

Cuadernos de Eutaxia — 10
EL ASALTO AL POLICLÍNICO BANCARIO
El Policlínico Bancario José Luis Nell y el cura Carlos Mujica
El asalto al Policlínico bancario sucedió el 29 de agosto de 1963 en Buenos Aires, una banda armada mató a dos empleados del centro médico y causó heridas a otros tres, huyendo con unos 100.000 dólares. Parte de ese dinero fue (según los autores) para financiar las actividades del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT) una facción de izquierda desprendida de la Tacuara madre (MNT).
El MNRT fue la primera guerrilla urbana de Argentina, de la que eran miembros los asaltantes. El asalto provocó una enorme conmoción en el país, por el uso de la violencia y la precisión con la que se llevó a cabo. La policía, en un acto lamentable, se lo atribuyó a la delincuencia común y sin investigar debidamente lo dio por resuelto. Meses después, una comunicación que llegaba desde Francia, de la Sureté, la policía francesa informaba a la Justicia Argentina, que había hallado billetes que tenían como origen el asalto al Policlínico y que unos argentinos los gastaron en un cabaret de París, lo que permitiría ubicar a los autores.
A raíz de esa información, casi todos los participantes del robo fueron detenidos y enjuiciados, otros permanecieron prófugos. Algunos de ellos Enel futuro serían parte de grupos guerrilleros. El grupo que participó en el asalto fue el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT) la facción izquierdista que se alejó del Movimiento nacionalista Tacuara (MNT), la que estuvo en la planificación y ejecución del robo. Vale aclarar, porque se meten en la misma bolsa a todos sin hacer ninguna distinción, el MNRT tenía una visión marxista y anti estadounidense, y respondían a la conducción de José Luis Baxter.
La planificación
Gustavo Posse, era una persona sin mayores problemas económicos, pertenecía a una familia tradicional y pudiente del interior del país, con nexos en la administración de justicia, ya que el padre de Gustavo Posse, había sido juez en lo laboral y su abuelo camarista federal. Ricardo Viera, nacido el mismo año, mantenía con Posse una amistad de diez años desde que trabajaron juntos en un juzgado, pero a diferencia de Posse estaba casado, tenía una hija, y estaba siempre amenazado por las deudas, alguna vez había tenido un proceso por tenencia de armas en el que recibió ayuda de Posse.
Ricardo Viera militaba en el escindido MNRT izquierdista, y en mayo o junio de 1963 propuso al grupo dar un gran golpe para obtener dinero para financiar las actividades del grupo. Según Posse una persona, de identidad reservaba, daría la información a cambio del 30% del botín. En un principio, muchos se resistieron, ya que decían que iba en contra de los principios, pero terminaron aceptando.
Cuando Gustavo Posse es detenido, dijo que no había intervenido en la preparación del asalto y la información la había comentado de manera involuntaria, sin ninguna intención delictiva, en esa reunión de amigos en la que estuvo presente Ricardo Viera y una prima hermana de Gustavo Posse, que trabajaba en la contaduría del Instituto de Servicios Sociales Bancarios del que dependía el Policlínico Bancario, y que algunas veces acompañaba el dinero en tránsito al Policlínico.
Mas allá de si los dichos de Viera fueron la verdad o no, Ricardo Viera junto a Horacio Rossi, alias «el Viejo», otro integrante del grupo, habían observado durante cierto tiempo la forma en que llegaba el dinero, eso los habría llevado a decidir realizar el robo en el mes de julio, aunque luego se realizaría el mes siguiente. Las tareas a realizar y el reparto de roles fueron planificados con minuciosidad.
Carlos Arbelos, en un reportaje posterior, dirá que con el asalto al Policlínico se proponían «generar la insurrección armada a partir de una serie de hechos protagonizados por una vanguardia política, que asumiese la violencia como respuesta a las violencias que se fueron generando desde la “revolución fusiladora” de septiembre de 1955, con “tres ejes: un foco rural en la provincia de Formosa, la masiva realización de actos de violencia urbana con formas operativas simples, –que fueran calando en la mayoría del pueblo peronista– y la liberación de las Islas Malvinas del dominio inglés para que allí se asentara Juan Perón y dirigiera todo el proceso de liberación nacional».
El Policlínico Bancario, ubicado en la avenida Gaona al 2100, frente a la Plaza Irlanda, del barrio porteño de Caballito, el imponente edificio de aquel entonces, abarcaba dos manzanas, cuatro pisos, jardines y una playa de estacionamiento. Antes del asalto, Luis Alfredo Zarattini, Jorge Cataldo y Rubén Rodríguez asaltaron el garaje de Zavala 2552, robando un auto Valiant gris y las chapas patentes le fueron cambiadas, Jorge Andrés Cataldo y Rubén Rodríguez, posteriormente, ambos serían fundadores de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) en 1967.
A las 07:00 horas del día señalado, atravesando una cortina de lluvia, dos miembros del MNRT Tacuara, Rubén Rodríguez y Mario Duahy subieron a una ambulancia contratada telefónicamente en la víspera a la Cochería García de Rivadavia 14.290, en la localidad de Ramos Mejía. La alquilaron con chofer y sin camillero, cuando la abordaron le indicaron al conductor, Luis Voda, que debían buscar a un paciente, persuadiéndolo de que antes levantara a un médico y un auxiliar a veinte cuadras.
Se trataba de Tomislav Ribaric, estudiante de medicina, hijo de inmigrantes croatas, y Horacio Rossi, alias el Viejo, ex suboficial de la marina que se había incorporado a la Resistencia Peronista, futuro inductor del secuestro de Revelli-Beaumont en París, Francia. Provisto de un disfraz blanco, Horacio Rossi reemplazaría a Luis Voda, chofer de la ambulancia marca Rambler, una vez que estuviera reducido y narcotizado con dos inyecciones preparadas por Ricardo Viera.
El chofer sería extendido sobre la camilla acondicionada para el enfermo en la parte de atrás del vehículo y cubierto por una sábana hasta el cuello para disimular que estaba maniatado. El recorrido hasta el Policlínico, en Gaona 2197, entre Donato Álvarez y Seguí, se llevó a cabo sin sobresaltos. Tuvieron un percance inesperado, Ribaric se descompuso y se tuvo que bajar de la Rambler, y se fue a reponerse en el departamento “B” de Talcahuano 1224, alquilado por Gustavo Posse y dos de sus colegas de trabajo, lugar previsto para que acudiera a recoger su parte cuando se reunieran a contar lo robado.
Muchos tuvieron dudas sobre la conducta de Tomislav Ribaric, sin embargo, a raíz de su detención en el 1964, el Juez que entendía en la causa le preguntó: «Dígame Ribaric, ¿usted se bajó antes del vehículo porque se arrepintió y no quiso participar de la segunda parte del delito?». Sin especular en conseguir su libertad más pronto, «Tomi» Ribaric, contestó: «No, señor Juez. Yo me bajé del vehículo porque ya había cumplido mi parte y porque así lo había dispuesto la organización en la cual milito».
En la esquina de Seguí y Gaona, se apostaron Jorge Caffatti, José Luis Nell y Carlos Arbelos lo hicieron cerca del Policlínico Bancario, los dos primeros vestidos de blanco. Luis Alfredo Zarattini, Fredy, vigilaba desde un auto la salida del dinero, y de ese modo hubiera tiempo de tomar posición antes que lo hiciera el transporte de caudales.
Luis Alfredo «Fredy» Zarattini, avisado en su momento por Jorge Cataldo para que estuviera pendiente de la salida del furgón del Banco Nación en Plaza de Mayo, y cuando faltaban pocas cuadras para llegar se adelantó en un Jaguar rojo, regalo de su padre, anunciando a sus compañeros de la Rambler que se acercaba el momento de actuar. Jorge Caffatti entró al Policlínico a pie y permaneció mezclado con el público en la escalinata que conducía a la administración, lugar por donde pasarían los empleados con el dinero.
La ejecución del robo
A las 10:30, la ambulancia Rambler entró al Policlínico Bancario, mientras la sirena sonaba insistentemente, penetraron en la playa de estacionamiento y se pusieron de espaldas a la muralla que impedía los vieran desde la calle Luis Viale, paralela a la Avenida Gaona. Se ubicaron en la vecindad de donde, por rutina, lo realizaría la camioneta IKA con el dinero. Horacio Rossi conducía vestido de enfermero acompañado por José Luis Nell, que tenía un fusil ametralladora y Carlos Arbelos, armado con una pistola.
Apenas vieron entrar a la ambulancia, el custodio Juan Carlos Lowry escuchó que le decían «traemos a un enfermo». Observó que, en la camilla, pálido y tapado con una sábana, iba un hombre dormido, lo dejó pasar y anotó la hora de llegada y la marca y número de patente de la ambulancia. El vehículo fue hasta el fondo de la playa de estacionamiento, frente a los pabellones de la sala de internados.
Jorge Caffatti se colocó entre los dos cuerpos del edificio y su misión consistía en reducir al suboficial de la policía. Tras el paso de los rodados, con la faz cubierta por un pañuelo blanco, Duahy inmovilizó al portero para que no avisara lo que empezaba a suceder. En ese momento la Estanciera IKA gris del Policlínico, que traía alrededor de 14 millones de pesos para el pago de los sueldos de los empleados, llegó en la misma dirección, se detuvo por detrás de las escalinatas en el lugar de costumbre, estacionando a la izquierda.
Una persona salió del vehículo y abrió la parte trasera donde iba el sargento Alfredo Martínez, se acercaron dos ordenanzas para acarrear los 80 kilos que pesaba la valija en la que traían los sueldos. El sargento le entregó el dinero al empleado Victorio Cogo y al ordenanza Alejandro Morel. Las otras dos personas que iban en la camioneta eran la cajera Nelly Culliazo y el empleado Vicente Bóvolo.
En ese instante apareció José Luis Nell portando una ametralladora, flanqueado por Arbelos, Rossi y Caffatti que portaban pistolas. Instintivamente el suboficial Abelardo Cecilio Martínez movió su mano a la cartuchera. José Luis Nell lo tumbó de una ráfaga, impactando en el antebrazo a la administrativa, Nelly Culasso de Ordoñez. Con la segunda ráfaga abatió al chofer, Victorio Cogo, y al ordenanza Alejandro Morel, encajándole un tiro en un hombro al otro, Vicente Bóvolo.
Cuando Lowry acudió al oír los disparos, Duahy que había estado escondido entre los autos lo amenazó con un arma impidiéndole cualquier acción. Los empleados Victorio Cogo y Alejandro Morel murieron en el acto y Culliazo, Bóvolo y Martínez resultaron heridos. Detrás de los ventanales, o en el dédalo de las veredas circundantes, otros MNRT se disimulaban como transeúntes impávidos en la circulación hospitalaria, tal vez Alfredo Roca, según deja entrever Jorge Caffatti en sus memorias de la ESMA.
José Luis Nell, imperturbable con un barbijo blanco que le tapaba de la nariz al mentón, dominaba la escena compuesta del tendal de muertos y heridos, encapotada por el cielo gris por la persistente llovizna. Al verlos retirarse con toques de sirena por la calle Seguí hacia la avenida Juan B. Justo, Rubén Rodríguez y Mario Duahy se largaron en el Valiant, pero se pegó a ellos, imprevistamente, el auto particular del comisario Carlos Sirito que se encontraba casualmente de paso, del que lograron desembarazarse doblando por una calle a contramano. En Camarones y Terrero dejaron la ambulancia alquilada, con el chofer Mario Voda durmiendo narcotizado.
Horacio Rossi y José Luis Nell siguieron en el Valiant hacia el departamento de los Posse en Talcahuano 1214, pero el auto quedó abandonado en la cuneta de la calle Warnes, debieron completar el trayecto en un coche de alquiler cuando se le pinchó un neumático al Valiant, en tanto los restantes se alejaron a pie y en distintas direcciones. En el departamento entregaron el 30% a Gustavo Posse, a quien solo conocían como amigo de Ricardo Viera, confirmando la sospecha que ya tenían sobre la identidad del informante.
El resto del dinero quedó para los demás integrantes y para la organización. Dentro del grupo algunos debatieron la conveniencia de matar a Gustavo Posse dado que se trataba de alguien ajeno a la organización que poseía información valiosa sobre ella, pero finalmente aparcaron esa idea.
La Policía y los falsos positivos.
Luego del asalto al Policlínico el país estaba conmocionado por los muertos, por la audacia y el botín robado, «Descomunal asalto» fue el titular del diario más importante del país, el diario Clarín, que lo mencionaba como «uno de los asaltos más precisos, espectaculares y odiosos de los últimos meses». La investigación quedó a cargo de Evaristo Meneses, jefe de la sección Robos y Hurtos de la Policía Federal, querían saber quién podía haber sido el entregador y procuraron conocer a través del modus operandi, que delincuente conocido pudo llevar a cabo el golpe.
Los oficiales Juan Morales y Rodolfo Almirón, junto al sargento Edwin Farquharson de la Policía Federal, se sentían muy presionados por sus jefes, y lo que habían obtenido de los testigos era muy poco. Los testigos habían repetido acerca de «un pibe de cara linda que disparaba con la ametralladora». Juan Morales y Almirón recurrieron a su pistolero e informante preferido, el «buchón» Miguel Ángel Prieto, «el loco Prieto».
Miguel Prieto les dio un nombre, un día después del asalto la policía convocó a una conferencia de prensa. Evaristo Meneses no tuvo dudas sobre lo ocurrido, se trataba de otro de los asaltos cometidos por la banda de Félix Miloro, que recientemente se había abierto de la jefatura de Villarino. El identikit coincidía con sus rasgos. Además, el loco Prieto, otro de los conocidos delincuentes de entonces que ahora oficiaba de confidente policial, juraba que Miloro era el autor del operativo.
Antes de las 36 horas del asalto, la policía anunció que los autores habían sido dos delincuentes con frondosos antecedentes: Félix Miloro, alias El Pibe Ametralladora o El Nene y Salustiano Franco, cuyas fotografías habían sido reconocidos por las víctimas. El comisario Horacio Gargiulo, jefe de Robos y Hurtos, y el comisario inspector Obdulio Bonfoglio, dijeron de manera tajante que los responsables del asalto eran Félix Arcángel Miloro, de 26 años de edad, y Salustiano Franco, de 33 años, alias Sagundio.
Miloro, se encontraba en la ciudad de Rosario, cuando se enteró que los estaban culpando del robo, de inmediato partió rumbo a Córdoba, con José Zarantonello, «el Gaitero». El oficial Juan Morales luego de visitar a la amante de El Nene, Adela Barrera, supo dónde encontrarlos. Se inició una feroz cacería de los implicados, mientras los medios aseguraban que se daría un enfrentamiento. Y así fue, pocas semanas después a Miloro lo cocinaban a balazos en su aguantadero en Córdoba.
Los policías habían rodeado el lugar y le exigieron que se entregara. Cuando la policía arrojó granadas de gas y dispararon los primeros balazos, el Nene le dijo a su cómplice y a la chica Ana Carla Santamaría: «Ya perdimos, nos entregamos…», abrió la puerta desarmada, el primer balazo le dio a Ana Carla en una pierna, el siguiente en la otra y el tercero en la cadera.
Miloro la empujó para sacarla de la línea de fuego y quedó expuesto junto con el Gaitero, siguió el tableteo de una ametralladora, y recibió un total de más de cien disparos. Un periodista de la sensacionalista revista «Así», fue a ver a Ana Carla Santamaría al hospital. Su pierna había quedado tan mal por los balazos que se la tuvieron que amputar. «Miloro quería entregarse, pero le dispararon a mansalva. Él me empujó y me salvó la vida», le dijo al periodista. «Él no había asaltado el Policlínico. Me lo juró que no», y así empezaría otra historia.
Un periodista dijo al día siguiente que la casa, destrozada por los tiros, parecía un queso gruyere. Ironías de la vida: Miloro perdió la vida defendiéndose de un delito que no había cometido. La policía informó que, cercado en una casa en la provincia de Córdoba, Miloro salió disparando con su fusil y fue abatido. Franco, detenido en otra ciudad, adujo que el día del hecho se encontraba asaltando un Banco lejos del Policlínico y de Buenos Aires, pero no se le creyó y el caso fue dado por esclarecido.
Evaristo Meneses, el jefe de la División Robos y Hurtos, anunció que el asalto al Policlínico había sido resuelto, caso cerrado. El dinero no fue recuperado, pero los principales cabecillas estaban presos o muertos. Las autoridades respiraron aliviados. Entonces la inseguridad era el tema que más preocupaba a los argentinos. Las revistas sensacionalistas de la época se dedicaron a narrar las andanzas de Miloro y el cuento parecía haber terminado.
Los encantos de Brigitte.
Sin embargo, la historia real recién comenzaba. El 20 de noviembre de ese año, Interpol informó que algunos billetes robados en el Policlínico aparecieron en un cabaret de París. El rufián del local y una de sus prostitutas fueron detenidos por la tenencia de esos billetes y declararon que el pago lo habían hecho dos argentinos dedicados a tirar manteca al techo. En realidad, parece que el dueño del prostíbulo estaba furioso, porque las autoridades le confiscaron el dinero que generosamente repartieron los argentinos.
Gracias a esa furia, pudo saberse que los responsables de los gastos eran los hermanos Gustavo y Lorenzo Posse, dos muchachos argentinos, simpáticos, algo atorrantes e irresponsables. Los hermanitos Posse serían detenidos más adelante y al segundo golpe cantarían todo, creo que les tuvieron que pegar para que no hablaran más. Así se supo que el asalto al Policlínico no había sido obra del difunto Miloro, sino de un comando que respondía a la sigla de Movimiento Nacional Revolucionario Tacuara (MNRT).
Los hermanos Posse brindaron los datos del caso y en pocas semanas los principales responsables estaban entre rejas. El juicio fue rápido y expeditivo. Todos los detenidos fueron condenados y todos recuperaron la libertad en 1973, cuando el presidente izquierdista, Héctor J. Cámpora, la misma noche de su asunción abrió las cárceles y dejó en libertad a todos los delincuentes comunes, políticos y guerrilleros.
El dinero del robo estaba conformado en su mayor parte por billetes de 5.000, se conocía la numeración porque eran nuevos, recién impresos. La Policía Federal argentina había distribuido esa información a los bancos locales y, por intermedio de Interpol, a otros bancos del extranjero. A comienzos de 1964 el propietario de un cabaret de París depositó alguno de esos billetes en un Banco, y el Banco informó de inmediato a la Sureté, la policía francesa.
Interrogado, dijo que se los habían entregado dos argentinos que habían estado haciendo importantes gastos en su establecimiento. No tenía sus datos, pero recordó que una prostituta que se hacía llamar Brigitte los había acompañado a su hotel. De los registros del mismo resultó que se trataba de los hermanos Lorenzo y Gustavo Posse, que desde el 20 de noviembre de 1963 habían estado en Europa cambiando pesos del robo por dólares, pero también gastándolo en fiestas.
El secretario judicial, González Gartland, logró determinar que la fuente del robo al banco había sido Gustavo Posse, quien conocía a Ricardo Viera con quien compartía la plantilla de un tribunal civil y comercial de Buenos Aires. En febrero de 1963 Posse había intercedido para que aliviaran la situación carcelaria de Ricardo Viera, preso en la cárcel de Caseros, por tenencia de un arsenal en su casa de O’Higgins y Mendoza, a raíz de que se le disparó un tiro e hirió a un militante de Juventud Peronista, Carlos Eduardo Suárez, cuyo ingreso a una clínica fue denunciada a la policía.
Gustavo Posse, por el 30% del botín, daba la información proporcionada por unos desconocidos, pero, en realidad las obtuvo de una de sus dos hermanas, de nombre Beatriz, y una prima de su esposa, Elsa Susana Echazú, ambas empleadas en el hospital. Estas personas se habían dado cuenta de que, en el penúltimo día hábil de cada mes, alrededor de las diez de la mañana, una camioneta traía desde el centro de la ciudad una valija con trece millones de pesos, algo así como 100 mil dólares, para el pago mensual de los haberes del personal, con la sola custodia de un policía.
La información francesa enviada a Buenos Aires, reabrió la investigación y fue detenido Posse. Por su declaración se procedió a detener a Mario Duahy, Horacio Rossi, Jorge Caffatti y Tomislav Ribaric, en cuya casa se encontró el arma del sargento Cecilio Martínez y billetes del robo. José Luis Nell fue detenido en la base aérea de Rio Gallegos, provincia de Santa Cruz, donde estaba cumpliendo el servicio militar. También se emitió una orden de captura para Jorge Cataldo, Eduardo Viera, Rubén Rodríguez, Carlos Arbelos, Alfredo Roca, Amílcar Fidanza y de Joe Baxter.
José Luis Nell creyó que debía ser coherente como revolucionario y admitir su participación en el hecho y justificarlo ideológicamente, lo que también hicieron otros detenidos. Por su parte, el MNRT dio a conocer un comunicado por medio del periódico Compañero, órgano del «Peronismo Revolucionario», en la que se hacían responsable del asalto y reivindicaban la violencia como herramienta de la lucha política. En noviembre de 1964 sus integrantes decretaron la disolución del MNRT y su incorporación al peronismo.
En marzo de 1964, siete meses después, se supo que el asalto al Policlínico Bancario había sido una operación política del MNRT. Hasta entonces fue un secreto. La mayoría de los asaltantes del Policlínico Bancario fueron encarcelados y algunos no salieron en libertad hasta mayo de 1973, cuando el peronismo volvió al poder y fueron amnistiados por el presidente Cámpora.
Varios de ellos se integrarían a las «Fuerzas Armadas Peronistas» (FAP), otros a Montoneros y los menos al «Ejército Revolucionario del Pueblo» (ERP), aunque a uno de ellos, Zarattini, se lo vinculó con la ultraderecha peronista y con los servicios de inteligencia del Ejército que en los 80 viajaron a Centroamérica a entrenar a la contrainsurgencia. La sentencia por el asalto al Policlínico fue dictada en octubre de 1970. Jorge Caffatti y Horacio Rossi recibieron condena de 18 años de prisión; Mario Duahy, 16 años; Carlos Arbelos, 15 años; Tomislav Ribaric, 6 años y medio; Alfredo Roca, 34 meses; Gustavo Posse, 21 meses; y Lorenzo Posse, 18 meses.
Los hermanos Posse fueron los que la sacaron más barata. Gustavo siempre se ocupó en decir que se limitó a dar el dato, es decir, a oficiar de informador, a cambio de un 30% del botín. Se decía que los asaltantes dudaron en su momento en cumplir con el pacto con Posse y uno de ellos habría sugerido liquidarlos para que no hablase. La moción no fue aceptada y las consecuencias del gesto pronto se harían ver.
Como la numeración de los billetes era correlativa y había sido comunicada por el Banco Central, obedeciendo a una orden del secretario judicial González Gartland, fue el propio Gustavo Posse, quien olfateó que los billetes estaban denunciados, eso sucedió estuvo en la ciudad de Necochea y tuvo que pagar el recauchutaje de un neumático con uno de esos billetes, los del negocio le hicieron firmar un acta policial. Pero persistiendo en el error, el 20 de noviembre de 1963, se fue de fiesta por Europa con su hermano Lorenzo Andrés Posse.
Lorenzo Andrés, era empleado de la compañía de aviación VARIG, que lo convidó con uno de los dos pasajes a Portugal, España, Italia, Francia e Inglaterra que regalaba la empresa aérea una vez al año. Aprovechando esta ocasión, realizaría un cambio de divisas para el MNRT de 3 de los 13 millones de pesos robados. Una vez en Europa, Lorenzo sufragó con 45.000 de esos pesos la factura de una cena en La Roseraie con Simone Malatesta de Pont, alias Brigitte, una bailarina de un cabaret del barrio parisino de Montmartre, dando lugar a que el Banco Jourdan no los convirtiera a francos franceses, informando a INTERPOL.
René Laserre, dueño del restaurante La Roseraie, efectuó una declaración en la policía, cuya pesquisa dio con las señas de identidad de los hermanos Posse. La bailarina, que había sido entrevistada por la policía, señaló al Hotel Lutetia como el lugar de alojamiento de Lorenzo. El expediente fue remitido a la Argentina, dado que los Posse ya estaban en Buenos Aires. El primer detenido fue Lorenzo, seguido por su hermana que trabajaba en el Policlínico.
La otra hermana, prosecretaria de la Cámara Civil y Comercial de Buenos Aires, le advirtió a Gustavo que González Gartland lo buscaba, por lo que se dio a la fuga, y alertó a Ricardo Viera, quien, a su vez, hizo sonar la alarma hacia los demás. Pero al quinto día de estar prófugo Gustavo se rindió. El 20 de marzo de 1964, quebrado en los interrogatorios judiciales, cantó todo el repertorio.
Jorge Andrés Cataldo realizó una llamada a la casa del MNRT y confirmó que la vivienda estaba ocupada por la policía. Los allanamientos se sucedieron en múltiples hogares. Varios de sus compañeros se salvaron con él, como Rubén Rodríguez, Fredy Zarattini, Roca y Baxter. Los demás incriminados, y otros tacuaras, fueron imputados por infracciones diferentes por orden del Juez federal Jorge Aguirre, y fueron forzados a fijar domicilio en las cárceles porteñas de Villa Devoto y Caseros, 18 en total, entre los que estaba Jorge Caffatti, mientras 11 quedaron en calidad de prófugos.
Joe Baxter, quien no participó del hecho personalmente, se fugó del país y estuvo en Vietnam durante 1966. Ese año tomó contacto con Tupamaros estando en la ciudad de Montevideo, Uruguay. Ricardo Viera fue detenido en julio de 1972 y aguardaba sentencia cuando llegó el 25 de mayo de 1973 y fue liberado por la amnistía general de Cámpora, junto a los condenados que estaban presos, Caffatti, Duahy y Rossi.
Ricardo Viera, peregrinará por diversas organizaciones armadas hasta dar con sus huesos en el PRT, también militó en el ERP, estuvo preso durante la dictadura militar iniciada en 1976, y en 1985 fue detenido por un secuestro extorsivo. Esos saltos ideológicos no fueron ningún impedimento para seguir su pulsión principal, empuñar una pistola. En 1983, recuperó la libertad, los presos que compartieron la cárcel con Viera, recuerdan que siempre repetía que al salir de prisión resolvería su situación económica secuestrando a algún judío del barrio de Once.
Todos pensaban que era una broma, al recuperar la libertad lo primero que hizo fue secuestrar a un judío del barrio de Once. Lo más interesante es que su libertad condicional estaba garantizada por la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, Ricardo Viera fue un ejemplo para aprender que los presos de la dictadura no siempre eran muchachos idealistas.
Ese año, José Luis Nell, se fugó del edificio de Tribunales donde había sido llevado para declarar. Nell nació en Martínez, Buenos Aires, en 1940 y murió el 9 de septiembre de 1974. En 1963 junto a Baxter, ambos eran de descendencia irlandesa, se separaron del MNT para crear el MNRT, acercándose cada vez más a las ideas del marxismo y el peronismo de izquierda.
El 29 de agosto de 1963 durante el asalto portaba una ametralladora con la cual mató a dos empleados e hirió gravemente a otro. Detenido por ese hecho, logró escapar, pasó a vivir en la clandestinidad y viajaría a China, luego a Montevideo, colaborando en ese país con la organización guerrillera Tupamaros, sin embargo, sería detenido nuevamente. El 6 de septiembre de 1971 y escapó junto a otros 140 presos del Penal de Punta Carretas.
Su compañero Carlos Arbelos, en un reportaje, afirmó que hubo un error en el accionar de José Luis Nell, pues si se hubiera acercado más a los empleados, como habría hecho un ladrón común, el sargento no hubiera hecho ningún gesto y no hubiera habido pérdidas personales. Dice Arbelos que luego Nell reconoció su error y agrega que el grupo desistió de hacer más operativos militares, ni de rescate de armamento, ni de dinero, y dirá que, cuatro décadas después considera el hecho como «un lamentable acontecimiento y en aquel momento también, aunque se lo haya idealizado, fruto del desarrollo de la teoría del “foco” guerrillero urbano, la mala lectura de la experiencia de la revolución argelina y del trasplante forzado de la experiencia de los rebeldes cubanos con la toma del poder en enero de 1959.»
A su regreso a la Argentina, José Luis Nell, se contactó con las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y luego ingresó en Montoneros, siendo nombrado responsable de la zona sur del conurbano bonaerense. En esa organización conoció a Lucía Cullen, que era la colaboradora del cura Carlos Mugica en las tareas sociales y de adoctrinamiento con la población de las villas. Se casaría en una ceremonia oficiada por el sacerdote izquierdista, Mugica. El 20 de junio de 1973, en el acto con motivo del retorno del general Juan D. Perón al país, se produjo un enfrentamiento armado entre la derecha y la izquierda peronista.
José Luis Nell, encabezaba la columna sur de Montoneros y tenía la instrucción de intentar ganar el frente del palco pasando por detrás del mismo. Esta maniobra fue considerada por el otro bando como una provocación, lo que dio inicio a un intenso tiroteo, en el que fue muerto el capitán del Ejército Roberto Máximo Chavarri, integrante de la custodia de Perón. Nell resultó herido de bala y estando tirado en el piso recibió una golpiza que lo terminó por dejar cuadripléjico. Los hechos de Ezeiza provocaron que muchos militantes se alejaran de Montoneros. Montoneros pretendía mantener su independencia sin subordinarse a la estrategia de Perón.
El posterior asesinato de José Ignacio Rucci, mano derecha de Perón, por parte de Montoneros (a dos días del triunfo de Perón en las elecciones) fue duramente criticado por José Nell en un encuentro personal con Firmenich y otros dirigentes. Esto lo llevó a acercarse a las posiciones de la Juventud Peronista Lealtad, que estaba reuniendo a guerrilleros con mayor antigüedad y experiencia, y se presentaban a sí mismos como los «auténticos soldados de Perón».
Su condición física llevó a José Nell a una depresión de la que no pudo salir, a pedido suyo sus amigos lo llevaron a una estación de tren abandonada en la localidad de Martínez, actual Estación Anchorena del Tren de la Costa, el 9 de septiembre de 1974, donde se suicidó pegándose un tiro en la boca. La masacre de Ezeiza es el nombre con el que se conoce al tiroteo en el Puente 12, ubicado a 10 km del Aeropuerto de Ezeiza y a 4,5 km del acceso más cercano a la Ciudad de Buenos Aires.
Organizaciones armadas irregulares peronistas como Montoneros, en ocasión del regreso definitivo de Juan Domingo Perón a la Argentina luego de casi 18 años de exilio, el 20 de junio de 1973, el acto de recibimiento al líder peronista se convirtió en un campo de batalla entre la izquierda y la derecha peronista, las contradicciones animadas por Perón terminaron explotando.
Horacio Rossi, «el viejo», tiempo después de ser liberado pasó por cárceles de Argentina, Brasil, España y Francia acusado de diversos delitos. Mario Duahy fue muerto por la policía en 1986 luego de haber participado en un robo al Casino de Termas de Rio Hondo, en la provincia de Santiago del Estero.
Jorge Norberto Caffatti
Conocido como el Turco, Aníbal y Asdrúbal, nació el 5 de agosto de 1943, en el barrio porteño de Parque Patricios. Militante de Tacuara, a través del Comando «17 de Octubre» y luego de la ruptura con el MNT, se unió a las filas del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT), la primera guerrilla urbana de la Argentina. Fue detenido por el asalto al Policlínico Bancario el 24 de marzo de 1964, tenía 20 años y fue condenado a 18 años de prisión. Estando en la cárcel fue uno de los líderes y referentes de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP).
Las FAP que estaban sumergidas en una crisis, ese año de 1972, pierden a muchos cuadros militantes y algunos frentes de masas que emigran en su mayor parte a Montoneros. La FAP es acusada de inmovilismo y Caffatti muy cuestionado, se separa de la FAP con un pequeño grupo. Este grupo sería conocido, despectivamente, como los iluminados. A pesar de toda esta situación mantiene contactos con algunos ex compañeros, como el «Negro Villaflor».
Ese vínculo existente entre Jorge Caffatti y la FAP, permite su reingreso y el de la mayor parte de los iluminados a mediados de 1973. Jorge Caffatti va a desarrollar en la FAP una propuesta denominada «poder obrero», poniendo el eje de la construcción en los sectores más avanzados de la clase obrera peronista. Pero las diferencias políticas continúan y el grupo de Jorge Caffatti se aleja definitivamente a mediados del 1976.
Mas adelante, Jorge Caffatti, vivirá una situación especial que lo remonta al pasado, a los años de Tacuara. Jorge Caffatti había sido secuestrado por las fuerzas policiales, y entre el grupo de operaciones se encontraba, Luis Alfredo Zarattini, el famoso Fredy, las vueltas de la vida los llevó a veredas diferentes, Fredy pasó de tacuara revolucionario a colaborador de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Según se cuenta o los rumores que corrían, Fredy Zarattini, con la picana en la mano en su nuevo papel de interrogador y torturador, le habría dicho a Jorge Caffatti su ex compañero de militancia y de fechorías, para evitarle el sufrimiento: «Cantá algo Turco, que yo después te hago zafar». Lo obvio es que Jorge Caffatti no cantó y Fredy no pudo hacerlo zafar. Jorge Norberto Caffatti fue apresado en 1977 y permanece desaparecido desde entonces, es decir, está muerto.
Carlos Arbelos
Nació en 1944, originario del barrio de Belgrano, alumno del Colegio Nacional Roca y estudiante de Arquitectura de 1962 a 1964, Carlos Arbelos comenzó su militancia en el Movimiento Nacionalista Tacuara. Luego de la ruptura, se integraría al Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT), liderado por Joe Baxter y José Luis Nell, en 1963 fue uno de los que participó en el asalto al Policlínico Bancario. Conoció las cárceles de Villa Devoto, Caseros, Rawson y el buque-cárcel Granaderos.
Uruguay sería su primer destino en la fuga, Arbelos fue otro de los liberados por la amnistía de 1973. Amigo de Envar el Kadri se sumó con otros ex militantes del MNRT a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y al Peronismo de Base (PB), vivió en la clandestinidad junto con Envar El Kadri y, finalmente, amenazado de muerte por la Triple A, en 1974 se exilió en España y allí falleció en 2010.
En Madrid administró un restaurant llamado Cafetín de Buenos Aires. En ese país sería vendedor ambulante, dueño de un bar y fotógrafo, vendió alfombras árabes y tapices persas, redactó artículos que firmaban otros. Carlos Arbelos también se especializó como crítico de arte flamenco. Carlos Arbelos, el hombre que estuvo al lado de José Nell aquella mañana de agosto de 1963, en el año 1977 el pasado regresó a su vida, cuando Horacio Rossi y Jorge Caffatti ingresaron a España.
En la primera reunión que tuvieron, le propusieron secuestrar al director de FIAT en Francia, el empresario Luchino Revelli-Beaumont. Rossi y Caffatti le explicaron que era un operativo destinado a recaudar fondos para continuar la lucha revolucionaria en la Argentina. Según sus palabras, el mentor ideológico del operativo fue Héctor Villalón, una mezcla de político, empresario, hampón y aventurero, representante de Juan Perón, muy al tono de los personajes con los que a Perón le encantaba rodearse.
A Carlos Arbelos, la propuesta le olía a delito puro, pero él mismo admite que la tentación de disponer de un dinero fue muy fuerte y, fiel a su destino, finalmente cedió a los cantos de sirena. El 13 de abril de 1977 en París, Carlos Arbelos, Jorge Caffatti, Alfredo Roca y Horacio Rossi secuestraron a Luchino Revelli-Beaumont, por el que se pagó un rescate de 2 millones de dólares.
El empresario Luchino Revelli-Beaumont era considerado un virtual ministro de relaciones exteriores de FIAT, fue durante muchos años presidente de la subsidiaria en Francia y representó a la firma en Argentina entre 1973 y 1976. Debido a su cargo mantenía una estrecha relación con lideres políticos como el general Juan Perón, Omar Torrijos, el general panameño, Salvador Allende y el egipcio Gamal Abdel Nasser. Se puede decir que era aliado del peronismo gobernante.
Luchino Revelli-Beaumont, fue uno de los integrantes del famoso chárter que llevó a Perón a Argentina en noviembre de 1972. Nada de eso les importó a «los muchachos peronistas» a la hora de cumplir con la recaudación de fondos (apropiación, decían). Los familiares del empresario dijeron que el secuestro fue realizado con el propósito de obtener un rescate que, finalmente, fue de 2 millones de dólares, pero se trató de mostrarlo como un delito político.
El secuestrado Luchino Revelli-Beaumont fue liberado luego de 89 días de cautiverio y todos los involucrados, salvo uno, fueron detenidos, pero finalmente no pudieron ser juzgados. El copyright del secuestro pertenecía a Héctor Orlando Villalón, un siniestro personaje que en la década de 1960 estuvo ligado a los grupos guerrilleros de orientación ideológica peronista que actuaban en la Argentina. También ejerció por un tiempo el cargo de «enviado personal» del general Perón.
En la tarde del 13 de abril de 1977 tres de los delincuentes interceptaron a Revelli-Beaumont y a su chofer Henri Millot en pleno centro de París, golpearon al chofer y obligaron al empresario a subir a un auto con el cual lo llevaron a Marienthal, una bella casona en Verrières-le-Buisson, a unos 12 kilómetros de París. El lugar, sería posteriormente identificada por el secuestrado a partir de una reconstrucción de los ruidos que escuchó durante su cautiverio, era una magnífica casona que pertenecía a Daniel Wildenstein, un reputado coleccionista francoestadounidense fallecido en 2001 que se la había prestado a Héctor Villalón, a quien conocía cuando éste compraba cuadros y esculturas en Suiza y Francia, sin saber el uso que le daría.
Los secuestradores, decían pertenecer al Comité de Unidad Revolucionaria Socialista (CURS) para disfrazar sus fines netamente económicos, pidieron inicialmente a FIAT un rescate de 30 millones de dólares, pero luego de trabajosas tratativas llevadas a cabo por Jorge Caffatti aceptaron liberarlo tras un pago de 2 millones de dólares y la publicación en los medios europeos, pagada por FIAT, de un manifiesto relativo a la clase obrera que finalmente apareció en los diarios Le Monde (París), El País (Madrid), Excelsior (Ciudad de México) y el Corriere della Sera (Milán).
El secuestrado debió hacer además un informe sobre la corrupción de la que FIAT era responsable. Según los familiares del empresario, estas exigencias intentaban darle al secuestro un cariz ideológico que en realidad no tenía. La primera tentativa de pago se hizo poniendo a disposición los fondos en cuentas bancarias en Zürich y Ginebra, abiertas con documentos falsos por Horacio Rossi y Alfredo Roca. La policía recibió la información de la FIAT, pero los delincuentes fueron alertados por contactos bancarios de Héctor Villalón y no los retiraron.
Una segunda tentativa de pago fue bloqueada a principios de julio de 1977 y, días después, sobre un puente en Ginebra, Suiza, un ex policía suizo entregó por encargo de FIAT, un maletín con dinero a Alfredo Roca y a Horacio Rossi. A las 72 horas el funcionario de FIAT fue liberado en París, después de 89 días de cautiverio. Once días más tarde, la policía detuvo en España a siete de los secuestradores (uno italiano y el resto, argentinos), Héctor Villalón fue detenido en París y el dinero del rescate fue recuperado en cajas de seguridad de bancos suizos.
La policía había rastreado las llamadas telefónicas que Horacio Rossi y Alfredo Roca habían realizado desde hoteles en Zürich y Ginebra a sus cómplices en Marbella, Madrid y París. Jorge Caffatti escapó, volvió después a su país y a fines de 1978 fue asesinado en la ESMA. El ex delegado personal de Perón, Héctor Villalón eludió la prisión afirmando que los llamados realizados desde su teléfono a los teléfonos de los secuestradores se debían a un encargo de la esposa del secuestrado, cosa que la hija de ésta niega.
La Audiencia Nacional de España dio por válido el móvil político contra la dictadura militar con el que los detenidos justificaban el secuestro, por lo cual no concedió las extradiciones a Francia. La justicia española liberó a varios de ellos en diciembre de 1977. Más adelante, Héctor Iriarte y Horacio Rossi fueron detenidos nuevamente por Interpol y sentenciados a 8 y 6 años de prisión, respectivamente. Arbelos, sin juicio, estuvo preso en la cárcel de Carabanchel, España, con pedidos de captura de las policías de Francia, Italia y Suiza.
Cuando Carlos Arbelos fue detenido, invocando la condición de «preso político» eludió la extradición. Pronto recuperó la libertad y se fue en 1978 a Costa Rica, junto a otro de los secuestradores Alfredo Roca, de regreso a España, en sus últimos años se dedicó a ejercer el trabajo de fotógrafo y crítico de arte. Dicen que fue lo mejor hizo en una vida que no ofrecía motivos para enorgullecerse. Publicó cuatro libros, sobre política, murió en Sevilla en el 2010.
«Pasé más de la mitad de mi juventud detrás de las rejas», recordaba Carlos Arbelos, vivió 30 años en Argentina y 36 en España, donde se transformó en uno de los más reconocidos fotógrafos y críticos del arte flamenco, hizo amistad con Paco de Lucia, entre otros. Los cuatro libros publicados son: «Argentina, peronismo y democracia» (1980), «Los muchachos peronistas» (1981), «Evita: No me llaméis fascista» (1982) y «Argentina: Proceso a la violencia» (1983). También deja un libro inédito, «El exilio de un muchacho peronista», del que extractamos algunos pasajes.
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POR UN PUÑADO DE DÓLARES. «Buenos muchachos»
«En el ambiente del exilio argentino en España no todos los compatriotas eran militantes políticos, dirigentes sindicales, artistas o periodistas comprometidos. También llegaron algunos a quienes se podría encuadrar en el “destierro económico”, por decirlo de alguna manera. No eran inversionistas, ni empresarios, ni comerciantes, ni empleados. Eran, simplemente, “buenos muchachos” que también tenían que ganarse la vida. Y lo hacían, como diría el mariscal Karl von Clausewitz, “por otros medios”. Conocí a algunos de ellos a través de Horacio Rossi, mi antiguo amigo. Rossi, apodado cariñosamente “El Viejo”, era hijo de un obrero de la construcción que el 17 de octubre de 1945 –cuando él tenía nueve o diez años– lo había llevado de la mano a la Plaza de Mayo para ver al entonces coronel Juan Domingo Perón en el balcón de la Casa Rosada. Desde entonces era peronista.
“El Viejo” fue suboficial de la Marina y, cuando estaba destinado en la base naval de Punta Indio, cerca de Bahía Blanca, había tenido una participación decisiva contra los militares gorilas que el 16 de junio de 1955 intentaron derrocar a Perón. Una década después de la gesta popular de aquel 17 de octubre, Horacio militaba en la Resistencia Peronista y colocaba “caños”. En 1962 se vinculó al Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT) y al año siguiente participó del Operativo Rosaura, de expropiación al Policlínico Bancario. Con él compartimos militancia, cárcel y maltratos.
Nos veíamos con cierta frecuencia en Madrid. “El Viejo” estaba muy contento en España porque había descubierto que los familiares de Mary, su mujer, eran ricos hacendados de Galicia, por lo que heredó una buena suma de dinero. Él suponía que si invertía bien esas pesetas no iba a qué tener que trabajar durante el resto de su vida e iba a poder criar a sus hijos holgadamente; Mary estaba esperando el segundo. Esto, además de ser una garantía para él, era un seguro para mí, porque a cuenta de tanta hermandad, siempre disponía de alguien a quien mangar una peseta si me hacía falta, ya que “El Viejo” era muy generoso con lo mucho o poco que tuviese.
Fue precisamente en el departamento de Horacio Rossi en el barrio de Chamartín donde estuve en una fiesta con algunos de estos “buenos muchachos” de los que hablaba antes. “El Viejo” invitó a unos cuantos amigos al tercer cumpleaños de Horacito, su hijo. El niño había nacido a los cinco meses de gestación y durante las primeras semanas los médicos no sabían con certeza si moriría o quedaría con secuelas. Afortunadamente, no fue ni lo uno ni lo otro, y Horacio y Mary siempre festejaban su llegada al mundo con una gran fiesta. Así que en esa oportunidad tomé algunos tragos y charlé con Víctor “Cacho” Castillo, Vicente “El Tano” Giarratana, Luis Alberto “Tito” Ramos y Héctor Iriarte.
Víctor “Cacho” Castillo era el único que conocía de antes. Había sido jefe de una banda de asaltantes y compartimos durante muchos años el mismo pabellón en la cárcel de Villa Devoto. Él era bastante mayor que todos nosotros –presos muy jóvenes del MNRT y del peronismo– y tenía mucho prestigio dentro de la prisión. Detrás de las rejas, su palabra era ley. Aunque estaba considerado como uno de los líderes de “la pesada”, a fines de la década del sesenta había llegado a la conclusión de que robar con armas era un riesgo innecesario. En su nueva etapa, “Cacho” prefería disfrazarse de policía, detener camiones que transportaban contrabando y llevárselos. Muy educado, peronista de toda la vida y admirador del “Che” Guevara, lo considerábamos “el buen ladrón”. O, por lo menos, un “ladrón bueno”. Él, por su parte, respetaba a los presos políticos jóvenes como nosotros porque decía que arriesgábamos la vida sin pensar en el lucro personal.
Cuando “Cacho” Castillo llegó a España en 1977, tenía 54 años y lo acompañaban su esposa y su hijo de tres años. Antes de la fiesta de cumpleaños en casa de Horacio Rossi, nos habíamos encontrado por casualidad en alguna calle de Madrid. Me contó que estaba ganando mucho dinero con cierto “negocio” de tarjetas de crédito y cheques de viajero, pero trabajaba fuera de España porque “donde se come no se caga”. Comentó que había venido a Europa porque en Argentina la calle se había puesto muy dura: la policía de la dictadura militar, en vez de detener a los “buenos muchachos” y mandarlos a prisión, les exigía parte de sus ganancias; si no, los mataban. Para esa época, “Cacho” les tenía aún más alergia a las armas de fuego.
Yo le conté las razones de mi exilio y las dificultades económicas por las que estaba pasando. “Cacho” me ofreció dinero rápidamente. Cuando me negué a aceptarlo, él impuso su vieja autoridad del pabellón en Villa Devoto y me obligó casi a la fuerza a que le “guardase” un pequeño fajo de dólares. Un tipazo, realmente, respetuoso de códigos que ya no existen en estas épocas de polvo blanco, hierba verde, uniformes azules y gatillo fácil.
Luis Alberto “Tito” Ramos, otro de los recién llegados a España, era amigo íntimo de “Cacho” y trabajaban juntos en Europa. En la fiesta en casa de Rossi me enteré que era muy habilidoso con las llaves y las cerraduras. También me enteré, con sorpresa, que había tenido cierta militancia política en una Unidad Básica de la zona norte del Gran Buenos Aires, ligada al Peronismo de Base. Pienso que, en realidad, Ramos sólo aportaba algún dinero.
Vicente “El Tano” Giarratana, se llamaba en realidad Vincenzo y había nacido en Calabria, Italia, pero se crió en Argentina. Se decidió a vivir en España por las mismas razones que “Cacho” Castillo: bajo la dictadura militar ya no se podía trabajar tranquilo porque había que repartir el botín con los guardianes de la ley y el orden. “El Tano” era muy amigo de Rossi, por quien sentía auténtica veneración. Creo que en algún momento de sus vidas habían estado presos juntos y “El Viejo” lo protegió frente a alguna dificultad que tuvo con otros reclusos».
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«Un hotel de tanta categoría me pareció un poco demencial para un encuentro entre militantes revolucionarios, pero no dije nada. Sólo postergué 24 horas el encuentro porque al siguiente tenía que entregar un trabajo para la Agencia Centroamericana de Noticias (ACAN-EFE) y para poder hacerlo –debido a esta visita inesperada– iba a tener que trabajar toda la noche. Cuando nos volvimos a ver, Jorge (Caffatti) me hizo una confidencia. Estaba en España para recaudar fondos entre las organizaciones de solidaridad con el Tercer Mundo y así proseguir la lucha en Argentina. En el país –me contó– era prácticamente imposible realizar “operaciones de rescate” de dinero.
– ¿Y yo qué pinto en todo esto? –le pregunté.
– Quiero que hagas un trabajo de investigación –me explicó–. Cuando termines, se te pagarán diez mil dólares. Nos encargaremos de todos los gastos, ya que tendrás que moverte por toda Europa.
Intrigado, quise saber más:
– Decíme de qué se trata…
– Necesitamos conocer todos los datos sobre la estructura internacional de Fiat. Sabemos que además de la fabricación de coches, se dedican a otros negocios, entre ellos, la construcción de vehículos de guerra pesados. También están abriendo líneas de negocio con países del Tercer Mundo y de Europa del Este. Necesito que vos, como periodista, averigües todo lo que puedas sobre estos asuntos. Pensálo. Si te interesa, hacés una primera aproximación de los gastos que este trabajo pueda implicar. Cuanto antes lo termines, más pronto cobrás los diez mil dólares.
Después de despedirnos, una pregunta comenzó a darme vueltas en la cabeza: ¿en qué nueva aventura me estaría metiendo? Ya me imaginaba que esos datos no eran precisamente para una tesis doctoral. Pero me conformé con la versión que me dio “El Turco”: se trataba de organizar una gran denuncia a nivel internacional sobre las manipulaciones de la Fiat y de la llamada Comisión Trilateral, que reunía a las principales multinacionales económicas e industriales de Estados Unidos, Europa y Japón.
Esta organización, surgida en julio de 1973, era un auténtico gobierno mundial a la búsqueda del modelo capitalista más adecuado para obtener mejores beneficios y menos conflictos sociales. Su principal ideólogo era Zbigniew Brzezinski, un polaco nacionalizado estadounidense y graduado en Harvard, quien llegó a ser consejero de Seguridad Nacional del presidente James Carter. También le quedó tiempo para crear la Comisión Trilateral por encargo del banquero David Rockefeller. El propio Brzezinski había definido a este conglomerado como “el mayor conjunto de potencias financieras e intelectuales que el mundo haya conocido jamás”. En ella estaban representadas alrededor del 65 por ciento de las empresas bancarias, comerciales e industriales más poderosas del planeta. Entre sus miembros se contaban los más altos dirigentes de las bancas Lehmann y Rothschild, el Chase Manhattan Bank, las multinacionales Bechtel, Caterpillar, Coca Cola, Cummins, Exxon, Gibbs, Hewlett-Packard, Mitsubishi, Nippon Steel, Saint-Gobain, Shell, Sony, Sumitono, Unilever… Y, por supuesto, la Fiat.
Pensé en la propuesta de Jorge Caffatti. Consideré los pros y los contras. Le di vueltas y más vueltas al asunto.
Diez mil dólares…
Me costaba trabajo dormir.
Lo que más me preocupaba era que “El Turco” me había advertido que yo debería tomar estrictas medidas de seguridad. También me recomendó que mantuviese el más absoluto silencio sobre esta investigación. Me pidió, además, que me desvinculara al máximo del ambiente del exilio. Recalcó que los exiliados estaban muy infiltrados por los servicios de inteligencia argentinos, especialmente por los de la Marina. Los Grupos de Tarea de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) operaban clandestinamente en Europa. “Todas las precauciones serán pocas”, insistió.
Decidí aceptar.
Fue el “minuto fatal”, como en aquella viñeta cómica que se publicaba en la revista Rico Tipo en los años cincuenta. Y, además, no resultó nada cómico.
En ningún momento consideré que mi vida daría un vuelco absoluto. No un giro de ciento ochenta grados, como se dice generalmente, sino un triple salto mortal, con los ojos vendados y sin red. No sabía que iba a meterme dentro de una de las bocas de león más feroces, tenebrosas e implacables del mundo. No imaginé que durante veinte años iba a tener que pagar la hipoteca de esos diez mil dólares, uno por uno, sin poder salir de España. Tampoco imaginé que, de remate, quedaría con un estigma de “terrorista” que en Europa no era entonces –como no es ahora, mientras escribo estas líneas– nada bueno».
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Carlos Arbelos se estaba refiriendo al secuestro del empresario de la FIAT, cuando Arbelos dice: «caños» quiere decir «explosivos». La verdad que estos buenos muchachos peronistas, y no hace falta agregar «izquierdistas», ya que el peronismo nació socialista, no el de la Unión Soviética sino del fascismo italiano, esa otra izquierda la corporativa, cosa que lo ignoraban los de la llamada «derecha peronista».
El peronismo fue la causante de toda esa tragedia desatada en el país, fue una mezcla o una ensalada ideológica y un Perón en el exilio que le daba cuerda a unos y otros. Hoy todavía siguen en el peronismo, llámese kirchnerismo, un nombre más en el largo camino del peronismo, aún perdura esa mezcla de izquierdismo definido y la nueva izquierda cultural. El nivel intelectual político de estos muchachos peronistas daba miedo, en el fondo no eran otra cosa que delincuentes resentidos socialmente, como todos los izquierdistas.
Lo que son las vueltas de la vida, Horacio Rossi, que estuvo a cargo de la conducción operativa del secuestro del empresario de la FIAT, quien luego de pasar por Tacuara había sido miembro de la Triple A, una organización para estatal que se dedicó a perseguir y liquidar izquierdistas en Argentina. Zarattini fue acusado por la izquierda de colaborar con la DINA, la policía chilena, en el asesinato del entonces jefe del Ejército chileno general Carlos Prats, llevado a cabo en Buenos Aires, durante el gobierno del marxista Salvador Allende.
El marxista, ex diputado, periodista Miguel Bonasso, lo acusa de los nexos entre Zarattini con el ex Servicio de Inteligencia del Estado (SIDE) y el Batallón 601, así como también su participación en dictaduras de Guatemala, Honduras y El Salvador, colaborador en Nicaragua de los contras para derrocar a Daniel Ortega, lo que lo convierte ipso facto, en uno de los nuestros, sino vean al dictador Daniel Ortega.
Dicen que Fredy Zarattini tuvo mejor suerte. Según los rumores, después de su paso por la ESMA se lo vio militando al lado del coronel Muhamed Ali Seineldín, cosa que no me consta, también a Seineldín se acercaban muchos personajes y eso no dice nada. Alguna vez vi a Fredy Zarattini, por internet, en programas de canales en YouTube, con personajes peronistas como José María Soaje Pinto, y muchachos con ciertas pretensiones de analistas políticos, y lo único que repetían en esos programas eran las viejas teorías conspiracionistas.
También lo vi en compañía de viejos peronistas como Alberto Buela, intelectual neofascista de la pretendida metapolítica (es decir, de la filosofía política) y sus pocos muchachos. Lo último que se sabe de Zarattini es que se desempeñaba como vicepresidente y apoderado de la empresa de explotaciones petroleras Chañares Herrados, con sede en la provincia de Mendoza.
3 de enero de 2024.