LA DERECHA POLÍTICA EN EL SIGLO XXI
Donald Trump-Estados Unidos, Santiago Abascal-España, Javier Milei-Argentina.
En 1930, el comunista italiano Antonio Gramsci, escribió en los Cuadernos de la cárcel, en italiano: Quaderni del Carcere, una de sus frases más conocidas en versión popular, aunque citada erróneamente: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». La frase correcta es: «La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en ese interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados».
Ese claroscuro para Antonio Gramsci era el «interregno», que en el diccionario común y corriente se refiere a: Espacio de tiempo en que un Estado no tiene soberano. En Antonio Gramsci significa que las sociedades pasan por periodos en los que lo viejo todavía no acaba de morir y lo nuevo aún no ha nacido plenamente. Ese supuesto impasse o compás de espera, Gramsci lo analiza desde la óptica marxista, desde la quinta generación de izquierdas.
Obviamente que, para Antonio Gramsci, y sus intérpretes, el motor de la historia no era la dialéctica de Estados o Imperios. Los Imperios no son tales porque sí, para llegar a ser considerado un imperio es necesario un desarrollo económico, cultural, militar, científico y tecnológico. Pero lo que realmente transforma el mundo son las ciencias y las tecnologías, no la política, en realidad, la política va por detrás de los cambios tecnológicos, al menos, desde la aparición de la tecnología industrial del siglo XIX, que es la que transforma la vida de las sociedades occidentales.
Ya no se puede ignorar todos los cambios que se producen en las comunicaciones, en la producción, en la economía y en todos los aspectos sociales y políticos. ¿Por qué acudo a esta cita de Antonio Gramsci? Para afirmar que eso nuevo que aún no ha nacido es totalmente falso. Eso nonato ya está prefigurado en nuestro presente como representación anticipada de algo. Sin caer en la futurología o en el macaneo, en base a datos se puede ir anticipando el mundo que viene, a eso en el siglo pasado le llamábamos prognosis, una palabra en desuso o ignorada.
Podemos poner ejemplos, en el siglo pasado algunas obras de Alvin Toffler como «La tercera ola» y «La creación de una nueva civilización» donde el autor identifica ciertos rasgos de una nueva civilización que está surgiendo en el mundo. Alvin Toffler reconoce tres grandes cambios en la tierra desde la aparición del hombre. El primer cambio, que llama la primera ola y habría sucedido cuando aprendió la agricultura. La segunda ola habría comenzado hace 300 años con el progreso de la ciencia y los avances en el proceso de la industrialización, y que llegó a mitad del siglo pasado.
Alvin Toffler, habla de una tercera ola y para ello se apoya en ciertas tendencias que ve en los países industrializados, y en el estado de crisis que se ha apoderado de sus instituciones. Estas tendencias serían para el autor, la disminución de la población de las ciudades grandes, la desmasificación de los medios de comunicación, como, por ejemplo, las revistas especializadas y televisión por cable, aumento en productos personalizados, la exportación de fabricación rutinaria a los países del tercer mundo, movimientos ecológicos y resurgimiento de «prosumo» que permitan al usuario arreglar cosas o adquirir cierto grado de autosuficiencia.
Equivocado o no, el analista estaba haciendo proyecciones del futuro, así como Alvin Toffler, hubo muchos autores de los que no nos ocuparemos ahora. En las últimas décadas del siglo pasado, era evidente que los cambios tecnológicos surgidos durante la Guerra Fría estaban cambiando las comunicaciones, estaban produciendo una nueva economía, determinando el fin o la existencia de las grandes empresas o fábricas, la deslocalización del trabajo, etc.
El mundo cambia, pero no por lo que decía Antonio Gramsci, cambia por las nuevas tecnologías, por las ciencias. Eso va modificando el mundo en general, y el mundo del trabajo no es una excepción, vemos como se producen rápidamente cambios en la economía y en las empresas que respondían a formas de un viejo mundo. Aparecen los nuevos gurúes, como Alvin Toffler, se acaba el mundo sólido de las grandes empresas, de las enormes fábricas.
El fin de la colectivización laboral, es también el fin del marxismo, ya que se acaba el trabajo regimentado y las grandes concentraciones obreras lo que hacía posible el marxismo, no más fábricas regimentadas. La aparición de los nuevos millonarios del planeta, que no tienen ningún nexo con las grandes familias multimillonarias y con la clase política del pasado. Aunque muchos sigan hablando de los Rockefeller, los Morgan, etc., que son los dueños del mundo y, que supuestamente manejan el mundo, esos conspiracionistas no se enteran de nada.
Los nuevos ricos proceden de una nueva economía, fueron acabando con las grandes y antiguas familias conocidas del pasado, los multimillonarios ahora surgen de las empresas tecnológicas y en muy pocos años. Todos estos cambios tecnológicos van modificando la vida política, y con el fin del «proletariado» también surge una nueva izquierda que pone el acento en otras cuestiones, que no tienen nada que ver con las izquierdas de cuarta, quinta y sexta generación, es decir, según la clasificación de Gustavo Bueno Martínez, la socialdemocracia, el comunismo y el maoísmo.
Para ocuparnos o hablar de la derecha política hay que hablar necesariamente de la izquierda política, ya que los cambios sociales y económicos que se producen en el mundo, afectan a todos, a unos más que a otros, y el nuevo mundo laboral significa no solo el fin del marxismo político, también de la sexta generación de izquierdas. Recuerden al chino Xi Jinping presentándose en Davos como el gran defensor de la globalización. En China existe mayor cantidad de multimillonarios que en la India y Estados Unidos juntos.
La nematología y la tecnología de mundo pasado está acabado, aunque haya rezagos anacrónicos de ese mundo. Mucho antes del derrumbe del socialismo real, muchos intelectuales vieron que el marxismo político había fracasado, y para hablar desde un lugar referencial y no desde el vacío como suelen hacer los intelectuales, la Escuela de Frankfurt es uno de los muchos ejemplos. Herbert Marcuse se muda a Estados Unidos y va a poner en marcha la séptima generación de izquierdas. Ya no es Antonio Gramsci el exponente de la nueva izquierda, el sardo pertenece al marxismo político, al del partido político. En la nueva izquierda cultural no corre el «intelectual orgánico» sino el «intelectual radical».
Por tanto, todos aquellos que siguen adjudicando la actual izquierda a Antonio Gramsci se equivocan, porque no pueden entender lo que es la izquierda cultural de nuestro tiempo, porque como diría Javier Milei: «no la ven» y entre ellos hay que incluirlo a él, a Milei, entre los millones de personas que repiten lo mismo. El trabajo, la economía, las ciencias, las tecnologías, la cultura de masas del siglo pasado, tan pasado como Gramsci, es pasado.
En este mundo en marcha se produce una nueva izquierda, la séptima, la cultural, y aunque en sus orígenes estaban indefinidas, ya no lo están, ipso facto dejaron de ser indefinidas, al copar las organizaciones, y los partidos políticos que respondían a las viejas izquierdas. Las izquierdas marcusianas tomaron el poder en Estados Unidos a través del Partido Demócrata, la izquierda estadounidense, en la Argentina con el peronismo, Podemos en España a través del PSOE, y podemos seguir.
Gustavo Bueno Martínez, solía repetir, casi como un ruego, que la derecha se había acojonado. Pero la derecha del siglo XXI salió a dar la batalla cultural, es cierto, bastante heterodoxa, se reunió en Madrid, España, los cobardes y funcionales a las izquierdas como es el caso del Partido Popular (PP) de España y el Partido Acción Nacional (PAN) de México se bajaron del barco.
La derecha política que surgía en el siglo XXI, estaba conformada por grupos que en algunas cuestiones estaban en veredas opuestas, pero entendieron que debían unirse ante el verdadero enemigo que era el socialismo. Javier Milei lo dijo hace tiempo que había que entender que «el poder político es una fuerza de suma cero, y si lo tienen ellos no lo tenemos nosotros, y que eso, los socialistas, la izquierda, lo entiende».
¿Cómo se organizó la derecha política en Argentina? Hace dos años, un político en un programa de tv, lo encaró a Javier Milei y le dijo que armara un partido político si quería hablar y actuar en política, y así fue. En sus inicios estaba en soledad, por eso cuando fue al primer foro de Madrid, el único que lo acogió generosamente fue el jefe de VOX, Santiago Abascal. Se unió a Victoria Villarruel, ella misma lo contó alguna vez, recuerda Villarruel que había cuestiones que la izquierda no permitía hablar.
Javier Milei hablaba desde lo económico, planteaba la reducción del gasto público, la derogación de impuestos y regulaciones, cerrar el Banco Central, permitir una competencia de monedas, mientras que Victoria Villarruel, luchaba contra el mito y el negocio de los supuestos 30.000 desaparecidos, por las víctimas del terrorismo marxista, por unos derechos humanos que sean para todos y no solo para los marxistas y los delincuentes, la defensa de la capa cortical del Estado, es ahí cuando el paradigma político empezó a cambiar.
El partido político que de alguna manera se acercaba a estas ideas, «Juntos por el cambio», que muchos llamaban «Juntos x el cargo», comenzaron acopiar la idea. Curiosamente los jóvenes, que en Argentina pueden votar desde los 16 años, hasta los votantes que tenían 30 años, se implicaron en la política. Los jóvenes que por su juventud y por la dinámica propia de su edad, se implicaban con la izquierda, cambió, se dio un fenómeno de descubrimiento de la derecha, del liberalismo.
Recuerden aquella frase que se adjudicó a muchos: «El que es joven y no es de izquierda, es porque no tiene corazón, pero, si es mayor y sigue siendo de izquierdas, es porque no tiene cerebro», o algo parecido. Esta derecha de este siglo no tiene nada que ver con la derecha del «Trono y el Altar», con la derecha del siglo pasado, ni esas modulaciones que ciertos intelectuales siguen repitiendo como loros, tratando de encajarlos en un mundo que ya quedó en el pasado.
Los jóvenes tomaron distancia de ideologías que eran propias de las izquierdas, del comunismo, del socialismo, marxismo, socialdemócratas, y de la izquierda cultural actual, o como lo quieran llamar. No solo hubo catarsis sino lo más importante hubo metanoia, hubo cambio de mentalidad.
Que los jóvenes se pongan a indagar que es la inflación, el riesgo país, la emisión monetaria, los impuestos abusivos, y llegar a la conclusión de que la única forma de combatir la corrupción política es achicando el Gobierno, que el autoritarismo es propio de las izquierdas y lo malo que eso pueda significar para la eutaxia de un país, es algo impensado. La impunidad para los delincuentes, para los robos, los saqueos, los piqueteros y todos esos delitos amparados por la justicia peronista, el garantismo zaffaroniano, el cartel de la toga. Tanto Milei como Villarruel son pro-vida.
Esta derecha era el freno al elogio a los terroristas marxistas que en los setenta secuestraban, ponían bombas, mataban personas por el simple hecho de portar un uniforme militar o policial, solo porque les daba su real e izquierdista gana y que pretendían imponer una revolución marxista que a la inmensa mayoría de los argentinos no les importaba y jamás se los pidieron. Y que después tomaron el poder político a través de instituciones democráticas, y que reescribían la historia y se aseguraban su propia impunidad, o al menos eso creían.
La derecha se enfrenta a una ideología indigenista que ni la izquierda de quinta generación se había atrevido a enarbolarla, un indigenismo o etnonacionalismo que significa el acceso a la tierra y a otros privilegios a través de la etnia, es la sangre la que determina la propiedad y con mayor poder que un título de propiedad emitido por el Estado. Esa actitud es lógica, porque los socialistas no pueden entender que si no hay propiedad privada no hay civilización. Esa unión entre libertarios (Javier Milei) y conservadores (Victoria Villarruel) hizo posible alcanzar el poder político.
Javier Milei destruyó todos los mitos de la justicia social, de las conquistas laborales, de todos esos discursos hegemónicos que empobrecieron Argentina por cien años. No fue a debatir ideas, fue a confrontar esas ideas. Entendió que la llamada cultura, los periodistas, el cine, los profesores, el teatro, etc., eran una especie de poder y no solo era un espacio inocente de ocio. A Javier Milei no lo vieron venir los socialistas, ni la clase política, ni los periodistas, ni los focus Group.
La derecha del siglo XXI, fue en sus inicios una derecha cultural que pasó a ser necesariamente una derecha política. El mismo Javier Milei lo dijo en su momento: «Yo ya agoté mi etapa de batalla cultural, ahora necesito dar la batalla política». Lo que no significa que se deje o abandone la batalla cultural. Javier Milei es un liberal clásico, libertario en lo económico y en lo social es conservador. Los liberales clásicos libertarios no entran casi en la cuestión social, Javier Milei, sí. No solo conoce el problema económico actual sino las ideas que fortalecen ese problema.
Pero esa derecha política no es posible aplicarlo en cualquier lugar del mundo. Se puede tomar como modelo, y de hecho ya surgieron nuevos y más grupos de derecha inspirados en la política de Javier Milei, no solo en iberoamérica sino en otros lugares del mundo. Por tanto, no se trata de replicar o calcar el modelo Milei-Villarruel, sería cometer el mismo error del foquismo marxista guevarista, de replicar lo sucedido en Cuba en una sociedad como la Argentina, y así les fue a las guerrillas del Che Guevara, porque estúpidamente creyeron que la sociedad argentina era igual a la cubana.
Es cierto que existen errores terminológicos en la derecha de este siglo, y eso se debe a las distintas filosofías políticas que integran el espacio de la derecha. El término liberal surge en la Edad Media y estuvo asociado a las artes liberales como la teología, el derecho, la medicina, la astronomía, es decir, frente a las artes serviles, como la agricultura, los artesanos, que era ejecutado por la clase media y el campesinado, una suerte de incipiente proletariado.
En el siglo XIX fue el liberalismo español, la segunda generación de izquierdas, la que luchó contra la invasión napoleónica a medias, el carlismo y de paso se cargó, materialmente, al imperio español de América con su discurso progre y formalista, un discurso que caló fuerte entre los militares de la Corona. Me estoy refiriendo a siniestros personajes como Javier Martín Mina Larrea y Rafael del Riego Flores, lean su discurso de Cabezas de San Juan, del 1 de enero de 1820.
Los Wing anglosajones se apropiaron del término y lo asociaron a ideas distintas del liberalismo español. El mismo Javier Milei dirá: «El término liberal en Estados Unidos fue prostituido en el sentido en que los Demócratas (el partido) se denominan liberales, y en realidad son socialistas soft que creen en el mercado. Entonces los liberales decidimos llamarnos libertarios», luego hablará de las diferencias que hay entre libertarios de tres tipos de familias.
Los libertarios clásicos, que podrían ser, por ejemplo, Adam Smith, Milton Friedman, Friedrich Hayek. Están los minarquistas como Ludwig von Mises, Ayn rand, o los anarquistas como es el caso de Murray Rothbart. Los liberales clásicos admiten ciertas intervenciones del Estado [Gobierno], en el caso de Javier Milei «en términos estáticos soy un minarquista» dice. Y admite «solo seguridad y justicia, y en términos dinámicos, cuando la tecnología deje en claro la fuerza que es el Estado, entonces no habrá parásitos viviendo de lo ajeno». Un anarcocapitalista es aquel que no quiere nada de Estado, no solo de Gobierno, Milei no es anarcocapitalista.
Hay confusión respecto a ciertos conceptos, en especial cuando se habla de «Estado» y eso debe a ciertos errores de las filosofías políticas que subyacen debajo de quienes la formulan. Mi tesis es que se confunde groseramente Estado con Gobierno. Cuando no existían las sociedades políticas, es decir, cuando no había Historia, cuando solo había antropología, las sociedades preestatales, carecían de alguna o algunas capas de todo Estado.
Cuando surgen las primeras ciudades-Estado (la Polis), derivado por anamorfosis y no por milagro, se pasa de sociedades preestatales a sociedades políticas, esas capas de poder ya están claramente definidas. Piensen en Aristóteles, que posteriormente va hablar de las dimensiones y otras características de la Polis. Desde entonces hasta ahora, sin importar los nombres que fueron adoptando en el transcurso del tiempo, el Estado sigue existiendo con su capa cortical, basal y conjuntiva.
Y un Estado no pasara nunca mientras exista la política y el mundo siga dividido en Estados. Un mundo sin Estados como el que soñaban los anarquistas y que Karl Marx creía posible, en esto Marx era igual que los anarquistas, esos anarquistas de tercera generación de izquierdas, de ni Dios ni Estado, y que para reafirmarlo mataban a cualquier miembro de las monarquías, a militares o policías, que ponían bombas en las iglesias y soñaban con acabar con los Estados, no solo con los gobiernos.
Un Gobierno es temporal, dura cuatro o seis años, o más años cuando se trata de gobiernos que no surgen de procesos electorales, y pueden durar algunas décadas como la Unión Soviética, los de la dictadura sobre el proletariado, o en las monarquías hereditarias. Esos pasan y pueden ser reemplazados por gobernantes de distinto signo ideológico o no. Los Gobiernos asumen la representación de un Estado, y esos gobiernos pueden ser achicados, agrandados, llevados a su mínima expresión o no.
Javier Milei, ha dado muestras de su patriotismo, no nacionalismo, muchas veces, su viaje a la Antártida argentina es una muestra concreta de la defensa de la capa cortical y basal. Su total oposición al indigenismo que quiere ocupar terrenos privados en nombre de la etnia y sin respeto de la propiedad privada y del Estado. Los ultranacionalistas representan la primacía de la etnia, de la tribu, del grupo, de la nación sobre el ciudadano que no pertenece a la tribu, y son fanáticos del mercantilismo en todo tiempo, y no solo en ocasiones excepcionales, como lo hizo Donald Trump frente a China que manipulaba su moneda, algo que jamás va entender Juan Ramón Rallo y otros ingenuos como él.
La batalla cultural fue clave para que discursos como las del cambio climático, que atribuye o demoniza al hombre, calara poco, una muestra de esto es el derrumbe de las izquierdas en las reciente elecciones europeas, un rechazo hacia las imposiciones medioambientales basadas en criterios políticos y no científicos. La derecha del siglo XXI ideológicamente no es homogénea, y eso se notó en la Convención de VOX VIVA, 24, cuando Marina Le Pen, la gran ganadora en Francia en las recientes elecciones, se levantó de su asiento, incomoda por la crítica de Javier Milei al estatismo.
Tampoco puedo estar de acuerdo cuando se habla de la «libertad» como algo absoluto. Y para ejemplificar mi postura voy a contar la anécdota de Fernando de los Ríos, quien en 1920 había viajado a la Unión Soviética en las postrimerías de la guerra civil rusa, con el objetivo de obtener información para decidir si el PSOE español (Fernando de los Ríos, era diputado del Partido Socialista Obrero Español) ingresaba en la Tercera Internacional Comunista.
En su entrevista en Moscú con el soviético Lenin, el dirigente socialista le preguntó cuándo tendrían libertad los ciudadanos soviéticos, a lo que, según relataría después Fernando de los Ríos, Lenin le respondió «¿Libertad para qué?» «libertad para ser libres» habría respondido el diputado del PSOE. La conclusión ante esta respuesta es, sin duda, que la URSS era una dictadura y que Lenin pensaba mantenerla. La libertad es un término sincategoremático, es decir, que solo, no significa nada.
La libertad no es un absoluto, no se trata de «o somos libres o no lo somos». La libertad no se puede compartimentar sin caer en la arbitrariedad y la contradicción. Si le damos libertad a cada uno, nos encontraremos con que hay quienes querrán matar a sus enemigos o pasearse desnudo por las calles. Un individuo no puede hacer lo que se le dé la gana.
Fernando de los Ríos, que, además de socialista, era catedrático de Derecho Político, y no se le escapó la rigidez del comunismo sobre la población, y las severas medidas de vigilancia sobre esa población. La respuesta de Lenin, fue decisiva en el argumento de Fernando de los Ríos, para que el PSOE renunciara a integrarse en la Tercera Internacional. Aunque 16 años más tarde, el PSOE que añora Pedro Sánchez I de España, el marido de la corrupta Begoña, uniera el Frente Popular con los comunistas.
Pero esa es otra historia, en este caso debo romper lanzas con Lenin, aunque mis ideas estén totalmente opuestas al del soviético. En realidad, poco importa si utilizan de manera correcta o no, los términos. Lo que importa es la eutaxia del Estado, del buen gobierno, lo otro queda para los diletantes que trituran ideas de globalismo y compran teorías conspirativas, y se creen expertos en política internacional.
Ser de derecha en estos tiempos tiene que ver con la función del Gobierno de un Estado. Por eso, cuando ponen al fascismo o el nazismo, como de derecha, lo hacen con mala leche y lo juzgan en su función de oposición a las izquierdas. No entienden que tanto el fascismo italiano como el nazismo alemán, eran de izquierda, eran socialistas, eran izquierdas nacionales y no internacionalistas, eso los diferenciaba de las otras izquierdas, ser nacional o internacional. Quienes lo llaman de derecha no lo juzgan en cuanto a la concepción y función del Gobierno de un Estado.
Las izquierdas nacionales o las internacionales, ambos fueron estatistas. La derecha actual defiende la tradición frente a una cultura globalista que pretende diluirla en la mar de la indefinición. Pero tampoco se puede quedar en la tradición, hay grupos de derecha que se olvidan que los ciudadanos necesitan comer, ahorrar, tener su propiedad, se quedan en el puro discurso de la defensa de la capa cortical.
Javier Milei, como economista conoce como se mueve la economía mundial y sabe cómo combatir sus errores, no busca ajustes marginales o pequeños cambios en dirección contraria, quiere realizar reformas de gran calado en la economía y en la sociedad argentina, luego de cien años de populismo socialista. Argentina entró en caída luego del abandono de las ideas liberales (no izquierdistas) que hizo de la Argentina una potencia económica mundial.
Finalmente, una persona de centro, dice Javier Milei, es un inmovilista que no quiere cambiar el statu quo. Uno de izquierda, quiere aumentar el gasto público retributivo, intervenir en la vida privada de las personas con el objetivo de imponer a las personas la ideología de izquierdas, de la séptima generación de izquierdas, el wokismo. Hay que desincentivar o eliminar definitivamente el Estado de Bienestar que es el imán que atrae a los migrantes que quieren mamar de la teta del Gobierno.
Lamentablemente el populismo crónico en iberoamérica ha conseguido que los niños al nacer, luego de las primeras palabras de «papá» o «mamá», a continuación, digan Gobierno o Estado. Aunque no le guste al marxista de Santiago Armesilla Conde, en los años 1895 y 1896, Argentina fue el país más rico del mundo, bastó que llegaran los populistas hablando del pueblo y de lo popular para arruinar el Estado argentino.
También decía Javier Milei que, «El cáncer de la humanidad es el socialismo, el enemigo es el socialismo. Una de las cosas maravillosas que se dio en Argentina es un ordenamiento en términos ideológicos, y es que cuando la gente vota, sabe lo que vota y que en un lado quedan los colectivistas, y en otros los que abrazan las ideas de la libertad, y que obviamente que va haber matices». El socialismo es un cáncer porque sólo sabe crear pobres, su fin es crear pobres que dependan del Gobierno para tener votantes cautivos.
Pero al mismo tiempo, esta nueva izquierda tiene poco hilo en el carretel, ya que se quedan en la lucha o en la batalla cultural y no tienen una respuesta económica y política, y tampoco tienen vocación imperial. Mas allá de que hayan tomado el cielo por asalto, es decir, el poder político temporalmente, eso va a cambiar. La batalla cultural no es suficiente, ya que quedarse en ella es una batalla de derrotados, de gente que no tiene acceso a porciones de poder político concreto.
El triunfo de la izquierda cultural es evidente, pero no tienen una idea de Estado y si no tienen una idea de Estado ¿de qué van a hablar? De política no, ya que el mundo está dividido en Estados, a menos que quieran regresar a un mundo prepolítico. La lucha ideológica en los Estados es indudable, y se da en términos de izquierda y derecha. Sin embargo, a nivel de dialéctica de Estados o Imperios eso carece de sentido, primero, porque todos los superestados o imperios son capitalistas.
En los tiempos actuales la reducción del tamaño del Gobierno es fundamental, me refiero a su burocracia ociosa, corrupta e incompetente, y en eso están de acuerdo libertarios y conservadores. Javier Milei es minarquista, pero no abraza o busca eliminar el Estado, aunque confunda Estado con Gobierno. Lo que pretende es reducir el Gobierno, su intromisión perniciosa y abusiva en todo. La función del Gobierno, básicamente es ocuparse de la capa cortical del Estado, ya sea con fuerzas propias profesionales, servicio militar obligatorio, contratando fuerzas mercenarias.
Cuando vemos mercenarios como tropas militares en distintos escenarios al servicio de los Estados, creo que se debería repensar el rol del Gobierno en este sentido. Cuando vemos a un empresario como Elon Musk, que pudo lograr exitosamente despegar y aterrizar en forma controlada en la tierra, el cohete más grande y poderoso conocido hasta la fecha, la aeronave Starship, creada por su empresa SpaceX en la carrera de la exploración espacial, uno debería pensar seriamente, hasta donde puede actuar subsidiariamente el Gobierno de un Estado. Las mismísimas autoridades de la NASA siguieron de cerca la misión, ya que SpaceX, participará del programa Artemis III.
Por otro lado, seguimos escuchando a los estatistas irredentos, hablando del Gobierno de un Estado como si estuviéramos en tiempo de los luises, Luis XIII y Luis XIV, oír eso da vergüenza ajena. El mensaje de la derecha del siglo XXI es para todos los patriotas que viven en el siglo XXI, y no nacionalistas que viven en el siglo XX, y que, además, hay que decirlo una vez más, todos los nacionalismos del siglo XX fueron de izquierda, pues, todos ellos eran estatistas.
La derecha política en el plano internacional se vio favorecido por la aparición de Donald Trump, quien se enfrentó a una economía transnacional que no respetaba las fronteras políticas de los Estados nacionales, y que respondían a los dictados de una ideología izquierdista, la séptima generación de izquierdas. Una derecha que adhiere en el plano internacional al mundo libre y no autoritario.
Los otros imperios son Rusia y China, que ya no son marxistas, pero son autoritarios, son enemigos de los valores de Occidente, de un Occidente no geográfico, no geopolítico. El nacionalsocialismo fue uno de los proyectos más antiliberales, aunque el comunismo fue peor, eso permitió que hicieran el pacto Ribbentrop-Molotov. El desarrollo histórico y económico del marxismo no sirvió más que para el fracaso.
El comunismo fue la idea de una construcción centralizada de un Estado para imponer la supremacía de una clase, mediante la dictadura del proletariado, y en el nazismo fue la idea de imponer la supremacía de una raza, utilizando el poder del Estado, donde todo debía hacerse con el control absoluto de lo económico. Es cierto que no puede haber política sin Estado, y también se puede decir que una filosofía política sin Estado, no tiene filosofía.
En los imperios antiguos, los llamados imperios absolutos, la propiedad existía a medias, porque el que gobernaba esos estados o imperios, tenían una cierta fiscalidad y hacían un cierto reparto. Por eso Heródoto ya lo decía, que con los persas no había mercado. Hay que conocer lo que es un Estado y no confundir con Gobierno, hay que conocer sus capas y ramas de poder político. En la Argentina pre-Milei, un trabajador le daba compulsivamente al Gobierno, nueve meses de su trabajo, solo le queda tres meses para él.
Es el Gobierno el inepto, el corrupto, quien roba, quien abusa. Este artículo lo habría simplificado irónicamente, ser de derecha es no ser de izquierdas, verdad de Perogrullo. Pero era necesario hacer algunas aclaraciones. Porque la cuestión pasa entre colectivistas, estatistas, a los que les gusta el intervencionismo y aquellos que no desean que el Gobierno se meta en todo (cuando se mete, lo arruina todo).
La derecha no puede seguir aferrado a ciertas reivindicaciones atávicas, como algo prioritario. El éxito de «se acabó la fiesta» en España, en las recientes elecciones al parlamento europeo se debe a la denuncia concreta de la fiesta izquierdista y no solo la defensa de la capa cortical. La derecha actual, es o debe ser aquella que se reúne con los popes de las fronteras del conocimiento, y del desarrollo de las tecnologías de Silicon Valley, la economía del conocimiento es enorme.
RICARDO VEISAGA
Kyiv, Ucrania. 22 de junio de 2024.