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EL REGIMIENTO DE INFANTERÍA DE MONTE 29

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  • mayo 23, 2025
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Cuadernos de Eutaxia —46

EL REGIMIENTO DE INFANTERÍA DE MONTE 29

EL CRIMINAL ATAQUE DE MONTONEROS (1)

Guerrillero Montonero muerto en el Regimiento Infantería de Monte 29 de Formosa

El ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29 (RI Mte. 29) por los Montoneros fue denominado «Operación Primicia». Esta operación de los marxistas peronistas Montoneros que llevaron a cabo el día domingo 5 de octubre de 1975, en la unidad militar ubicada en la provincia de Formosa, ocurrió durante el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón.

La Operación Primicia fue el nombre que Montoneros le puso al primer ataque de la guerrilla peronista a un cuartel del ejército. Fue una decisión importante y desesperada ya que Montoneros se encontraba fuera del peronismo y a pesar de que anteriormente, en tiempos mejores, gracias a un general izquierdista habían especulado con un acuerdo con sectores del Ejército para formar un Frente Nacional y Popular para hacer la revolución y conseguir la liberación nacional, un delirio total.

Una de excusa, tomando a la gente de idiotas, dicen que el hecho era inevitable ya que el Golpe militar estaba en camino. El mismo cuento inventado cuando atacaron al Regimiento de la tablada. Según estos delirantes, había dos tipos de Ejércitos, el ​ de la oligarquía y el popular, y pensaron posible que el pueblo iba a terminar eligiendo a Montoneros en su lucha contra las Fuerzas Armadas. El ataque de Montoneros al Regimiento de Formosa, está ligado a otra provincia, Santa Fe y a su capital.

Los marxistas Montoneros no tenían mucha presencia en Formosa y para realizar esa operación tuvo que recurrir a otras provincias que le pudieran proporcionar combatientes. La organización de la Operación Primicia estuvo a cargo de un santafesino, el ingeniero químico Raúl Yaguer, primer jefe de Montoneros en el noreste argentino. Yaguer despertaba mucha admiración entre los Montoneros que sobrevivieron a la derrota militar ante los gobiernos militares, que en su gran mayoría provenían de un catolicismo progre, izquierdista y amariconado.

Desde la misma vertiente provenía el soldado traidor, el judas Luis Roberto Mayol, quien se encargaría de abrir las puertas del regimiento a sus camaradas Montoneros. Otra cosa, Luis Roberto Mayol provenía de una clase media acomodada como tantos otros imberbes que se creían ser la clave del universo, unos verdaderos tilingos como tantos otros que llegaban a Montoneros u otras organizaciones marxistas guerrilleras desde familias no peronistas, pero con esa formación católica progre y que se lanzaron a la lucha armada y así les fue, una vanguardia de perdedores cuya ideología hoy está fuera de la historia. Roberto Mayol, ya había participado de la colocación de una bomba contra el Club del Orden, al cual pertenecía su propio padre.

Existe mucha literatura al respecto, como el testimonio de Jorge Pedraza, ex compañero de Luis Roberto Mayol, en el Colegio Inmaculada, lugar desde donde se lanzaron a la lucha armada. Lo mismo sucedió con la Facultad de Ingeniería Química que fue un centro de formación de guerrilleros, de militantes como Raúl Yaguer, Fernando Vaca Narvaja, Fred Mario Ernst, René Haidar, Osvaldo Cambiasso y Jorge Obeid (luego gobernador), por citar a los más conocidos.

De las doce bajas guerrilleras caídos en el ataque al Regimiento 29 de Formosa, ocho eran de Santa Fe: Roberto Mayol (Santa Fe), Reinaldo Briggiler (San Jerónimo Norte), Emio Rossi (San Fabián), Oscar Boero (Santa Clara de Buena Vista), Juan Sebastián Hernández (Rosario), Luis Carlos Morero (Rosario), Oscar Suárez (Santa Fe) y José Daniel Graziano (Rosario). El avión que secuestraron para la posterior fuga había aterrizado en un campo entre Susana y Angélica, donde fueron rescatados por un grupo de santafesinos y una tercera parte de las armas fueron escondidas en Lehmann.

El ataque al Regimiento 29 también tiró abajo cierta creencia montoneril que podían fracturar al Ejército argentino y logran sumarlos a sus filas. No hay que olvidar que los Montos habían hecho un trabajo de captación en las Fuerzas Armadas gracias al aporte del general Jorge Raúl Carcagno fue comandante del Ejército Argentino, un general de ideas izquierdistas que pretendió abrirle las puertas al grupo guerrillero Montonero. La creencia de que podían unir el sector militar y el revolucionario marxista era una verdadera ilusión.

En ese entonces se pergeñaron desde las Fuerzas Armadas hacia los guerrilleros un tipo de política que muchos denominaron «peruanista» en referencia al general Juan Francisco Velasco Alvarado, un militar y político peruano izquierdista quien siendo jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, dirigió y ejecutó el golpe de Estado del 3 de octubre de 1968, con el cual derrocó al presidente Fernando Belaúnde Terry y ejerció el poder absoluto hasta 1975 en el llamado Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. Mario Eduardo Firmenich erróneamente creía que en el Ejército se daban las contradicciones de clase y que un sector muy importante se iba a unir a Montoneros, eso también lo dice Roberto Perdía, en su libro: «La otra historia».

El 6 de septiembre de 1974 Montoneros había anunciado su paso a la clandestinidad, el 1 de noviembre de 1974, el jefe de Policía Federal Comisario General Alberto Villar, fue asesinado en un ataque terrorista de Montoneros, en la que también murió su esposa. En febrero de 1975, el gobierno de María Estela Martínez viuda de Perón, había establecido el «Operativo Independencia» en Tucumán. En septiembre, la presidenta declaró «ilegal» a Montoneros, y pidió licencia por razones de salud, dando lugar a que el senador Ítalo Argentino Luder asumiera de forma provisional la presidencia.

Montoneros conscientes de que se le agotaban los tiempos aceleró su proceso de militarización guerrillera, tenían como prioridad la fabricación de armas o el acopio mediante ataques a comisarías, al robo de armas pertenecientes a las fuerzas militares y de seguridad, y lo que ellos llamaron el asesinato de «traidores peronistas». Cualquier policía pasaba a ser blanco de estos asesinatos. El 9 de julio de 1977, en un reportaje publicado en L’Epresso, Mario Firmenich dijo: «en octubre de 1975, cuando todavía estaba en el gobierno Isabel Perón, ya sabíamos que se daría el golpe dentro del año. No hicimos nada para impedirlo porque, en definitiva, también el golpe formaba parte de la lucha interna del movimiento peronista. Hicimos en cambio nuestros cálculos de guerra, y nos preparamos para soportar, en el primer año, un número de pérdidas humanas no inferior a 1500 bajas».

La principal organización guerrillera marxista-leninista no peronista fue el «Ejército Revolucionario del Pueblo» (ERP) que era parte de la izquierda internacional, pero la guerrilla que simpatizaba con el peronismo, o con la izquierda nacional, fueron «Montoneros», las «Fuerzas Armadas Revolucionarias» (FAR) y las «Fuerzas Armadas peronistas» (FAP), que luego se fusionarían bajo Montoneros. El jefe del Ejército era entonces el general Jorge Videla. En la operación participaron en forma directa unos setenta guerrilleros en cinco etapas, y unos veintiocho muertos.

Operación Primicia fue diseñada y dirigida por el «oficial superior» Raúl Yaguer, conocido como «El Gringo», «Roque» o «Mario», un ingeniero químico que era el número cuatro de la cúpula nacional de Montoneros. Los tres primeros en la jerarquía, Mario Firmenich, Roberto Perdía y Roberto Quieto, aprobaron el plan. Montoneros estaba bien desarrollado en todo el Nordeste, menos en Formosa, por eso trasladaron en 1974, al «oficial primero», luego diputado nacional peronista-kirchnerista, Carlos Kunkel.

La elección del Regimiento 29 de Infantería de Monte de Formosa, «Coronel José Javier Warnes» para el robo de armamento estuvo determinada por varias razones. En primer lugar, el cuartel estaba alejado de otras unidades que pudieran acudir rápidamente en su auxilio, lo que permitía las operaciones de ataque y retiro de las armas. Se poseía mucha información de inteligencia aportada por el soldado Luis Roberto Mayol Alcalá, alias «Lorenzo», que pertenecía a Montoneros. También se creía que habría poca o escasa resistencia y que los soldados conscriptos no opondrían resistencia y se entregarían fácilmente.

Se pudo saber a posteriori que el plan fue planificado cuarenta días antes del ataque y que constaría de tres fases. Primero, concentración de los recursos humanos y materiales. Segundo, asalto al Regimiento y copamiento de un avión comercial y del aeropuerto de Formosa. Tercero, retirada de los efectivos y armamento sustraído. La operación requería que una cantidad de efectivos debían reunirse para poder cumplir con todas las fases. Además, la retirada del regimiento era complejo debido a las distancias entre la unidad y el aeropuerto de la ciudad de Formosa donde los guerrilleros abordarían el avión rumbo a la provincia de Santa Fe.

La estructura de la operación estuvo a cargo del «Planificador Estratégico», Raúl Clemente Yaguer, secretario general de la Regional Litoral y miembro de la Conducción Nacional de Montoneros. Jefe del Operativo: Mario Lorenzo Koncurat, alias «Jote» y «Sebastián», uno de los asesinos del líder sindical José Ignacio Rucci, secretario general de la Regional Nordeste. Rodolfo Walsh, jefe del Departamento de Informaciones e Inteligencia.

Unidad empleada: Sección de Combate «Fred Mario Ernst». Dividida a su vez en dos Grupos de Combate. Grupo de Combate «Carlos Tuda». Formado por 3 pelotones, encargado de la preparación y señalización del campo de la localidad de Susana, cercana a Rafaela en Santa Fe, donde aterrizaría el avión secuestrado. Comandado por Vicente Víctor Carlos Ayala, alias Carlos, subdividido en tres pelotones.

Grupo de Combate: «Zulema Willimer». Integrado por 7 pelotones que atacarían el Regimiento 29, coparían el aeropuerto «El Pucú» de la ciudad de Formosa y asaltarían la Unidad Carcelaria 10 para liberar a montoneros que estaban recluidos allí. Este Grupo fue dirigido por Miguel Ángel Bustos, alias «Salvador» y «Negro». El Pelotón 1: atacaría una de las compañías y que finalmente atacó. Pelotón 2: a cargo del asalto a otra de las Compañías y toma de la ametralladora Mag de la Plaza de Armas.

El Pelotón 3: atacaría otra de las compañías, cuál finalmente atacó. El Pelotón 4: operaría contra el Casino de Suboficiales. El Pelotón 5: a cargo de la toma de la Guardia. El Pelotón 6: tenía como objetivo una de las compañías, la cuál finalmente atacó. El Pelotón 7: tenía como misión tomar el Retén donde estaban alojados los efectivos que permanecían en alerta para responder a primera orden. Para tal fin, también establecieron postas sanitarias en la arrocera Nueva Valencia, en la Clínica del Rosario y en una Clínica Veterinaria, todas ellas en la ciudad de Corrientes.

Se reunieron efectivos de las Unidades Básicas (locales partidarios peronistas) de Combate de Montoneros del Nordeste, el Litoral y Capital, de las bases de operaciones ubicadas en las ciudades de Resistencia, Posadas, Corrientes, Santa Fe, Rosario y Buenos Aires. También armamento como fusiles FAL y FAP, ametralladoras Madsen, subfusiles Halcón, escopetas de distintos tipos, pistolas de 9 y 11,25 mm. y otros calibres, granadas, mochilas, silbatos, casquetes, brazaletes distintivos, botiquines individuales, correajes, documentación falsa, y equipos de comunicaciones de corta, media y larga distancia, mudas de ropa.

La mayoría de los atacantes estaban vestidos con camisas azules y pantalones jean para facilitar su identificación. Se robaron 20 automotores para el traslado de los que intentarían el copamiento del regimiento. Alcanzaron consenso para atacar el Regimiento el 5 de octubre de 1975 a las 16:00 horas. El día y la hora fueron elegidos porque el 5 de octubre sería domingo, y un día domingo la cantidad de efectivos en el cuartel sería menor a la habitual, y muchos oficiales, suboficiales y soldados estarían de franco. La hora estaba coordinada con el secuestro del avión que trasladaría a los guerrilleros una vez que se fugaran del regimiento.

Se había decidido secuestrar un Boeing 737-200 de Aerolíneas Argentinas matrícula LV- JNE, vuelo 706, con 102 pasajeros y seis tripulantes a bordo que se dirigía desde el Aeroparque de la Capital Federal a Corrientes, pero fue desviado a Formosa, a 1.190 kilómetros de Buenos Aires, el copamiento del Aeropuerto «El Pucú» de la ciudad de Formosa, y un pequeño Cessna 182, para cuatro pasajeros. En este episodio hubo un policía muerto. Para el aterrizaje del avión de Aerolíneas, fue preparada una pista en una estancia cerca de la ciudad de Rafaela, la «Perla del Oeste» santafesino a 700 kilómetros de Formosa. El Cessna bajó en una arrocera en las afueras de Corrientes.

Al llegar el Boeing a «El Pucú» los Montoneros habían abatido al cabo Nori Argentino Alegre y herido al agente Felipe Santiago Ibáñez, ambos de la Policía formoseña. El día domingo 5 de octubre de 1975, en el Aeroparque Metropolitano de la Ciudad de Buenos Aires, en la cabecera sur de la pista el Boeing 737-200 se disponía a decolar. El comandante Diego Vaca consultó su reloj y al ver que eran las 15:13 horas observó los medidores. Estaba acompañado por su segundo Carlos Flores, quien sujetaba con firmeza los mandos en tanto el telegrafista Amílcar Fernández efectuaba el chequeo final. La azafata Cristina Olivares se mantenía en espera, sujeta a su asiento y en el sector del pasaje, los viajeros hacían lo propio, amarrados a sus butacas.

El Vuelo regular 706, recibió la orden de despegue, el aparato comenzó a elevarse y una vez en el aire subió el tren de aterrizaje, efectuando un leve viraje hacia el norte. Como todos los martes, jueves y domingos, el avión debía hacer una breve escala en el aeropuerto correntino de «Cambá Punta», una parada de escasos de 15 minutos, para seguir hasta el «El Pucú», la estación aérea de Formosa, donde tenía planeado aterrizar a las 16:45 horas.

De los 48 pasajeros que ese día abordaron la aeronave, muy pocos bajaban en Corrientes, uno de ellos el oficial Aníbal Antúnez, prefecto mayor de la Región Alto Paraná y Río Paraguay Superior, el resto se dirigía a Formosa, donde finalizaba el trayecto, entre ellos el mismísimo interventor federal, Dr. Juan Carlos Taparelli, quien había viajado a Buenos Aires.

A 1.207 kilómetros de allí, en las afueras de Formosa, una quincena de vehículos, la mayoría camionetas, aguardaban sobre la Ruta 11 y un camino lateral próximo al aeropuerto. En esa zona, una treintena de individuos luciendo uniformes militares, detenían a los automovilistas que pasaban por la zona. Los conductores eran obligados a descender y entregar las llaves, las cuales eran arrojadas a la hierba, para evitar su fuga o los incautadas para utilizarlos en una emergencia. Uno de los demorados fue Oscar López, apuntado como dependiente del «Servicio de Inteligencia del Estado» (SIDE), a quien los guerrilleros le secuestraron un revólver calibre 38 junto a sus credenciales.

Cuando el avión sobrevolaba la ciudad de Paraná (Entre Ríos), tres hombres jóvenes que hasta el momento conversaban animadamente se incorporaron y se dirigieron a la cabina de mando. Ni bien ingresaron, otros 36 viajeros se pusieron de pie y dirigiéndose al pasaje se identificaron como montoneros. Pidieron tranquilidad, dijeron que pretendían secuestrar el avión. Uno de ellos, hombre joven y de fuerte contextura física que sujetaba una campera en su brazo izquierdo, mostró la pistola 45 que llevaba a la cintura. El resto dio a entender que tenían las suyas en los bolsos y maletas, aunque era evidente que no pensaban utilizarlas.

El piloto y sus asistentes, los tres subversivos en la cabina encañonaron con sus armas, ordenándoles anular la escala en Corrientes y dirigirse directamente a Formosa. Simultáneamente, otro grupo subversivo tomaba por asalto el Aero Club Chaco y se apoderaba del Cessna 182D matrícula LV-HOT allí estacionado, y secuestrando a su piloto, Guillermo Alberto Schmidt. Un tercero se dirigió a una aeronave de la gobernación de Formosa a la cual no logró hacer arrancar.

En tierra, los guerrilleros se pusieron en movimiento hacia el aeropuerto, entablando combate con cuatro efectivos de la VI Agrupación de Gendarmería que se hallaban de guardia y los ocupantes de un patrullero policial que acababa de llegar para cubrir el arribo del interventor federal. Durante el intercambio de disparos cayó muerto el agente de policía Neri Argentino Alegre, quien alcanzó a radiar un pedido de auxilio, en tanto el sargento ayudante Falcón y el efectivo restante resultaban con heridas de consideración.

Los Montoneros se apoderaron de la torre de control, instalando una ametralladora pesada sobre el lado que daba a los accesos, para cubrir la llegada del Boeing. De acuerdo a lo planificado las columnas partieron desde diversos puntos de la geografía nacional, principalmente de Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Resistencia y la misma ciudad de Formosa, confluyendo sobre el objetivo en forma simultánea.

El Boeing 737 hizo un nuevo giro y pasadas las 16:30 horas comenzó a descender, la hora del descenso fue cerca de las 17.00. cuando el aparato se detuvo, el pasaje fue obligado a descender y concentrarse en un salón del edificio principal, la Sala 10, bajo vigilancia, mientras los pilotos y el personal de tierra eran obligados a repostar combustible y llevar la nave hasta la cabecera sur de la pista, donde debía estar lista para despegar.

Con la estación aérea en sus manos, el Grupo de Combate «Zulema Willimer», nombre de una militante guerrillera fusilada por la «Triple A» (AAA) en Rafaela, se puso en movimiento. Estos cuadros combatientes, luego de su llegada al lugar, estuvieron alojados en distintas casas operativas que Montoneros tenía en la capital provincial y sus alrededores. Tenían información precisa dado por el soldado recluta que cumplía el servicio militar obligatorio en la unidad Luis Alberto Mayol, clase 54, que desde hacía un par de años militaba en las filas de Montoneros.

Se concentraron en un camino lateral, donde se encontraban detenidos los quince vehículos que conformaban la columna de ataque, entre automotores sedán, furgonetas y camionetas pick-up. Partieron a las 15:00 horas, tras una hora de espera, previa comunicación con la central de la organización en Capital Federal y la base operativa Nº 3 de Santa Fe. La larga hilera tomó la Ruta 11 y se dividió en dos, una columna enfiló directamente al aeropuerto y la otra hacia el RIM29, con el móvil del comando en quinto lugar y una Ford F-350 cerrando la formación.

El objetivo militar se hallaba al mando del coronel Dardo Argentino Oliva. Se trataba de la más importante unidad de combate de la región chaqueña la cual, como la mayoría de las guarniciones del país, estaba organizada por cuatro compañías, la «A», la «B», la «Comando» y la «Servicios», un Casino de Oficiales, otro de Suboficiales, la Guardia Central, la Mayoría, el polvorín, un taller mecánico, el parque de automotores, cocina, comedor, tanque de agua, caldera, campo de entrenamiento y plaza de armas.

Tras cubrir los diez kilómetros que separaban al cuartel del aeropuerto, y atravesar la ciudad de sur a norte, la sección guerrillera volvió a dividirse. Una parte se apostó sobre un camino lateral como grupo de contención y la otra tomó hacia la Puerta Nº 2, en la parte posterior del Regimiento, donde aguardaba el soldado traidor Luis Mayol con la misión de abrirles el paso. Ese día Luis Mayol había salido de franco, pero simulando regresar en busca de un pulóver que se había «olvidado», se presentó nuevamente en la guardia pidiéndole al soldado Ramón Medina, que lo dejara entrar.

Ramon Medina le dijo: —No, por acá no podés. Cuando los vehículos guerrilleros aparecieron frente al acceso, Luis Mayol se abalanzó sobre su compañero y propinándole un golpe en la cabeza, lo arrojó al piso, para acto seguido desarmarlo y neutralizarlo. —¡Ni se te ocurra moverte, Medina!, le gritó apuntándole a la cabeza con la pistola que extrajo de su cintura. —¡Quedate quieto! En esos momentos, varios guerrilleros descendieron del primer móvil y colocaron un pequeño puente para atravesar el zanjón. La columna penetró en la unidad y siguiendo la Orden General de Operaciones, se desplegó en cuatro secciones, iniciando un ataque simultáneo que tenía por objetivo cuatro dependencias: la Guardia de Prevención, la Compañía «A», la Compañía de Comando y Servicios y el casino de Suboficiales.

El primer grupo se dirigió directamente a la guardia, donde había apostados 30 soldados. Lo hicieron dividido en tres pelotones, el Nº 2, el Nº 3 y el Nº 4, dirigiéndose el primero hacia la zona del mástil, en la esquina este de la plaza de armas, donde se hallaba emplazada la ametralladora pesada MAG a cargo del cabo Tissera, que era reconocido como el mejor tirador de la unidad, en tanto los dos restantes se lanzaron decididos a tomar la guardia. Los pelotones 5 y 6 intentaron copar la sala de armas, iniciándose el combate, lo mismo cuando atacaron la distante guardia, lugar donde mataron al sargento primero Víctor Sanabria.

El suboficial Sanabria se hallaba en la sala de radio efectuando tareas de rutina, a su lado se encontraba el soldado telefonista Antonio Arrieta quien murió en el acto al recibir un disparo en la cabeza. Cuando Sanabria vio a los terroristas avanzar por un pasillo, le ordenó al recluta Hermenegildo Villagra que se escondiera y se dispuso a enfrentar al primer atacante, trabándose ambos en lucha cuerpo a cuerpo. Sanabria forcejeó, pero el guerrillero que venía detrás le disparó por la espalda, acabando con su vida. El subteniente Ricardo Massaferro y un soldado asistente se encontraban en las oficinas de la Compañía «A», contiguas al arsenal, cuando recibieron las esquirlas de una granada, pereciendo instantáneamente, varios de los conscriptos sufrieron heridas menores.

En la sala de retén estaban descansando una veintena de soldados, y en las duchas otros tantos tomaban un refrescante baño. Los montoneros irrumpieron matando al soldado Heriberto Dávalos. Los soldados saltaron de sus cuchetas, tomaron sus armas y se parapetaron en el sector de las duchas. En el enfrentamiento cayeron muertos Marcelino Torales y Daniel Salvatierra, resultando con diversas heridas Félix Ibáñez, Daniel Quintana, Luciano Vega, Rogelio Mazacotte, Ignacio Silva, Fausto Landriel y Félix Bernuj. Cuando un guerrillero estaba extrayendo una granada con la intención de arrojarla hacia donde se encontraban ubicados, el soldado Juan Carlos Torales le apuntó con su arma y lo mató, logrando de ese modo, que sus compañeros ganasen el exterior para seguir tirando desde otras posiciones. La granada le estalló al Montonero en la mano.

En el intercambio de disparos murieron los conscriptos Alberto Villalba, José Coronel y los dos primeros guerrilleros en tanto los seis restantes, dada la intensidad de fuego, se vieron forzados a parapetarse en el terreno. Los otros guerrilleros intentaron apoderarse de ambos objetivos, los pelotones 6 y 7 corrieron hacia el Casino de Suboficiales al tiempo que parte del Nº 5, reforzado por dos cuadros del 7, se dirigieron al retén y las demás posiciones señaladas durante la planificación. Mientras eso sucedía, ingresó el móvil en el que se desplazaba el comando guerrillero, seguido por la camioneta F-350, desencadenándose una infernal balacera.

En este instante comienza una verdadera batalla. Los soldados armados o desarmados en algunos casos, desobedecieron la orden de rendición, en todos lados presentaron fuerte resistencia y en algunos lugares esa resistencia fue suicida. Los soldados cuando podían escapaban de los lugares atacados, pero ninguno suelta el fusil y una vez a distancia se parapetan para iniciar el fuego. Desde la compañía de servicios la mitad, 15 soldados de la compañía de retén, escapan, pero con sus fusiles. De la guardia escapa la mayoría allí había 33 soldados que se parapetan y hacen fuego contra los guerrilleros provocando el mayor número de bajas sufridas.

Los que escapan de la guardia van hacia el barrio de oficiales y suboficiales, se echan cuerpo a tierra y desde allí tirotean. Este tiroteo comienza a los dos o tres minutos de haber iniciado el asalto. A partir de este momento el fuego es impresionante. Hay alrededor de 60 personas haciendo fuego simultáneamente con FAL, con pistolas ametralladoras, con ametralladora pesada MAG, granadas y armas cortas. El subteniente Jorge Ramón Cáceres, oficial de servicios que había asumido la defensa del sector luego de ver morir a cinco reclutas cuando dormían como producto de las esquirlas de una granada, divisó a dos guerrilleros que intentaban acercarse al arsenal. Reconociendo en uno de ellos al traidor Luis Mayol Alcalá, le apuntó con su arma y disparó, matándolo instantáneamente. El otro cayó unos metros más adelante, alcanzado por los disparos que hacían los conscriptos ubicados detrás y allí quedó tendido, sin moverse.

De acuerdo a la planificación, el pelotón guerrillero Nº 3 debía cubrir al Nº 4 en su intento de ocupar la Compañía de Servicios y apoderarse de las armas. Sus ocho integrantes se lanzaron al asalto, cubriendo a la carrera los 40 metros que los separaban del objetivo. Lo hicieron sin cobertura y eso les resultó fatal. Seis fueron acribillados durante el avance y solo dos alcanzaron la meta. Les tiraron desde el edificio de la guardia, en tanto a quienes debían neutralizar la MAG lo hicieron desde la Mayoría. En el intercambio de disparos, un conscripto resultó muerto y otros siete fueron heridos. Mientras tanto, el pelotón Nº 6 pugnaba por tomar el Casino de Suboficiales, ametrallando en el intento al soldado Ismael Sánchez.

El grupo, conformado por su jefe y dos guerrilleros, atacó por el frente, topándose con un soldado que disparaba cuerpo a tierra desde la puerta de la cocina. El jefe del pelotón guerrillero ordenó a los suyos cubrirse y tomando una granada de mano se la arrojó al conscripto al tiempo que accionaba su ametralladora Halcón. Al ver eso, el soldado se introdujo en el edificio y allí se atrincheró para resistir. Uno de los Montoneros quien, al parecer, no había escuchado la orden de cobertura impartida por su superior. Entró por la puerta principal y en ese instante recibió un disparo en el abdomen que le provocó una herida grave, aunque no mortal. La bala pegó en el cargador de su ametralladora, amortiguando el impacto y eso le salvó la vida.

Alertados por las explosiones, los oficiales que se hallaban de descanso, saltaron de sus cuchetas y tomando sus armas ganaron el exterior, disparando contra los guerrilleros que intentaban ingresar al arsenal. El pelotón guerrillero Nº 5, formado por tres combatientes vestidos con uniformes del Ejército, irrumpió en la Compañía de Retén, quedando uno de ellos fuera para mantener a raya cualquier acometida. Los soldados desobedecieron la orden de rendirse y tiraron desde donde se encuentran. Los guerrilleros no tuvieron más opción que retirarse, llevándose tres FAL que depositaron en la caja de la F-350 para dirigirse al punto de concentración previo a la retirada. Como resultado hubo doce guerrilleros muertos incluido un soldado «entregador» Luis Mayol, y del lado militar un oficial, un suboficial y diez soldados muertos.

******

El soldado Hermindo Luna, un criollo de 21 años nacido y criado en el campo formoseño, estaba sentado en un sillón con su fusil sobre las piernas, tenía la misión de vigilar el dormitorio donde sus compañeros dormían la siesta aquel domingo 5 de octubre de 1975. Todos estaban de retén, es decir, de reserva, listos para actuar en un caso imprevisto, algo poco probable porque estaban cumpliendo con el servicio militar obligatorio en la periferia olvidada del país, en un cuartel en los suburbios de la ciudad de Formosa. Sin embargo, a las cuatro y media de la tarde Hermindo Luna vio que cinco jóvenes como él, vestidos de azul, armados también con FAL, entraron pateando el portón y le gritaron: «Rendíte, dame el arma, con vos no es la cosa», el soldado conscripto «el Negro» Hermindo Luna respondió: «¡Acá no se rinde nadie carajo!», y trató de contener el ataque.

Saltó hacia un costado y preparó su fusil. No alcanzó a usarlo, unos disparos de FAL lo partieron en dos. Su gesto sirvió para alertar al resto de sus compañeros, que se despertaron por el ruido de esos balazos y pudieron huir hacia el fondo de la cuadra, donde estaban los baños y las duchas. Recibió un impacto en el abdomen que lo dejó mortalmente herido. El grupo marxista Montoneros, en su órgano de difusión «Evita Montonera» dijo que se trató de una «resistencia suicida».

Hermindo Luna quedó tendido en el suelo, el cuerpo cortado en dos, las vísceras que se escurrían por los agujeros de los balazos. Murió de a poco, gritando de dolor que lo mataran de una vez. No tuvo tiempo de pensar en sus padres, esos campesinos pobres de Las Lomitas, que eran «peronistas de Perón y Evita», como decía su hijo conscripto. Los soldados muertos formaban parte de un grupo desafortunado compuesto por los «soldados del domingo por la tarde», es decir los más pobres, que no tenían dinero para visitar a sus familias en el interior de la provincia y acostumbraban a cambiar sus francos por una pequeña suma de dinero, como Hermindo Luna.

Otros los más generosos, como Edmundo Sosa, un muchacho sin padre que, primero, postergó su baja para que saliera en su lugar un compañero que era más pobre que él y tenía dos hijos que alimentar, y luego, aquel domingo 5 de octubre, le había cedido su franco a otro colega para que fuera a Clorinda a ganarse unos pesos en el acarreo de bolsas de harina de contrabando a Paraguay.

Para entonces, el «pelotón comando» se había apoderado de la Compañía de Servicios, abatiendo previamente al soldado Tomás Sánchez. A patadas lograron abrir la sala de armas y se apoderan de todo el arsenal que pudieron cargar, 50 de los 200 fusiles que tenían pensado capturar y una ametralladora FAP, que de manera inmediata comenzaron a accionar. Viendo que los pelotones 2, 3 y 4 habían sido diezmados, los subversivos decidieron evacuar el cuartel. Al ver que no solo recibían disparos desde las posiciones mencionadas sino también de los barrios de oficiales y suboficiales, y de diversos puestos de vigilancia.

Los guerrilleros atacantes acabaron por perder la noción de dónde se hallaba el enemigo, su cantidad y el tipo de armamento que utilizaba y por esa razón, temiendo quedar rodeados, cortadas las comunicaciones con los escalones de contención y el aeropuerto, con solo dos de los siete vehículos en los que habían llegado operables, iniciaron el repliegue, corriendo frenéticamente hacia la F-350. Se llevaron todo el armamento que pudieron cargar y huyeron a gran velocidad, dejando al pelotón Nº 6 abandonado en el casino de suboficiales, lo mismo a Jorge Alberto Livieres Banks, un argentino-paraguayo, nacido en la provincia de Chubut, entonces de 23 años, militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en Corrientes, en esa ciudad capital vivía con su esposa y su vástago, un bebé de pocos meses de vida.

Livieres Banks, el combatiente montonero con el grado de oficial, caído en el asalto al Regimiento 29 de Infantería de Monte en Formosa, integrantes del Nº 5, que no escuchó la orden de retirada. Portaba un documento apócrifo a nombre de Ramón Ángel Ruiz. Por decisión del juez de Primera Instancia Leandro Costas, que atendió en la causa, sus restos no fueron devueltos a sus familiares, sino enterrados con una topadora en una fosa común creada a tal efecto, en el Cementerio Norte de esa localidad litoraleña.

Con once hombres a bordo, conduciendo el escaso botín que acababan de obtener, los guerrilleros huyeron bordeando el barrio de oficiales, desde donde se les efectuaron varios disparos con armas cortas, sin mayores consecuencias. Antes de partir, habían roto el parabrisas de la camioneta y montado el FAP sobre el capot, para abrirse paso a tiros.

Al salir del cuartel, tomaron una calle interna, topándose a los pocos metros con un retén policial integrado por ocho efectivos, que inexplicablemente, los dejaron pasar. Ya en el camino de circunvalación se les unió el grupo de contención y junto a él se encaminaron hacia el aeropuerto. El pelotón Nº 6, quedó sumamente comprometido y sometido a una lluvia de fuego desde diversas posiciones. Fue entonces cuando apareció un combatiente con su rostro cubierto de sangre, conduciendo una camioneta Chevrolet roja que formaba parte de la columna subversiva, era el segundo vehículo operativo que quedaba, al tiempo que disparaba constantemente con su pistola.

Al ver venir la camioneta, los integrantes del grupo salieron por la parte posterior del Casino de Suboficiales y tras rápida carrera, saltaron a su caja, dándose a fuga de manera inmediata. Huyeron por el puesto Nº 2, embistiendo el portón de acceso, en esos momentos cerrado y así ganaron el exterior, desplazándose por el camino que conducía a la ruta, distante a 1 kilómetro del cuartel. A poco de andar se toparon con un puesto de la Gendarmería reforzado por efectivos de la policía provincial, situación que los obligó a detenerse y poner reversa para hacer 100 metros en esa situación, mientras los combatientes a bordo verificaban el estado de sus armas.

Pero tanto el FAL como la ametralladora estaban trabados por lo que su situación se vio altamente comprometida al ser perseguidos por una camioneta Dodge policial que les habría fuego. Lograron destrabar ambas armas y con ellas repelieron el ataque, con varios impactos en su carrocería, la camioneta policial perdió el control y fue a dar a la banquina, justo cuando aparecieron dos gendarmes a caballo disparando sus armas, los cuales fueron obligados a arrojarse al suelo, mientras los policías, desde la banquina, les seguían tirando.

La camioneta de los guerrilleros no podía seguir porque que al salir del cuartel habían reventado el neumático trasero derecho y estaban rodando sobre la llanta. En ese momento divisaron en la ruta una pick-up Ford F-100, la cual detuvieron a punta de pistola, obligando al conductor a descender para seguir en ella hasta el aeropuerto. Sin embargo, al notar que habían olvidado el FAL, volvieron a recogerlo, tomando posteriormente un camino alternativo al centro de la ciudad, ya que la ruta de escape prevista había sido saturada por la policía y a gran velocidad ingresaron a la ciudad, atravesando la plaza principal y el Distrito Militar, donde tuvieron un intercambio de disparos con las fuerzas del orden y más adelante, con el «Escuadrón Bajo Paraguay» de la Gendarmería Nacional.

Pudieron lograr sortear ambos obstáculos, tomando por una calle de tierra que corría paralela a la ruta, sin embargo, al llegar a un estero, se vieron obligados a subir nuevamente a ella y continuar por allí unos 200 metros hasta el puesto de contención propio, ocupado en esos momentos por policías y gendarmes. Bordeando el mismo se arrojaron a la banquina intercambiando disparos con las fuerzas del Estado argentino que intentaban cerrarles el paso. Durante la maniobra, perdieron el fusil FAL que salió volando y cayó sobre el pavimento. Doscientos metros más adelante se produjo otro encuentro con una unidad móvil de Gendarmería, pero pudieron seguir y alcanzar la estación aérea en el preciso momento en que el Boeing 737 se disponía a decolar.

Según diversas versiones, cuando los terroristas se retiraron, los efectivos del Ejército se introdujeron en un barrio de las afueras de Formosa y confundieron con guerrilleros a un agente de policía y dos civiles, y les dieron muerte, estos nada tenían que ver con los hechos, Felipe Santiago Ibáñez, que en esos momentos se hallaba de franco, Celso Pérez de quince años de edad y el adolescente Mamerto Cáceres. Según otras versiones, fueron asesinados por Montoneros en su retirada, el primero en uno de los retenes con los que se cruzaron y los otros dos, cuando atravesaban a tiro limpio la ciudad, como producto de balas perdidas.

La acción del soldado Hermindo Luna, dio tiempo a sus compañeros de tomar las armas y evacuar el sector, entre ellos Juan Carlos Morínigo y Fermín Cabrera, quienes años después explicarán como fueron los últimos momentos del soldado. Para ese momento, el soldado Quintana había dejado de existir. No así Luna, que aún se desangraba tirado en la Compañía de Comandos. Al verlo, sus compañeros Juan Carlos Morínigo y Fermín Cabrera corrieron para socorrerlo. El primero tomó una sábana y luego de introducirle las vísceras dentro del cuerpo, lo envolvió con ella.

—Matame «Topo» —le dijo Luna con un hilo de voz —Matame que no aguanto más. Abrazándolo con fuerza, Carlos Morínigo trató de tranquilizarlo. —Aguantá un poquito, «Negro», aguantá que te vamos a llevar al hospital. —Quedate tranquilo —agregó a su vez Fermín Cabrera Ya viene la ambulancia, no te va a pasar nada. Fueron las últimas palabras que el soldado escuchó. Luego de un par de minutos, inclinó su cabeza a un lado y expiró en brazos de sus camaradas.

Ricardo Veisaga

16 de mayo de 2025

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