LA DEMOPOLÍTICA
Ricardo Veisaga
La demopolítica es una nueva disciplina, que como otras tantas disciplinas tienen un objeto formal propio y que puede ser, y de hecho lo es, un auxiliar valioso para otras disciplinas o ciencias, como en este caso que nos ocupa la política. Como ya sostuve en otros lugares estas disciplinas o subdisciplinas que son auxiliares de la política, son de enorme importancia, siempre y cuando, no pretendan ponerse por arriba de la política, o invadir otros campos que no le corresponda.
De cualquier manera, la demopolítica es bastante nueva, aunque es heredera y continuadora, en su mayor parte de la demografía. Por tanto, también se podría llamar demografía política. La superficie terrestre, marítima o espacial, junto a las personas son elementos básicos para la vida en general y la política en particular. No se puede despreciar el suelo y a las personas, ya que estaríamos fuera de la realidad. Hermann Heller, en su Teoría del Estado, coloca al territorio y a las personas como elementos constitutivos de la política.
La despoblación o el hundimiento de la natalidad es un signo de la decadencia de un Estado, un Estado sin población y territorio desaparece. Si un espacio geográfico no tiene nacimientos, esa comunidad política se extingue, y esa conciencia temporal de un pueblo es la demopolítica o demografía política. La política no se ocupa del individuo sino de la totalidad de individuos en un determinado Estado. Por tanto, la cuestión de los nacimientos como de las sucesivas generaciones, es una cuestión central en la política.
Esa natalidad está condicionada por múltiples factores que son propios de cada grupo humano. Ese crecimiento y decrecimiento poblacional está sometida a factores que desconocemos, al mencionar esta cuestión estaríamos ingresando en la biopolítica en sentido amplio, y no en el sentido particular o restringido divulgada por Giorgio Agamben o Michel Foucault. Cuando mencionamos a la biopolítica nos encontramos con otra disciplina auxiliar de la politica, pero no central o reemplazante de la política. Dentro de la biopolítica nos vamos a encontrar con dos facetas como son la llamada populacionista, antimalthusiana y otra antipopulacionista, malthusiana.
No nos vamos a ocupar o profundizar en estas cuestiones, pero vamos a hacer notar la influencia de las ideologías políticas en esta biopolítica, que ha llevado al terreno de confrontación izquierda-derecha, confrontación que no tiene base alguna seria y carente de argumentos válidos. Según esta consideración, el socialismo militante fue populacionista, y Joseph Proudhon decía que en el mundo no sobra nadie… solo Malthus, pero en los sesenta se volvieron antipopulacionista.
En la derecha conservadora, sucedió al revés, de un antimalthusianismo pasaron al malthusianismo. Sin embargo, en estos días, Javier Milei y Elon Musk son fervientes defensores del crecimiento demográfico, esa posición es entendible en el primero al ser un economista y en Elon Musk por ser un hombre de negocios. De cualquier manera, el crecimiento o decrecimiento demográfico tiene un correlato con el espacio, la economía y las guerras, y expresadas en ideologías.
Quienes se dedican a la comparativa o estudio de estas cuestiones sostienen que las potencias talasocráticas, navales, son en su mayoría antipopulacionista y se basan en la creencia de que la superioridad es cuestión de riqueza y técnica, lo que exige relativamente pocos combatientes. En cambio, las potencias continentales, tienen una gran preocupación por sus fronteras y de los efectivos con que cuentan y sus pérdidas en las guerras. Hoy sabemos que eso no es así.
Debemos hacer notar, si bien es cierto, que la cuestión de la población es clave en el desarrollo de la demopolítica. Sin embargo, la disciplina demográfica no ha planteado en profundidad el alcance del significado del término población, al revés de como lo hizo la ciencia política. La realidad poblacional ya había sido analizada mucho antes de que se utilizara el término población. Platón y Aristóteles ya consideraban el número ideal de los ciudadanos de la polis, lo que debería tener la polis, esa ciudad-Estado, pero no la llaman población, aunque algunas traducciones así lo interpreten.
La palabra proviene del latín «populatio-ônis», no del griego y, como dice Adolphe Landry: «cosa curiosa, significa devastación, estrago, como despoblación». A propósito de Adolphe Landry, francés, 1874-1956, economista de profesión, ocupa un lugar destacado entre los precursores de la Teoría de la Transición Demográfica, aunque su actividad principal fue la política, y fue diputado por más de veinte años, llegando a ser ministro muchas veces durante la Tercera República.
Landry llegó a plantearse la relación entre los cambios en las variables demográficas y la productividad del trabajo en Francia y otros países europeos. En 1909 hizo una primera incursión en «Les trois théories principales de la population». Dos décadas después realizará una aportación sistemática a dicho análisis, estructurando los tipos de relación entre población y productividad en tres etapas sucesivas. Adolphe Landry dice que, dependiendo del tipo de economía, primitiva, intermedia y moderna, las poblaciones atraviesan un proceso general y universal de cambio que calificó de «Revolución Demográfica».
En el latín clásico y post-clásico, según Julio César, Tito Livio, Plinio, significaba saqueo, devastación, despojo, corrupción, presa, pillaje. En la Edad Media, cambió su significado por el de población, pueblo, muchedumbre, dependiendo del autor y la época. La univocidad entre población y pueblo, que se da en la Edad Media, se proyecta a las otras lenguas de raíz latina, cuyo significado, según los respectivos diccionarios, corresponde para referirse a los habitantes de un territorio determinado, como a villas, siguiendo más la etimología de la palabra latina populus, que la de populatio-ônis.
En el latín preclásico, clásico y postclásico solamente la palabra populus, significaba habitante de un Estado, o gente, público, o cantón o región, según las diferentes acepciones dadas por los autores. Fuera del latín clásico significaba raza, ejército, gentiles, etc. No es extraño que en las lenguas derivadas del latín y en los autores de nacionalidad inglesa, francesa, italiana, alemana, española, persista la identidad entre las palabras: población, pueblo, raza y más recientemente nación.
La demografía no se ha preocupado tanto en distinguir los dos términos. En el período que nos ocupa, la mayoría de los autores utilizan indistintamente los vocablos población y pueblo. Incluso, algunos llegan a equiparar a los vocablos raza y nación. El demógrafo estadounidense Warren S. Thompson, le otorgará el mismo sentido a «expanding population», que a «expanding peuples», El italiano Giulio Rugiu, discípulo de Corrado Gini, dirá para referirse a lo mismo «le attitudini della popolazione» como «le attitudini e capacità tecniche del popolo».
Corrado Gini, desarrollará su «teoría cíclica de la población», con el mismo sentido que «desarrollo cíclico de las naciones». El inglés Carr-Saunders, abunda en la utilización del vocablo peoples, más que en el de population y por momentos significa gente, en otros pueblos y en otras, población, dice «many people», «work-people», «Migration of people». Pero para referirse al crecimiento, utiliza siempre la palabra «population».
Los franceses son más cuidadosos en el uso de la palabra «peuples» o «population». En el «Traitè de demographie», escrito por varios autores, no se apartan del término población. Pierre Depoid, el coautor de Traité de Demographie, distingue bien los términos «ville», «bourgs», «paroisses», «communante», sin confundirlos con «peuples», término que no utiliza. Entiende que pays, population, ville y peuple son cosas diferentes y que el objeto de análisis del Traitè es, básicamente, la población.
Alejandro Bunge se refiere a la «pirámide de población» y líneas después agrega «un pueblo joven». En realidad, quiere expresar que son naciones con poblaciones jóvenes, concepto demográfico que significa que predominan porcentualmente los menores de 15 años dentro de la población total. Más adelante se referirá a «pueblos de 1.000 a 2.000 habitantes», dándole el sentido de aglomerado humano pequeño que no alcanza al calificativo de ciudad.
La ciencia política y las teorías del Estado, pretendieron separar la significación de los vocablos población y pueblo. Pero no todos los autores coinciden ni en la definición ni en el enfoque desde el cual definen cada una de esas palabras. Unos lo harán a partir de su función dentro de la estructura jurídico-política, como Jellinek y Kelsen, quienes se preguntan sobre si pueblo es sujeto u objeto del poder del Estado o ambas cosas al mismo tiempo. El otro, desde un enfoque sociológico como Heller, reservaran la palabra población para referirse a la cantidad de habitantes y pueblo para la cualidad de esos habitantes. Pueblo sería la comunidad con sus tradiciones, sus vínculos históricos, más que un cuerpo físico.
Desde el aristotelismo o el tomismo, pueblo es la causa formal y población la causa material. A la demografía le interesa la causa material, y la población es la materia de análisis indeterminada, cuya forma determinante, su cultura, el espíritu que subyace en el concepto de pueblo, no le deberían interesar a la demografía. Según las Naciones Unidas que se mete en todo, la demografía, estudia a «todos los habitantes de una región dada. A veces se refiere a un subgrupo de la población total, por ejemplo, la población escolar», es una definición que se refiere más a la cantidad y no a la cualidad.
Sería lo que había dicho Heller «Es un cuerpo físico» más que un «cuerpo espiritual» que connota la palabra pueblo. Incluso, al referirse a los subgrupos, población activa, población escolar, es para referirse al número de las mismas, más que a la esencia de la actividad realizada, más que a lo que la cosa es, que diría Aristóteles. La importancia que ven los estudiosos del tema, consiste en señalar a los autores que utilizan las palabras pueblo y población con sentido unívoco, y, además, acotar bien los términos para intentar perfilar mejor, cuándo los autores objeto de este análisis, los confunden o no, porque se estima que es un criterio para determinar quiénes hacen un estudio demológico y quiénes estrictamente demográfico.
Estamos acostumbrados a leer en los medios gráficos, noticias alarmantes sobre la disminución de la población en tal o cual país. Y de algo podemos estar seguros es de la disminución de la población en especial en Europa, que tiene como política no oficial o encubierta destinada a favorecer la disminución de la natalidad, lo que algunos llaman la cultura de la muerte. Curiosamente, mientras en Europa y otros países occidentales disminuye su población nativa, en África sucede lo contrario, y ante la hambruna que viven en sus lugares de origen se dirigen a Europa, lugar donde se producen distorsiones de todo tipo, sociales, culturales, religiosos, laborales, étnicos, morales, pero que lo podemos resumir en político.
Debido a los temores y preocupaciones que despierta el crecimiento y expansión de la población en el mundo presente, parece volver a significar, como en sus orígenes etimológicos, devastación, saqueo, pillaje. Esta situación nos deja planteada esa reflexión con el objeto de analizarla junto al tema de las teorías y doctrinas sobre población. Los datos que nos proporciona la demopolítica son muy importantes, y en este sentido podemos asegurar que el demopolítico o demógrafo político, mucho más que el geopolítico, se encuentra en soledad o aislado sin la importancia que merece.
Son numerosos los autores que usan la palabra demografía significando a la población. Los demógrafos actuales como Roland Pressat, Louis Henry, y de los años cuarenta como Adolphe Landry, Huber, aunque definan correctamente la palabra demografía, dirán a posteriori «crecimiento demográfico», evolución e historia demográfica, que dentro del contexto querrá decir, evolución, historia, crecimiento o problemas de la población y no de la disciplina que estudia a la población, que es el significado correcto de la palabra demografía, desde sus orígenes hasta hoy.
El término demografía fue utilizado por primera vez en 1855 por Achille Guillard en su obra «Elements de statistique humaine, ou demographie comparèe». La definición en sentido amplio, se refería a «la historia natural y social de la especie humana». Y en un sentido estricto, como «el conocimiento matemático de la población, de sus movimientos generales, de su estado físico, civil, intelectual y moral». Esta definición distingue entre la historia y el uso de la palabra demografía y la historia del contenido de la demografía como pretendida ciencia.
Según algunos estudiosos, el historiador, sociólogo, demógrafo y humanista Ibn Jaldún (1332-1406) es reconocido como el padre de la demografía, ya que fue el primero en considerar los datos estadísticos en sus estudios para representarlos y obtener nuevos datos más representativos. Para otros, John Graunt (1620-1674) es considerado el padre de la demografía por sus estudios sobre la regularidad de los nacimientos y las defunciones, así como la proporción de sexos en las tasas de natalidad y mortalidad.
En 1662, John Graunt publicó «Observaciones sobre boletines de mortalidad», que eran financiados por personas adineradas para migrar a lugares no afectados por epidemias. Por lo visto y sin entrar en la búsqueda de quien es el padre de la demografía, veremos que el uso del nuevo término fue acogido rápidamente, en diferentes países. A fines del siglo XIX ya estaba difundido. Lo utilizan René Worms en Francia, en l895, Francisco Nitti, en Italia, en 1894, Diego G. de la Fuente en el Segundo Censo Nacional de l895, Gabriel Carrasco, en España. En Estados Unidos e Inglaterra, el término tardó en imponerse. Warren Thompson, el principal demógrafo estadounidense de las décadas de los años 30 y 40, prefiere la palabra población y no demografía, esta recién se impondrá más tarde.
Lo mismo se puede decir del inglés Carr‑Saunders, director de la London School of Economice and Political Science y escritor de «World Population», estudio que fuera modelo de otros investigadores del tema. La denominación que diera Guillard a esta nueva disciplina, no significa que el estudio científico sobre la población comenzara con él. Claro está que, si por ciencia entendemos con Nagel, que es el «conjunto de explicaciones sistemáticas y adecuadamente sustentadas», o como Mario Bunge como el «conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible».
Con anterioridad a la utilización de la palabra demografía, hubo intentos de explicar sistemáticamente el problema de la población y se suponía que sus conocimientos estaban debidamente sustentados. Achille Guillard cuando define la palabra demografía, se aleja del latín y recurre al griego, siguiendo la línea de los denominados «aritméticos políticos», iniciada en Inglaterra por John Graunt, en 1662 y William Petty en 1682. En Alemania por Kasper Neuman, en 1689, Johann P. Süssmilch en 1742. En Bélgica por Adolphe Quetelet en 1835 y su discípulo Pierre F. Verhulst, en 1838, entre muchos otros.
Todos estos aportes trataron de descubrir a través de la estadística, regularidades en los movimientos vitales de la población, que se interpretaron como «leyes naturales» en un mundo organizado mecánicamente, o como «leyes divinas» ordenado por Dios. Achille Guillard, comienza intentando sustraer a la demografía del seno de otras ciencias a las que, con anterioridad, se consideraba íntimamente unida, es decir, la política y la economía. Como sabemos, la población fue objeto de análisis de la política, en primer término. Eso lo vemos en Platón en su obra La República y Aristóteles en su Política.
El problema de la población, por tanto, seguirá los métodos, y variaciones de la ciencia política, que tampoco estaba formalizada, como tal, en los primeros tiempos. Ese cambio se puede ver en el nombre dado por el británico sir William Petty a su obra: «Political Arithmetic» de 1690, en el que subsiste el primitivo enfoque político con el estadístico. Tampoco podemos decir hoy que haya desaparecido, pero estará ubicado en otro plano, como ciencia auxiliar de la demografía, o se convertirá en demopolítica, intentando dar las bases de una política para la población.
Dice Lorimer, «El matrimonio de la demografía y la economía, siendo ambas inmaduras (lo) celebró el párroco Malthus, (y) fue una unión tormentosa y estéril». En realidad, antes de ese matrimonio celebrado por Thomas Malthus, ya había sido formalizado por autores anteriores, con Malthus se populariza, y su aporte más significativo fue la formulación del cuestionado concepto de óptimo y la incorporación al estudio de la población, de la metodología económica.
La incorporación de la estadística por los aritméticos políticos, fue la que más la marcó, y desde entonces, la demografía se la definirá por los métodos de las matemáticas superiores o, como dijo Achille Guillard, es «el conocimiento matemático de la población». Ex profeso se utilizó la primera parte y se dejó para más adelante el análisis de la población, en la que perduran elementos propios de la explicación política y económica.
Emile Levasseur, en 1889, define a la demografía como «la ciencia que, ayudada por la estadística, trata de la vida humana, considerada principalmente en el nacimiento, el matrimonio y la muerte, en las relaciones que resultan de esos fenómenos y en el estado general de las poblaciones, que es su consecuencia». Esta definición deja en claro el objeto de la demografía, pero incluyendo el método estadístico. Para René Gonnard, «la demografía es mucho más que la simple estadística de la población, no es, por sí sola, la teoría entera de la población, sino la exposición sistemática y razonada de los principales datos (sobre todo cuantitativos) referente a ésta».
Adolphe Landry, en el siglo XX, acorde con ese planteo, dará distintas definiciones de esta nueva ciencia o disciplina, una en sentido restringido que denomina demografía pura y otras dos, no muy claras en su alcance, que denomina demografía cuantitativa y demografía cualitativa. El objetivo de Landry al separar a la demografía pura de las otras, es para ubicarla en la categoría de ciencia, entendiendo ésta en sentido aristotélico y trazando analogías con la geometría y la física.
Por este motivo, la demografía pura excluirá toda conexión con las otras ciencias sociales, que le impedirían llegar a establecer proposiciones de carácter general, como Adolphe Landry piensa que debe poseer toda ciencia que se precie de tal. Por ello la define así: «La demografía pura se define como una parte de la demografía y no son admitidas más que las nociones esencialmente demográficas, como la muerte, los nacimientos, el sexo, la edad, excluyendo nociones como el grado de fortuna, la profesión, que son, por esencia, económicas o sociológicas. La inmigración, la emigración tienen un lugar dentro de la demografía pura…».
Mas adelante dirá: «La demografía pura es obra de la ciencia, tomando la palabra en sentido aristotélico: investiga las verdades generales. Las proposiciones que toda la experiencia de la humanidad hace aparecer como hechos indiscutiblemente de carácter general (…). se esfuerza por sacar, por el método deductivo, una serie de teoremas, de una manera análoga a la que se ve en la geometría».
Adolphe Landry es un inteligente demógrafo de la escuela francesa, y no niega la dificultad de establecer esas proposiciones generales, por ello concluirá que las únicas generalizaciones posibles, dentro de la demografía pura, que se dan en todo tiempo y espacio, son «la ley ineluctable de la muerte, la capacidad de reproducción durante una edad de la vida, (ya que) la reproducción exige de la conjugación de los dos sexos».
El concepto de demografía pura o simplemente demografía, según lo entendieron Levasseur y Landry, lo mantienen hoy Louis Henry, K. Davis, D. Kirk, el diccionario multilingüe publicado por las Naciones Unidas. Diccionario, al que se adhiere Henry la define: «La demografía es una ciencia cuyo objeto es el estudio de las poblaciones humanas y que trata de su dimensión, estructura, evolución y caracteres generales considerados, principalmente, desde el punto de vista cuantitativo».
Sin embargo, ninguno de los autores citados, puede ignorar que la ciencia demográfica considerada en esa forma solo podrá describir la evolución de las poblaciones, las fluctuaciones de los hechos vitales y de las migraciones, medir estos fenómenos, incluso podrá hacerlo mediante modelos matemáticos altamente especializados, hacer proposiciones o señalar probabilidades para el futuro. Pero no podrá explicar los «por qué» de esas fluctuaciones, ni las diferencias en la conducta generativa, ni tantos otros problemas más.
Ante esta situación, muchos estudiosos del tema, reflexionaran sobre las relaciones de la demografía considerada pura, con las demás ciencias o disciplinas sociales, y dan una segunda definición que denominarán de diferentes formas: cualitativa (Landry), demología (Massadaglia, Bielsa, M.J. López), en sentido lato o amplio (Worms, D. Kirk). Pero nos vamos a atener a la que elaboró Crónica de las Naciones Unidas, en 1984, en el glosario de términos y definiciones:
«Demografía: [del griego demos (gente) y graphie (estudio)]. El estudio científico de las poblaciones humanas, incluso su tamaño, composición, distribución, densidad, crecimiento y otras características demográficas y socioeconómicas, así como de las causas y consecuencias de los cambios de esos factores». En la definición de 1855 se podía observar la permanencia de las nociones políticas y religiosas, en nuestro siglo sobresalen las nociones sociológicas, económicas y de la política.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, dentro de la demografía, la sociología y la biología, le disputan a la política y a la economía sus principales explicaciones, o al menos, pretendiendo dar explicaciones más fundadas del fenómeno poblacional. Digamos que la biología no se formaliza como ciencia, hasta principios del siglo XIX, disputándose el dominio de ella dos tradiciones: la organicista y la teleológica. La primera se ve fortalecida con la aparición de la teoría de Darwin y con ella, comienza el interés por la utilización del análisis evolucionista aplicada a la población.
Esta metodología de análisis del fenómeno de la población, se parte en dos, por un lado, inspirados en Herbert Spencer, seguidor de Darwin, se introducirá en la sociología el concepto de evolucionismo social. Además de Spencer, la considerarán Walter Bagehot de Inglaterra y William Graham Sumner. También se puede se puede mencionar a Nitti, Dumont, Unzem‑Stenberg, Fetter. Por la otra parte, será adoptado por los biólogos de principios del siglo XX al análisis matemático‑estadístico de los «aritméticos‑políticos», surgiendo la bio-estadística.
La involucración de distintas disciplinas sociales en la demografía, determina que el objeto de análisis de ésta se confunda con el de las otras disciplinas. Por ello dice Henry, «Las fronteras entre estas disciplinas -dice – no son precisas», o como dice D. Kirk, «la demografía es un puente entre las ciencias sociales y la biología». El objeto de estudio es el hombre, mejor dicho, el hombre multiplicado por miles, cualquier intento de relación con una sola de esas disciplinas, lleva a la parcialización del fenómeno y a los determinismos.
Es lo que sucede con la geopolítica que pretende absorber todo bajo su órbita, en lo geográfico, y se llega al absurdo como el coronel del PSOE, Pedro Baños a llegado al absurdo de hablar de geopolítica de los sueños. Pero lo vamos a excusar por su formación militar, per se, rígida e ignorante. Esa idea de una demografía en sentido amplio, se fueron construyendo las teorías, que hacían hincapié en un aspecto más que en otros y que no lograron captar la totalidad. No desaparecerán los intentos de comprender el universo que rodea al fenómeno poblacional, que involucra el dominio del conocimiento económico, sociológico, religioso, arqueológico, biológico, histórico, geográfico del pasado y del presente.
Pero que un demógrafo o un equipo de demógrafos que llegara a alcanzar ese objeto es, indudablemente, un ser ideal, como bien dice Hollingsworth, «el demógrafo histórico ideal no existe». El sociólogo alemán de origen polaco, Gunnar Heinsohn, llevó al debate la cuestión de la conflictividad como los disturbios, guerras, revoluciones, emigración, conquistas, ya sean internas o externas a un Estado, un porcentaje del 20% o superior entre aquellos que tienen entre 15 y 24 años.
A ese abultamiento, o engrosamiento de sector juvenil, Heinsohn, hace referencia con la expresión «youth bulge», ideada en los años sesenta y que surge o se pone de manifiesto nuevamente en los medios de comunicación en el año 2011 con motivo de las «revoluciones árabes». Para Heinsohn la causa de la guerra no se encuentra ni en la pobreza ni en la religión, dos de los tópicos pacifistas más meneados desde la fundación de las Naciones Unidas y la UNESCO, sino en la estructura demográfica.
Desde los primeros desarrollos científicos, expuestos en los años treinta, tuvieron como objetivo refutar la tesis del marxismo que adjudicaba las guerras a una causalidad económica, el llamado materialismo económico. Pero el materialismo demográfico, base de la escuela polemológica francesa, cuyo padre es el economista y sociólogo francés Gaston Bouthoul, quien escribió «Guerra y Demografía», pero cuyo libro «Cent millions de morts», de 1946, es el más representativo.
También el de los demógrafos estadounidenses influidos por la «Youth bulge theory» tiene lejanos antecedentes como Montesquieu, quien habla de la benéfica «sangría de la República», refiriéndose a la guerra que «disipa la vehemente calorina de la juventud». Por lo visto, las doctrinas que relacionan los movimientos poblacionales con la agresividad y la guerra son antiguas, para el materialismo demográfico, lo referente a los pueblos jóvenes es una demografía polemógena, y la de los pueblos viejos es polemófuga.
El fenómeno demográfico de la no procreación, Gaston Bouthoul, describe esa transformación de la mentalidad demográfica tradicional, es decir, cuando lo normal era la procreación, lo que se cuestionaba era la abstinencia sexual procreativa, pero ahora, cuando la conducta normal parece ser la no-procreación, lo que se requiere es una evaluación reflexiva sobre el mismo acto genésico. Según esto, la clausura procreadora tiene importancia y relevancia política, por efectos de la racionalización, se ha convertido en lo «habitual» e «irreflexivo».
En los viejos tratados de geografía política, antes de su suplantación por una nueva geopolítica intrusiva o invasiva que lo abarca todo, se enumeraban leyes o regularidades de la geopolítica, como, por ejemplo, el dominio de una cuenca hidrográfica, la imperiosa búsqueda de una salida al mar o conquistar las costas opuestas y las islas adyacentes, etc., la demopolitica o demografía política, todavía en ciernes como disciplina o «ciencia social», tiene igualmente sus mandamientos o leyes.
En cuanto a la denominación de ciencia (social) me limitaré a lo que sostiene el Materialismo Filosófico. Según la Teoría filosófica (gnoseológica) de la ciencia, siguiendo al filósofo Gustavo Bueno Martínez, quien dice sobre la Metodologías β-operatorias / Metodologías α-operatorias, lo siguiente: Metodologías β-operatorias: procedimientos de las ciencias humanas en los cuales esas ciencias consideran como presente en sus campos al sujeto operatorio (con lo que ello implica: relaciones apotéticas, fenómenos, causas finales, etc.).
Metodologías α-operatorias: procedimientos que atribuimos a las ciencias humanas en virtud de las cuales son eliminadas o neutralizadas las operaciones iniciales, a efectos de llevar a cabo conexiones entre los términos al margen de los nexos operatorios (apotéticos) originarios. Ulteriormente, por analogía, llamaremos metodologías α a aquellos procedimientos de las ciencias naturales que ni siquiera pueden considerarse como derivados de la neutralización de metodologías β previas. La dialéctica de las metodologías α y β puede formularse de este modo: las ciencias humanas, en tanto parten de campos de fenómenos humanos (y etológicos), comenzarán por medio de construcciones β-operatorias; en estas fases no podrán alcanzar el estado de plenitud científica. Este requiere la neutralización de las operaciones y la elevación de los fenómenos al orden esencial [217]. Pero este proceder culmina, en su límite, con el desprendimiento de los fenómenos (operatorios, según lo dicho) por los cuales se especifican como “humanas”. En consecuencia, al incluirse en la situación α, alcanzarán su plenitud genérica de ciencias, a la vez que perderán su condición específica de humanas. Por último, en virtud del progressus (“vuelta a los fenómenos”), al que han de acogerse estas construcciones científicas, en situación α, al volver a los fenómenos, recuperarán su condición de metodologías β-operatorias [228]. Esta dialéctica nos inclina a forjar una imagen de las ciencias humanas en polémica permanente, en cuanto a los fundamentos mismos de su cientificidad. El concepto de “ciencias humanas” [433] que hemos construido se apoya en las situaciones límite, en las cotas del proceso (a saber, el inicio de las metodologías β-operatorias, y su término α-operatorio). Pero entre los límites extremos cabrá establecer el concepto de “estados intermedios de equilibrio”.
Una vez aclarado sobre la supuesta cientificidad de esta «ciencia social», digamos que Gérard-François Dumont, se ocupó en su tratado: «Démographie politique. Les lois de la géopolitique des populations», de 2007, de qué manera la demografía influye y se deja influir por la geografía en función de las leyes del número, de la composición por edad y sexos, de la atracción y repulsión de flujos migratorios, incluso de las diásporas, fenómeno universal, y los efectos que tienen sobre su país de residencia, sobre su país de procedencia y sobre las relaciones de estos dos, entre sí y con terceros países.
La conquista europea del mundo desde finales del siglo XV, particularmente la que tiene lugar en el siglo XIX, es el resultado de una población que ha recuperado su crecimiento después del hundimiento demográfico de la peste negra. Según Gunnar Heinsohn, lo más parecido a eso, pero con una desproporción desconocida en la historia, es el inmenso «dividendo demográfico» de los países islámicos. Si en el siglo XX la población europea pasa de 460 millones a 600 millones, en aquellos el salto ha sido exponencial en el mismo periodo: de los 150 millones a principios de siglo hasta los más de 1.200 millones actuales.
Que una población envejezca no es un problema, es una consecuencia lógica del ciclo de vida, pero desde el punto de vista de la política de un Estado, hace difícil, por ejemplo, financiar las pensiones. Pero más allá de esto, el problema es la natalidad descendente que viven muchas sociedades políticas que provocan desequilibrios. Lo que significa la desaparición gradual de los ciudadanos de ese Estado. La baja natalidad actual no se debe a la situación económica, que, en cualquier caso, es mucho mejor que en el pasado, sino a una filosofía muy en boga. En África se siguen reproduciendo a pasos agigantados en sociedades que viven en una pobreza crónica.
Una política demográfica, o política de población, es el conjunto de medidas que, desde el poder político, se llevan a cabo para modificar o reconfigurar la estructura demográfica de un territorio determinado, con el objetivo de mejorar su situación económica y social. Lo que se busca es generar un crecimiento natural sostenible, así como una mejora en la situación económica y social de la población. Todas esas medidas que se llevan a cabo se denominan políticas demográficas. Y una política demográfica debe tener en cuenta distintos factores como la inmigración, la natalidad o la mortalidad.
La política demográfica estudia el volumen de la población, es decir, su tamaño y la composición de su población, su diversidad, que se puede llevar a cabo teniendo en cuenta los nacimientos, la inmigración y los fallecimientos. Este tipo de políticas demográficas trata de corregir situaciones para mejorar la situación del país, ya sea favoreciendo la inmigración, seleccionando o restringiendo la misma.
Una buena política demográfica sirve para promover la sostenibilidad de la población, una mejor atención de personas mayores, la integración de inmigrantes y que no se formen guetos, controlar población legal e ilegal, incentivar o frenar el éxodo de la población rural, ampliar el desarrollo de todo el territorio, etc.
Los estudios demográficos son útiles para que los políticos puedan entender que se debe hacer para evitar que una población con distintos orígenes, puedan convivir en armonía social manteniendo un vínculo entre los diferentes pobladores. De lo contrario, las diferentes culturas, etnias, religiones, vivirán separadas y enfrentadas, y dar solución a ese problema puede llevar mucho tiempo.
La misma soberanía nacional requiere la presencia de ciudadanos en lugares alejados o inhóspitos, es lo que sucede con las bases en el continente antártico que mantienen contingentes humanos de manera permanente. En la Rusia zarista, entre los siglos XVI y XVII, los pioneros, los cazadores en busca de pieles que surcaban la Siberia, una vez instalados, ubicaban factorías. A esos lugares se dirigía el zar a instalar la bandera de Rusia, con un recaudador de impuestos y una guarnición militar, clave para la soberanía.
En estos momentos existe mucha preocupación por el crecimiento demográfico en algunos lugares de la tierra, la cuestión de la superpoblación tiene varios enfoques. En primer lugar, se dice que cuando una nación sobrepasa los 300 habitantes por KM2, tiene superpoblación. Pero el hecho de que haya densidad demográfica alta, no implica necesariamente sobrepoblación, si es que el país proporciona a sus habitantes niveles aceptables de vida.
También existen migraciones interiores, hay contingentes humanos que se desplazan por propia voluntad desde una parte a otra de su país, de manera espontánea, en búsqueda de mejores condiciones de vida. Esas migraciones también pueden ser planificadas o fomentadas, y eso se logra con la creación de fuentes de trabajo estables, con buena remuneración y solido apoyo social.
Por el contrario, esas migraciones pueden ser impuestas, como cuando los jóvenes se ven obligados a mudarse a distintas ciudades para cursar estudios que no hay disponibles en su lugar habitual de residencia. No se debe descartar las migraciones temporales, ya sea para trabajar en la industria del turismo, o en el trabajo como cosechadores, o como se llama en Argentina, trabajo golondrina. Esas migraciones muchas veces se vuelven en permanentes.
Los países receptores de migraciones deben tener capacidad suficiente, pero si su capacidad es limitada debe restringir el acceso a los inmigrantes, ya sean legales o ilegales. Las políticas migratorias pueden, perfectamente, ser selectivas, que tipo de migrantes necesita el país y cuales deben evitar, un Estado soberano tiene y está en su derecho. Sin olvidar que algunos tipos de migraciones pueden influir o poner en peligro su soberanía.
Los estados fallidos suelen provocar migraciones en cifras millonarias, como es el caso de Cuba y Venezuela, y de muchos países africanos, también pueden estar motivados por la superpoblación y la falta de trabajo, como sucede con los habitantes de la India, Paquistán, Bangladesh, China, etc. El gobierno del socialismo del siglo XXI ha provocado grandes crisis migratorias con la salida de millones de ciudadanos hacia otros países de la región, lo cual no deja de ser un arma demopolítico.
Hace no mucho tiempo el presidente de Egipto, Abdel Fattah al-Sisi, realizó un llamamiento para establecer medidas para disminuir la natalidad en su país. En su llamado hizo referencia a la política del hijo único impuesta en China. «Es necesario que haya 400.000 nacimientos al año», dijo el presidente de un país que en el año 2022 registró casi 2,2 millones de nacimientos. Al-Sisi salió con estas declaraciones luego que su ministro de Salud, Jaled Abdel Ghafar, alegremente afirmara que «tener hijos es una libertad total».
«Yo no estoy de acuerdo con su idea de tener hijos sea una libertad total. ¿Dar libertad a la gente que posiblemente no sabe a cabalidad la magnitud de este desafío?, para luego afirmar que «es la totalidad de la sociedad y del Estado de Egipto que van a pagar el precio». «Hay que organizar esta libertad para que no haya una catástrofe», justamente cuando Egipto pasa por una de las peores crisis económicas de su larga historia.
«Los chinos tomaron esta decisión en 1968» y en 2015, China abandonó oficialmente esta política del hijo único. «Ellos tuvieron éxito en el control demográfico». La mayor parte de la gente no entiende los riesgos de la superpoblación, y la política adoptada por China fue una de las más racionales y brillantes, y en ese periodo le ahorró al mundo más de 400 millones de personas. Tampoco ven el peligro que significa en este sentido la India, Paquistán, Bangladesh.
Por muchas décadas China continúa siendo el país con la mayor población mundial y esto responde a las políticas aplicadas desde 1949 con la fundación de la República Popular por Mao Tse-Tung, quien exhortó al pueblo a tener más hijos para «fortalecer la patria». Eran tiempos en los que Mao se jactaba de tener cien millones de soldados para enviar al frente, sin embargo, se conjugaron un crecimiento descontrolado y el fracaso de las nefastas políticas económicas del socialismo, que llevaron al país a enormes hambrunas y al atraso.
«El gran salto adelante» llevó a la muerte a más de 30 millones personas por hambre, eso obligó a los dirigentes a tomar medidas para controlar la natalidad. El gobierno chino aplicó la política del hijo único, lo que a la postre aceleró la caída de la tasa de natalidad. El plan se inició en 1980 para evitar un boom demográfico, se buscaba equilibrar el crecimiento poblacional, pero acabó por provocar lo contrario. En el 2016 China abandonó el plan, no totalmente, pero la tasa de natalidad siguió cayendo en picada.
Los crecientes costos de casarse y tener hijos, y las consecuencias de la política restrictiva del hijo único, son algunos de los fenómenos sociales que está afectando el crecimiento poblacional en China. Por otro lado, la India va a superar muy pronto en población a China, lo cual constituye un grave problema, sobre teniendo presente que la población joven en la India es una fuente de procreación imparable. Entre 2016 y 2022 los nacimientos en China se redujeron de 18 millones a 9,6 millones. Se calcula que para el 2100 caerá un 50% más.
La fuerza laboral se está avejentando y la población de ancianos se duplicará en el próximo cuarto de siglo. Al incrementar la población, aumenta la demanda de alimentos y el consumo de elementos hídricos. El mundo se está superpoblando, en la actualidad hay más de 7 mil millones de personas, el 60% vive en Asia, el 15% en África, el 11% Europa, el 9% en Iberoamérica y el Caribe, 5% en América del Norte y menos del 1% en Oceanía. En Singapur, más de 7 mil personas viven por kilómetro cuadrado, mientras que, en Australia, en promedio, tres personas habitan en igual superficie.
China está viviendo una tormenta perfecta en la que se derrumban lentamente, sus cimientos sociales, económicos y laborales. En los años 90, ante una demanda de mejores condiciones salariales, los centros de producción se deslocalizaron de Europa para asentarse en países del sudeste asiático como Vietnam, Camboya, Myanmar, Laos, Tailandia, Bangladesh, pero, principalmente, en China. China con sus salarios irrisorios y derechos laborales inexistentes, China se convertía en la Gran Fábrica del mundo. Los chinos lo fabricaban todo a un precio inferior.
No importaba las emisiones de la industria ni la formación de los empleados. Lo único que contaba era producir con mano de obra barata y hacer que la economía creciera a ritmo de crucero. Ahora China sufre escasez de personal cualificado, retención de talento, costes de producción más elevados y mejores condiciones laborales. La cifra de nuevos graduados el año pasado en China fue de 11,6 millones de jóvenes tratando de entrar en el mercado laboral.
La locomotora china no puede detener su marcha y toda la producción de la Gran Fábrica en la que se ha convertido Asia en general, y China en especial, requiere una enorme cantidad de mano de obra y por sobre todo demanda. Y la Gran fábrica asiática hace aguas y producir a bajo coste tiene sus días contados. Las exportaciones y la construcción es cosa pasada y ya no volverán a repetirse, eso ya no es posible. El fenómeno del auge de las exportaciones de China ganando todo el dinero del mundo, vendiendo más y comprando menos, y acumulando enormes reservas de divisas, debía terminar en algún momento.
A medida que los salarios aumentaban y las empresas extranjeras comenzaban a retirar su capital, las exportaciones de China empezaron a caer en el 2012. Las exportaciones de China en 2016 ya habían caído un 7,7%. En 2008, la crisis de las hipotecas de alto riesgo de Estados Unidos provocó una reducción sustancial de los pedidos de exportación de China. Y luego del Covid-19, China está a las puertas de un enorme cambio demográfico que impactara enormemente sobre China y el resto del mundo.
En pocos años la población activa alcanzará un máximo histórico y luego iniciará un descenso vertiginoso. Cuando esto suceda, los numerosos trabajadores de bajo costo desaparecerán, inaugurando un panorama económico y social diferente. China logró aprovechar el auge del neoliberalismo y la globalización económica, pero eso va cambiando, y si pensamos en los aranceles que puede implementar Donald Trump en su nuevo mandato, el panorama es apocalíptico.
La gente a la que no le gustan los datos, deberían tener en cuenta lo siguiente, y esto va también para la India. Alrededor del 23% del total mundial de mano de obra pertenece a China, y solo se mantiene debido al comercio mundial que realiza. Si eso cambia, se producirán conflictos políticos de enormes proporciones. Para seguir sosteniendo el empleo de mano de obra china sería necesario que gran parte de la mano de obra mundial permanezca ociosa, cosa que no debe y no puede suceder.
Luego del desastre mundial que significó el maoísmo o comunismo chino, el hombre de a pie, ante el cambio económico y el auge exportador, adquirió hábitos del mundo capitalista. El trabajador chino ya no se conformaba con comer una ración de arroz al día. Durante la pandemia, el emperador Xi Jinping, ordenó a los ciudadanos chinos, ante la escasez de alimentos, a comer una vez al día. Les dijo que se habían mal acostumbrado a comer tres veces al día. Pero, más allá de lo que diga Xi Jinping, el chino de a pie come más que un plato de arroz, y si no tiene para comer, entonces se pudre todo.
¿Se han preguntado que va a suceder cuando no haya trabajo en China? No hay que ser inteligente para saber que se producirán migraciones masivas, no de unos millones sino de cientos de millones. ¿Cómo podrán parar los Estados nacionales, empezando por los vecinos, semejante marea humana? Pero los lideres mundiales no tienen en cuenta estos datos demográficos. Los humanos fuimos mil millones en 1.800 y esa población recién se duplicó en 1.927. Pero los 4 mil millones llegaron apenas 47 años después, en 1974. Y otra vez, en el mismo lapso breve de tiempo, se volvió a duplicar para alcanzar los 8 mil millones.
Según Adrián Raftery, profesor de estadísticas y sociología en la Universidad de Washington, dijo que «No hay evidencia de un número ideal de habitantes para el planeta», y que «Se han propuesto muchas cifras y ninguna es definitiva. Es probable que el máximo que la Tierra pueda soportar en el futuro sea de alrededor de 11 mil millones y eso podría suceder en el año 2.100».
Otro dato demopolítico, hoy existe una gerontocracia política global, los gobernantes mayores de 70 años controlan el poder económico del planeta. Por ejemplo, los mandatarios de los BRICS, Lula da Silva (78 años), Vladimir Putin (71), Narendra Modi (74), Xi Jinping (71) y Cyril Ramaphosa (71), juntos suman 365 años. Ese grupo de países, junto a Estados Unidos, gobernado por Joe Biden, concentra el 48,9% del PIB mundial, a los nombrado se podría sumar al turco Recep Tayyip Erdogan (70), quien solicitó la integración de su país en los BRICS. Donald Trump, recientemente electo tiene 78 años. La acumulación de poder económico y político en manos de esta élite envejecida ha provocado alarma sobre la capacidad de estos líderes para responder a un mundo en constante cambio.
Esa preocupación me parece infantil, primero, los 60 o 70 años en la actualidad no es lo mismo que hace 50 años atrás. Y su capacidad habla sola al lograr mantenerse o conquistar el poder más allá de su edad. Los expertos reconocen que el liderazgo en manos de personas mayores puede aportar estabilidad y experiencia, pero a menudo a costa de una menor capacidad para adaptarse a los rápidos cambios del siglo XXI. Estos creen que un presidente gobierna solo, para esa función se rodean de colaboradores que están observando cómo se desenvuelve el día a día.
Stephen Hawking, el físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico, hizo una advertencia sobre cuándo podría ocurrir el fin del mundo y la tecnología, llegando incluso a señalar una fecha específica, fundamentada en su conocimiento del cambio climático. Esa advertencia cobró relevancia recientemente, ya que fue reconocida por la NASA, destacando la importancia de las preocupaciones que expresó el científico en 2017 para el año 2.600.
Stephen Hawking advirtió: «Para el año 2.600, la población mundial estaría de pie hombro con hombro y el consumo de electricidad haría que la Tierra brillara al rojo vivo. Esto es insostenible». Como no me interesa el fin del mundo, y mucho menos las profecías, eso lo dejo para ellos. Mi propósito era traer a colación la importancia de una disciplina que puede aportar mucho a la política, y es la demopolitica. La necesidad de que los analistas políticos, y los propios políticos incorporen a su bagaje el conocimiento de la demopolítica, siempre respetando campos ajenos y no tratar de englobar abusivamente toda la realidad política en su disciplina.
Ricardo Veisaga
17 de noviembre de 2024.