chile porque éste prácticamente no tiene aranceles, no hay proteccionismo, y el Mercosur es un pacto económico y los países que lo integran tienen aranceles muy alto, son proteccionistas, por lo que para Chile es muy difícil vincularse, en la práctica es imposible. Las opciones que nuestro país tiene lo hacen relativamente incompatible al Mercosur», advirtió. La opción escogida por Chile, de no incorporarse al Mercosur como miembro pleno, no sólo se limita a políticas económicas, sino a la postura ideológica que proponía el Mercosur.
Con el ingreso de la nación bolivariana y sin contar con Paraguay, que fue vetado por la alianza luego del golpe de Estado contra el presidente Fernando Lugo, los cuatro países vigentes en el tratado -Brasil, Uruguay, Argentina y Venezuela- conformaron parte del bloque de izquierda o centro izquierda de América del Sur. Obviamente que ahora cambian las cosas con la caída del eje bolivariano. Pero tanto el Mercosur como su Parlamento, devenida en Parlazurda, son organismos obsoletos.
El gran problema de Lula en principio fue ideológico, es cierto que Lula le debía mucho al Foro de San Pablo, esa especie de Tercera Internacional, hoy prácticamente derrotada con el triunfo de Bolsonaro y la caída de los demás países ideológicamente identificados con el Foro, con la excepción de Bolivia y Venezuela. Planalto e Itamaraty se habían convertido en una asamblea sindical permanente, incapaz de combatir la corrupción y entender las tareas presidenciales, en aras de un proyecto personal. Así lo decía entonces el importante e influyente diario O Estado S. Paulo, en una editorial titulada: «Em Estado de Alienação».
El presidente de Chile Piñera y Bolsonaro, mantuvieron una conversación telefónica. En la conversación, Piñera lo felicitó por su victoria, mientras que Bolsonaro le confirmó que Chile será el primer país que visite. Piñera le ratificó que viajará a Brasil el 1 de enero para el cambio de mando, el mandatario chileno dijo que «Chile y Brasil han sido aliados estratégicos y vamos a fortalecer esa relación, y de eso conversamos mucho con el presidente electo». Durante la jornada Piñera lanzó una bomba, comentó en Twitter que «Brasil es un país-continente e importante aliado estratégico», y señaló que «hablamos del TLC y del corredor bioceánico que unirá el Atlántico con puertos chilenos del Pacífico».
Ese mensaje fue comentado en la misma red social por el propio Bolsonaro, quien escribió que «Brasil y Chile tienen todo para fortalecer sus relaciones, un abrazo Presidente». El corredor bioceánico se trata de una carretera clave para las rutas comerciales mundiales: se calcula que podría reducir el tiempo de viaje del transporte comercial entre Asia y Brasil en hasta tres semanas. Y el camino pasaría, además de Brasil y Chile, por territorio paraguayo y argentino.
Sin embargo, existe un elemento más de interés geopolítico. La ruta que Bolsonaro y Piñera miran con interés -según quienes conocen el contenido de la conversación- no pasaría por Bolivia, país que sí es considerado en otras alternativas probables de corredores entre el Atlántico y el Pacífico.
De hecho, un proyecto de 2007 consideraba una ruta entre Santos -en Brasil- y Arica o Iquique, en el norte chileno, pasando por tierras bolivianas. Pero luego Evo Morales optó por descartar la posibilidad y, en vez de ello, concentrarse en un camino que terminaba en puertos peruanos. Ese corredor, China en su momento quiso financiar (al menos en parte), el tren bioceánico de Evo Morales costaría unos 15.000 millones de dólares. La carretera bioceánica entre Chile, Argentina, Paraguay y Brasil, costaría unos 1.900 millones y estaría terminada en 5 años. El tren de Evo en 10 años. Lo que creo es que a Evo lo dejó el tren de la historia.
En 2009, los gobiernos de Brasil, Chile y Argentina acordaron una ruta que iría entre Porto Alegre (Brasil) y Coquimbo (Chile). Pero a posteriori surgió una nueva opción -pensada en su origen para una vía férrea comercial- que va entre Santos (Brasil) y el puerto de Antofagasta (Chile). Este corredor bioceánico Pacífico-Atlántico no beneficiará solo a Brasil sino también a Paraguay y Argentina, y podría estar operable antes de finalizar 2019. El 21 de diciembre de 2015 los presidentes de los cuatro países rubricaron la Declaración de Asunción sobre Corredores Bioceánicos y ratificaron la cualidad de «prioritario» del proyecto.
El corredor se inicia en Santos y São Paulo, continua por Mato Grosso del Sur (Brasil), atraviesa el Chaco paraguayo para alcanzar las provincias de Salta y Jujuy en Argentina y alcanzar finalmente, a través de los pasos Sico y Jama en Chile, a los puertos de Antofagasta, Mejillones e Iquique. Para Antofagasta este corredor le permitirá ofrecer sus puertos a los productos de exportación de los estados del centro-oeste brasileño -sólo Mato Grosso envía al exterior cerca de 60 millones de toneladas anuales de granos, más que toda la capacidad portuaria instalada en la región-, sino también convertirse en una plataforma industrial y de servicios que permitirá agregar valor a esa producción y que saldría con denominación de origen chileno.
La construcción del puente sobre el Río Paraguay, que une Puerto Murtinho en Brasil con Carmelo Peralta en Paraguay, es una obra fundamental -porque sin puente no hay corredor- y será financiada en partes iguales por ambos gobiernos. Paraguay ya licitó la pavimentación de 300 kilómetros de carretera –que corresponde a la mitad de la ruta que deben pavimentar- y próximamente los restantes 300 kilómetros. Los pasos con destino a Chile se pueden a su vez bifurcarse en Argentina por al menos tres pasos. Chile en términos económicos representa para Brasil un 80% y Bolivia un 8%.
Dijo Henry Kissinger, en Orden Mundial, que «Una lucha entre regiones podría ser incluso más extenuante de lo que había sido la lucha entre naciones». Es obvio que la decisión también se basa en los últimos acontecimientos entre Chile y Bolivia, disputa por la salida al mar que después de muchos años, se terminó con un rotundo fracaso para Bolivia, en la Corte de La Haya. El poco respeto a las instituciones de Evo Morales, que pretende reelegirse, pese a perder el referéndum que lo inhabilitaba. Y la caída en desgracia del eje bolivariano.
En estas últimas semanas La administración del gobierno de Bolivia, con Evo a la cabeza, salió a contestar a la exclusión del corredor bioceánico, tratando de imponer la obligatoriedad de su inclusión en dicho corredor que necesariamente debe pasar por Bolivia. Nada ni nadie le impide construir su corredor. Como tampoco nada obliga a Brasil y a Chile construirla por otro lado.
El futuro ministro de economía, Paulo Guedes, afirmó que el Mercosur no será prioridad para el nuevo gobierno y anunció una serie de medidas de ajuste fiscal y de privatizaciones para la gestión que se iniciará en 2019. «El Mercosur no será prioridad», dijo en Río de Janeiro durante una conferencia sobre el rumbo económico del nuevo gobierno. Sin embargo, aclaró que Brasil «no romperá ninguna relación comercial» pero calificó al bloque fundado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay como una «prisión cognitiva» porque impide comerciar unilateralmente con otras regiones.
Guedes, titular de un fondo de inversión y doctor de la Universidad de Chicago, dijo que a partir de 2019 «será posible reducir a cero el déficit fiscal», actualmente en el orden de los 40.000 millones de dólares. Aparentemente quiere seguir el modelo chileno de liberalismo económico. Vale aclarar que Pablo Guedes, el más probable ministro de economía de Bolsonaro, trabajó en Chile.
La política es relación de poder, de fuerza. «La política es inevitablemente una lucha, por el hecho de que los hombres buscan constantemente modificar la relación de fuerza, a veces por decisión discrecional de un gobierno, más a menudo bajo la presión de las necesidades, teniendo en cuenta la evolución de las civilizaciones, los progresos técnicos, militares o económicos». Julien Freund.
9 de noviembre de 2018.