ALEKANDR GELYEVICH DUGIN
El penúltimo profeta
Ricardo Veisaga
Alekandr Gelyevich Dugin, es conocido en los medios de comunicación, pero no en el mundo académico, no es un Henry Kissinger, quien para bien o para mal concita la atención especializada. Dugin es un divulgador de poca monta que recorre gran parte del mundo dando conferencias en ambientes neofascistas, neonazis, la izquierda bolivariana, peronistas, las casas rusas, o en grupos místicos de todo pelaje que creen que la religión debe estar por arriba de la política.
Aleksandr Dugin nació en 1962 en Moscú, en plena Unión Soviética y en el seno de una familia acomodada. Geliy Aleksándrovich Dugin, su padre, era un teniente general de la inteligencia militar, y tanto él como su madre, Galina Viktorovna Dugina, eran versados en estudios universitarios. Los datos que tenemos sobre él proceden de los registros oficiales, de familiares y amigos.
Al terminar la escuela secundaria, ingreso en el Instituto de Aviación de Moscú, a la edad de 17 años, durante el segundo año es expulsado por no superar las expectativas mínimas. Pero Dugin diría a posteriori, que fue expulsado por no comulgar ideológicamente con sus superiores.
Su padre abandonó a su familia cuando Aleksandr tenía tres años, pero eso no afectó su nivel de vida, pudo gozar de contactos y de las influencias de su padre para librarse de las autoridades soviéticas. Así lo dice el historiador Charles Clover «Black Wind, White Snow: The Rise of Russia’s New Nationalism», 2016. Gustaba de la música rock y era parte de una banda juvenil, en donde daba a conocer algunas de sus ideas políticas.
En ese periodo de su vida adoptó el sobrenombre de «Hans Siever», por un nazi, investigador paranormal, pseudónimo bajo el cual compuso e interpretó varias canciones. En 1980, a los 18 años de edad, Aleksandr Dugin fue aceptado en el «Círculo Yúzhinski». Este círculo era un grupo que compartían creencias esotéricas, satanistas, ocultistas y nazis. Es decir, que se dio sus inicios políticos.
Yuri Mamleev, fue uno de sus mentores, Yuri investigaba en seres humanos sobre estados alterados de la conciencia en momentos vitales extremos. Heydar Dzhemal, fue otro de sus referentes, Dzhemal se dedicaba a estudiar el sistema de castas hindú y se integró al fascismo y al nazismo. Evgeny Golovin, uno de los autores de los movimientos de derecha en Rusia, también fue parte de ese grupo.
Ese mismo año, Dugin y Dzhemal, ingresaron en «la Orden Negra de las SS». El grupo había sido creado por Evgeny Golovin, lo que le permitió ser el profesor y mentor de Aleksandr Dugin. Durante la década de los ochenta, se nutrió de las ideas de extrema derecha, ultraconservadoras y anticomunistas, enfrentadas a la Unión Soviética.
Su formación se debe a lo que más tarde sería el núcleo del fascismo ruso, Aleksandr adoptó las ideas de la Escuela Tradicionalista, y de las ideas de Julius Evola, un intelectual referente del ocultismo nazi en Italia, euroasianista y una de las figuras reivindicadas por la extrema derecha moderna.
Para 1988, lo encontramos junto a Dzhemal, quien había empezado a trabajar como periodista, se unen a Pamyat, que significa Sociedad de la Memoria o Frente Patriótico Nacional de Memoria, que en los siguientes años sería la cuna del nacionalismo y la extrema derecha rusa. Pamyat estaba conducido por el monárquico y fascista ruso Dimitri Vasilev.
En ese mismo espacio político, en 1990 nacería el Movimiento Civil Patriótico Panruso «Unidad Nacional Rusa» (UNR), de la extrema derecha rusa que fue muy activo en la guerra del Donbass. Dugin era ideólogo en Pamyat y daba conferencias sobre memoria y mitología nórdica, etc., pero gradualmente se fue alejando del grupo mientras el imperio soviético se derrumbaba, incluso colaboró en la redacción del programa del Partido Comunista de la Federación Rusa.
Si bien es cierto que todavía en los inicios de la década de los noventa, Aleksandr publicaba textos sobre mitología, conspiración y ocultismo, con clara influencia del «Círculo Yúzhinski» y su comunión con el grupo «Arktogeya». En su evolución posterior todos estos grupos o círculos se verán reflejados en su pensamiento político. Para 1994 escribe «Revolución Conservadora» donde expone sus ideas políticas más primarias.
Es en este periodo donde Aleksandr Dugin comienza a rechazar el fascismo clásico, y trata de sintetizar las ideologías de extrema derecha con la extrema izquierda. El intelectual francés Alain de Benoist que pertenecía al centro de estudios GRECE, y autor de «La Nueva Derecha» (1981) fue el impulsor de un movimiento ideológico llamado la «Nouvelle Droite», la «Nueva Derecha» francesa, en un intento de crear un nuevo espacio ultraconservador distanciado del fascismo clásico, de la derecha neoliberal y de la derecha democristiana, según ellos.
Dugin ve aquí la oportunidad y toma de Alain de Benoist el concepto de «alianza antisistema». Trata de encontrar una oposición a la modernidad occidental, pero desarrollando su propia teoría política, en principio mediante la síntesis de ideas y elementos que están en contradicción. En tanto, las revistas y publicaciones ocultistas de Aleksandr Dugin darían un giro en apoyo a las ideas de la «nueva derecha», aparcando el aspecto más ocultista, o en un segundo plano.
Mientras Aleksandr Dugin vivía su vida acorde al hijo de un funcionario de la KGB, la Unión Soviética se desplomó. Un suceso que constituyó la gran catástrofe geopolítica del siglo XX según Vladimir Putin, con todo el sentimiento de humillación que eso significaba. Aleksandr Gelyevich Dugin, ante la imposibilidad de detener la irreversible caída del marxismo, apeló a una antigua teoría conocida como «euroasianismo», pero agregándole un nacionalismo mucho más radical.
Este nuevo ideólogo llamado por muchos como un rojo-pardo, término usado para calificar a aquellos políticos nacionalistas que surgieron en la Europa del Este al final de la guerra fría, debido a sus componentes comunistas y fascistas. Aleksandr Dugin apoyó tanto al Partido Comunista de Guenadi Ziugánov, como también a los neozaristas de Pamyat y a los neofascistas de Edvard Limónov.
En 1993, había fundado junto a Edvard Limónov, también ideólogo de los círculos ocultistas en los que él, el Partido Nacional Bolchevique. Una agrupación bajo el nombre de Frente Nacional Bolchevique, de ideología nacional-bolchevique, o Nazbol que es la contracción de nacional y bolchevique, que pretendía incorporar el bolcheviquismo al nacionalismo ruso.
formada en la herencia nacionalbolchevique (Nazbol) que pretendía resurgir la Unión Soviética y, con una economía de tipo marxista-leninista, pero bajo principios nacionalistas y ultraconservadores. La bandera del partido era toda una síntesis del pensamiento Nazbol, por un lado, una copia de la bandera nazi, pero con la hoz y el martillo comunista en lugar de la esvástica.
Luego de un periodo de clandestinidad el partido llegó a formar el «Frente de Salvación Nacional» en sintonía con otros partidos. El partido de Dugin llegó a tener una gran influencia en la llamada contracultura rusa de la época, en especial en la escena musical que había adoptado una estética punk. Esto trajo numerosas polémicas y violentas peleas. En tanto, las revistas dirigidas por Dugin y Edvard Limónov fueron de facto, la usina propagandista de las ideas del Partido Nacional Bolchevique.
Existe consenso respecto a la formación política e ideológica de Aleksandr Dugin, en la década de los 90, y fue consecuencia del contacto con el movimiento político surgido en Francia, del que participaron líderes como Jean Marine Le Pen (Frente Nacional, Francia) o Blas Piñar (Fuerza Nueva, España). Dugin trató de englobar estas ideas en el contexto ruso, bajo la idea de Eurasia y el nacinalbolchevismo.
En cuanto a las ideas relacionadas con Eurasia o la «Gran Rusia», estaban tomadas de la mitología nórdica e influenciadas por su entorno ocultista. En este apartado se inspiró en las ideas del autor y cofundador de un grupo ocultista alemán Herman Wirth, colaborador estrecho del periodista francés de extrema derecha Christian Bouchet.
En 1996, Dugin escribe «Misterios de Eurasia», donde se enarbola la idea de la creación de una Gran Rusia, un espacio que abarque a Europa y a Rusia en un mismo Estado. En 1996 las tropas soviéticas se habían retirado de Chechenia de forma vergonzante al ser derrotadas, y en la que perdieron la vida al menos 7.000 soldados rusos.
En el año 1997, Rusia trataba de salir tras el derrumbe. Boris Yeltsin se mostraba incapaz de enfrentar los desafíos del país. La influencia de Rusia en el concierto internacional era prácticamente inexistente, mientras tanto la OTAN recibía a antiguos miembros del Pacto de Varsovia, como la República Checa, Polonia y Hungría. En ese contexto de debilidad, Dugin dio a conocer su libro: «Fundamentos de geopolítica: el futuro geopolítico de Rusia», la biblia de los euroasiánicos. Es la obra que le dará más fama.
La propuesta principal del libro sostenía que el Estado ruso tenía que «frustrar la conspiración atlantista liderada por Estados Unidos y la OTAN y que estaba dirigida a contener al país mediante un anillo de estados recientemente independizados». Este discurso cobró fuerza entre la dirigencia político-militar. «Fundamentos de geopolítica» se convirtió entonces en un libro de texto de los planes de estudio de la Academia de Oficiales de las Fuerzas Armadas rusas, gracias al impulso del entonces ministro de defensa Igor Rodionov.
Aleksandr Dugin estaba convencido que la manera de oponerse a la hegemonía estadounidense en Europa y, por ende, a las ideas modernas pro-occidental que, a su juicio, eran destructivas, estaba en la creación de esta nueva derecha radical. Y que era necesario construir una Gran Rusia en base a principios nacionalistas y patrióticos.
En 1998, en medio de enormes disputas internas, crisis de liderazgo y un comportamiento sectario, Dugin, que había sido desplazado gradualmente del Partido Nacional Bolchevique, abandona la formación junto con sus seguidores más próximos. Esta situación derivó en un progresivo abandono de las tesis más derechistas del grupo, que le habían valido el rótulo de fascista, bien ganado.
Para el final de la década, Aleksandr Dugin había publicado ya numerosos artículos con sus ideas, frecuentaba diversos espacios políticos para dar conferencias y charlas y ya recibía cierta atención. Fue también protagonista y director de algunos programas de radio. Sus publicaciones «Nuestro Camino» y «Patria absoluta», aparecidas en 1999, tuvieron buena recepción, y subrayaban conceptos de la ideología euroasianista.
Pero su momento cumbre le llegó en 1998 cuando pasó a ser asesor del presidente de la Duma Estatal, Gennady Seleznev. En 1999, fue nombrado presidente de la sección de experiencia geopolítica dentro del equipo asesor. Aunque su influencia en el aparato político e institucional de Rusia todavía se discute, parece claro que esto dio acceso a Aleksandr Dugin a una enorme red de contactos y a importantes recursos. Dugin continuaría en estos cargos hasta 2003.
Aleksandr Gelyevich Dugin fue nombrado profesor de Filosofía Política de la Universidad Internacional de Ecología y Ciencias Políticas, y también miembro honorario de la «Asamblea Económica y Filosófica» del Centro de Relaciones Públicas de la Universidad Estatal de Moscú. A inicios del 2000 se dedica desarrollar sus ideas sobre el euroasianismo y abrir un espacio político sobre la misma.
En 2001 fundó el «Partido Eurasia» y, luego, el «Movimiento Internacional de Eurasia», que tenía como objetivo extenderse por distintos países para apoyar la idea del euroasianismo. En el 2005 va a crear una sección juvenil, la «Unión de la Juventud Euroasiática de Rusia», desarrollando actividades deportivas y culturales como medio para difundir sus ideas.
Las ideas de Dugin tuvieron buen eco en los entornos más conservadores, y en especial en los sectores de la Iglesia ortodoxa rusa, élites militares y algunos espacios políticos. Se presentaron en las elecciones de 2007 en coalición con la formación «La Otra Rusia», liderados por el famoso ajedrecista internacional Gary Kaspárov, sin éxito alguno. En el Frente bregaban por la reconstrucción del potencial tradicional ruso y resucitar la Unión Soviética introduciendo matices nacionalistas y conservadores.
En una conferencia de 2007, habló por primera vez de lo que denomina «Cuarta teoría política». También en 2007, Dugin y su organización juvenil eurasiática fueron prohibidas en Ucrania. Así, su actividad política pasó a ser más académica. En 2008 pasa a formar parte de la Universidad Estatal de Moscú como profesor y es nombrado presidente del Centro de Investigación Conservadora.
Desde esa época, ha invertido buena parte de su tiempo a impartir clases, charlas, conferencias y otras formas de comunicación en distintas plataformas, como radio, vídeos, libros, artículos, etc. En el 2009 escribirá su obra política más influyente, la «Cuarta Teoría Política», donde expone sus ideas políticas.
En ella mezcla elementos comunistas de la época soviética, fascistas, elementos conservadores, tradicionalismo y euroasianismo, como la cuestión económica, el rechazo a las jerarquías entre personas, al racismo, al supremacismo, formas de gobierno, etcétera. Hay quienes sostienen que sus ideas son una mescla de la derecha europea y estadounidense, trasladadas al contexto ruso, con sovietismo e imperialismo ruso. En 2010 se autodisolvió para formar el partido La Otra Rusia.
Aleksandr Dugin intentó que sus ideas tuvieran aceptación internacional se dedicó a recorrer Europa, tomo contacto con distintos partidos políticos, fue una década de mucho recorrido. Esos partidos por afinidad ideológica fueron de la llamada extrema derecha, por ejemplo, en Grecia con «Amanecer Dorado», y que en la actualidad está disuelto.
Con la «Agrupación Nacional» de Francia, «Unión Nacional de Ataque» de Bulgaria, Jobbik de Hungría, el Partido de la Libertad de Austria. Hubo una versión muy difundida, que también se habría reunido en 2018, con Steve Bannon, el ex asesor de la campaña electoral de 2016 de Donald Trump. Bannon también fue uno de los ideólogos de la llamada «alt-right».
Lo que estaba buscando Aleksandr Dugin al reunirse con todos estos grupos y personas, era aumentar su influencia en politica exterior. Aleksandr Dugin fue crítico con el campo económico del presidente Putin, pero no en el internacional, él era un ferviente apologista de la «Gran Rusia», y deseaba la expansión territorial del país por diferentes caminos.
Manifestó su total apoyo al gobierno en la guerra de Georgia en 2008, a ese momento pertenece la famosa fotografía que se hizo, portando un lanzacohetes en Osetia del Sur y en la anexión de Crimea en el 2014 tras la crisis del mal llamado Euromaidán. Ese mismo año la BBC dijo que Dugin había sido uno de los ideólogos de la anexión de Crimea. También atribuyó a Dugin quien habría dicho que Rusia entraría en guerra con Ucrania para completar su anexión, hecho que estaría justificado. Su implicancia en las autoproclamadas Repúblicas de Donetsk y Lugansk en el Donbass, fue corroborada por muchos medios.
Preso de su verborragia Dugin, pidió el genocidio para los ucranianos y aconsejó a los dirigentes de las repúblicas del Donbass que se unieran en la confederación de la Nueva Rusia bajo la forma de una dictadura. Fue muy duro con Putin a quien criticó por ser demasiado blando y no intervenir en la región para ayudar a las milicias republicanas.
En el 2014 declaró que el conflicto con Ucrania era la gran oportunidad para crear la «Gran Rusia», por estos comentarios, Dugin, fue incluido en el 2014 en la lista de sanciones europeas, y en 2015 también Estados Unidos hizo lo propio. La extrema derecha rusa sostiene que la influencia en el desarrollo posterior del conflicto en Ucrania se debe a Aleksandr Dugin.
Tanto fue así que varios grupos ultraderechistas como las juventudes del Partido Eurasia mandaron voluntarios a pelear en el Donbass. También Dugin es partidario del relato ruso de que Ucrania es un país nazi y que hay que «desnazificarlo». En esos tiempos Aleksandr Dugin sostenía teorías de la conspiración. Se mencionaba la existencia de una «quinta columna».
Según Dugin, los grandes males de Rusia, entre ellos, la caída de la Unión Soviética o el acceso al poder de Boris Yeltsin, se debía a la existencia de agentes extranjeros que operan en el territorio bajo la apariencia de rusos. Basado en esa teoría de la «quinta columna», Dugin señaló en sus escritos a diferentes personas y grupos.
En el 2014 llegó a decir que, aquel que no apoya a Vladimir Putin es un «enfermo mental». No conforme con la quinta se inventó el concepto de «sexta columna», es decir, gente que apoya a Vladimir Putin y que es cercana a él pero que le exige que ponga en marcha políticas liberales. Ese periodo de fragilidad mental fue de lo peor, llegó a decir que la física y la química son «ciencias demoniacas» de Occidente.
Dugin llegó a sugerir que había que quemar todos los libros de texto sobre estas disciplinas, o que era necesario prohibir y eliminar Internet totalmente porque «no aporta nada bueno a nadie». En su obra «La venganza euroasiática de Rusia», de 2014, muestra perfectamente su evolución. Es típico de esas personas que tienen una actitud de desprecio por la civilización Occidental, en realidad, son personas con ciertos desajustes mentales.
En el 2016 fue nombrado editor jefe de Tsargrad TV, una cadena televisiva del grupo empresarial de Konstantin Malofeed, un oligarca ruso líder de un enorme grupo de inversión y de un grupo mediático bajo el que se desarrollan sitios y cadenas de extrema derecha. También es presidente del «Congreso Internacional de las Familias», que reúne a diferentes organizaciones conservadoras del mundo.
En el 2017, Aleksandr Dugin fue separado de ese cargo, aunque permaneció en el Consejo de Supervisión de Medios del grupo mediático. Entre los años 2019 y 2020, Google y Facebook empezaron a poner especial atención a los llamados contenidos de odio, y varios canales asociados a Tsargrad TV fueron cerrados. Lo mismo sucedió con el canal de Aleksandr Dugin en YouTube, en el 2020.
En el 2022, estas sanciones llegaron a su hija por ser la editora jefa de «United World International» (UWI) que, según el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, guarda relación con la injerencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016 a través de la personalidad de Yevgeny Prigozhin. Todas estas polémicas en torno a su persona hicieron que fuera despedido de Tsargrad TV, y estuvo muy cerca de ser despedido como docente de la universidad.
Muchos analistas sostienen que la influencia de Aleksandr Dugin es discutida. Personalmente, sostengo que es un autor que ha tratado de sintetizar una cantidad de ideas preexistentes, incompatibles entre sí, para que el sector ultraconservador obtenga peso y que su corpus teórico es una excusa para sostener el imperialismo ruso, y su influencia fue muy breve y hoy no tiene lugar.
El discurso ideológico de Aleksandr Dugin que pretende oponer a las dirigencias globalistas, es muy similar al bodrio llamado Tercer Mundo o tercermundismo, en donde confluían un montón de países contrapuestos entre sí y sin ningún contenido ideológico rescatable. Es innegable que Dugin fue leído por muchos en Rusia, la novedad siempre es atractiva.
En el 2014, la revista Foreign Affairs lo llamó «El cerebro de Putin». Es totalmente falsa la versión que dice que es la eminencia gris o la usina de ideas de Vladimir Putin, si así lo fuera, estaría ocupando un despacho en el Kremlin y no impartiendo conferencias ante unas docenas de peronistas en el sindicato de Julito Piumato, en Buenos Aires (Argentina).
Es innegable que las tesis nacionalbolchevique fue una fuente en donde abrevaron los del espacio rojipardo de Europa. De ahí la relación con el italiano Diego Fusaro, quien intenta defender una suerte de izquierda con elementos conservadores. En 2019, Aleksandr Dugin dijo que el liberalismo occidental es el verdadero enemigo, y que, en esa tarea, las derechas e izquierdas antiliberales debían unirse por un objetivo común.
La «Cuarta teoría» de Dugin no es otra cosa que un fascismo moderno con elementos que la hacen compatibles con el contexto ruso. La materialización de sus ideas devendría, en una suerte de estado proto fascista lleno de contradicciones. Es ese tipo de Estado que lo ha convertido en atractivo par grupos irracionales ruso y prorrusos en todo el mundo.
En el fondo no es mas que una suerte de filo nazismo disfrazado de novedad y modernidad. No en vano sus seguidores son grupos o personas, con formación neo nazi, neo fascistas o populistas. Según mi investigación personal, Aleksandr Dugin tiene una gran cantidad de seguidores en grupos ocultistas, de mitologías nórdicas o simplemente nazis. Sobre Dugin, dijo Massimo Introvigne:
«Leemos que, mientras el eurasianista Aleksand Dugin está ocupado autopromocionándose como el supuesto inspirador intelectual de Putin, de hecho, el presidente ruso está mucho más influenciado por Ilyn, un filósofo que murió en 1954 y casi fue olvidado hasta que Putin comenzó a citarlo. Putin supervisó personalmente la repatriación de los restos de Ilyn a Rusia desde Suiza, donde el filósofo había muerto en el exilio, y presidió su nuevo entierro en Moscú. El documental de propaganda de 2015 sobre Putin dirigido por Nikita Mikhalkov también insistió en la influencia de Ilyn».
Para el peronista Julio Piumato que recibió en su sindicato a Aleksandr Dugin, el término «Dasein» le debe sonar como un tipo especial de sándwich o emparedado. ¿Qué estuvo cerca de Putin? Y eso que prueba, ¿saben a cuantos miles de personas reciben los políticos, se sacan fotos y le dedican palabras elogiosas, como parte de su natural y habitual demagogia?
El pensamiento de Aleksandr Dugin está expresado en sus libros, conferencias y entrevistas. Lo cual es un verdadero popurrí. Su exposición o discurso se nutre de ingredientes tradicionalistas, comunistas, esotéricos, filo-fascistas, tendiente a esbozar una supuesta geopolítica (término muy apreciado por los neonazis) o una política internacional totalmente antioccidental.
Según Dugin, hubo tres grandes teorías políticas que han influido al mundo a lo largo de la Historia: el liberalismo, el comunismo y el fascismo, cada una de ellas intentando oponerse a la anterior, y las tres habían fracasado. Así, Dugin propuso una «cuarta teoría». Al año siguiente, realizó una conferencia con Alain de Benoist en la Facultad de Sociología de la Universidad Estatal de Moscú dedicado a esta teoría, conferencia que se repitió muchas veces.
En la actualidad es un libro en desuso. Aleksandr Dugin, públicamente manifestó su admiración por Stalin, así lo afirmó en 2012 en el portal Nakanuhe.ru: «Estamos en el bando de Stalin y de la URSS». El ruso Dugin es un difusor de las ideas de la llamada Nueva Derecha, y llama Euroasianismo a la «Cuarta Teoría Política» (otro de sus libros). Y es denominada la cuarta ya que viene después del liberalismo, del marxismo y fascismo.
En ella plantea una alianza estratégica con Irán, Turquía y los países árabes de Oriente Próximo, pueblos a los que considera más solidario que el capitalismo. Aleksandr Dugin vio en la llegada de Vladimir Putin al poder, la materialización del euroasianismo, en el 2008, los militantes del Movimiento Eurasiático se lanzaron a la calle contra los opositores de Putin.
Alexander Dugin contrapone conservador (nacionalismo) a liberalismo que sería la (globalización) y ve a Vladimir Putin como un conservador: control de la economía por el poder político, defensa de la soberanía nacional, culto a las tradiciones.
El euroasianismo es una corriente ideológica del siglo XX, elaborada por un grupo de intelectuales rusos exiliados, que veían la revolución soviética como una «transición» necesaria para modernizar un país que volvería a ser nacionalista, tradicionalista y confesional. Entendían no ser propiamente europeos, y que junto a los pueblos vecinos –cristianos ortodoxos (eslavos, rumanos, griegos) y musulmanes– formaban «Euroasia» o «Eurasia», un espacio entre Europa y Asia. El «Heartland» del geógrafo Halford Mackinder.
Sus principales ideólogos fueron el príncipe y lingüista Nikolai Trubetzkoy, el historiador Konstantin Cheidze, el profesor de literatura Dimitri Mirsky y el filósofo Petr Savisky, entre otros. Dicen que Putin no quiere reconstruir el imperio zarista o la URSS, sino Eurasia. La unión económica creada en 2000, para reagrupar a las ex repúblicas soviéticas, se llama Comunidad Económica Eurasiática (CEE).
Vladimir Putin sabe que el Estado constituido en un territorio (la capa basal o Patria) tiene características comunes, y no importa la forma que adopte ya sea de oligarquía, de tiranía o de democracia. Las distintas formas que puede adoptar esta capa conjuntiva no son separables de los territorios en que subsiste.
La capa cortical, que define las relaciones con otras sociedades políticas, tiene también una estrecha relación con la capa basal, es decir, con el territorio. Si los cambios que se producen en la capa conjuntiva (en las instituciones políticas) producen cambios radicales en la capa cortical (en la política internacional) es porque el Estado está siendo sometido a otra sociedad política.
Rusia tras el hundimiento de la Unión Soviética, dio un giro radical, dejó de ser un imperio competidor para convertirse en «aliada» de los Estados Unidos. Pero Putin ha vuelto por sus fueros como gran potencia, y entiende que los cambios en la capa conjuntiva del Estado ruso (zarismo, comunismo o democracia soberana) no tienen que afectar a la capa basal (la Patria Rusa, la «Santa Rusia»), ni a la capa cortical, a sus intereses de política internacional o interestatal.
Aleksandr Dugin en 2007, fue expulsado de Ucrania por su actividad secesionista. En el 2008 estuvo en Osetia alentando a los blindados rusos que invadieron Georgia. En julio de 2013 estuvo en Moldavia asegurando que Estados Unidos no era capaz de defender a los países de la ex Unión Soviética. En Grecia se posicionó junto al partido Syriza. Luego que fuera desechada su estrategia a seguir en Ucrania, su influencia disminuyó en los círculos de poder y actualmente es nula.
Su presencia en las redes es abundante, posee una página Web en varios idiomas, sus contactos internacionales incluyen a personajes como Almajineyad. Su amplio discurso gana adeptos en la extrema derecha como en las izquierdas, corrientes populistas, post-colonialistas, el espectro bolivariano o los indigenistas. En Buenos Aires fue acorralado por uno de los participantes a su conferencia, por su adhesión a las reivindicaciones del grupo indigenista mapuche.
Aleksandr Dugin no supo responder, en realidad, no sabe distinguir entre una nación étnica y una nación política. El mundo está conformado por naciones políticas no por naciones étnicas, no existen políticamente los mapuches, los incas, los aztecas, los mayas. Lo que existe son los ciudadanos bolivianos, peruanos, mexicanos o guatemaltecos, etc.
Su libro sobre La Cuarta Teoría Política (2012), está dividida en cuatro apartados: metapolítica, ideología, geopolítica y populismo. Alexander Dugin es un ferviente admirador del barón Robert von Ungern Sternberg, un ruso conocido como «el barón sanguinario», que fue dictador en Mongolia y proyectó crear un gran imperio en el Asia Central, siguiendo el ejemplo de Genghis Khan.
En su formación tradicionalista incorporó la etnología de Marcel Mauss y Levi Strauss, los mitológicos de Georges Dumezil, la simbología de Gilbert Durant, el orientalismo de Julius Évola, René Guenón, Coomaraswamy. Es fundamental la influencia de Alain de Benoist, el teórico de la Nueva Derecha francesa y la ontología del nazi alemán Martín Heidegger.
Todos estos aportes de orden metafísico, epistemológico, antropológico, o milenaristas, sumados a un relativismo cultural y del conocimiento, que se puede calificar de metapolítico, le permitieron a Aleksandr G. Dugin armar un conjunto aparentemente sistemático.
El concepto de Dasein, de Heidegger, es el núcleo de su cosmovisión considerado como el ser genuino, indeterminado y diverso, encarnado a la vez en cada individuo y cada pueblo. El Dasein emerge en Dugin como el sujeto político por excelencia, frente a las categorías de clase, individuo o raza, en tanto actor grupal enraizado en un territorio, depositario de una autenticidad local diametralmente opuesta a la de la existencia «degenerada» en las sociedades demoliberales.
Una sociedad que según Aleksandr Dugin, fractura al individuo, fetichiza los objetos y está justificado por el «existente inauténtico», que olvida su pasado y renuncia al ejercicio de su libertad real, por tanto, su vida carece de sentido para convertirse en una cosa que evoluciona. Movido por influencias escatológicas clama por la aparición de un sujeto radical que llegará en el fin de los tiempos, con forma supra- humana para enfrentarse al post-humanismo cibernético hacia el cual se dirige el hombre.
En este sentido hay una concordancia con lo expresado por Fukuyama en su libro «El fin del hombre» opuesto a las repercusiones de la revolución biotecnológica. José Alsina Calvés, metapolítico, siguiendo a Aleksandr Dugin, sostiene que toda teoría política se fundamenta en un sujeto: el individuo en el liberalismo, la clase social en el marxismo, y el Estado o la raza en el fascismo. En su propuesta de una Cuarta Teoría Política nos habla del Dasein como sujeto de esta teoría. El Dasein o ser-ahí es un concepto fundamental de la filosofía de Heidegger.
«La Cuarta Teoría Política, que se opone de forma radical a la modernidad y al liberalismo como su teoría más representativa debe tener también un sujeto. En este punto Dugin es algo ambiguo. En algunos pasajes de su obra se refiere de forma explícita a Heidegger como fundamento filosófico de la Cuarta Teoría Política y al Dasein como sujeto. En otros pasajes plantea diversas hipótesis sobre el sujeto de la (CTP), donde junto al Dasein figuran otras alternativas». José Alsina Calvés.
Toda la obra filosófica de Heidegger, y especialmente su libro «Ser y Tiempo», gira en torno a la «pregunta por el ser». Para Martin Heidegger el Ser es el más universal de los conceptos, pero al mismo tiempo es el más oscuro. El Ser no puede concebirse como «ente» o cosa, ni puede ser objeto de un determinado predicado. Por otro lado, el «Ser» es el más comprensible de los conceptos, pues en todo conocer, en todo predicar respecto a un ente, se hace uso del término «ser», y es compresible sin más.
Según Heidegger, desde Platón y Aristóteles, se alejó de la «pregunta por el ser» y se centró en los entes, o más concretamente, el «ser» de los entes. ¿De todos los existentes diversos, cual hay que tomar en consideración? El único existente que tiene la facultad de interrogarse: cada uno de nosotros mismos. Toda investigación sobre el ser de la existencia en general debe iniciarse con el análisis de la existencia humana. El objeto del estudio del «ser» es designado como Dasein, que puede traducirse como Ser-ahí.
Según esto, siendo la existencia humana existencia-en-común, todo lo que podamos predicar del Dasein individual, es también aplicable al Dasein colectivo, comunidad o pueblo. Si el Dasein individual puede llevar una existencia auténtica o inauténtica, lo mismo ocurre con el Dasein colectivo. Dice Heidegger: «nuestro ser nosotros mismos es el pueblo».
La resolución del Dasein no tiene sentido individualista, porque resolverse a ser lo que verdaderamente se es, es decidirse a ser con los otros, pues ser-uno-con-otro pertenece a la esencia del hombre. Así el «destino colectivo» no es el conjunto de «destinos individuales», como tampoco puede concebirse el ser-uno-con-otro como el simple estar juntos varios sujetos. El «destino colectivo» es el gestarse histórico de la comunidad, del pueblo. El «destino colectivo» no es una asociación accidental de individuos con arreglo a un contrato.
Su concepción de la historia se opone radicalmente a la noción lineal o progresista de la historia, es reversible, a la que denomina «ocasionalismo sistematizado» y se dirige hacia una filosofía de la historia de corte cíclico y anti-progresista. Y en esa línea tropieza con la teoría de la evolución de Darwin, y confunde la lectura adaptativa con la ley de selección «del más fuerte».
Su ideología tiene notables afinidades con el nacional-comunismo y con lo que significa el pacto ruso-alemán (Ribbentrop-Molotov). Aleksandr G. Dugin adopta elementos de la izquierda post-marxista, relativos a la crítica frankfurtiana de la racionalidad instrumental y la epistemología positivista. Y lo mismo se puede decir de su simpatía con matices hacia el fascismo.
Su ideal orgánico va de la mano con el de una sociedad atemporal, palingenésica, de raigambre neoplatónica, influencia de Julius Évola. El respeto a la diversidad y el derecho de los pueblos lo lleva a aceptar los principios del fundamentalismo ortodoxo, islámico y protestante. En lo que se refiere a la política internacional, propone un escenario de «grandes espacios», que toman como soporte el concepto de civilización.
Lo que nos lleva de inmediato a lo expuesto por Samuel Huntington, y los sistemas socio-morales, de ascendencia religiosa y axiológica común, aunque en su bloque euroasiánico no hay religión común, Aleksandr Dugin se inclina por sostener un equilibrio multireligioso. El concepto de Dasein se identifica con el de civilización como sujetos políticos, en clara cruzada contra Occidente.
Para el ruso la alternativa a la globalización no son los Estados nacionales, ni los movimientos fundamentalistas como el islam con pretensiones universales. La alternativa es un mundo multipolar con una pluralidad de civilizaciones, y en cada civilización una multiplicidad de comunidades. Dugin propone Eurasia como modelo, y como expresión política de lo que sería la civilización eslavo-ortodoxa.
Para Aleksandr Dugin es necesario que los «grandes espacios» humanos sean auténticos pueblos y vivan su Dasein colectivo con autenticidad. Entiende que esto no sucede con la Unión Europea que no vive su auténtico Dasein, en la Constitución europea no hay referencias a las raíces culturales, no es necesario que un Estado aspirante a ser miembro de la Comunidad se halle geográficamente en Europa.
Turquía, tiene tradición cultural islámica y básicamente se encuentra en Asia. En contra podemos decir que el espacio Euroasiático tampoco es homogéneo y en el mismo islam hay diferencias político-religiosas irreconciliables como los sunitas y chiítas. La relación existente con el socialismo iberoamericano es concreta, el vínculo entre comunismo y posiciones nacionalistas que Aleksandr Dugin postula, ya fueron desarrolladas en el pensamiento marxista de Haya de la Torre y más acentuado en José Carlos Mariátegui.
La denuncia del pensamiento Occidental como colonizador, tiene correspondencia con las ideas de Walter Mignolo, el semiólogo argentino figura del poscolonialismo, Santiago Castro-Gómez o, Boaventura de Sousa Santos, sociólogo portugués asiduo participante del «Foro Social Mundial». Su acercamiento al populismo bolivariano es desde el populismo europeo al que se aproxima Aleksandr Dugin, Alain de Benoist de por medio.
Lo más importante es la postura antiliberal del neo-totalitarismo populista de Dugin. En el ruso encontramos ideas excéntricas con un enfoque fenomenológico hacia reflexiones esotéricas, ocultistas pseudo-religiosas, y faltas de rigor más allá de su aparente coherencia. Cayendo en el riesgo de convertir a las ideologías en religiones políticas, no olvidar que Aleksandr Dugin fundó en los noventa la «Asociación Arctogaia», que publicó en su web el manifiesto «Arctogaia: la Tierra del Norte», que evoca la Última Thule «que dio nombre a la Thulegesellschaft protonazi», la «Sociedad de Estudio de la Antigüedad Alemana».
Una vez más, la ideología de Aleksandr Dugin es un hibrido en plena gestación que contienen partes de comunismo, fascismo y capitalismo, más allá de que contradiga a todos. Esa idea de grandes espacios o espacios culturales y el mismo bloque continental euroasiático con pivote en Rusia, no es otra cosa que la idea germana de la cultura que Gustavo Bueno analizó largamente en «El mito de la cultura». Gustavo Bueno nos dijo que, la historia del término «cultura», tal como se ha conformado a lo largo de los siglos XIX y XX, es la historia de un proceso progresivo de confusión, está idea metafísica de la cultura acabó convirtiéndose en mística y mítica, pero un mito con funciones pragmáticas. La palabra cultura comenzó designando una propiedad subjetiva, muy similar a «educación», «formación», «crianza».
Pero acabó por prevalecer el significado objetivo: un conjunto de cosas valiosas. La función pragmática de cultura es unir a los miembros de un grupo social determinado (tribu, nación, etnia) y, sobre todo, separar a ese grupo de los demás. La cultura siempre ha existido, dice Gustavo Bueno, desde que el hombre es hombre, pero la idea mítica de Cultura es una idea de la filosofía alemana. El uso del concepto de «Kultur», va desde el idealismo clásico alemán hasta el nazismo.
La idea metafísica de Cultura aparece como el efecto de un proceso de anamórfosis, de manipulación, que apunta a la secularización de la idea medieval de Gracia y en virtud del cual la soberana elección teológica se transforma en espiritualismo nacional. Se trata de una transformación del cristianismo, es ese espiritualismo del demiurgo creador que pone en el mundo lo que, al secularizarse, da origen a la idea de «Volkgeist» (espíritu de un pueblo) y de nacionalidad.
Nace con Herder y se consolida con Fichte, para quien la finalidad del Estado es la Cultura. Comenzando así la instrumentalización política de la idea de Cultura. El mismo Fichte, en su «Discurso a la nación alemana», escribió: «Sois vosotros, alemanes, quienes poseéis, más nítidamente que el resto de los pueblos, el germen de la perfectibilidad humana y a quienes corresponde encabezar el desarrollo de la humanidad; si vosotros decaéis, la humanidad entera decaerá con vosotros, sin esperanza de restauración futura». El mito de la Cultura es absorbido por el nacionalismo y en nuestras sociedades cumple la función que el tótem cumplía en las sociedades primitivas.
«Fácilmente podían entender los nazis que la “Lucha por la cultura” de Bismarck era la lucha del pueblo más culto de la tierra, el pueblo alemán, lucha cuyo último objetivo sería elevar a la Humanidad a la condición de discípula de la cultura alemana o, por lo menos, de servidora suya», dice Bueno. Y continúa con el delirio de la «purificación» del espíritu y de la lengua alemanes, de la pureza germánica, que está en Krause, que está en Heidegger, esa ideología de la pureza alemana sería la esencia misma del nazismo.
******
Aleksandr Dugin no hace otra cosa que hacer suya el mito de la cultura, en él hiede el nazismo heideggeriano. Tratar de exponer el pensamiento de Heidegger en un artículo es imposible, dada su complejidad y su lenguaje incomprensible para los no iniciados. No me ocuparé de la pluralidad, del tiempo y la historicidad del Dasein, pero es necesario aclarar algunas cuestiones. Martín Heidegger remarcó hasta el cansancio que la historia de la metafísica ha sido la historia que «olvida» el Ser y sustituye a éste por un ente primero, teológico. Dicho de otra manera, el «olvido» de la ontología general por la sustantificación ontoteológica.
La historia de la metafísica, a partir de Platón y Aristóteles y sobre todo con la escolástica cristiana, sería, según Martín Heidegger, la historia de la onto-teo-logía, la historia que coloca a un ente primero como el eje rector de la realidad, a raíz del cual se vertebran todos los entramados de la realidad lógicamente, ya que este principio sería inteligente haciéndolo todo inteligible y divinamente.
Para Martín Heidegger la historia de la metafísica, que es (la historia de occidente), es la historia de Dios dentro de la filosofía, esto es, de un «ente» intelectual que sustantificado determina al mundo de los otros entes, eliminado así, a la materia ontológica general, esto es, al Ser.
Es la historia, básicamente, del ente y no del Ser. El ente, podríamos decir, es lo «mundano», e incluso el ente primero sería mundano, pues Dios está dotado de vida y de intelecto, aunque se sitúe «más allá del horizonte de las focas» (independientemente de su providencia sobre el mundo), pues el Dios de Aristóteles, aunque no sea providente ni personal sí es viviente y, por tanto, inteligente, solipsista, esto es, una entidad que se manda mensajes eternamente a sí misma.
Esa visión ontoteológica llegará con Hegel, cuando todo lo real se convierte en racional y el Espíritu Absoluto conmensura la realidad, conociéndose ésta a sí misma a través de los Estados que hacen posible la Historia Universal con el arte, la religión y la filosofía, y al ser posible con la situación de Alemania como Imperio Universal al recibir el relevo de la «antorcha de la universalidad» en devenir fatalista, reagrupándose así toda la tradición occidental, y teniendo la Historia Universal como «destino» la hegemonía germana mundial, cosa con la que se identificará Martin Heidegger a través del Ser del Estado Nacionalsocialista a través del ente-pueblo alemán.
¿Qué es el Ser? El Ser es el más general de los términos. Con la palabra «Ser» se intenta abarcar el ámbito de lo real en sentido ontológico general, esto es, la realidad por antonomasia, en su sentido más amplio: «realidad radical». El Ser es, por tanto, un trascendental, aquello que trasciende y rebasa todos los entes sin ser él mismo un ente, es decir, sin que ningún ente, por muy amplio que sea y se presente, lo agote.
Dicho de otro modo: el Ser desborda y supera dialécticamente el mundo de las formas. El Ser de Martin Heidegger es análogo a la Materia Ontológico General, desde el materialismo filosófico entendemos por materia ontológico general aquella realidad trascendental que condiciona al mundo (los entes en Heidegger) sin estar de hecho separada del mundo, como si fuese una sustancia megárica independiente y autodeterminada.
El materialismo se presenta como un pluralismo ontológico, apagógicamente (razonamiento consistente en probar una tesis por la exclusión o refutación de todas las tesis alternativas), pensado contra el monismo del orden y de la sustancia y, en general, contra el espiritualismo (ya asertivo, ya exclusivo), esto es, contra el monismo desde la ontología general y contra los distintos tipos de formalismo desde la ontología especial.
La materia en su sentido ontológico general está, por consiguiente, codeterminada y en acto, y no hay cabida en el materialismo pluralista para la Idea de sustancias metafísicas completamente aisladas (hipostasiadas), siendo coherentes con el principio de Symploké. Pero de ninguna manera podemos ver analogía con el Ser de Heidegger cuando de manera delirante éste identifica el ente con el Estado hitleriano en tanto potencia espiritual.
«El poder del ser es aquel en el que el ser estatal se realiza», dice Martin Heidegger. Me parece gratuito calificar de ontoteológico al sistema de Platón cuando éste sitúa al Bien en la República más allá de la esencia, cuando el Bien, en Platón, queda más allá de toda determinación epistemológica, el ente queda superado, desbordado y trascendido.
Pero es en el sistema de Plotino cuando esta idea se exprime con más fuerza, puesto que Platón, pese a su agudeza, sólo la deja insinuar. Heidegger considera que esa ontoteología llega a su apogeo con Hegel y que la filosofía llega a su fin. ¿No hay más filosofía? Todo hombre que piensa está haciendo filosofía, será filosofía mundana, pedestre, vulgar, pero es filosofía. Y también al mismo tiempo existen quienes filosofan de manera crítica y sistemática y por lo mismo existen filósofos y la filosofía.
La materia en general no se puede totalizar, es decir, el Ser no es una totalidad atributiva ni distributiva propenso a ser diagnosticado íntegramente («todo lo real es racional y todo lo racional es real», Hegel). El Ser no puede ser una totalidad atributiva o distributiva, totalidades que residen en los cuerpos, los cuales están incluidos y subordinados al Ser (como episodios del Ser, diríamos dialécticamente). El Ser no puede ser totalizado porque no tiene límites, esto es, contorno. «¿Dónde está el Ser?» sería una pregunta estúpida.
El Ser no está rodeado por un entorno ni limitado por un contorno ni organizado en un dintorno. El Ser no es mundano ni intramundano, no es un ente, por tanto, no es una totalidad (tampoco el mundo es una totalidad, porque también sería estúpido preguntar «¿dónde está el mundo?»). Al no poder totalizarse la realidad, ésta tampoco podrá encerrarse en un laboratorio o en un cierre categorial, porque la realidad, la materia o el Ser en cuanto tal, no puede ser estudiada por la ciencia, y menos si ésta se entiende como la unificación de todas las ciencias, creer eso es una patraña y una «degradación» de la filosofía.
Ser y Tiempo, la obra fundamental de Heidegger, no es propiamente un tratado de ontología, donde se trata en profundidad la Idea del Ser. Más bien es como un preámbulo de la cuestión ontológica, pues la obra magna de Heidegger no es el Ser, sino el Dasein. En el Dasein se da lo que Heidegger llamará la «diferencia ontológica», pues el Dasein es el «ente ejemplar» que tiene la posibilidad de preguntar por el sentido del Ser.
Heidegger no habla de «ser humano», sino de Dasein, el ser que relaciona su ser con el Ser en la «pregunta por el Ser». La estructura fundamental del Dasein es el ser-en-el-mundo, «por la cual resultan codeterminados todos los modos del ser de éste». La concepción del Dasein como ser-en-el-mundo está pensada contra el realismo y el idealismo.
En escritos posteriores de Heidegger, nos enteramos que ese Dasein no es un yo o un sujeto individual, sino el pueblo alemán, que como Dasein se enraíza instalado en el suelo de la patria. Y más que ser-ahí o estar-ahí sería más bien somos-ahí o estamos-ahí: «incluidos en el orden y en la voluntad de un Estado, nosotros estamos ahí, insertos en lo que ocurre hoy en día, en la pertenencia a este pueblo, nosotros somos ese mismo pueblo».
Heidegger consideraba a Alemania como el pueblo que salvaría a la humanidad, el «pueblo del centro», el «pueblo entre los pueblos», excluyendo a los judíos como pueblo. Y su Lebensraum, su entrono entre la tenaza del comunismo soviético y el mercantilismo liberal estadounidense, cuyas filosofías eran el marxismo, por un lado, y el positivismo por otro.
Que familiar nos resulta el tono metafísico de la geopolítica de Aleksandr Dugin. Que según ese dualismo esencial se enfrentaría a la concepción marítima, de tipo fenicio-anglosajón (hoy atlantista), a la mirada terrestre, gestada en Roma y que enlaza con la experiencia rusa y centro-europea, aquí encontramos totalmente la influencia de Carl Schmitt de «El Nomos de la tierra».
Mientras en la marítima se privilegia a la economía frente a la política, en la terrestre se invierten los términos. Lo cual es un error, no hay tal oposición la economía es siempre política y viceversa. El mercantilismo estadounidense, según Heidegger, llevaría a ese país a devorarse en la conquista de lo óntico, y en la Unión Soviética el hombre es masificado por el colectivo dictatorial.
Estos imperios en formación que para Heidegger eran «una misma cosa». Imperios que emergerían no sólo a costa de la derrota nazi, sino también a raíz del desplome del imperio depredador inglés, potencia claramente derrotada en el conflicto mundial. El destino de Europa dependía, espiritual y bélicamente de la Alemania nazi, destinada a salvaguardar a la humanidad «auténtica» de la «infrahumanidad» alienada «inauténtica» (judíos, bolcheviques, liberales, yanquis, gitanos, eslavos y también hispanos).
Del mismo modo en que los islámicos distinguen entre musulmanes e infieles, Martin Heidegger distinguía entre seres «auténticos» e «inauténticos», entre pueblos que asumen histórica y ontológicamente la «verdad del Ser» y los que son constitutivamente incapaces de ello. El antisemitismo fundamentalista iraní es heredero del antisemitismo alemán vía Heidegger. Irán se ha convertido en el Medio Oriente, en la Cuba de ayer y la actual Caracas para los extremistas de izquierda en iberoamérica y un refugio para los activistas neonazis o neofascistas.
El antisemitismo de Heidegger no se debe a la influencia de Hitler, como se sostiene con propiedad. A Martin Heidegger no le hacía falta Hitler para ser antisemita, el antisemitismo estaba instalado en el seno de la sociedad alemana, no se puede ser nazi sin ser al mismo tiempo antisemita, eso es como ser anarquista y no querer la abolición del Estado.
Martin Heidegger consideraba que Alemania era un pueblo superior, pero la guerra demostró que Heidegger y Adoph Hitler estaban equivocados. Alemania, derrotada y hundida, no demostró ser una nación superior, más bien demostró ser inferior: militar, política, cultural y filosóficamente hablando.
La Segunda Guerra Mundial acabó con la filosofía de Martin Heidegger, así como con el idealismo alemán, porque «Quien piensa a lo grande ha de errar a lo grande» (Heidegger, «Desde la experiencia del Pensar»), tiene razón usted lo dijo. Mucho se comentó sobre Steve Bannon, asesor del presidente Trump, dicen que es un admirador de los postulados de Aleksandr Dugin, a quien estaría conectado por mediación del profesor Paul Gottfried, quien fuera colega académico de Dugin y que prologara uno de sus libros.
Es probable que así sea, pero hay algo que debería tomar nota Aleksandr Dugin, Steve Bannon fue desplazado elegantemente del consejo de seguridad nacional, algo análogo a lo que hizo el entorno político de Vladimir Putin con Aleksandr Dugin. Dugin estuvo trabajando (ya no cumple esa función) en una coalición Ruso- Islámica, con Turquía, Siria e Irán como principales socios.
Pero eso no depende de Aleksandr Dugin sino de los intereses de esos países, que nunca son permanentes. Y en el caso de Turquía de la real gana de Recep Erdogan que son tan cambiantes como las estaciones del año. Dugin peca de un idealismo voluntarista, el cree que basta tomar un mapa y señalar los estados que conforman un espacio supuestamente cultural, para que se haga realidad conforme a sus deseos y no a la voluntad o intereses políticos de los diversos estados.
Basta mirar ese supuesto bloque euroasiánico para ver los estados enfrentados y los recelos aun entre aliados. El euroasianismo es un concepto geográfico o cultural pero nunca un concepto político concreto. La historia no la construyen los espacios culturales sino los grandes Estados con la suficiente potencia para imperar.
7 de julio de 2017.