

Cuadernos de Eutaxia — 16
EL CORDOBAZO
Para un lector ajeno a la vida política o a la historiografía argentina, mencionar el «Cordobazo» no debe significarle nada. En estos artículos que componen la sección llamada Cuadernos de eutaxia, destinado a recordar a los distintos grupos guerrilleros marxistas leninistas o unos pocos maoístas, que operaron en la Argentina, siempre hay una referencia al Cordobazo. Al primer Cordobazo, porque luego habría un segundo Cordobazo también conocido como el Viborazo, nombre bien usado, todos sabrán que cuando a una víbora le cortan la cabeza el cuerpo se sigue moviendo.
Si uno busca en la Wikipedia, se va a encontrar con una explicación sesgada, luego de leer cientos de artículos sobre temas históricos, políticos o sociales, no cabe duda y no hay otra explicación que quienes escriben estos contenidos en la Wikipedia son personas en un 90% de ideologías de izquierda. Lo que vamos a encontrar son mentiras históricas o explicaciones ingenuas como una manera de distorsionar su verdadera naturaleza. Entonces dirán:
«El Cordobazo o primer Cordobazo fue una acción estudiantil, obrera y sindical en Córdoba (Argentina) entre el 29 y 30 de mayo de 1969 duramente reprimida por la dictadura militar autodenominada Revolución Argentina. Fue llevada a cabo principalmente por la CGT, las regionales de SMATA (Elpidio Torres), UTA (Hipólito Atilio López) y Luz y Fuerza (Agustín Tosco); y las federaciones universitarias FUA y FUC».
Para empezar, la Federación Universitaria Argentina (FUA), según la wikizurda: «A lo largo de su historia las más variadas tendencias, ideologías, partidos políticos y líneas de pensamiento, coexistieron y siguen coexistiendo en el movimiento estudiantil argentino: comunistas, radicales, socialistas, peronistas, maoístas, independientes, trotskistas, nacionalistas, etc.».
Los peronistas eran de izquierda, aunque no lo sepan ¿Qué criterio usan para clasificar a los peronistas de izquierda o derecha? y lo mismo los supuestos independientes y nacionalistas, la universidad en esos tiempos fue una cueva de izquierdistas. Ellos mismo lo confiesan cuando dicen:
«En la segunda mitad de la década de 1960 y principios de los años 1970, la FUA fue conducida por agrupaciones de izquierda como el Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI) y, en menor medida, la Tendencia Universitaria Popular Antiimperialista y Combativa (TUPAC), ambas ligadas a partidos maoístas (el Partido Comunista Revolucionario, la primera, y Vanguardia Comunista -hoy Partido de la Liberación- la segunda). Franja Morada, perteneciente a la Unión Cívica Radical, es la agrupación que ha conducido la FUA en mayor cantidad de ocasiones desde 1970 y ha ocupado la presidencia ininterrumpidamente desde 1983 hasta la actualidad».
La Unión Cívica Radical (UCR) fue y es un partido de izquierdas, la cuarta generación de izquierdas, la socialdemócrata, pero Franja Morada era una agrupación de quinta generación de izquierdas, la marxista o comunista. Sigamos con la wikizurda: «El Cordobazo formó parte de una serie de puebladas en Argentina entre 1969 y 1972 -todas ellas nombradas con palabras terminadas con el sufijo- «azo» contra la dictadura». Y luego dirá: «Dos años después se produjo el segundo Cordobazo, conocido como Viborazo. Además, fue una de las grandes protestas a nivel mundial, en el marco de los movimientos sociales de 1968».
La dictadura a la que se refieren los izquierdistas es el gobierno militar que se oponía al marxismo internacional que había tomado el mundo como campo de dominio, en medio de una dialéctica de imperios con el otro, el estadounidense. Justamente hablan de «dictadura» los marxistas que pretendían imponer la «dictadura del proletariado», parece que cuando se trata del zurderío eso ya no es dictadura o a lo mejor existe una dictadura buena y otra mala.
Los movimientos sociales de 1968 a los que hace referencia la wikizurda, se trata de los también llamados «protestas de 1968», o Revolución del 68, o simplemente el 68, movimientos inspirados en el marxismo y llevados a cabo por los «idiotas útiles de siempre» o los «compañeros de viaje», y cuál fue la respuesta de los distintos gobiernos afectados, la represión ¿Qué esperaban?
Esos movimientos marxistas fueron, entre otros, las protestas contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos, fogoneado por el intelectual marxista de la Escuela de Frankfurt, Herbert Marcuse, padre de la séptima generación de izquierdas. O la Convención Nacional Demócrata de 1968, el partido de la izquierda estadounidense. La Primavera de Praga en Checoslovaquia que se inició con la protesta por un «socialismo de rostro humano», un izquierdismo, al fin y al cabo, que fue duramente reprimido por la patria del Socialismo realmente existente, la URSS, digamos, un ajuste de cuentas internas.
Esa represión significó para la progresía occidental, la caída del caballo rumbo a Damasco. Eso desencadenó el famoso Mayo francés, puro voluntarismo, puro entusiasmo, lleno de frasecitas hechas pero nada de política real, una banda de cabezas huecas. En México se produjo la masacre de Tlatelolco, más de lo mismo. En España se daban movimientos universitarios de oposición al franquismo, es lo único que podían hacer, ya que el invicto generalísimo Francisco Franco en la guerra civil les dio un buen repaso.
Muchos grupos de izquierda en Occidente se inspiraron también en la Revolución Cultural china, que estuvo dirigida desde el poder por el propio Mao Tse Tung, que dirigió una gigantesca movilización juvenil —Libro Rojo— contra sus enemigos dentro del aparato del Partido Comunista Chino, una verdadera barbarie. No hubo institución en el mundo que estuviera libre de esas ideas o de estos grupos que pretendían cambiar el mundo.
La Iglesia Católica o El Vaticano, entonces gobernado por papas que no sabían quién ganaría la Guerra Fría ¿raro no? En la tan mentada y sobrestimada diplomacia vaticana, que supuestamente dicen es la más informada del mundo. Lo cierto es que la cúpula vaticana se inclinaba por el triunfo de la Unión Soviética, por eso Juan XXIII se comprometió a no condenar al marxismo o comunismo en el Concilio Vaticano II, para asegurar ese compromiso se llevó a cabo el famoso, pero poco mencionado, pacto de Metz, donde se comprometió la Iglesia a no condenar al comunismo.
No solo eso, en su afán de atraer fieles al reducto, que, para entonces, simplemente la gente comenzó a descreer en su narrativa, es decir, ya no creía en el soplo de la gracia sino en el soplo del pueblo y queriendo adecuarse al mundo, la Iglesia fue abandonando su esencia cayendo en el progresismo. Ya vimos en esta misma revista lo que fue el «Movimiento de sacerdotes para el tercer mundo» que contó con el beneplácito de la jerarquía eclesiástica.
En 1968 los obispos iberoamericanos habían dado a conocer el célebre Documento de Medellín (Colombia), que anunciaba el umbral de una nueva época histórica de nuestro continente, llena de un anhelo de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva; y en 1969, en el mismo mes del Cordobazo, el Episcopado Argentino elaboraba el Documento de San Miguel, proclamando La Iglesia de los Pobres: La Iglesia honra a los pobres, los ama, los defiende, se solidariza con su causa. San Miguel es una localidad de la provincia de Buenos Aires, y sede de un centro jesuita.
El marxismo entraba legalmente a la Iglesia, y con la llegada de Paulo VI, tan torcido en su masculinidad como el anterior, la Teología de la Liberación y otros movimientos izquierdistas tuvieron el campo orégano. El ejército, mejor dicho, las Fuerzas Armadas fueron uno de los pocos reductos donde se enfrentaba o se ponía la cara frente al marxismo, aunque también había algunos militares con cierto acercamiento a las izquierdas o las ideas de izquierda, pero eran rara avis.
Las universidades para que hablar, el hecho de ser estudiantes no es garantía de sabiduría y mucho menos política. El movimiento estudiantil de izquierda también tenía un importante desarrollo en Córdoba, sede de la universidad más antigua del país, con una población de 30.000 estudiantes, 5.000 de las cuales se reunían cada noche a complotar en el comedor universitario. Muchos de ellos vivían en el barrio Alberdi, alrededor del Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina, caracterizado por la alta cantidad de pensiones para estudiantes.
Las agrupaciones estudiantiles estaban divididas en dos grandes corrientes: las reformistas y las integralistas. Las principales eran Franja Morada, el Movimiento Nacional Reformista (MNR), el FAUDI, el MUR, el FEN y la UNE. La Federación Universitaria de Córdoba (FUC) estaba conducida por Carlos Scrimini, del Partido Comunista. Una de las políticas del movimiento estudiantil argentino y cordobés en particular, era la unidad obrero-estudiantil.
Desde 1968, la Confederación General del Trabajo (CGT), estaba dividido en dos, por un lado, la CGT oficial bajo el liderazgo del lobo, Augusto Timoteo Vandor, que quería un «peronismo sin perón» a la que pertenecían la mayoría de los grandes sindicatos como la UOM, SMATA, UOCRA, AGEC, Ferroviarios, UTA, Textiles, Sanidad, etc.
Por otra, la CGT de los Argentinos, bajo el liderazgo de un hombre de izquierda, Raimundo Ongaro, que agrupaba a sindicatos que querían una lucha frontal contra el gobierno militar y penetrados ideológicamente por la izquierda, como gráficos, Luz y Fuerza, petroleros, portuarios, telefónicos, empleados de farmacia, azucareros, etc.
A partir de 1957, la ciudad de Córdoba desarrolló una importante base metalúrgica, especializada principalmente en la fabricación de automóviles, al punto de que la ciudad de Córdoba recibiera el apodo de la Detroit argentina. Las principales fábricas de automóviles fueron la planta de IKA (que luego pasaría a ser propiedad de la francesa Renault), ubicada en el extremo sudoeste de la ciudad, en el barrio de Santa Isabel, y que empleaba a 11.486 obreros.
Además, existían tres plantas del Grupo Fiat (Fiat, Materfer y Grandes Motores Diésel, que luego pasaría a denominarse IVECO), ubicadas en el extremo sudeste, sobre la estratégica ruta 9, donde se empleaban a 11.000 obreros. (Debido a la importancia de la industria automotriz, el SMATA era el sindicato más importante de Córdoba, agrupando a los trabajadores de IKA-Renault y las demás empresas automotrices, con excepción de las fábricas de Fiat, cuyos trabajadores se habían organizado en dos sindicatos de empresa, Sitrac y Sitram, que no adhirieron a la huelga que dio origen al Cordobazo.
Luego del derrocamiento del general Juan Perón en 1955, el sindicalismo cordobés había adoptado una organización pluralista, en la que convivían solidariamente las corrientes peronistas ortodoxas, heterodoxas y combativas, con las corrientes comunistas y radicales. En el año 1957, Córdoba fue la primera regional que logró organizarse luego del golpe militar que había derrocado a Perón en 1955, organizando el plenario nacional que aprobó el Programa de la Falda, de fuerte contenido antiimperialista, pero no contra todo imperialismo, sino contra Estados Unidos.
En una dialéctica de imperios se toma partida y estos grupos sindicales tomaron parte por la izquierda, aunque no lo supieran. Los principales sindicatos fueron el SMATA (automóviles) con 15.000 afiliados, conducido por el peronista Elpidio Torres, Luz y Fuerza (energía) con 3.000 afiliados, conducido por Agustín Tosco del Partido Comunista, y la Unión Tranviarios Automotor (UTA), conducido por el peronista combativo Atilio López. Mientras que Luz y Fuerza estaba en la CGT de los Argentinos, la UTA y el SMATA estaban en la CGT oficial.
Los sindicatos estaban plagados de izquierdistas de las distintas generaciones de las viejas izquierdas, en el sindicalismo de entonces, el dirigente que no era de izquierdas, miraba de la esquina. Mientras tanto el general Juan Perón jugaba con la izquierda y con una supuesta derecha, que, estrictamente hablando, nunca fue de derecha. Estar contra los comunistas no significa ser de derecha, también eran enemigos del comunismo soviético Hitler y Mussolini, y ambos eran de izquierda.
En ese periodo del siglo pasado, el motor de la historia, es decir, la dialéctica de imperios estaba dada entre el mundo capitalista y el comunista, eso había dado fruto en la revolución cubana y luego a los grupos guerrilleros en iberoamérica, o en movimientos como el Cordobazo. A Juan Domingo Perón le interesaba regresar al poder, por izquierda o por derecha, eso era lo de menos.
Quienes ignoran la influencia del marxismo leninismo triunfante en Cuba, en las reivindicaciones sociales de iberoamérica, sencillamente no entienden la historia y se quedan cortos, problemas en el campo laboral siempre los hubo y continuarán existiendo, pero en este caso, se da en un contexto internacional en la que se plantea seriamente la toma del poder, la existencia de los movimientos obreros en el mundo lleva ese objetivo tomar el poder, su lucha es revolucionaria, es su razón de ser.
Entonces decir o enumerar supuestos antecedentes para el Cordobazo, lo único que hacen es omitir el más importante ante el cual todo lo demás carece de importancia. Hablan de la jornada laboral y el aumento de Onganía en un casi un 10% a la jornada semanal de 44 horas. Ese aumento, supuestamente, habría producido un gran descontento en las filas obreras y el inicio de una serie de movilizaciones, huelgas y asambleas que desembocarían en el Cordobazo, incluyendo una huelga general declarada por las dos CGTs, para el día 30 de mayo.
Jorge Canelles, militante del Partido Comunista y miembro del sindicato de la construcción (UOCRA) dos semanas antes le había propuesto a Agustín Tosco, secretario del sindicato de Luz Y Fuerza de la ciudad de Córdoba, que se reuniera con Elpidio Torres, secretario general del SMATA, el sindicato más poderoso de Córdoba en ese momento, para organizar una gran protesta sindical.
Esto tira por los suelos la mentira de que el Cordobazo fue un hecho espontaneo, en la vida política actos semejantes nunca están librados al azar. Hay versiones que dicen que Elpidio Torres era un peronista ortodoxo y su sindicato integraba la CGT Legalista. ¿Y que es ser un peronista ortodoxo? Si el peronismo fue un movimiento de izquierda no al modo marxista de la URSS, pero si al modo socialista de Mussolini, al corporativista, al estatista, que también era de izquierda como el nacional socialista alemán del tío Hitler. Que no sepan distinguir en que consiste ser de izquierda o no, es problema de otros y no el mío.
Agustín Tosco, ideológicamente era un izquierdista, algunos para tratar de no encasillarlo dirán que era simpatizante del Partido Comunista y su sindicato Luz y Fuerza, integraba la CGT de los Argentinos, el sindicalismo más izquierdista. Uno de los gestores de la reunión fue otro izquierdista el abogado laboralista Lucio Gastón Maceda, a Elpidio Torres y Agustín Tosco se les suma Atilio López. Atilio López era parte de la tendencia revolucionaria, la parte de la izquierda marxista peronista y no la fascista corporativista, y dirigía el sindicato del transporte (UTA).
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Mas allá de aquellos que quieran negar su pertenencia a la izquierda clásica, hay que decir, que luego del triunfo electoral del peronismo y con Cámpora que se suma a la izquierda marxista, Atilio López fue elegido vice gobernador de otro izquierdista como Obregón Cano. Durante el mandato peronista, la CGT y las cámaras empresariales de la Confederación General Económica (CGE) suscriben un pacto social para fijar una política antinflacionaria y la pauta salarial del quinquenio venidero.
El movimiento obrero de Córdoba se hallaba escindido entre ortodoxos, legalistas, independientes y clasistas. Los tres últimos sectores, que se oponían al Pacto Social, controlaban gremios estratégicos: la UTA, Luz y Fuerza y SMATA, entre otros. El 27 de febrero Obregón Cano, ordena la remoción del Jefe de la Policía de Córdoba, el teniente coronel Antonio Domingo Navarro.
Pocas horas después las fuerzas policiales se amotinan en el Cabildo de Córdoba, denunciando una «infiltración marxista». Esa misma tarde, grupos de civiles habían tomado las emisoras LV2 -La Voz del Pueblo- y LV3 -Radio Córdoba- y comenzaron a emitir comunicados en apoyo al jefe de la insurrección, el Gobierno difundió la siguiente declaración:
«Antonio Navarro, en franca actitud de rebeldía, lejos de acatar la orden recibida, engaña a sabiendas a parte del personal policial y, con el apoyo de pequeños grupos repudiados por la ciudadanía, se rebela, pretendiendo ser fiscal del gobierno electo por todo el pueblo de la provincia».
Lo que no quieren decir los peronistas, es que el general Juan Domingo Perón no solo estaba al tanto, sino que fue parte del plan para echar del gobierno cordobés a los marxistas, los medios e historiadores dirán: Perón optó por la prescindencia – «que se cocinen en su propia salsa», dijo Perón con lo que estaba otorgando carta blanca al peronismo corporativista y no al marxista.
El gobernador y vice, es decir, Obregón Cano, Atilio López y muchos detenidos, fueron acusados de «proveer armamento a grupos civiles de conocida militancia marxista». El jueves 28 a las 22.00, el presidente de la Cámara de Diputados provincial, Mario Dante Agodino, asumió en forma interina la gobernación. A la misma hora era llevado a cabo un atentado contra el domicilio del destituido gobernador. El sábado 2 de marzo al mediodía, el presidente Perón intervino la provincia. Navarrazo cumplido, plan de Perón concluido.
Atilio López, posteriormente sería secuestrado por una organización paramilitar llamada Triple A, el 16 de septiembre de 1974, y su cuerpo apareció en cercanías de Capilla del Señor, en la provincia de Buenos Aires. La Triple A, era una organización paramilitar, creada y amparada por el peronismo. Así que los izquierdistas estaban en todos lados, en una vereda y en la otra.
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El lunes 26 de mayo las dos regionales de la CGT local convocaron conjuntamente a un plenario de delegados que decidió una huelga general en la provincia de 37 horas, para los días jueves 29 y viernes 30 de mayo. La duración inusual de la huelga, buscaba que la medida se iniciara cuando los trabajadores ya habían ingresado a los lugares de trabajo, con el fin de que pudieran abandonar las tareas laborales a las 11:00 horas y pudieran marchar hacia el centro de la ciudad.
Agustín Tosco se reunió con la Federación Universitaria de Córdoba (FUC) para informarles del plan que habían elaborado con Elpidio Torres. La FUC, que estaba por entonces conducida por Carlos Scrimini del Partido Comunista, era «incondicional» del Kamarada Agustín Tosco y comienza a preparar al estudiantado para la huelga, convocando asambleas en todas las facultades. En las asambleas, varios grupos de la izquierda marxista, entre ellas el PRT y Nahuel Moreno, se opusieron a que los estudiantes se unieran a los obreros en la ciudad, argumentando que la intención de Agustín Tosco era desencadenar un golpe democrático con el apoyo del sindicalismo ortodoxo.
Al movimiento obrero, usado como mascarón de proa, se sumaron organizaciones políticas clandestinas, en especial la Resistencia Peronista que propugnaban la lucha armada, y creando y colaborando con las organizaciones guerrilleras. Pocos meses antes del Cordobazo había aparecido la Tendencia Revolucionaria del peronismo, en el Segundo Congreso del Peronismo Revolucionario reunido en Córdoba en enero de 1969, para definir a los grupos que se encontraban a favor de la lucha armada.
Los barrios también estaban organizados mediante centros vecinales y una Comisión Coordinadora de Centros Vecinales. Entre los preparativos se fabricaron miles de hondas metálicas, recortes de metal, bulones y tuercas para ser utilizados como proyectiles, bombas molotov, para las cuales los militantes del SMATA se habían entrenado arrojándolas contra las paredes del patio del sindicato, y bolillas tomadas de los rulemanes, que se sembraron las calles para causar la caída de los caballos de la policía montada.
Algunas organizaciones distribuyeron en los sindicatos y en las agrupaciones estudiantiles, folletos para construir bombas molotov y clavos «miguelitos», y técnicas para romper vidrieras y producir incendios. En el Barrio Alberdi (Clínicas), allí en todos los techos se habían acumulado bombas molotov, proyectiles y demás elementos de ataque. En el barrio Bella Vista se había instalado un centro asistencial.
En las jornadas previas al Cordobazo fue relevante también la actuación de varios sacerdotes marxistas tercermundistas y militantes católicos, como Erio Vaudagna, cura párroco del barrio obrero de Los Plátanos, lindante con el barrio estudiantil Alto Alberdi. El gobierno militar detendría luego de los hechos al presbítero Gustavo Ortiz, y dio la orden de detener a Vaudagna y el padre Milán Viscovich, suspendida a último momento por la intervención directa del arzobispo de Córdoba Raúl Primatesta.
A las 12:30 se produjo la primera víctima fatal, Máximo Mena, delegado del SMATA en IKA-Renault, muere a causa de un disparo de la policía montada, que se estaba enfrentando con la columna del SMATA en el área de la plaza Vélez Sarsfield, y estaba siendo superada. La policía ante la cantidad de manifestantes con los que se estaba enfrentado, en dos horas agotó sus provisiones de gases lacrimógenos y combustible para los vehículos.
El combustible para los vehículos policiales estaba depositado en el Barrio Alberdi bajo control estudiantil. La caballería por su parte se había mostrado inútil frente a las tácticas de los huelguistas. Al verse superado la policía a las 13:00 horas se retiró de la ciudad y se refugió en el Cabildo y en la Guardia de Infantería, en pleno centro, frente a la Plaza San Martín. Para esa hora, cerca de 150 manzanas que abarcaban casi todo el oeste de la ciudad habían sido tomadas.
El interventor de la provincia, Carlos Caballero pidió apoyo al gobierno nacional. El presidente de la nación Juan Carlos Onganía, ante la gravedad de la situación dispuso colocar a la ciudad bajo gobierno militar y enviar al Ejército. En ese entonces el comandante en jefe del Ejército, era el General Alejandro Agustín Lanusse. Por debajo de Lanusse estaba el comandante del III Cuerpo de Ejército, bajo cuya jurisdicción estaba Córdoba, el general Eleodoro Sánchez Lahoz.
Al frente de las tropas que ingresaron a la ciudad fue colocado el general Jorge Raúl Carcagno, jefe de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada. Las tropas del Ejército llegarían a las 17:30 horas. La acción de las Fuerzas Armadas fue sometida a muchas críticas y teorías conspirativas, lo cierto es que el cano Alejandro Lanusse se estaba preparando para desplazar al general Onganía, y estos hechos le venían como anillo al dedo, los jefes que estuvieron al mando de las fuerzas militares, demoraron el ingreso a la ciudad, para deteriorar el poder de Onganía.
El general Alejandro A. Lanusse, tenía formación socialdemócrata, en su entorno eso era conocido, durante su gobierno se hicieron muy buenos negocios con la Unión Soviética y los países satélites de la URSS. Los enfrentamientos con la policía habían cesado y por más de cuatro horas la ciudad quedó en poder de 50.000 manifestantes, apoyados por la simpatía de gran parte de la población.
A las 14:30 los manifestantes comenzaron a retirarse del centro ante las noticias de que el Ejército se acercaba. Se refugiaron en los barrios, defendidos por barricadas, alambres colocados a través de las avenidas, clavos miguelitos y miles de botellas rotas. Las bombitas de alumbrado público fueron destruidas por los militantes usando las hondas o gomeras y, desde las 20:00 horas, el sindicato de Luz y Fuerza cortó la luz en toda la ciudad.
En ese lapso de tiempo los sublevados asaltaron y quemaron objetivos simbólicos, como las comisarías, el Círculo de Suboficiales del Ejército, las oficinas de la empresa estadounidense Xerox, la concesionaria de vehículos de la empresa francesa Citroën, otra concesionaria de automóviles Técnicor, la Aduana, la agencia provincial de recaudación de impuestos, el Ministerio de Obras Públicas, la sucursal Avellaneda del Banco del Interior, la sede de Gas del Estado y para satisfacer su resentimientos de clase saquearon la confitería Oriental, tradicional espacio de la élite cordobesa.
Es evidente que la participación estudiantil estuvo influida por los acontecimientos de Mayo del 68 de Francia. Hubo una alianza entre los estudiantes y el sector obrero mucho más fluida que la de Mayo del 68 francés. Muchas de las técnicas de lucha callejera que se vieron en Córdoba, eran fieles réplicas de lo ocurrido un año antes en las proximidades de la Sorbona, cuando incendiaban junto con los estudiantes franceses las barricadas parisinas del barrio latino en el mayo francés.
Es verdad que el contexto entre el Mayo francés y el Cordobazo eran distintos, ya que en Francia los pseudo revolucionarios no sabían que hacer, y sus consignas, las pintadas y el lenguaje usado hacían alusión a valores propios de una sociedad postindustrial, luchaban por que el ocio estuviera sobre el trabajo, esos valores eran propios de una izquierda cultural no marxista, el sujeto revolucionario ya no era el proletario sino el inconforme radical, obra de Marcuse. Había pintadas en Córdoba que rezaban: «el pueblo al poder», una copia de la «imaginación al poder».
La ciudad rápidamente se militarizó con el avance de sesenta y cinco vehículos, entre camiones y jeeps, declarando el toque de queda y el Estado de sitio. De inmediato el comandante del III Cuerpo dictó el primer bando militar imponiendo el toque de queda de noche y facultando a las fuerzas de seguridad a abrir fuego:
BANDO NÚMERO UNO
Visto el estado de subversión reinante en la ciudad de Córdoba y atento la necesidad de asegurar a la población civil la debida tranquilidad en previsión de consecuencias aún más lamentables, el comandante del Tercer Cuerpo de Ejército ordena:
1) Hasta nueva orden y dentro del radio urbano de esta ciudad, ninguna persona podrá circular por la vía pública entre las 20:30 y las 6:30 del día de mañana.
Se advierte a la población que los efectivos militares y de las fuerzas de seguridad, están facultados a abrir fuego contra cualquier persona o vehículo que circule por las calles durante el toque de queda y que, al ser requeridas, intente escapar, esconderse o eludir de cualquier modo a la intimación que se le ordene.
General Eleodoro Sánchez Lahoz.
Poco después, ante la evidencia de que los manifestantes permanecían ocupando los barrios, Sánchez Lahoz dicta un segundo bando, imponiendo la prohibición absoluta de salir de las casas, durante todo el día, desde el momento del ingreso de las tropas a la ciudad:
BANDO NÚMERO DOS
Modificando el toque de queda, referente al Bando N.º 1, se pone en conocimiento de la población civil que, a partir del día de la fecha, ninguna persona podrá circular por la vía pública entre las 17 y las 6:30 del día siguiente. El personal que deba cubrir turnos de Servicios Asistenciales, de comunicaciones, etc., deberá exhibir documentos probatorios de identidad.
General Eleodoro Sánchez Lahoz
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A las 16:15 horas ingresaron las primeras tropas al perímetro de la ciudad. El cuerpo principal estuvo integrado por la IV Brigada de Infantería Aerotransportada, los Regimientos de Infantería 2 y 14, el Grupo de Artillería 141, el Batallón de Comunicaciones y la Compañía de Arsenales 4. El Grupo de Artillería 4 fue destinado a proteger el Liceo Militar «General Paz». A las fuerzas del Ejército se agregaron efectivos de la Fuerza Aérea, para cubrir el área de Nueva Córdoba y aviones de combate para reconocimiento aéreo.
Los militares establecieron también un tribunal militar para juzgar y condenar sumariamente a los sindicalistas y manifestantes detenidos. Una de sus primeras medidas fue allanar las sedes sindicales y detener a los líderes del movimiento. Esa misma tarde el III Cuerpo difundió las primeras condenas: ocho años de prisión militar a Miguel Ángel Guzmán y tres años de prisión militar a Humberto Videla.
El 29, el Ejército tomó control del centro, allanó las sedes de SMATA y Luz y Fuerza, deteniendo a sus dirigentes y abrió un paso a través del Barrio Alberdi, para establecer una vía de tránsito hacia los cuarteles. Se detectó la presencia de francotiradores, hay quienes creen que los francotiradores con armas de precisión de alto calibre, podrían ser miembros aislados de grupos armados como la Tacuara de izquierda. El sábado 31 de mayo ya no se registran protestas.
Los tribunales militares continuaron enjuiciando a los detenidos, entre ellos a los dos líderes del movimiento, Agustín Tosco -que fue condenado a 8 años- y Elpidio Torres -condenado a cuatro años-. Ese día se hizo presente en Córdoba el comandante en jefe del Ejército, general Alejandro Agustín Lanusse, para verificar la situación y realizar declaraciones a la prensa.
A partir del 30 de mayo fueron enjuiciadas 104 personas por el Consejo de Guerra Especial establecido por el III Cuerpo de Ejército. Fueron condenadas a penas de prisión en cárceles militares al menos quince personas, todas ellas varones: Los condenados cumplieron sus penas en instalaciones militares de La Pampa y Trelew, hasta noviembre de 1969, cuando Onganía dispuso la amnistía.
Elpidio Torres sufrió lesiones irreversibles en la cárcel y se retiró del sindicalismo en 1971. Atilio López fue elegido vicegobernador de la provincia en 1973, fue derrocado por un golpe de Estado policial en 1974 convalidado por el presidente Perón y el Congreso Nacional, y fue asesinado por el grupo parapolicial Alianza Libertadores de América (rama de la Triple A) ese mismo año (esa cuenta se la cobró Perón). Agustín Tosco fue amenazado por la Alianza Anticomunista Argentina (triple A) y murió de una septicemia en 1975 debido a la decisión de no atenderse en un establecimiento hospitalario para evitar la detención.
Tomás di Toffino sería capturado en 1976 y sería fusilado en el centro de detención La Perla. Se registraron cuatro muertos, Máximo Mena, 27 años, obrero metalúrgico. Marcelo Terza, 24 años, turista hospedado en el céntrico Hotel Sussex, recibió un disparo al asomarse a su ventana.
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En primer lugar, el Cordobazo no fue un movimiento espontaneo, el paro de actividades a partir de las 10:00 de la mañana fue dispuesto orgánicamente por la CGT y los líderes fueron Elpidio Torres (SMATA), Agustín Tosco (Luz y Fuerza) y Atilio López (UTA) que representaban a los gremios más poderosos. Los dirigentes obreros planificaron detalladamente por qué lugar ingresaría al centro cada columna de manifestantes, su desplazamiento y la forma de comunicación cuando se produjera la lógica represión.
En los días previos al Cordobazo, se reunían en la Parrilla «El Manantial», propiedad del periodista Sergio Villarruel, en ese establecimiento se realizaron largas reuniones en la que participaban gremialistas y el abogado laboralista, el izquierdista Lucio Garzón Maceda. En ese sitio se planificó gran parte del Cordobazo. Tiempo después, uno de los líderes de la rebelión dijo que quienes sostuvieron que fue una reacción espontánea, son los de la derecha y la ultraizquierda políticas: «La primera ignorando que el general Lanusse algo se esperaba, y la segunda porque no comprendió lo que estaba pasando y justificó su ausencia con la idea de la espontaneidad».
El general Alejandro Lanusse sabía lo que se venía y lo calló por ambiciones personales, él buscaba ocupar el lugar de Onganía. Podría haber abortado el plan, pero dejó que siguiera adelante el plan subversivo. El Cordobazo precipitó la renuncia de Onganía, presentada el 8 de junio de 1970. El general Lanusse, que tuvo un papel nefasto en estas jornadas, llegaría ser el último presidente de facto antes del regreso definitivo de Perón a la Argentina.
El clasismo tampoco fue el o uno de los autores del Cordobazo, el clasismo surgiría después. René Salamanca, era un militante, pero no era un dirigente gremial de peso. René Salamanca no trabajaba en IKA-Renault cuando fue el Cordobazo. Recién para el segundo Cordobazo o Viborazo en 1971, ya sería dirigente. Por tanto, se puede decir que, en el año 1971, durante el segundo Cordobazo, las consignas ya fueron netamente revolucionarias. El mismo movimiento obrero adoptó un discurso mucho más clasista y revolucionario. También para 1971, la izquierda había logrado cierta penetración en el movimiento obrero.
El Cordobazo creó un imaginario muy fuerte para toda la sociedad, se convirtió en un mito, sobre todo para la juventud y para sectores del movimiento obrero. La izquierda lo interpreta como un acto revolucionario. Creían que el Cordobazo era la primera fase de la revolución en el país. La izquierda a lo largo de los setenta vivió a la sombra del Cordobazo y del engaño.
En esa época los gremios SITRAC y SITRAM, que Salamanca lideró posteriormente, tenían conducciones pro patronales que ni siquiera adhirieron al paro dispuesto para ese 29 de mayo. Los obreros de Cóncord y de Materfer, nucleados en esos sindicatos, dejaron las fábricas a eso de las 15:00 horas, por disposición de la empresa ante los hechos que estaban ocurriendo.
También es un mito que los trabajadores tuvieran graves problemas económicos, en esa época el poder adquisitivo del salario era mayor que el actual, en el hogar de un obrero de IKA-Renault o de IME, de la fábrica de aviones, no les faltaba nada. Con el salario de un día el peón de la construcción se podía comprar 21 kilos de carne. Los obreros que participaron del Cordobazo, muchos de ellos, tenían un nivel económico más alto de su clase, por estándar de vida y salarios.
Los obreros de la industria automotriz ganaban muy bien, pero se estaba dando un cambio de época y afectaba al movimiento obrero, por un lado, estaban los dirigentes gremiales que veían en peligro los privilegios obtenidos y por otro, militantes obreros que ya no respondían a la izquierda tradicional o clásica. Estos nuevos venían con un propósito y eso era la toma del poder.
En Córdoba había una clase obrera que existía antes de la radicación de las empresas automotrices, en los años cincuenta. Pero la llegada de esas empresas cambia casi totalmente el escenario político, social y sindical en la ciudad. Surge un sindicalismo notablemente combativo. Comienza a cambiar la estructura sindical, las prácticas sindicales, en las empresas automotrices los convenios de trabajo se negociaban por empresas y no en forma centralizada, es el caso de la UOM y otros sindicatos.
Esta descentralización puso a la dirigencia en un contacto mucho más directo con las bases. Por ejemplo, en los primeros años SMATA estuvo en manos de los comunistas, y el ambiente no era favorable al sindicalismo burocrático, como existía en muchos sindicatos peronistas de la época. Hubo una influencia de la izquierda, que mantuvo una presencia en las fábricas. Pero, a mediados de los sesenta, la situación va a cambiar con el crecimiento de una izquierda revolucionaria, como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), el Partido Comunista Revolucionario (PCR) y Vanguardia Comunista (VC).
El Cordobazo significó un punto crucial para la clase obrera cordobesa. El sindicalismo peronista combativo llegaba a su apogeo, pero otro asomaba y quería su lugar bajo el sol, es el sindicalismo revolucionario, o sea el clasismo. Un clasismo que mantenía sus metas revolucionarias, sotto voce. El sindicalismo que actúa en el Cordobazo llega con su tradición de luchas de los años anteriores.
Su identidad es peronista, pero son ganados progresivamente por sectores de una nueva izquierda, es el caso de Agustín Tosco del gremio de Luz y Fuerza, en Agustín Tosco hay una visión de la clase obrera mundial y una fuerte politización hacia la izquierda marxista. La clase obrera peronista había sido testigo de la proscripción del peronismo, la suspensión de todos los derechos políticos y la falta de participación.
Pero sucede algo curioso, a pesar del exilio del general Perón, el 29 de mayo de 1969, los obreros y estudiantes no reclamaron por el fin de la proscripción del peronismo y del propio general Perón, tampoco exigieron su regreso, sino que exigían un gobierno proletario para los obreros. El 3 de diciembre de 1968, el general Juan Perón desde Madrid, había designado como nuevo delegado personal a Jorge Daniel Paladino, un peronista ortodoxo que tuvo un papel importante para promover un acercamiento con el opositor líder radical Ricardo Balbín.
Los gremios izquierdistas o al menos sus jefes sindicales le querían disputar el poder a la Confederación General del Trabajo (CGT) identificado con el peronismo. Ellos eran Agustín Tosco y el posterior emergente René Salamanca, ambos del Partido Comunista. El nuevo delegado de Perón, José Ignacio Rucci, había asumido como secretario general de la CGT. Meses antes del Cordobazo, el 17 de marzo de 1969, Ignacio Rucci declaró públicamente:
«Le guste o no le guste al señor Tosco y a todos los que lo rodean, acá definitivamente se terminó y la CGT de Córdoba se va a normalizar como lo dicen los cuerpos orgánicos de la central obrera y punto. El movimiento obrero argentino tiene aproximadamente cinco millones de trabajadores y el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba tiene 2.500 trabajadores, con 700 en contra que votaron contra el señor Tosco. Quiere decir que en representatividad hay 86 organizaciones, delegaciones regionales, de la República Argentina que al señor Tosco le dicen: Vea señor, si usted quiere hacer marxismo y socialismo se va a Rusia, acá en la Argentina no».
Según versiones, dicen que el general Juan Perón, desde Madrid llegó a confesarle a Enrique Pavón Pereyra (un supuesto historiador peronista, de quienes muchos decían que era más Pavón que Pereyra) que: «El Cordobazo no tuvo ningún signo peronista, fue de izquierda». La izquierda quería la revolución mundial y los dirigentes sindicales y los manifestantes que se sumaron a estas manifestaciones fueron idiotas útiles de estos.
En estos tiempos no hay lugar para revoluciones de signo izquierdista, eso es cosa del pasado, el mundo laboral es completamente distinto y además el marxismo es «perro muerto» políticamente. Las únicas revoluciones posibles son las tecnológicas o científicas, y estas son las que cambian y transforman el mundo y no idiotas ideologizados. La gente con mentalidad izquierdista seguirá jodiendo tratando de provocar una revolución, en esto son bien anarquistas. En una entrevista con el viejo líder del Cordobazo el comunista Jorge Canelles dijo:
P —Bueno, antes del Cordobazo y de la serie de rebeliones provinciales que se produjeron en ese momento daba la impresión de que en el país no pasaba nada…
R —Ahora se puede contar, pero en febrero, antes del Cordobazo, una vez estábamos tomando un café con Tosco y él me dijo: «En este país no pasa nada, qué te parece si le metemos un caño a un banco a ver si se mueve la cosa». Nosotros seguíamos trabajando para organizar, para movilizar a la gente y, al final, ese trabajo rindió frutos. No hay que pensar que todo está perdido. […]
Nota: un «caño» es un explosivo. Canelles también se refiere a otros dirigentes:
J. C. —Yo estaba en el PC (Partido Comunista) desde el ‘45 y Tosco era un tipo muy abierto, había leído mucho sobre cuestiones sociales.
–¿Y los otros dirigentes que participaron en el Cordobazo, como Elpidio Torres?
J. C. —En ese momento nosotros no coincidíamos con la táctica de la CGT de los Argentinos, que estaba muy enfrentada a la CGT de Azopardo. La realidad de Córdoba era distinta. Nosotros planteábamos la unidad de todos los sectores populares para derrotar a la dictadura. Planteábamos la unidad de las dos CGT y eso no le gustó mucho a Ongaro. Logramos que se unieran las dos CGT en Córdoba para hacer un paro. Ha muerto hace días Elpidio Torres y tengo que decir que cumplió lo pactado para el Cordobazo. Después, cuando volvió de la cárcel, fue a verlo al interventor general de la provincia, se abrazó con él y le dijo que nunca más iba a hacer paro. Eso es otra cosa. En cuanto a las acciones del Cordobazo, fue leal.
Décadas después, cada vez que había manifestaciones violentas en poblados o en ciudades, los medios izquierdistas, titulaban a esos hechos con el nombre del lugar y el sufijo «azo», el Tucumanazo, el santiagueñazo, etc., deliraban por una nueva revolución que sería la chispa de una revolución mundial, estaban de risa. ¿Y cómo terminaban esos «azo»? como siempre, viajaba un enviado del gobierno con promesas falsas y un buen fajo de billetes, como Dios manda.
Es que estos tipos, los zurdos, no se han enterado, como cantaba Joan Manuel Serrat en su canción: Disculpe el señor. «…que no se han enterado que Carlos Marx está muerto y enterrado».
3 de febrero de 2024