ACUERDO BILATERAL MÉXICO-USA
ACUERDOS ENTRE DESIGUALES
Ricardo Veisaga
Desde hace algunas semanas, algunos conocidos, de manera personal y otros a través de correos electrónicos, me hicieron saber su extrañeza de que no me ocupara de Andrés Manuel López Obrador, conocido popularmente como el peje o AMLO. Eso es cierto, por ello, a continuación diré el porqué.
En principio no me interesa meterme demasiado en las internas políticas, y como es bien sabido, la época electoral, ese mal necesario que es parte de lo que se llama «política agonal», por la agoné, por la lucha, y que siempre es ascendente en la búsqueda de lograr o conquistar el poder. Ese tiempo es necesariamente un tiempo de mentiras o medias verdades, y lo importante no es medir quién miente más o menos. Pues, todos lo hacen, aun cuando lo nieguen lo que constituye otra mentira.
Esto siempre fue así y no es un invento de Maquiavelo, ni falta que hacía, mejores maestros fueron Platón y Aristóteles, muchos siglos antes, que no sólo hablaron de la importancia de la mentira en la política, sino que nos dieron una pauta para mentir mejor, así que moralistas abstenerse. Estas cuestiones lo he tratado en varios artículos.
Tampoco quise ejercer la crítica, guiándome por su ideología y sus consecuencias, no soy kantiano y como la futura praxis política no la conozco, no apruebo los a priori. Sobre todo, tomando como antecedente, la reciente crítica impiadosa ejercida sobre Donald Trump. Dirigida desde los grandes medios del establishment hasta esas pequeñas usinas hispanas. Daba miedo salir a la calle por temor a encontrarse con los jinetes del apocalipsis, que anunciaban la llegada del fin de los tiempos, y resulta que dos años después la economía está mejor que nunca.
Esto deberían recordar aquellos que se sentían molestos o siguen molestándose por los «supuestos» ataques a AMLO. ¿Por qué no me dejé llevar por los antecedentes personales? Digamos que no está mal otorgar a veces el beneficio de la duda ¿Creo en un cambio milagroso en su ideología? No, no soy creyente y mucho menos en cuestiones ideológicas, pero la política del día a día, la RealPolitik, se encarga de eso y si eso no sucede, peor para él y para México que es lo más grave.
Hasta ahora sigue primando la política puramente circular del espacio antropológico mexicano. Pero la palabrería tiene un fin, no total ni definitivo, pero ya no será lo más importante. Res non verba, cosas no palabras, ahora empieza a mandar la política arquitectónica, la política descendente.
Sobre su ideología política, es irrelevante lo que diga sobre ella, la Historia es contundente en mostrarnos su escasa o casi nula efectividad y las nefastas consecuencias de esa ideología. Hoy, enteramente anacrónica, una ideología que, desde un extremo, la Unión Soviética, la China de Mao, pasando por la Cuba castrista y los jemeres rojos, se engulló cien millones de personas. Sin dejar de mencionar el extremo más «suave», el socialismo chavista (al cual admira el peje) o el actual Maduro.
Pero como dijo Marx, a una persona se la conoce no sólo por lo que dice sino por lo que hace. ¿Cómo será su política basal? Una política esencial para México, aunque no sea muy visible, pero de hecho ha dado un paso importante en esa dirección sin asumir la presidencia. ¿Cómo? Con el acuerdo binacional entre México y Estados Unidos, ex «Tratado de Libre Comercio de América del Norte» (TLCAM), cosa que ahondaré más adelante.
En cuanto a su eje angular, acaba de definirse en una respuesta periodística a lo que Obrador considera una campaña «vil y sucia».
«Yo quiero decirles a todos los ciudadanos que en este movimiento hay católicos, evangélicos, librepensadores, millones (de cada uno). Somos respetuosos de la libertad de creencia, en mi caso, yo, como decía Ignacio Ramírez El Nigromante, me hinco donde se hinque el pueblo, respeto la religión del pueblo». Andrés López Obrador
Ese será el Dios o los dioses del panteón patrio al cual rendirá culto. Más claro échele agua, en esto es igualito a Hugo Chávez cuando juró por tercera o enésima vez (que importa cuántas), en el altar politeísta en que se había convertido el gobierno bolivariano. Lo que no está claro, al menos para mí, que significa «Pueblo» para él. ¿Será el pueblo del general Perón el Chávez del siglo pasado?
El pueblo políticamente hablando no es la multitud ni las masas aborregadas. «En último lugar, el pueblo significa el cuerpo político en su conjunto, en tanto forma una comunidad que comporta, la relación entre mando y obediencia y las demás instituciones indispensables para la vida política común». Según Julen Freund.
El pueblo para ser pueblo necesita del Estado, de una dirección política, el Estado para ser Estado tiene que gobernar sobre un pueblo determinado, en un territorio determinado por fronteras internacionales, el autogobierno de la sociedad política es utópico por imposible, y como dijo Cicerón: «El pueblo detenta la potestas y el gobernante la auctoritas».
En los estados democráticos quien gobierna es el gobierno, la clase política y el pueblo ejerce un poder electivo, electoral. «El abuso de la estadística» como dijo Borges, el pueblo es el titular de la soberanía, pero el ejercicio de la soberanía les corresponde a los representantes políticos. En la actualidad se sigue haciendo un abuso del término. En estos tiempos el nuevo opio del pueblo, valga la redundancia, es el pueblo, no el definido por Freund sino el otro.
Tanta demagogia, tanta propaganda, la propaganda izquierdista era el fake news del siglo pasado. Hace unas semanas se anunció que Estados Unidos y México, habían llegado a un acuerdo para sustituir y mejorar uno de los tratados comerciales más importantes del mundo, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Un acuerdo vigente por 24 años, que permitía que productos como frutas y hortalizas, piezas automotrices y demás, crucen la frontera sin pagar impuestos.
Ese acuerdo movía más de mil millones de dólares al año, ante la llegada al poder del nuevo presidente, Donald Trump, fue calificado de ineficiente y desventajoso para su país, y en parte responsable del déficit comercial. Las negociaciones, que se habían iniciado hace un año llegaron a un acuerdo parcial. Con esto se elimina, en principio, el peligro que significaba la eliminación para México.
Los críticos que ya surgieron dicen ingenuamente que México claudicó, que se dejó torcer la mano, etc. Cuando se trata de política, aunque se hable de negociación, por si no lo saben, se negocia entre iguales no entre desiguales. Pero esto no sólo sucede en política, sucede en casi todos los ámbitos de la vida. En tanto Canadá ha quedado marginado de la negociación en las últimas cinco semanas, peor para ellos, me imagino que Justin Trudeau, debe estar más preocupado por los derechos humanos de las mujeres en Arabia Saudita.
De acuerdo a lo declarado por el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, él se encargaría de hablar con Trudeau y expresarle la importancia de su incorporación al acuerdo. Algunos «expertos», como decía antes, aseguraron en los medios que México cedió en gran medida ante las presiones de Trump, y que perdió la batalla moral ante el estadounidense. ¿Expertos, en qué?
Calificar de moral o inmoral a negociaciones políticas muestra lo despistados que están. ¿A que llaman perder la batalla moral? Discutir la demanda estadounidense de una cláusula de terminación automática, solución de controversias y el contenido nacional para la industria automotriz, que, de hecho, formaban parte de otras 65 «de máximos», seis de las cuales eran prioridad absoluta para Washington, es según los aludidos «doblar» la mano.
La cláusula que más recelo causaba eran las de terminación automática, que concebía una renegociación cada cinco años, que podría acarrear una cancelación total si las tres partes no alcanzaban acuerdo. En el nuevo acuerdo tendrá 16 años de vigencia; al sexto ejercicio se someterá a una revisión para mejorarlo y adaptarlo a la realidad económica.
Después de esa revisión, las partes tendrán diez años más para negociar y resolver sus controversias. Con ello, la famosa cláusula «sunset», que implica la extinción del acuerdo a menos que los tres socios ratifiquen su permanencia, desapareció. Robert Lighthizer, el representante norteamericano, aseguró que el nuevo acuerdo llevará a un reequilibrio de los intercambios gracias, entre otras medidas, a que se establecen reglas específicas para el contenido original de los productos que cruzan la frontera sin arancel.
En el caso de los vehículos a motor y sus componentes, se requiere que sea del 75%, y México lo aceptó. Trump quería un 85%, una cifra inaceptable, finalmente el porcentaje es diez puntos inferiores a la inicial, una muestra de la estrategia de negociación que sigue Trump: propuestas iniciales relativamente radicales como punto de partida para llegar a un acuerdo final cercanos a su postura, pero asumibles por la otra parte. Aprieta, pero no ahorca.
Para algunos la cifra acordada sigue siendo excesiva, y lo califican como un duro golpe para la industria automotriz mexicana. El nuevo pacto está centrado en abordar algunos aspectos nuevos, por ejemplo, la exigencia que establece que la producción de automóviles deberá estar construidos entre el 40% y el 45% por trabajadores que perciban un salario de al menos 16 dólares la hora. En la práctica, esto supone un posible golpe para las fábricas de las que sale el 32% de los automóviles generados en México.
Sin embargo, el 68% restante cumple ya con este requisito y no se verá afectada por esta medida. Que algunos trabajadores ganen más de 16 dólares por hora (algo inalcanzable para México), es una buena noticia. Ahora mismo, los trabajadores del sector automotriz ganan entre 25 y 30 dólares la hora en Estados Unidos. Con esta modificación regulatoria, Trump busca reducir la diferencia retributiva entre ambos países, y reforzar sus propuestas de reindustrialización.
Quiere impedir que las compañías manufactureras estadounidenses pudieran deslocalizar la producción hacia México, aprovechando el bajo coste de la mano de obra. Estas nuevas condiciones laborales se ponen en el centro del acuerdo y limita casi en su totalidad a los autopartistas presentes en México. El gobierno mexicano también se compromete a adoptar las medidas legislativas necesarias en el ámbito laboral, como una libertad de asociación real y apego a algunas convenciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Otro aspecto rectificado bajo las nuevas reglas, tiene que ver con el lugar de fabricación de las partes y materiales de los automóviles. Al menos el 75% debe completarse o extraer en suelo estadounidense, mientras que las reglas derogadas dejaban este porcentaje en el 62,5%. En la práctica, el reclamo de un uso mayor de acero, aluminio, cristal y plástico de origen estadounidense, restringe las importaciones de aluminio, hierro y cristal que llegan de Asia, Europa y Sudamérica.
Por lo que se deduce que el superávit de México con Estados Unidos, será mucho menor en los próximos años hasta desaparecer y que la industria automotriz mexicana tendrá que «readaptarse» a este nuevo esquema.
En los 24 años de vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), lo beneficioso para México fue la gran ayuda para estabilizar la economía, mantener una tasa de crecimiento, si bien es cierto baja, pero constante; pero también fue decisivo para precarizar el trabajo, aumentar la concentración de la riqueza y ensanchar las desigualdades.
El capítulo nuevo en la industria automotriz, de que el 40% de las autopartes de contenido regional de los vehículos tendrán que producirse en zonas con salarios de al menos 16 dólares la hora, es un elemento importante para revalorizar al trabajador mexicano, pese a la oposición del empresariado. Con el TLCAN la economía mexicana creció a un promedio anual de 2.2%, muy bajo pero constante.
Ese crecimiento se asentó en un 90% de incremento del número de empleos, porque creció la disponibilidad de mano de obra, aunque esto haya significado la disminución del ingreso medio que reciben los trabajadores. En otras palabras, México creció gracias a la mano de obra barata y la concentración económica en manos de los inversores en detrimento de los trabajadores. Según veo, en el último trimestre del año pasado el 41% de la población mexicana recibía un ingreso laboral inferior al costo de la canasta alimentaria.
Datos obtenidos (gracias al envío de Vicente Moreno) en los últimos 12 años (de 2005 a 2017), la mitad de la vigencia del TLCAN, el ingreso laboral per cápita perdió 29% de su valor. Más empleos, pero mal pagados: el salario mínimo actual es de 2.686 pesos mensuales y la línea de bienestar se ubica en 2.985.48 pesos, lo que evidencia que el salario mínimo vigente es insuficiente para alcanzarla.
Muchos creen que producir autopartes en regiones de México donde el obrero automotriz reciba un salario de 16 dólares por hora es prácticamente una utopía, pues al actual tipo de cambio implicaría aproximadamente un ingreso mensual de 73.000 pesos, que representa más de 27 veces el salario mínimo vigente.
Según la revista Proceso:
«el incremento de 62.5 a 75% de los componentes de los vehículos de contenido regional, impactará en el volumen de las exportaciones de automotores mexicanos y hará disminuir sustancialmente el déficit comercial entre México y Estados Unidos, tal como buscaba el presidente Donald Trump; pero también obligará a las empresas automotrices instaladas en territorio nacional a replantearse su modelo de negocio, ya no podrán seguir impulsando la lógica de la cuasi maquila, en la que se importaba un muy alto porcentaje de autopartes y aquí únicamente se ensamblaba, aprovechando el bajo costo de la mano de obra mexicana».
Y sigue la revista Proceso:
«Los grandes corporativos trasnacionales además se aprovechaban de la legislación laboral mexicana para sujetar su relación obrero-patronal a los llamados contratos de protección. El crecimiento de la industria automotriz mexicana estaba apoyado en los bajos salarios y los contratos colectivos simulados, permitiendo a las grandes automotrices obtener pingües ganancias a costa del sacrificio del trabajador mexicano».
Este nuevo capítulo laboral en el acuerdo, obliga a México a cumplir los compromisos firmados con la OIT en materia de libertad de asociación sindical y justicia laboral, sin otra alternativa que adaptar la legislación laboral a lo establecido en los convenios con la OIT y en el artículo 123 constitucional.
Pero, para no perder la costumbre, o de acuerdo a su naturaleza como en la fábula de Esopo, se está hablando que las empresas establecidas en México se van a resignar a pagar un arancel para no cumplir con los requerimientos de componentes regionales. De acuerdo a lo publicado por el periódico Reforma, «de los 56 modelos de vehículos ligeros y sus versiones que se ensamblan en el país para el mercado de exportación, 32 no cumplen la nueva regla de contenido regional que convinieron México y Estados Unidos». Y esto es considerando únicamente el 75% del contenido regional, sin incorporar la regla de que de 40 a 45% del mismo corresponda a zonas con salarios de 16 dólares la hora.
Aunque a Trump le interesaba reducir el déficit comercial para su país, lo cual es lógico, ya que cada presidente lo debe buscar para su país, uno de los efectos, al menos en el ramo automotriz, es que las nuevas reglas obligan a dirigirse de la cuasi maquila a la manufactura, lo que redunda en mejores salarios, aunque no se llegue a los mínimos establecidos en dicho apartado.
El segundo aspecto de documentos del USTR implica que si México exporta a Estados Unidos más de 2.4 millones de autos deportivos o todo terreno será sujeto a la imposición de la tarifa arancelaria del 25% por Estados Unidos, y por igual si las exportaciones automotrices mexicanas superan los 90.000 millones de dólares.
El año pasado las importaciones de este sector procedentes de México alcanzaron 55.000 millones de dólares y 1.8 millones de unidades vehiculares deportivas y todo terreno, lejos aún de las exigencias para la aplicación del arancel del 25% de castigo, pero como decía anteriormente, ya se está especulando que el castigo tributario transfronterizo le sale más barato a la empresa automotriz que aumentar el salario a los trabajadores.
Los 16 dólares multiplicado por 40 (horas laborales) a la semana, a su vez multiplicado por 52 semanas, son 30.000 dólares anuales, que es lo que ganan los ingenieros en las fábricas internacionales en México. Eso implica que las empresas automotrices en México van a querer pagar el arancel de 2.5% antes que subir el sueldo.
Jesús Seade, el jefe negociador del equipo de transición de López Obrador que fue observador en las negociaciones con Estados Unidos, dijo:
«La condición de la regla de origen ahí es que el 40% corresponde al trabajador que recibirá 16 dólares la hora, de los cuales 5/8 –25% de 40%– tienen que ser manufacturas. Ese es 25%, pero tenemos un 15% con otras áreas como investigación y desarrollo. Entonces, si las empresas extranjeras quieren seguir produciendo en México tendrán que aumentar su producción, así como en investigación y desarrollo a cargo de ingenieros para poder cumplir con 15% de los 16 dólares».
Es cierto que la delegación negociadora mexicana no logró que la USTR cancelara el arancel del 25% a las exportaciones mexicanas de acero, y el 10% a las de aluminio, lo cual incrementará el costo de los automóviles fabricados en México y vendidos a Estados Unidos. La no cancelación del arancel al acero y al aluminio, es una vía para mantener la presión sobre Canadá que lleva más de perder que México en esta cuestión. Y hábilmente Trump continúa apuntando a China y a la Unión Europea. Por ahora Estados Unidos mantiene sus aranceles y México sus medidas de represalia, también tarifarias.
México se compromete a seguir comprando a Estados Unidos la mayoría de la carne de cerdo, pollo, sorgo y maíz que consuma. México seguirá siendo el principal exportador de frutas y hortalizas que se consuman en Estados Unidos. Tampoco se fija ningún tipo de límites por estacionalidad y se añadieron algunas mejoras en biotecnología. Lo más importante es que se preserva una zona libre de aranceles para los intercambios entre los dos países y se pactan una serie de mejoras para reducir potenciales distorsiones. Entre otras la eliminación de la utilización de subsidios para las exportaciones o salvaguardias especiales que contempla la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Uno de los temas más importantes para López Obrador es en materia energética, la reforma energética, que el nuevo presidente electo, en algún momento prometió revocar y después «revisar», queda prácticamente intacta. Es una gran noticia para Estados Unidos que seguirá teniendo acceso para invertir y extraer gas, petróleo y electricidad, se puede decir que este nuevo marco del acuerdo blinda la reforma energética y aleja el fantasma del nacional-populismo.
Un importante número de empresas norteamericanas lograron contratos de explotación de hidrocarburos en México en los últimos años. La auditoría de contratos anunciada por López Obrador para saber en qué condiciones se adjudicaron seguirá su curso sin perjuicio de lo pactado. Bajo las reglas del TLCAN 1 (como ahora llaman al acuerdo trilateral original), en materia energética, el documento reconoce para el caso de México que recursos como el petróleo o el gas natural son propiedad del Estado.
Destaca también que, al igual que la reforma energética aprobada en el gobierno de Peña Nieto, el Estado mexicano está facultado para dar contratos sin ninguna obligación. En los documentos del USTR sobre el nuevo compromiso en materia energética existen cambios jurídicos en detrimento de las empresas trasnacionales. Hasta el nuevo acuerdo las empresas extranjeras con inversiones en el sector energético podían demandar al Estado mexicano por diferentes factores, pero entre éstos uno primordial: la rescisión de contrato.
Pero se ha añadido uno muy importante bajo el título «Violación de contratos», es decir: «Si una empresa no cumple por cualquier motivo o circunstancia lo acordado, el Estado tiene el derecho jurídico e inapelable de anular el contrato», indica el punto. Otro de los puntos importantes para ambas partes era el capítulo dedicado a la propiedad intelectual, sobre todo para Estados Unidos para proteger su capacidad innovadora, teniendo en cuenta a gigantes como Amazon, Apple o Microsoft, e incentivar el crecimiento.
Reforzar las medidas para evitar que circulen por la zona productos falsificados o piratas, así como para combatir el tráfico de secretos comerciales. También hay que apuntar clausulas importantes para el comercio digital, no habrá aranceles para las compras digitales de libros electrónicos, la música, videojuegos y otros dispositivos, y los servicios financieros.
El gobierno de Peña Nieto o los negociadores de López Obrador, podrían haber rechazado el acuerdo, pero eso no es realista, no es prudente políticamente para una economía altamente dependiente del sector exterior. Fue un acto responsable evitar la ruptura y evitar las cláusulas de terminación automática o la estacionalidad en agricultura, pese a los cambios en la industria automotriz.
En una negociación entre desiguales se logró un acuerdo posible bajo las circunstancias actuales. México tuvo que ceder en el sector automotriz para evitar la salida del tratado. El acuerdo comercial deja atrás el miedo a una guerra comercial de consecuencias imprevisibles, lo más prudente era evitar los pleitos, porque lo que esto significa en la vida política es diferente y más real como lo define el «Diccionario del diablo» de Bierce, que la Real Academia de la Lengua Española. «Pleito, s. Máquina en la que se entra en forma de cerdo y se sale en forma de salchicha».
La bolsa mexicana recibió el acuerdo con alivio, subiendo un 1,6% tras el anuncio, mientras que en Estados Unidos se vieron máximos históricos en los principales selectivos (Nasdaq, S&P 500…). En el 2016, cuando anunció su candidatura, Trump, prometió eliminar el TLCAN y remplazarlo con acuerdos bilaterales. El objetivo era acabar con el déficit comercial con Canadá y México.
Hoy, queda a la espera de la decisión del Capitolio a revisar lo concretado con México, los legisladores tienen noventa días a partir del 31 de agosto pasado. Hace pocos días el presidente Trump dijo: «Hemos hecho un acuerdo con México y ha sido estupendo negociar con México, incluido su nuevo presidente con el que hablé». Y con mucho optimismo dijo «Pienso que vamos a tener una muy buena relación con México hacia adelante».
Me parece bien hablar de relaciones y no de amistad, porque en política, según Bierce, Trabar amistad, (es) v. i. Fabricar un ingrato. Un amigo (mexicano) me dijo en estos días, que el acuerdo fue un acto cobarde y el único favorecido fue Estados Unidos. En mi opinión no es así, tampoco se trata de valor o cobardía, sino de realismo.
Las economías en el mundo actual son tan dependientes unas de otras, y hay unas esferas económicas que envuelven a otras, con todo lo trágico que esto signifique. Todo el trabajo que venía realizando el presidente Macri en Argentina, se fue por un hueco, no debido exclusivamente a su gestión, sino por su dependencia de capitales externos, tan volátiles que están poniendo en jaque a las economías de los países llamados emergentes, como Turquía, Brasil, Argentina y en parte México.
Así como Guillermo Ochoa, en sintonía con Andrés Guardado (ambos jugadores de futbol) refiriéndose a la selección nacional, en un acto de «honestidad brutal» dijo: «Es difícil dirigir a la Selección Mexicana por todo lo externo porque a veces se exige demasiado a una selección que, siendo honestos, no hemos ganado nada a nivel mundial y tenemos que competir así».
Por último, el portero del Standard de Lieja recordó las palabras de Guardado que dijo antes de la Copa del Mundo, en las que aseguró que el Tri debe jugar como un equipo chico. Por más duro que esto signifique para los amantes del futbol, lo mismo cabe en el plano político, reconocer con valentía nuestra real capacidad y potencialidad, y entender que muchas veces en la vida, como dice Bierce:
«Renunciar», es «Ceder un honor a cambio de una ventaja. Ceder una ventaja a cambio de otra ventaja mayor». En cuanto al «Valor», según el diccionario del diablo, es una «Virtud castrense en que se mezclan la vanidad, el deber y la esperanza del tahúr».
–¿Por qué se ha detenido? –rugió en la batalla de Chickamauga el comandante de una división, que había ordenado una carga– Avance en el acto, señor.
–Mi general –respondió el comandante de la brigada sorprendido en falta–. Estoy seguro de que cualquier nueva muestra de valor por parte de mis tropas las pondrá en contacto con el enemigo.
Antonio Gramsci, contemplando la lenta agonía de su mundo con cierta desazón dijo: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese entonces surgen los monstruos». El mundo viejo ya está muerto y su certificado de defunción está firmado, el nuevo ya apareció, y los monstruos nunca dejan de surgir.
El mundo nuevo está enfrascado en una guerra económica entre las distintas potencias o imperios capitalistas y al resto nos toca observar o, lo que es peor, sufrir las consecuencias.
13 de septiembre de 2018.